“Mirad, la virgen
concebirá y dará a luz un hijo,
Y le pondrá por nombre
Emmanuel…”
18 DE DICIEMBRE
CUARTO DOMINGO DE
ADVIENTO
1ª Lectura: Isaías
7,10-14
Mirad la Virgen está
encinta.
Salmo 23: Va a entrar
el Señor, él es el Rey de la Gloria.
2ª Lectura: Romanos
1,1-7
Jesucristo de la
estirpe de David, hijo de Dios.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 1,18-24
“La concepción de Jesucristo fue así: la madre de
Jesús estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que ella
esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió
repudiarla en secreto.
Así lo tenía resuelto cuando se le apareció en sueños
un ángel del Señor que le dijo: -José, hijo de David, no tengas reparo en
llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu santo.
Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque salvará su pueblo de sus pecados.
Todo esto
sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el señor por el profeta: “Mirad,
la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre –Emmanuel (que
significa “Dios-con-nosotros”).” Cuando José se despertó hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y,
cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería
denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del
Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de
Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el
Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien
pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con
nosotros".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le
había ordenado: llevó a María a su casa!
REFLEXIÓN
Estamos a las puertas de la Navidad y contemplamos a José y María
que esperan un hijo. La Virgen está a punto de dar a luz a Jesús, el Emmanuel.
Dios, que se hace uno de nosotros, para que nosotros nos convirtamos en hijos
suyos. María es la Virgen de la esperanza para toda la humanidad. José la apoya, aceptando personalmente
la voluntad de Dios, a pesar de los interrogantes que se le presentan.
El itinerario que tuvieron que hacer María y José, así como también
Juan, porque confiaron plenamente en el plan de Dios, es el camino que también
nosotros debemos recorrer para descubrir que Dios verdaderamente se hace
presente en nuestra vida. De alguna manera podemos llevar a Dios en nuestro
interior, como María. Lo podemos acompañar en los demás, como José. Lo podemos descubrir
en el testimonio de muchas personas que lo dan todo por servir y amar, como
hizo Juan.
Tenemos que sentirnos contentos y orgullosos de ser enviados,
de ser apóstoles, en medio de nuestro mundo. Ser testimonios de la buena Nueva.
Abrir caminos a la esperanza de un mundo nuevo. Un mundo, ciertamente, dividido
por los egoísmos y marcado por la violencia y el desprecio hacia los más
débiles. Un mundo que habla mucho de intereses y de progreso pero poco de justicia
y de respeto a la dignidad de cada persona. O quizá hablamos y no hacemos lo suficiente
para dar la vuelta a la situación. Por un mundo amado por Dios, llamado a ser
redimido y a ser transformado por la fuerza de su Espíritu Santo.
Los padres de Jesús comprendieron que no estaban solos. Comprendieron
que el Espíritu les guiaba y les sostenía. Les empujaba a tomar decisiones.
Ellos, como los profetas, entendieron qué significaba ser instrumentos en manos
de Dios. Este Dios que se fijaba en la humanidad de aquellos a los que había llamado.
Dios los tomaba de la mano, los conducía y, por tanto, podían
confiarse y abandonar dudas y temores. Dios estaba con ellos. Tampoco nosotros
estamos solos. Por la fe, Abrahán partió sin saber a donde iba.
Mar Rojo y caminó incansable por el desierto, con la
esperanza de que su pueblo llegaría a la Tierra Prometida.
Por la fe, los profetas se atrevieron a decir lo que tenían
que decir, en nombre de Dios, sabiendo que no serían escuchados ni bien
recibidos. Por la fe, Juan bautiza y espera encontrar un día al Señor, el
Mesías. Por la fe María dice sí, confiando en la fuerza de Dios. Por la fe, José toma a María por esposa y acoge3 al niño que va a nacer,
sin hacer caso habladurías y le pone el nombre. Y confía en que el Dios de
Israel le confortará en las decisiones graves que habrá que tomar… Creer más allá
de lo que somos capaces de ver en la inmediatez de la vida.
Dios no viene a condenar al mundo, sino a salvarlo. Dios viene
a liberar este mundo seducido por el consumo que todo lo devora. Dios viene a
liberarnos de nuestros miedos y de nuestra pasividad ante el mal. Dios nos
llama a dar este niño al mundo. El niño de la esperanza. El niño de la ternura.
El niño de la vida que puede recomenzar en nuestra familia. En la aceptación
valerosa de la enfermedad de un familiar. En la muerte inesperada del amigo. En
la lucha por un mundo más justo.
En la Misa de la Noche de Navidad leeremos el pregón de Navidad
y diremos que, después de tantos imperios caídos, en un humilde lugar de un
pueblo sometido, nació Jesús, hijo de David. El Mesías. Esperado tanto tiempo,
despreciado por los poderosos y aún más tarde perseguido. En su historia
empieza una larga historia de salvación y de vida. En la historia de los
humildes, como María y José.
En la experiencia de fidelidad en el servicio y en el amor
gratuito está el camino de la felicidad y el futuro de la humanidad.
ENTRA EN TU INTERIOR
LE PONDRÁS POR NOMBRE JESÚS
Entre los hebreos no se le ponía al recién nacido un nombre cualquiera,
de forma arbitraria, pues el «nombre», como en casi todas las culturas
antiguas, indica el ser de la persona, su verdadera identidad, lo que se espera
de ella. Por eso el evangelista Mateo tiene tanto interés en explicar desde el comienzo a
sus lectores el significado profundo del nombre de quien va a ser el
protagonista de su relato. El «nombre» de ese niño que todavía no ha nacido es «Jesús»,
que significa «Dios salva». Se llamará así porque «salvará a su pueblo de los
pecados». En el año 70, Vespasiano, designado como nuevo emperador mientras
estaba sofocando la rebelión judía, marcha hacia Roma, donde es recibido y
aclamado con dos nombres: cosas claras. El «salvador» que necesita el mundo es
Jesús.
La salvación no nos llegará de ningún emperador ni de
ninguna victoria de un
pueblo sobre otro. La humanidad necesita ser salvada del mal, de las
injusticias y de la violencia; necesita ser perdonada y reorientada hacia una
vida más digna del ser humano.
Esta es la salvación que se nos ofrece en Jesús. Mateo le
asigna además otro nombre: «Emmanuel». Sabe que nadie ha sido llamado así a lo
largo de la historia. Es un nombre chocante, absolutamente nuevo, que significa
«Dios con nosotros». Un nombre que le atribuimos a Jesús los que creemos que,
en él y desde él, Dios nos acompaña, nos bendice y nos salva nosotros.
felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser más generoso con
los que Ahora sabes «algo» de la Navidad. Puedes celebrarla, disfrutar y sufren
y viven tristes. Dios está contigo. Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo
a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la
Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de esas fiestas tan
estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad? No soy
el único. A muchas personas les oigo hablar de la superficialidad navideña, de
la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de
los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy
la Navidad. Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar
el misterio de un «Dios hecho hombre» una sociedad que vive prácticamente de
espaldas a Dios, y que destruye de tantas maneras la dignidad del ser humano? ¿Cómo
puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre
profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido
decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen,
pero a todo el mundo le da igual, esta es la feliz noticia»? Al parecer, son
bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír
que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando como siempre.
No parecen necesitar ya de Dios. Y, sin embargo, la historia contemporánea nos
está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se
hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre».
José Antonio Pagola
(El camino abierto por Jesús)
ORA EN TU INTERIOR
Emmanuel quiere decir
que Dios se ha acercado al hombre,
ha besado sus llagas, lo ha abrazado intensamente y se ha
compenetrado con él, hasta hacerse él mismo hombre, incluso
con
nuestras miserias y nuestras llagas.
Dios-con-nosotros, pero de verdad y para siempre,
compañero y amigo, maestro y protector. Y Dios en nosotros,
animando nuestra vida, savia y alimento, huésped permanente.
Y
Dios para nosotros, ofreciéndose y gastándose por nosotros,
entregándose hasta el fin.
Al asumir la naturaleza humana, Dios y el hombre se
complementan, no hay rechazo mutuo. Lo humano y lo divino se
suman. Dios es capaz del hombre, y el hombre es capaz de
Dios. Un
Dios humanizado y un hombre divinizado. Es Cristo, el
Emmanuel.
Ahora Dios podría decir: “Soy hombre” y nada humano me
resulta ajeno. Dios y el hombre comparten suertes,
compañeros. Y el
hombre puede decir que ha conseguido al fin un deseo de
llegar a ser
dios. Fue posible no porque el hombre lo conquistara, sino
porque
Dios se lo regaló; no es que el hombre subiera, sino que Dios
se
rebajó. Se hizo hombre para que fuéramos dioses.
ORACIÓN
Dios está con nosotros. Y su presencia se ha hecho mesa, pan
y vino, se ha hecho compañía, banquete y participación. Este
Jesús
con quien vamos a unirnos por los signos sacramentales es el
mismo
de Belén, el mismo de la cruz, el mismo de la resurrección.
Es el
Cristo que ha hecho de la tierra su casa para siempre.
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes de Patxi Velasco FANO
Imagen para colorear.
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