“Tu fe te ha salvado,
vete en paz”.
12 DE
JUNIO
XI
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: 2 Samuel 12,7-10.13
¿Por qué
has despreciado tú la palabra del Señor,
haciendo
lo que a él le parece mal?
Salmo 31:
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
2ª Lectura:
Gálatas 2,16.19-21
Estoy
crucificado con Cristo¸ vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quién vive en mí.
EVANGELIO
DEL DÍA
Lucas
7,36-50
“En aquel tiempo, un fariseo rogaba a
Jesús que fuera a comer con él, Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó
a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba
comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose
detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas,
se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el
perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: “Si este fuera
profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una
pecadora”. Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Él
respondió: “Dímelo, maestro”, Jesús le dijo: “Un prestamista tenía dos
deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían
con qué pagar, les perdona a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón
contestó: “Supongo que aquel a quien le perdonó más?” Jesús le dijo: “Has
juzgado rectamente”. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta
mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en
cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su
pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de
besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me
ha ungido los pies con perfume. Po eso te digo; sus muchos pecados están
perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama”.
Y a ella le dijo: “Tus pecados están perdonados”- Los demás convidados
empezaron a decir entre sí: “¿Quién es este, que hasta perdona pecados?”. Pero
Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios
“Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la
casa y se sentó a la mesa.
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al
enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un
frasco de perfume.
Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y
comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de
besos y los ungía con perfume.
Al oír esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si
este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella
es: ¡una pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que
decirte". "Di, Maestro!", respondió él.
"Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía
quinientos denarios, el otro cincuenta.
Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál
de los dos lo amará más?".
Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó
más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien".
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta
mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella
los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó
de besar mis pies.
Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le
han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le
perdona poco, demuestra poco amor".
Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son
perdonados".
Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que
llega hasta perdonar los pecados?".
Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete
en paz".
Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos,
predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los
Doce
y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos
espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido
siete demonios;
Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas
otras, que los ayudaban con sus bienes.”
REFLEXIÓN
El relato evangélico de este domingo, más allá de la minuciosa e irónica
narración de Lucas, subraya la única y auténtica postura del hombre creyente.
Pablo habla de la fe que salva; Lucas habla de la fe y del amor (porque ama
mucho se le perdona mucho), como poniéndonos en guardia contra cierta
comprensión racional de la fe, que si es tal, no sólo es fruto del amor, sino
que supone la erradicación del egoísmo para la instauración de un amor total a
Dios y a los hermanos.
La complementación de la
fe y del amor (“Tu fe te ha salvado… porque has amado mucho”) es algo más que
una discusión teológica; es la denuncia de una postura religiosa que en nombre
de Dios y de la religión odia y condena al prójimo, con lo cual la religión se
transforma automáticamente en un factor de división social e instrumento de
poder para los autotitulados hombres
religiosos. Si los cristianos de todos los siglos hubiéramos abrazado en un
solo gesto la fe y el amor (y no puede haber amor a Dios sin amor concreto al
prójimo…, y prójimo no es solamente el “hermano” sino principalmente el
extraño…), decimos que si esta unión se hubiera mantenido, nos hubiéramos
ahorrado muchos odios, muchas divisiones y muchas guerras sostenidas y
justificadas en nombre de Dios y de su santa verdad.
La ironía de Lucas es
clara: mientras el fariseo cumplidor de la ley divina desprecia y condena a la
mujer pecadora, y condena a Jesús por dejarse tocar y besar por ella (“Si éste
fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando y lo que es: una
pecadora pública”), Jesús, por el contrario, pone al descubierto la solícita
ternura de aquella mujer, ternura que contrasta con el frío trato, aunque
cortés, del rico fariseo que no se preocupó ni por saludarlo con un beso ni por
ofrecerle agua para los pies ni perfume para su cabeza.
La actitud del fariseo
era aparentemente correcta, según los cánones sociales de aquella época y
también de la nuestra. ¿Qué puede pensarse de un hombre que así se deja hacer
por la mujer pecadora?
Sin embargo, los ojos
nuevos de Jesús supieron ver lo que los demás no veían: la intención sincera y
recta de aquella mujer que así demostraba su arrepentimiento, transformando los
gestos pecaminosos de su “profesión” en gestos de reparación y de acción de
gracias.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO APARTAR A NADIE DE JESÚS
Según el relato de Lucas, un fariseo llamado Simón está muy
interesado en invitar a Jesús a su mesa. Probablemente, quiere aprovechar la
comida para debatir algunas cuestiones con aquel galileo que está adquiriendo
fama de profeta entre la gente. Jesús acepta la invitación: a todos ha de
llegar la Buena Noticia de Dios.
Durante el banquete sucede algo que Simón no ha previsto. Una
prostituta de la localidad interrumpe la sobremesa, se echa a los pies de Jesús
y rompe a llorar. No sabe cómo agradecerle el amor que muestra hacia quienes,
como ella, viven marcadas por el desprecio general. Ante la sorpresa de todos,
besa una y otra vez los pies de Jesús y los unge con un perfume precioso.
Simón contempla la escena horrorizado. ¡Una mujer pecadora
tocando a Jesús en su propia casa! No lo puede soportar: aquel hombre es un
inconsciente, no un profeta de Dios. A aquella mujer impura habría que
apartarla rápidamente de Jesús.
Sin embargo, Jesús se deja tocar y querer por la mujer. Ella
le necesita más que nadie. Con ternura especial le ofrece el perdón de Dios,
luego le invita a descubrir dentro de su corazón una fe humilde que la está
salvando. Jesús sólo le desea que viva en paz: «Tus pecados te son
perdonados... Tu fe te ha salvado. Vete en paz».
Todos los evangelios destacan la acogida y comprensión de
Jesús a los sectores más excluidos por casi todos de la bendición de Dios:
prostitutas, recaudadores, leprosos... Su mensaje es escandaloso: los
despreciados por los hombres más religiosos tienen un lugar privilegiado en el
corazón de Dios. La razón es sólo una: son los más necesitados de acogida,
dignidad y amor.
Algún día tendremos que revisar, a la luz de este
comportamiento de Jesús, cuál es nuestra actitud en las comunidades cristianas
ante ciertos colectivos como las mujeres que viven de la prostitución o los
homosexuales y lesbianas cuyos problemas, sufrimientos y luchas preferimos casi
siempre ignorar y silenciar en el seno de la Iglesia como si para nosotros no
existieran.
No son pocas las preguntas que nos podemos hacer:
· ¿Dónde pueden encontrar
entre nosotros una acogida parecida a la de Jesús?
· ¿A quién le pueden
escuchar una palabra que les hable de Dios como hablaba él?
· ¿Qué ayuda pueden
encontrar entre nosotros para vivir su condición sexual desde una actitud
responsable y creyente?
· ¿Con quiénes pueden
compartir su fe en Jesús con paz y dignidad?
· ¿Quién es capaz de intuir
el amor insondable de Dios a los olvidados por todas las religiones?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
El centro del relato lo
ocupa Jesús, Simón solo tiene ojos para la mala fama de la mujer y duda que
Jesús sea un profeta. Pero Jesús no ha venido a condenar sino a salvar, no ha
venido a juzgar, sino a derramar su perdón y su misericordia con todos los que
le muestran su fe, por pequeña que sea.
Para nosotros es una
llamada a hacer lo mismo, no juzgar para no ser juzgados; no condenar para no
ser condenados y amar a todos, con el mismo amor misericordioso de Jesús,
porque como cantaba san Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida, se nos juzgará
de amor”.
ORACIÓN
Señor Dios, fortaleza de los que en ti esperan, acude, bondadoso, a
nuestro llamado y puesto que sin ti nada puede nuestra humana debilidad, danos
siempre la ayuda de tu gracia, para que, en el cumplimiento de tu voluntad, te
agrademos siempre con nuestros deseos y acciones.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.
Imagen para colorear
Jesús me lleva de la muerte a la vida.
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