“Convertíos, porque está cerca el Reino de los
Cielos.”
4 DE DICIEMBRE
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
1ª
Lectura: Isaías 11,1-10
En aquel
día; brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz.
Salmo 71
Que en
sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
2ª Lectura:
Romanos 15,4-9
Cristo
salva a todos los hombres.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
3,1-12
“Por aquel tiempo,
Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: -convertíos,
porque está cerca el reino de los Cielos. Este es el que anunció el profeta
Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una
correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel
silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del
Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que
muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: -Raza de
víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente? Dad el fruto que
exige la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: “Abraham es nuestro
padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas
piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no dé buen
fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os
convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni
llevarle las sandalias. El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. El tiene
el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y
quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en
el desierto de Judea:
"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está
cerca".
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita
en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de
cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región
del Jordán iba a su encuentro,
y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán,
confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir
su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar
de la ira de Dios que se acerca?
Produzcan el fruto de una sincera conversión,
y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'.
Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de
Abraham.
El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol
que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel
que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de
quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su
trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible".
REFLEXIÓN
No sabemos ni cuándo ni cómo fue. Un día, un sacerdote rural llamado Juan
abandonó sus obligaciones del templo, se alejó de Jerusalén y se adentró en el
desierto de las inmediaciones del Jordán, buscando silencio y soledad para
escuchar a Dios.
No llegaban hasta allí las intrigas de Pilato ni las maquinaciones de Antipas.
No se oía el ruido del templo ni los negocios de los terratenientes de Galilea.
Según Isaías, el “desierto” es el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la
conversión. Según el profeta Oseas, es en el “desierto” donde Dios “habla al
corazón”. ¿Es posible escuchar hoy a este Dios del “desierto”?.
En el “desierto” solo se vive de lo esencial. No hay lugar para lo superfluo;
se escucha la verdad de Dios mejor que en los centros comerciales. Tampoco hay
sitio para la complacencia y el autoengaño: casi siempre el “desierto” acerca a
Dios más que el templo.
Cuando la voz de Dios viene del “desierto”, no nos llega distorsionada por
intereses económicos, políticos o religiosos. Es una voz limpia y clara que nos
habla de lo esencial, no de nuestras disputas, intrigas y estrategias.
Lo esencial siempre consiste en pocas cosas, solo las necesarias. Así es el
mensaje de Juan: “Poneos ante Dios y reconoced cada uno vuestro pecado.
Sospechad de vuestra inocencia. Id a la raíz”. Todos somos de alguna manera
cómplices de las injusticias y egoísmos que hay entre nosotros. Todos y cada
uno de los creyentes tenemos algo que ver con la infidelidad de la Iglesia al
Evangelio.
En el “desierto”, lo decisivo es cuidar la vida. Así proclama el Bautista:
“Convertíos a Dios. Lavaos de vuestra malicia y comenzad a reconstruir la vida
de manera diferente, tal como la quiere él”. Es nuestra primera responsabilidad.
Si yo no cambio, ¿qué estoy aportando a la transformación de la sociedad? Si yo
no me convierto al Evangelio, ¿cómo estoy contribuyendo a la conversión de la
Iglesia actual?.
En medio de la agitación, el ruido, la información y difusión constante de
mensajes, ¿quién escuchará la “voz del desierto”?, ¿quién nos hablará de lo
esencial?, ¿quién abrirá caminos a Dios en este mundo?
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO
OLVIDAR LA CONVERSIÓN
"Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo,
éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y
éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad
profética, a orillas del lago de Galilea.
Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la
conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su
aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere
reorientar la vida hacia su verdadera meta.
Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco
pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán.
Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva,
orientada a acoger el reino de Dios.
Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo
del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así:
"Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente
a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como
hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a
una Fiesta final en torno a su mesa".
No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino
de Dios. No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El
concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia,
al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más
que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del
género humano.
Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el
clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el
reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas
religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la
sociedad.
No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración
digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además,
promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a
los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad
reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.
Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice
así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que
los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean
llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
“Lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”: Nos torcemos cuando nos
desviamos de la verdad, cuando vivimos en la mentira, cuando nos dejamos
seducir por los halagos del placer o del consumismo. Nos torcemos por el vicio
y el engaño. Hay que enderezar nuestros caminos, vivir en la verdad, ser
sinceros, transparentes. Hay que evitar los engaños de la seducción, que nos
desvían más. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.
Que se eleven los
baches del subdesarrollo y la pobreza.
Que desciendan los
montes de la injusticia y el egoísmo.
Que se enderecen las
curvas de la mentira, las marginaciones y los prejuicios.
Que se allanen los
senderos de la relación entre los hombres.
Que se superen los
peligros del odio y la violencia, y se limpien de rencores y desencuentros.
Que se igualen y
suavicen todos los caminos de los hombres.
“Y todos verán la
salvación de Dios”.
ORACIÓN
“Y todos verán la salvación de Dios”. Ver bíblicamente es lo mismo que acoger y
participar. Si los caminos se allanan, tú salvación, Señor Dios, llegará hasta
nosotros y nos regalará su gracia y su amor. Tú vienes siempre por los caminos
rectos de la humildad, de la paz, de la pobreza y del amor.
Tu salvación Señor, es Cristo, tu Hijo. Si nos abrimos a él, nos inundará la
salvación y la paz. Si le escuchamos, si le aceptamos, si le amamos, el Mesías
nos amará y entrará en nuestra casa y cenará con nosotros, y ya se quedará con
nosotros para siempre.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Fano.