domingo, 26 de junio de 2016

3 DE JULIO: XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



“La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.”
3 DE JULIO
XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Isaías 66,10-14c
Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis.
Salmo 65: Aclamad al Señor, tierra entera
2ª Lectura: Gálatas 6,14-18
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 10,1-12.17-20
“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”. Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
REFLEXIÓN
            El domingo pasado el tema del Evangelio era la vocación, la llamada de Jesús, su invitación a seguirle en libertad.
            Esta semana el tema es la misión, el envío de cada uno de nosotros a ser apóstoles en nuestro propio ambiente. Son dos temas que se complementan. No hay llamada sin misión.
            Si un cristiano no es apóstol, tampoco es cristiano. Los cristianos no somos islas. No podemos intentar salvarnos solos, sino en iglesia, en comunidad.
            No podemos presentarnos en la casa de Dios estando los hermanos separados unos de otros.
            El discípulo de Jesús ha de contar, con que, tarde o temprano, su Señor lo envíe al mundo en su lugar y con su poder. Jesús quiso, y sigue queriendo, seguidores que le precedan en el anuncio del Reino.
            Los discípulos no lo son para quedarse siempre junto a Jesús; acaban por convertirse en sus testigos, por muy bien que se esté a su lado como Pedro, Santiago y Juan experimentaron en el Tabor.
            Por muy bien que se esté a su lado, Jesús necesita de todo aquel que se precie de ser discípulo, para preparar sus caminos.
            Sin enviados que le antecedan, no podrá preparar su venida ni habrá recibimiento. El mundo, como Galilea en tiempos de Jesús, está tan necesitado de Dios porque apenas cuenta con testigos que le anuncien el evangelio.
            Y el anuncio del evangelio, la evangelización, no es solo cosa de curas y de monjas, es cosa de todos, cada uno de nosotros, desde donde el Señor nos haya puesto, desde el sacerdocio, desde la vida consagrada, desde la familia, debemos ser sus testigos en el mundo.
            Estos setenta y dos discípulos laicos, juntamente con las mujeres y los doce, forman lo que hoy llamaríamos un laicado comprometido que interpretó su vocación como un servicio al reino de Dios.
            Su elección a cargo directo de Jesús, su misión y la forma de desarrollarla son como la regla fundamental de toda comunidad cristiana que se precie de tal, sea laica o religiosa, ya que las exigencias cristianas son iguales para todos.
            Todo el relato, que acabamos de escuchar, tiene como encuadre general la cercanía y presencia del Reino de Dios, que constituye el contenido de toda la predicación cristiana y el horizonte que jamás hemos de perder de vista cuando nos referimos a la acción de la iglesia en el mundo.
            Jesús compara este momento a la cosecha que no puede esperar más tiempo, pero que cuenta con pocos segadores. El dueño del campo es Dios y tanto Jesús como sus discípulos trabajan para él.
            Todas las indicaciones que Jesús les da a estos setenta y dos son casi idénticas a las dadas a los doce, y se puede resumir en esta idea general: Desprendeos de vosotros mismos y de todo apoyo material; poned vuestra confianza en la fuerza de Dios y caminad en su nombre. Y daos prisa, la cosecha no puede esperar.
            Jesús insiste en la prisa con que hay que actuar, dada la inminencia del reino. Por eso incluso recomienda que no se paren a saludar por el camino.
            El verdadero saludo del discípulo es la entrega de la paz a quienes quieran recibirla, como signo de comunión y de solidaridad. Y esa paz es el don precioso del Reino.
            Los cristianos somos llamados por Cristo para ponernos al servicio de la paz y de la salvación.
            Para ponernos a servicio de los hombres nuestros hermanos y hermanas.
            Si queremos vivir con coherencia nuestra vida cristiana, deberíamos preguntarnos cada noche cuando estemos acostados: ¿Qué he hecho hoy por los demás?, y el día que no hayamos hecho nada por alguien, quizás hubiera sido mejor que nos hubiésemos quedado en la cama.
            De cara a Dios, a nuestra fe y a nuestra salvación es un día que hemos perdido.
            Cada comunidad debe revisar su forma de vida, sus objetivos, su manera de vivir y de relacionarse con los demás, la preocupación por los demás, para hacer de esta página evangélica lo que desde el principio fue: la gran regla o norma de toda comunidad cristiana.
            Y como ya lo ha dicho anteriormente Jesús, se trata de una misión difícil, dada la resistencia que se encontrará. El discípulo va como oveja en medio de lobos.
            Se ha dicho y no sin razón, que el primer milenio de la Iglesia fue el de los monjes, el segundo el del clero y el tercero será el de los seglares. Este es el evangelio de los seglares, tu evangelio.
            ¿Cómo evangelizar? ¿Cómo tiene que ser tu apostolado?.
            La fuente de la misión está en la oración. El apóstol no es un profesional. Él sabe que ni el que planta es algo, ni el que riega tampoco, sino Dios que hace crecer la palabra sembrada.
            Pero no podemos quedarnos solo en la oración. Deberíamos preguntarnos si podemos contentarnos con seguir pidiendo que Dios mande obreros a su mies y negándonos a ser nosotros los enviados.
            Poco fiable es una oración que no nos haga más disponibles para hacer la voluntad de Dios.
            La debilidad del apóstol.
            Somos como corderos en medio de lobos. Nuestra única fuerza está en una Palabra desarmada, que puede ser rechazada, burlada, resistida.
            Pero el apóstol sabe que en esa Palabra débil –débil por la libertad del que la recibe o rechaza- está su fortaleza.
            “No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte. Mira yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar”. Le dice Dios a Jeremías cuando lo llama a su seguimiento.
ENTRA EN TU INTERIOR
PORTADORES DEL EVANGELIO
Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.
«Poneos en camino». Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. "La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad" (Benedicto XVI).
Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio?
«Cuando entréis en un pueblo... curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios». Ésta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio? ¿Cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?
Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren... Sólo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos,
«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas sólo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero, ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
La pobreza del apóstol.
            Ni talega, ni alforja, ni sandalias. Nada. Parece bastante exagerado. Les está diciendo: Sólo la fuerza del Espíritu. No caigáis en la tentación del poder, de la abundancia de los bienes materiales en el apostolado. San Pablo como hemos escuchado en la segunda lectura, se gloría en la cruz de Cristo. Sobra lo demás.
            Le siguen ocho versículos en los que desgrana una serie de consejos. En síntesis nos viene a decir: el mensaje no es para todos, sólo para el que lo quiera escuchar. Cuenta con la libertad del que oye.
            También nosotros debemos contar con ella. El apóstol trae la paz y viene con la paz.
            Demonios, serpientes y escorpiones son otros tantos símbolos del mal enraizado en el corazón del hombre.
            Si los discípulos tienen poder sobre ese mal es por su conexión con Dios, que les da u poder y su gracia. Por tanto, no valen vanaglorias ni triunfalismo.
            En cambio, que se alegren porque se han abierto al Reino de Dios y como recompensa sus nombres estarán inscritos en el cielo.
            Los versículos que siguen a este texto, y que no entran en el evangelio de hoy por razones pastorales, iluminan la alegría de los setenta y dos a su regreso de la misión.
            Jesús, profundamente emocionado y lleno de alegría se dirige a Dios con una preciosa plegaría:
            “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y las has revelado a la gente sencilla......”
ORACIÓN
            Envía, Señor, obreros tu mies a fin de que aumenten los hombres y mujeres de buena voluntad dispuestos a instaurar en el mundo un reinado de mor, de paz y de justicia.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
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“Id a llenar los corazones”

domingo, 19 de junio de 2016

26 DE JUNIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



 “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”

26 DE JUNIIO
XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: 1 Reyes 19,16b.19-21
“Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo”.
Salmo 15: Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
2ª Lectura: Gálatas 5,1.13-18
“Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado.”
PALABRA DEL DÍA
Lucas 9,51-62
“Cuando es iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. A otro le dijo: “Sígueme”. Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre”, Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que echa mano   al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén
y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".
Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".
Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
REFLEXIÓN
            Desde siempre se ha comparado la vida del hombre sobre la tierra como un camino. Y el seguimiento a Jesús igual.
            El mismo se calificó a sí mismo como el camino que hay que recorrer, como la vida que hay que vivir y como la verdad que hay que creer si queremos tener vida y tenerla en abundancia.
            Y en los Hechos de los apóstoles se habla de los cristianos como de los seguidores del camino.
            La condición del hombre, durante su estancia en la tierra, es la de peregrino que camina a la casa del Padre.
            Toda la vida es camino y la muerte no es el final de este camino, sino la posada, donde encontraremos el descanso para caminar definitivamente al encuentro del Padre de la misericordia que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
            Todos los grandes de la historia de la salvación, empezando por Abrahán y siguiendo por Moisés, Elías, Jesús, Pablo. Han sido grandes caminantes.
            La vida cristiana es un camino de seguimiento de Jesús. Los que quieran recorrer este camino tienen que estar dispuestos a dejar muchas cosas para estar lo más disponible en ese seguimiento, porque quién pone la mano en el arado y mira atrás para ver cuando le queda por arar, no es apto para el reino de Dios.
            Jesús no es solo el camino, sino el gran caminante. El camino de Jesús nos lo presenta hoy Lucas: discurre desde Nazaret hasta Jerusalén, pasando necesariamente por Samaria. Cada punto de éstos es un símbolo.
            Nazaret significa la pobreza, la disponibilidad, los 30 años de silencio y de vida oculta, la obediencia. Es el punto de partida.
            Samaría representa al mundo, a los gentiles, al ambiente hostil, el rechazo que sufrimos. Es el diario de la vida del cristiano.
            Jerusalén simboliza el desprendimiento, la cruz, la meta que es el cumplimiento de la voluntad del Padre. Y la resurrección.
            El Evangelio de hoy nos describe tres llamadas:
          Uno que se ofrece voluntariamente y es advertido de las dificultades.
          Otro que es llamado, pero pone condiciones a Jesús y aunque no se le impida si se le advierte de la prioridad del anuncio del Reino.
          El tercero puso otro “pero” pero tampoco sirve. En ninguna de estas dos ocasiones se cuestionan lazos o situaciones familiares, sino que se eleva el Reino de Dios a la categoría de valor absoluto desde el que debe ser entendido el seguimiento de Jesús.
Te seguiré a dondequiera que vayas...
            Alguien, al parecer bastante consciente del duro camino de Jesús, se ofrece para seguirlo “adondequiera que vayas”, o sea, hasta las últimas consecuencias. Jesús no lo rechaza, pero parece decirle: Sólo yo sé hasta dónde hay que llegar.
            No tengo nada que ofrecerte, pues estoy más abandonado que los animales del campo, que, al menos, tienen madriguera o nido. Si estás dispuesto a privarte de todo porque tu libertad se merece ese precio, entonces puedes seguirme.
            El evangelista no nos dice cuál fue la respuesta de aquel hombre, pero deja claro que nadie puede llamarse solo, creyendo que sigue a Jesús, sin haber escuchado sus condiciones.
A otro le dijo: Sígueme...
             Este segundo candidato fue llamado por Jesús, pero dilata la respuesta inmediata, pues debe cumplir con su deber filial de enterrar a su padre. Y en esto el judaísmo era intransigente.
            La respuesta de Jesús, verdaderamente chocante y hasta dura, debe ser entendida desde dos puntos de vista:
          Que el Reino de Dios es el valor absoluto del hombre y no admite dilación alguna. No es un agregado más a lo que el hombre ya tiene o hace, sino el punto de partida de un nuevo estilo de vida.
          Que el seguimiento de Jesús es buscar la vida, es mirar hacia adelante, es desprenderse de un pasado “muerto”. El entierro del padre simboliza en el texto una fijación a una ley, un culto y un estilo de vida superados desde la perspectiva evangélica.
Otro le dijo: Te seguiré Señor....
            Se trata de un caso similar al anterior, con la variante de que se presenta espontáneamente, pero poniendo cierta condición, totalmente normal desde cierto punto de vista.
            Jesús no se opone al amor a la familia, sino a que se anteponga la despedida a la urgencia del Reino. Es como si le dijera: ¿Qué es lo más importante en tu vida?
            La comparación del arado aclara la cuestión: si alguno quiere arar o dice que quiere arar, pero va mirando hacia atrás, hará cualquier cosa menos guiar bien su arado, sobre todo en una tierra dura y pedregosa como la de Palestina.
            Si se compromete con algo, que lo haga en serio; de lo contrario, no hará bien ni una cosa ni la otra.
            El mensaje pues es este:
            O se acepta el mensaje de Dios hasta el final, con una voluntad total desde el principio, o tarde o temprano se lo traicionará.
            Si lo absoluto es el Reino de Dios, miremos todo desde esa perspectiva, aun el amor a los padres.
            Los lazos afectivos nos impiden, no pocas veces, tomar decisiones que creemos justas, pero que al final no tomamos para no herir a los parientes o a los amigos.
            Más allá de estos ejemplos, que son como casos límite, hay algo que queda claro en cada palabra de Jesús: Se ha inaugurado un tiempo nuevo, y en este tiempo, corto y trascendental, el hombre tiene que hacer la gran opción de su vida, porque la fe en Cristo está en relación con la vida del hombre.
            El hombre es libre para seguir el camino que Dios le traza. Cristo ha venido para que vivamos en libertad. Dios no impone la fe, invita a la fe.
            Cada uno responderemos sí o no, según nuestra propia decisión. Y mucho más cuando la decisión va a ser una opción total y definitiva, que atañe a toda la vida del cristiano.
            El que se decide a seguir los pasos de Jesús tiene que comenzar a vivir según el Espíritu y no según los deseos del mundo.
            Ser cristiano es reproducir en uno mismo las condiciones de vida de Jesús, y en concreto hoy podemos hablar de las siguientes:
            Estar siempre en camino, en disposición para cumplir la voluntad del Padre, sin importarle que falte hasta lo más elemental. Y darle prioridad al Reino sobre todo lo demás.
            Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí, nos dejó dicho Jesús. Y a todos los primeros seguidores de Jesús, los conocían con el nombre de los seguidores del camino.
ENTRA EN TU INTERIOR
SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRAS
Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.
Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?
Primera escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».
Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es "vivir de camino", sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.
Segunda escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».
Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los "muertos", que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.
Tercera escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            “El que echa mano al arado y sigue mirando hacia atrás, no vale para el Reino de Dios”.
            Evidentemente sólo desde esta respuesta podemos entender su actitud aparentemente dura. No se oponía a la despedida de los padres, sino  a la incompatibilidad del seguimiento cristiano con la antigua familia de los judíos, la sinagoga, el templo, la antigua ley. O dicho de otra manera: lo antiguo debe mirar hacia adelante y Jesucristo es el punto omega, la meta final de la antigua historia; es su culminación y no solamente un agregado más. Por eso, más adelante, dice Jesús:
            “Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que veis vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron (Lc. 10,23-24)
            La fe cristiana cambia radicalmente la vida del hombre. Es un punto de vista totalmente nuevo y original a la luz del cual debemos replantear toda nuestra existencia, aun en aquellos elementos que nos sean más queridos e íntimos.
            Sólo así la fe es cambio de vida y, en consecuencia, entrada al Reino de Dios, cuyos criterios el hombre acepta para interpretar la vida y para encontrarle sentido.
ORCIÓN
            Purifica, Señor, nuestra fe para que, abandonando toda forma de egoísmo, vivamos en la libertad y en el amor en constate servicio del Reino de Dios.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
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“Dejar todo, para tenerlo todo”

lunes, 13 de junio de 2016

19 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



 “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

19 DE JUNIO
XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª LECTURA: Zacarías 12,10-11.13,1
Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto por el hijo único.
SALMO 62
Mi alma está sedienta de ti, Dios mío
2ª LECTURA: Gálatas 3,26-29
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
EVANGELIO DEL DÍA
Lucas 9,18-24

“Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pedro tomó la palabra y dijo: “El Mesías de Dios”. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Y, dirigiéndose a todos, dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará”.

REFLEXIÓN

            Las reflexiones de los domingos anteriores nos han preparado para acercarnos a la página evangélica de hoy, una de las más importantes de todo el Nuevo Testamento y verdadero eje central de los evangelios sinópticos.
            Jesús se ha ido revelando a través de signos que ponían de manifiesto la presencia del Reino de Dios en el mundo. Hoy el velo revelador se despliega casi totalmente ante la pregunta directa que hace el mismo Jesús: Qué pensáis de mí. Pregunta que lleva como contrapartida la pregunta indirecta: Cómo deben ser mis discípulos…
            Una mejor comprensión del evangelio de hoy nos obliga a tener en cuenta la versión que del mismo hecho hace Marcos (8,2-33), versión que parece haber sido suavizada por Lucas, según su costumbre.
            La pregunta que hace Jesús a sus discípulos es, de alguna manera, la pregunta que siempre hizo la Iglesia mirando a su alrededor: ¿Qué se piensa en el mundo sobre Cristo? ¿Cómo lo ven los demás pueblos? ¿Qué se opina de él en un país cristiano por tradición?
            De la respuesta que dieron los apóstoles como respuesta de la gente, se desprende que Jesús puede ocupar en el mundo el sitial de un gran personaje, de un reformador, de un hombre bueno, de un antiguo personaje famoso, pero… ¿nada más que eso es Jesucristo? ¿Qué dice la fe cristina? ¿Qué aporta de nuevo y original en el mundo que hoy vivimos?
            “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
            Es la gran pregunta que tarde o temprano ha de escuchar la misma Iglesia y cada cristiano. Porque puede suceder que sigamos a Jesús sin saber a quién seguimos, o que llevemos su nombre sin saber qué significa ese nombre y ese hombre.

            Y se levanta Pedro, la expresión de una fe aún incipiente e inmadura, quien responde más con el corazón que con los labios; Tú eres “el Mesías de Dios”.
            Lo que nadie se había animado a decir, lo afirmó él; por primera vez se atrevió a mirar a Jesús a los ojos y lo urgió a que asumiera su papel, como desafiándolo: Tú eres el liberador de nuestro pueblo. Por eso te seguimos…
            Debió de producirse un gran silencio, y Jesús sintió que todas las miradas estaban clavadas en él a la espera de una sola palabra, una orden, un grito que iniciara la gran rebelión. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre -título que revela el sentido humilde del Mesías- debía sufrir mucho, que sería rechazado por ancianos del pueblo, condenado a muerte, y que resucitaría al tercer día. Esa es la auténtica fe de la comunidad cristina que, después de la Pascua, interpretó la obra de Jesús a la luz de las antiguas profecías y de las palabras del mismo Jesús, palabras que en su momento fueron comprendidas.
            En la orden imperiosa de guardar silencio sobre su mesianismo, quiso decirles: No se os ocurra enseñar jamás que yo soy ese Mesías que vosotros estáis esperando. Sí, soy ese Mesías, pero no el que vosotros sentís y pretendéis. El Cristo que habréis de anunciar siempre es el que yo mismo os voy a revelar.
            Y este Mesías que responde al designio de Dios está señalado por dos características: el dolor y el rechazo. No sólo sufrirá mucho, sino que sentirá en carne propia el rechazo de los suyos y la oposición de esa misma gente que se dice religiosa y que ocupa altos cargos en la nación.
ENTRA EN TU INTERIOR
¿CREEMOS EN JESÚS?
Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesarea de Filipo: «Vosotros, quién decís que soy yo?»
Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.
No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?
Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?
Lo confesamos también "Hijo de Dios". Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?
Llamamos a Jesús "Salvador" porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es ésta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es ésta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?
Confesamos a Jesús como nuestro único "Señor". No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero, ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?
La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.   
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
-          “El que quiera seguirme…”
Cada uno debe elegir entre los pensamientos de Dios y los criterios de los hombres.  Es razonable pensar que existían otras formas más fáciles de vivir la religión; también hay otras maneras de afrontar la misión de la Iglesia en el mundo. Jesús no puede obligarnos a tomar una decisión u otra. Eso depende de cada uno.
Seguir a este Jesús que él mismo revela debe ser un acto libre y consciente. Esto supone que analicemos el problema, que estudiemos el evangelio, que comprendamos las palabras de Jesús y que las comparemos con otras teorías. Y después, decidimos Mas quien quiera seguirlo, que sepa que deberá hacerlo de acuerdo con el modo indicado por el mismo Jesús. No podemos fabricar un cristianismo sin este Cristo.
-          “Que se niegue a sí mismo…”
Renunciar a algo es abandonar una cosa por otra considerada mejor. Jesús habla de negar o renunciar a uno mismo. Alguno podrá pensar que esto es inadmisible, pues alienaría totalmente al hombre creyente. En efecto, ¿acaso no se ha afirmado que el cristianismo valora la persona humana y quiere su crecimiento total? ¿Cómo concilia la valoración del hombre por la fe y esa negación de uno mismo que Jesús nos exige?
Sin embargo, si hay un dato claro en los evangelios es que Jesús nos trae la plena libertad como personas y como comunidad. Desde este ángulo, tratemos de arrojar luz sobre la controvertida frase de Jesús.
-          “Que cargue con su cruz de cada día y se venga conmigo.”
El enigma de la vida continúa: nada más humillante que nos carguen con una cruz. Por eso Jesús dice: Que no te la carguen, tómala tú mismo. La cruz es un modo de afrontar la vida, y ese modo debe ser aceptado desde el corazón. Tomar la cruz es preguntarme cada día: ¿En qué puedo servir a mi hermano? ¿Cómo puedo engendrar vida en quien la necesita?
El discípulo de Jesús arriesga todo por un ideal. Si Cristo lo libera interiormente, justo es que por esa libertad lo arriesgue todo, aun la misma vida. En efecto, ¿qué valor puede tener una vida sin libertad interior?
Esta es la cruz del cristiano: la que él mismo elige como forma de vida. Él debe buscarla y asumirla. Si se la imponen es un esclavo cristiano…, esclavo, al fin. Si no la toma, es esclavo de sí mismo.
Si la toma, morirá en ella. Morirá como hombre libre. Por eso vivirá. Esa es la paradoja.

ORACIÓN
            Señor, nosotros sabemos que tú eres el Cristo sufriente que da la vida por la salvación de los hombres, y queremos ser los testigos de tu amor redentor en esta sociedad en la que estamos encarnados.
            Danos la fuerza y la gracia, para tomar la cruz de cada día con amor a ti y a los hermanos.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Fano


Imagen para colorear.

Jesús es la respuesta a tantas preguntas.