lunes, 13 de junio de 2016

19 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



 “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

19 DE JUNIO
XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª LECTURA: Zacarías 12,10-11.13,1
Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto por el hijo único.
SALMO 62
Mi alma está sedienta de ti, Dios mío
2ª LECTURA: Gálatas 3,26-29
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
EVANGELIO DEL DÍA
Lucas 9,18-24

“Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pedro tomó la palabra y dijo: “El Mesías de Dios”. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Y, dirigiéndose a todos, dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará”.

REFLEXIÓN

            Las reflexiones de los domingos anteriores nos han preparado para acercarnos a la página evangélica de hoy, una de las más importantes de todo el Nuevo Testamento y verdadero eje central de los evangelios sinópticos.
            Jesús se ha ido revelando a través de signos que ponían de manifiesto la presencia del Reino de Dios en el mundo. Hoy el velo revelador se despliega casi totalmente ante la pregunta directa que hace el mismo Jesús: Qué pensáis de mí. Pregunta que lleva como contrapartida la pregunta indirecta: Cómo deben ser mis discípulos…
            Una mejor comprensión del evangelio de hoy nos obliga a tener en cuenta la versión que del mismo hecho hace Marcos (8,2-33), versión que parece haber sido suavizada por Lucas, según su costumbre.
            La pregunta que hace Jesús a sus discípulos es, de alguna manera, la pregunta que siempre hizo la Iglesia mirando a su alrededor: ¿Qué se piensa en el mundo sobre Cristo? ¿Cómo lo ven los demás pueblos? ¿Qué se opina de él en un país cristiano por tradición?
            De la respuesta que dieron los apóstoles como respuesta de la gente, se desprende que Jesús puede ocupar en el mundo el sitial de un gran personaje, de un reformador, de un hombre bueno, de un antiguo personaje famoso, pero… ¿nada más que eso es Jesucristo? ¿Qué dice la fe cristina? ¿Qué aporta de nuevo y original en el mundo que hoy vivimos?
            “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
            Es la gran pregunta que tarde o temprano ha de escuchar la misma Iglesia y cada cristiano. Porque puede suceder que sigamos a Jesús sin saber a quién seguimos, o que llevemos su nombre sin saber qué significa ese nombre y ese hombre.

            Y se levanta Pedro, la expresión de una fe aún incipiente e inmadura, quien responde más con el corazón que con los labios; Tú eres “el Mesías de Dios”.
            Lo que nadie se había animado a decir, lo afirmó él; por primera vez se atrevió a mirar a Jesús a los ojos y lo urgió a que asumiera su papel, como desafiándolo: Tú eres el liberador de nuestro pueblo. Por eso te seguimos…
            Debió de producirse un gran silencio, y Jesús sintió que todas las miradas estaban clavadas en él a la espera de una sola palabra, una orden, un grito que iniciara la gran rebelión. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre -título que revela el sentido humilde del Mesías- debía sufrir mucho, que sería rechazado por ancianos del pueblo, condenado a muerte, y que resucitaría al tercer día. Esa es la auténtica fe de la comunidad cristina que, después de la Pascua, interpretó la obra de Jesús a la luz de las antiguas profecías y de las palabras del mismo Jesús, palabras que en su momento fueron comprendidas.
            En la orden imperiosa de guardar silencio sobre su mesianismo, quiso decirles: No se os ocurra enseñar jamás que yo soy ese Mesías que vosotros estáis esperando. Sí, soy ese Mesías, pero no el que vosotros sentís y pretendéis. El Cristo que habréis de anunciar siempre es el que yo mismo os voy a revelar.
            Y este Mesías que responde al designio de Dios está señalado por dos características: el dolor y el rechazo. No sólo sufrirá mucho, sino que sentirá en carne propia el rechazo de los suyos y la oposición de esa misma gente que se dice religiosa y que ocupa altos cargos en la nación.
ENTRA EN TU INTERIOR
¿CREEMOS EN JESÚS?
Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesarea de Filipo: «Vosotros, quién decís que soy yo?»
Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.
No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?
Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?
Lo confesamos también "Hijo de Dios". Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?
Llamamos a Jesús "Salvador" porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es ésta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es ésta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?
Confesamos a Jesús como nuestro único "Señor". No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero, ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?
La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.   
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
-          “El que quiera seguirme…”
Cada uno debe elegir entre los pensamientos de Dios y los criterios de los hombres.  Es razonable pensar que existían otras formas más fáciles de vivir la religión; también hay otras maneras de afrontar la misión de la Iglesia en el mundo. Jesús no puede obligarnos a tomar una decisión u otra. Eso depende de cada uno.
Seguir a este Jesús que él mismo revela debe ser un acto libre y consciente. Esto supone que analicemos el problema, que estudiemos el evangelio, que comprendamos las palabras de Jesús y que las comparemos con otras teorías. Y después, decidimos Mas quien quiera seguirlo, que sepa que deberá hacerlo de acuerdo con el modo indicado por el mismo Jesús. No podemos fabricar un cristianismo sin este Cristo.
-          “Que se niegue a sí mismo…”
Renunciar a algo es abandonar una cosa por otra considerada mejor. Jesús habla de negar o renunciar a uno mismo. Alguno podrá pensar que esto es inadmisible, pues alienaría totalmente al hombre creyente. En efecto, ¿acaso no se ha afirmado que el cristianismo valora la persona humana y quiere su crecimiento total? ¿Cómo concilia la valoración del hombre por la fe y esa negación de uno mismo que Jesús nos exige?
Sin embargo, si hay un dato claro en los evangelios es que Jesús nos trae la plena libertad como personas y como comunidad. Desde este ángulo, tratemos de arrojar luz sobre la controvertida frase de Jesús.
-          “Que cargue con su cruz de cada día y se venga conmigo.”
El enigma de la vida continúa: nada más humillante que nos carguen con una cruz. Por eso Jesús dice: Que no te la carguen, tómala tú mismo. La cruz es un modo de afrontar la vida, y ese modo debe ser aceptado desde el corazón. Tomar la cruz es preguntarme cada día: ¿En qué puedo servir a mi hermano? ¿Cómo puedo engendrar vida en quien la necesita?
El discípulo de Jesús arriesga todo por un ideal. Si Cristo lo libera interiormente, justo es que por esa libertad lo arriesgue todo, aun la misma vida. En efecto, ¿qué valor puede tener una vida sin libertad interior?
Esta es la cruz del cristiano: la que él mismo elige como forma de vida. Él debe buscarla y asumirla. Si se la imponen es un esclavo cristiano…, esclavo, al fin. Si no la toma, es esclavo de sí mismo.
Si la toma, morirá en ella. Morirá como hombre libre. Por eso vivirá. Esa es la paradoja.

ORACIÓN
            Señor, nosotros sabemos que tú eres el Cristo sufriente que da la vida por la salvación de los hombres, y queremos ser los testigos de tu amor redentor en esta sociedad en la que estamos encarnados.
            Danos la fuerza y la gracia, para tomar la cruz de cada día con amor a ti y a los hermanos.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Fano


Imagen para colorear.

Jesús es la respuesta a tantas preguntas.




           










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