domingo, 19 de junio de 2016

26 DE JUNIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



 “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”

26 DE JUNIIO
XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: 1 Reyes 19,16b.19-21
“Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo”.
Salmo 15: Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
2ª Lectura: Gálatas 5,1.13-18
“Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado.”
PALABRA DEL DÍA
Lucas 9,51-62
“Cuando es iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. A otro le dijo: “Sígueme”. Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre”, Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que echa mano   al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén
y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".
Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".
Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
REFLEXIÓN
            Desde siempre se ha comparado la vida del hombre sobre la tierra como un camino. Y el seguimiento a Jesús igual.
            El mismo se calificó a sí mismo como el camino que hay que recorrer, como la vida que hay que vivir y como la verdad que hay que creer si queremos tener vida y tenerla en abundancia.
            Y en los Hechos de los apóstoles se habla de los cristianos como de los seguidores del camino.
            La condición del hombre, durante su estancia en la tierra, es la de peregrino que camina a la casa del Padre.
            Toda la vida es camino y la muerte no es el final de este camino, sino la posada, donde encontraremos el descanso para caminar definitivamente al encuentro del Padre de la misericordia que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
            Todos los grandes de la historia de la salvación, empezando por Abrahán y siguiendo por Moisés, Elías, Jesús, Pablo. Han sido grandes caminantes.
            La vida cristiana es un camino de seguimiento de Jesús. Los que quieran recorrer este camino tienen que estar dispuestos a dejar muchas cosas para estar lo más disponible en ese seguimiento, porque quién pone la mano en el arado y mira atrás para ver cuando le queda por arar, no es apto para el reino de Dios.
            Jesús no es solo el camino, sino el gran caminante. El camino de Jesús nos lo presenta hoy Lucas: discurre desde Nazaret hasta Jerusalén, pasando necesariamente por Samaria. Cada punto de éstos es un símbolo.
            Nazaret significa la pobreza, la disponibilidad, los 30 años de silencio y de vida oculta, la obediencia. Es el punto de partida.
            Samaría representa al mundo, a los gentiles, al ambiente hostil, el rechazo que sufrimos. Es el diario de la vida del cristiano.
            Jerusalén simboliza el desprendimiento, la cruz, la meta que es el cumplimiento de la voluntad del Padre. Y la resurrección.
            El Evangelio de hoy nos describe tres llamadas:
          Uno que se ofrece voluntariamente y es advertido de las dificultades.
          Otro que es llamado, pero pone condiciones a Jesús y aunque no se le impida si se le advierte de la prioridad del anuncio del Reino.
          El tercero puso otro “pero” pero tampoco sirve. En ninguna de estas dos ocasiones se cuestionan lazos o situaciones familiares, sino que se eleva el Reino de Dios a la categoría de valor absoluto desde el que debe ser entendido el seguimiento de Jesús.
Te seguiré a dondequiera que vayas...
            Alguien, al parecer bastante consciente del duro camino de Jesús, se ofrece para seguirlo “adondequiera que vayas”, o sea, hasta las últimas consecuencias. Jesús no lo rechaza, pero parece decirle: Sólo yo sé hasta dónde hay que llegar.
            No tengo nada que ofrecerte, pues estoy más abandonado que los animales del campo, que, al menos, tienen madriguera o nido. Si estás dispuesto a privarte de todo porque tu libertad se merece ese precio, entonces puedes seguirme.
            El evangelista no nos dice cuál fue la respuesta de aquel hombre, pero deja claro que nadie puede llamarse solo, creyendo que sigue a Jesús, sin haber escuchado sus condiciones.
A otro le dijo: Sígueme...
             Este segundo candidato fue llamado por Jesús, pero dilata la respuesta inmediata, pues debe cumplir con su deber filial de enterrar a su padre. Y en esto el judaísmo era intransigente.
            La respuesta de Jesús, verdaderamente chocante y hasta dura, debe ser entendida desde dos puntos de vista:
          Que el Reino de Dios es el valor absoluto del hombre y no admite dilación alguna. No es un agregado más a lo que el hombre ya tiene o hace, sino el punto de partida de un nuevo estilo de vida.
          Que el seguimiento de Jesús es buscar la vida, es mirar hacia adelante, es desprenderse de un pasado “muerto”. El entierro del padre simboliza en el texto una fijación a una ley, un culto y un estilo de vida superados desde la perspectiva evangélica.
Otro le dijo: Te seguiré Señor....
            Se trata de un caso similar al anterior, con la variante de que se presenta espontáneamente, pero poniendo cierta condición, totalmente normal desde cierto punto de vista.
            Jesús no se opone al amor a la familia, sino a que se anteponga la despedida a la urgencia del Reino. Es como si le dijera: ¿Qué es lo más importante en tu vida?
            La comparación del arado aclara la cuestión: si alguno quiere arar o dice que quiere arar, pero va mirando hacia atrás, hará cualquier cosa menos guiar bien su arado, sobre todo en una tierra dura y pedregosa como la de Palestina.
            Si se compromete con algo, que lo haga en serio; de lo contrario, no hará bien ni una cosa ni la otra.
            El mensaje pues es este:
            O se acepta el mensaje de Dios hasta el final, con una voluntad total desde el principio, o tarde o temprano se lo traicionará.
            Si lo absoluto es el Reino de Dios, miremos todo desde esa perspectiva, aun el amor a los padres.
            Los lazos afectivos nos impiden, no pocas veces, tomar decisiones que creemos justas, pero que al final no tomamos para no herir a los parientes o a los amigos.
            Más allá de estos ejemplos, que son como casos límite, hay algo que queda claro en cada palabra de Jesús: Se ha inaugurado un tiempo nuevo, y en este tiempo, corto y trascendental, el hombre tiene que hacer la gran opción de su vida, porque la fe en Cristo está en relación con la vida del hombre.
            El hombre es libre para seguir el camino que Dios le traza. Cristo ha venido para que vivamos en libertad. Dios no impone la fe, invita a la fe.
            Cada uno responderemos sí o no, según nuestra propia decisión. Y mucho más cuando la decisión va a ser una opción total y definitiva, que atañe a toda la vida del cristiano.
            El que se decide a seguir los pasos de Jesús tiene que comenzar a vivir según el Espíritu y no según los deseos del mundo.
            Ser cristiano es reproducir en uno mismo las condiciones de vida de Jesús, y en concreto hoy podemos hablar de las siguientes:
            Estar siempre en camino, en disposición para cumplir la voluntad del Padre, sin importarle que falte hasta lo más elemental. Y darle prioridad al Reino sobre todo lo demás.
            Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí, nos dejó dicho Jesús. Y a todos los primeros seguidores de Jesús, los conocían con el nombre de los seguidores del camino.
ENTRA EN TU INTERIOR
SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRAS
Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.
Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?
Primera escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».
Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es "vivir de camino", sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.
Segunda escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».
Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los "muertos", que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.
Tercera escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            “El que echa mano al arado y sigue mirando hacia atrás, no vale para el Reino de Dios”.
            Evidentemente sólo desde esta respuesta podemos entender su actitud aparentemente dura. No se oponía a la despedida de los padres, sino  a la incompatibilidad del seguimiento cristiano con la antigua familia de los judíos, la sinagoga, el templo, la antigua ley. O dicho de otra manera: lo antiguo debe mirar hacia adelante y Jesucristo es el punto omega, la meta final de la antigua historia; es su culminación y no solamente un agregado más. Por eso, más adelante, dice Jesús:
            “Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que veis vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron (Lc. 10,23-24)
            La fe cristiana cambia radicalmente la vida del hombre. Es un punto de vista totalmente nuevo y original a la luz del cual debemos replantear toda nuestra existencia, aun en aquellos elementos que nos sean más queridos e íntimos.
            Sólo así la fe es cambio de vida y, en consecuencia, entrada al Reino de Dios, cuyos criterios el hombre acepta para interpretar la vida y para encontrarle sentido.
ORCIÓN
            Purifica, Señor, nuestra fe para que, abandonando toda forma de egoísmo, vivamos en la libertad y en el amor en constate servicio del Reino de Dios.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano

Imagen para colorear


“Dejar todo, para tenerlo todo”

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