domingo, 25 de diciembre de 2022

31 DE DICIEMBRE Y 1 DE ENERO: SÉPTIMO DÍA DE LA OCTAVA DE NAVIDAD Y SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.

 


31 DE DICIEMBRE

DÍA VII DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

Primera Lectura: Primera Carta de Juan 2,18-21

PALABRA DEL DÍA

Juan 1,1-18

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.

Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.

REFLEXIÓN

Jesús es Palabra, es la última y la definitiva Palabra, pero es una Palabra comprometida.

Es así como la Iglesia, en estos días de Navidad, nos presenta a Jesús con una imagen un poco distinta a la del Niño en Belén. No es que contraponga la imagen de Jesús-Palabra a la de Jesús-Niño, lo que sucede es que Juan ve a Jesús en la totalidad de su obra, lo ve proyectado en el tiempo y en el espacio, lo ve actuando ya en medio de los hombres, entre los cuales ha plantado su tienda.

Y no está de más que contemplemos a Jesús como el proyecto total del Padre, proyecto que nace en Belén y que halla cumplimiento en la Pascua. Sin la Pascua, Belén es un recuerdo folclórico.

Pero hay algo más aún: este Jesús no comienza en Belén. Viene de antes, desde siempre, porque desde siempre está junto al Padre aun sin manifestarse plenamente. “La Palabra estaba con Dios y por ella fueron hechas todas las cosas.”

Sin embargo, solamente se hace realmente Palabra cuando “al venir al mundo ilumina a todo hombre”. En Navidad, Dios comienza a volcar toda su Palabra, encarnada en Cristo, que habla, piensa, siente y nace en nombre de Dios.

Con Jesús, el hombre tiene acceso a todo el proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo.

Sin embargo, también esta palabra nos puede pasar desapercibida, puede estar entre nosotros y no ser conocida ni aceptada. Puede venir hasta nuestra casa y no ser recibida.

Este es el otro elemento del evangelio de Juan: el drama de la Palabra o el juicio de la Palabra. Jesús, por ser luz, separa lo tenebroso de lo luminoso; exige al hombre una definición o respuesta, pues le exige que piense, sienta, hable y obre de determinada forma, hacia cierta dirección, colocando todo su ser bajo el prisma de la luz.

Quienes reciben en sí esta palabra y se unen a su proyecto, llegan a ser hijos de Dios, pues la misma Palabra los engendra con la fuerza del Espíritu.

De esta forma Navidad llega a su culminación: Dios se hace hombre para que el hombre tenga acceso a la plenitud de la vida. Esta vida total en Dios.

Siempre será muy poco lo que sabremos de Dios. Pero siguiendo el proyecto de Jesús llegaremos hasta Él. Es cierto que Dios es inaccesible; pero si queremos tener una idea acabada acerca de qué piensa, siente, dice y hace Dios, nada mejor que ver qué piensa, siente, dice y hace Jesús: “El que me ve a mí, ve a mi Padre”.

En Navidad, el primer proyecto divino de hacer un hombre a su semejanza, se hace realidad. Cristo es el hombre-imagen de Dios, es la totalidad de un proyecto de Dios sobre el hombre. Dicho proyecto no consiste en que el hombre abandone su ser humano o su condición histórica, sino todo lo contrario: que lo realice totalmente.

Con Jesús, Dios lanza su proyecto. Dicho proyecto no está en contradicción con el proyecto del hombre. Al contrario: el plan divino se pone al servicio del plan humano. Por eso la Palabra se hizo hombre, para comprometerse hasta las últimas consecuencias con la situación histórica del hombre.

Jesús es Palabra, pero palabra comprometida. Bien lo dice Juan: “Se hizo carne”; expresión semita que significa: se hizo parte de nuestro ser, compañero de viaje, hermano de raza, solidario con todo hombre que pise el planeta.

Los cristianos que estamos celebrando la Navidad estamos llamados a decir nuestra palabra. No podemos quedar mudos mientras la humanidad bulle en uno de sus momentos más cruciales. Pero: ¿Cuál es nuestra palabra? ¿Qué pensamos, sentimos, decimos y hacemos los cristianos? ¿Cuál es nuestro compromiso con la historia?

Un largo momento de meditación ante el Niño. Palabra-comprometida hasta la cruz puede, quizá, ayudarnos a encontrar la respuesta.

ENTRA EN TU INTERIOR

Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder iluminar a los otros.

ORA EN TU INTERIOR

Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en telas de amor.

Estamos en Navidad, fiesta llena de recuerdos y de nostalgias; fiesta que nos acerca a nuestros seres queridos, porque fue en la familia donde aprendimos a vivir: allí nacimos y allí crecimos. Allí también recibimos nuestra fe y dijimos nuestras primeras oraciones.

Es Navidad: fiesta de la familia humana, de todos los hombres sin distinción alguna, porque la luz brilla para todos. Navidad es esperanza de un mundo mejor; es la garantía de que la paz es posible.

Es Navidad: el Reino de Dios se vuelca como una lluvia de verano, como agua de vida, como viento de fortaleza, como grano de trigo, como palabra, como gesto…

Es Navidad: detengamos nuestra marcha para mirar al Niño recién nacido. Desde los ojos de este Niño Dios nos mira.

ORACIÓN

Que sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.

Que sea y viva como hermano de todos los hombres.

Que sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi clasismo.

Que sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.

Que sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.

Que sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.

Que sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis hermanos.

Que sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén




1 DE ENERO

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

JORNADA DE ORACIÓN POR LA PAZ

1ª Lectura: Números 6,22-27

Salmo 66: “El Señor tenga piedad y nos bendiga”

2ª Lectura: Gálatas 4,4-7

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,16-21

“En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.

Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.

Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de su concepción”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.

Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,

y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.

Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.

Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.

Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.”

REFLEXIÓN

 Jesús fue el nombre escogido por el cielo para designar al Mesías. Sabemos toda la fuerza que tiene este nombre bendito. Decir Jesús puede ser para nosotros la mejor bendición. Con el nombre de Jesús nos protegemos. Con el nombre de Jesús confesamos nuestra fe, porque estamos confesando  que en Jesús, Yahvé nos salva. Con el nombre de Jesús rezamos, pero siempre que se haga desde el Espíritu: “Porque nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Con el nombre de Jesús evangelizamos, porque “no hay otro nombre por el cual el hombre pueda ser salvado” (Hch 4,12).

Sólo una mirada agradecida y suplicante a María. Toda la gracia y la bendición de Dios pasaron por ella. Ella colaboró activamente con su docilidad y su entrega, con su acogida y disponibilidad, con la fuerza de su fe y de su amor. Fue siempre: “La mujer dócil a la voz del Espíritu… la que supo acoger como Abrahán la voluntad de Dios” “Esperando contra toda esperanza”.  La bendecida por el Señor.

“El Señor te bendiga y te proteja,

Ilumine su rostro sobre ti

Y te conceda su favor;

El Señor se fije en ti

Y te conceda la paz” (Núm 6,22ss)

Cada año, cada día, cada instante necesitamos la bendición de Dios: que ilumine su rostro sobre nosotros, que nos proteja y nos conceda su favor, que no aparte sus ojos de nosotros, esos ojos grandes que envuelven en amor y que penetran hondo, pacificando.

Dios bendice desde el principio: “Y los bendijo Dios”. Bendice Dios para que vivamos y para que seamos felices en nuestra tarea. Bendición es el deseo de Dios expresado en palabras buenas. Pero la palabra que Dios dice, se cumple. Cada palabra suya es como un beso de amor creativo. Dice, por ejemplo: ¡vive!, y el hombre empezó a ser. Dice: ¡no temas!, y se acabaron los miedos. Dice: ¡paz!, y la alegría nadie nos la puede quitar. Dice: ¡Espíritu!, y empezamos a renacer. ¡Bendícenos hoy, Señor!



ENTRA  EN TU INTERIOR

Y ahora, una vez que tú estás bendecido, dedícate a bendecir. Si Dios ha puesto su luz en ti, irradia. Si Dios te ha pacificado, siembra la paz. Así como Dios nos ama para que nos amemos, Dios nos bendice para que bendigamos, para que lleguemos a ser una bendición. Que cuando te acerques a otro, sienta que sale de ti una irradiación benéfica y pacificadora. Y cuando alguien se acerque a ti, que tú le acojas entrañablemente y le digas bien, le digas cosas buenas, bonitas, y pueda volver gozoso. Y si tú no te atreves a bendecir, dile eso: que Dios te bendiga, pero de verdad.

ORA EN TU INTERIOR CON EL PADRE NUESTRO DE LA PAZ

PADRE: que miras por igual a todos tus hijos a quienes ves enfrentados.

NUESTRO: de todos, sea cual sea nuestra edad, color, religión o lugar de nacimiento.           

QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, y en la tierra, en cada hombre, en los humildes y en los que sufren.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, pero no con el estruendo de las armas, sino con el susurro del corazón.

VENGA A NOSOTROS TU REINO, el de la paz, el del amor. Y aleja de nosotros los reinos de la tiranía y de la explotación.

HÁGASE TU VOLUNTAD siempre y en todas partes. En el cielo y en la tierra. Que tus deseos no sean obstaculizados por los hijos del poder.

DANOS EL PAN DE CADA DÍA que está amasado con paz, con justicia, con amor. Aleja de nosotros el pan de cizaña que siembra envidia y división.

DÁNOSLE HOY porque mañana puede ser tarde, la guerra amenaza y algún loco puede incendiarla.

PERDÓNANOS no como nosotros perdonamos, sino como Tú perdonas.

NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN de almacenar lo que no nos diste, de acumular lo que otros necesitan, de mirar con recelo al otro.

 


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