“Tú, en cambio, cuando
ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la
gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo
escondido, te recompensará”.
2 DE MARZO
MIÉRCOLES DE CENIZA
(Ayuno y Abstinencia)
1ª Lectura: Joel
2,12-18
Enluten su corazón y no
sus vestidos.
Salmo 50: Misericordia,
Señor: hemos pecado.
2ª Lectura: 2 Corintios
5,20-6,2
Aprovechen este tiempo
favorable para reconciliarse con Dios.
PALABRA DEL DÍA
Mt 6,1-6.16-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en
cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto,
te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta
rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea
la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar,
entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo
escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no
andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a
la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio,
cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note,
no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido,
te recompensará”.
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna
recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas
pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las
calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su
recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo
que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a
ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles,
para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como
hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les
aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava
tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres,
sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
REFLEXIÓN
COMENZAMOS LA CUARESMA
Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la
celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino
hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un corazón renovado. Los textos
litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía, en este tiempo santo. Tenemos
que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje salvífico. Tenemos que estar
abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad nos implicamos en esta
propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si de verdad nos
reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida renovada.
LOS GRITOS DE LA CUARESMA
Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en este primer
día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo esencial, a
preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a ser
importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones con
Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.
El profeta Joel llama al pueblo a la conversión interior y
sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como éstas: “Convertíos
a mí de todo corazón…” “Rasgad los
corazones, no las vestiduras”.
En el salmo, en sintonía con las lecturas, cantamos: “…por tu
inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado…,
crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con espíritu firme, no me
arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo Espíritu”, “devuélveme la
alegría de tu salvación…”
Pablo describe la salvación como gracia, como don gratuito
que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con Dios”.
TRES PUNTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA
Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos remarca
el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la Montaña de
San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.
Cuaresma, tiempo de gracia y de reconciliación. El
protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por muy buenas que
sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación de Dios con el
hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no había pecado
Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él,
recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de sentirse
acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita a Isaías
49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu ayuda”.
La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de toda
nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.
Al final, dominando todo el horizonte, la Pascua. En ningún
momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a la que nos conduce:
la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a incidir en ello: “Que,
fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la
celebración del misterio pascual de tu Hijo…”, “…concédenos, por medio de las
prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a
imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino…”.
Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios este
Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha recordado
Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón partimos del
protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la gracia, derramada
en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la que nos capacita
para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia, para dar ternura,
para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a quien nos ha
ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más
desprendimiento, para ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados,
los más pobres, los enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas
maravillas, que la gracia de Dios nos permite realizar.
Por tanto una llamada al arrepentimiento, a convertirnos al
Dios del amor y el perdón, que ha hecho
su obra en Jesucristo. Es un tiempo favorable para la reconciliación, como nos
ha recordado Pablo en la segunda lectura.
La Iglesia nos propone los tres gestos tradicionales: la
oración, el ayuno y la limosna. Son los
signos de la conversión en los tres ámbitos de nuestra vida.
LA ORACIÓN: Momento tranquilo de nuestra comunión
con Dios, para escuchar su Palabra y para depositar nuestra confianza en Él, en
un mundo que ignora la oración y se olvida de Dios.
EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad personal en la comida, en los
gastos, en la ostentación exterior, en un clima social tan inclinado a valorar
la riqueza y el poder.
LA LIMOSNA: Signo de la generosidad hacia los
demás, especialmente a los más necesitados.
Sin olvidar el acento evangélico: lo que importa es el
corazón abierto y sincero: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.
Toda la Cuaresma será la contemplación del camino de Jesús y
el impulso para todos nosotros por hacerlo con él, como aprendizaje de la vida
verdadera.
La ceniza de este miércoles es ya ceniza de resurrección.
Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección de las cenizas, como
brota la espiga del grano que muere en la tierra.
Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para
aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la Pascua
de la justicia, del amor y de la paz,
llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas,
todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces
en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres,
mujeres y niños puedan vivir sin
sobresaltos.
Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla intensamente, vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en espigas de primavera en la mañana santa de la Pascua.
ENTRA EN TU INTERIOR
La gracia de Dios nos permite enternecer nuestros corazones y
escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a
fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos que
esperan las caricias de sus padres. Nosotros también esperamos que nos llegue
la ternura de Dios, sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su
Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren.
Sé, Señor, que ahora es el momento de colaborar contigo para
hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere recordarme que tengo que hacer
algo, aunque sea poco.
ORA EN TU INTERIOR
Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal de tener
por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San Pablo,
comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y necesitados,
como superiores a mí.
Quiero, Señor, poner amor en todas las exigencias
cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor, seguramente se
transformarán en momentos de gozo.
ORACIÓN FINAL (Salmo 50)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa
compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo
reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el
juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi
madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Pues
yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti
solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Oh Dios, crea en mí un corazón
puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu
rostro, no me quites tu santo espíritu. Hazme oír el gozo y la alegría, que se
alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda
culpa.
...........................
“Está mandado: No
tentarás al Señor tu Dios”.
6 DE MARZO
DOMINGO 1º DE CUARESMA
1ª Lectura:
Deuteronómio 26,4-10
Profesión DE Fe del
pueblo escogido.
Salmo 90: Estás
conmigo, Señor, en la tribulación.
2ª Lectura: Romanos
10,8-13
Profesión de fe del que
cree en Jesucristo.
PALABRA DEL DÍA
Lucas: 4,1-13
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y
durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras
era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió
hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra
que se convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: No solo de pan vive
el hombre”. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante
todos los reinos del mundo, y le dijo: “Te daré el poder y la gloria de todo
eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas
delante de mí, todo será tuyo”. Jesús le contestó: “Está escrito: Al Señor tu
Dios adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso
en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te
sostendrá en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le
contestó: “Está mandado: No tentasrás al Señor tu Dios”. Completadas las
tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión”.
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las
orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta
días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de
Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".
Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El
hombre no vive solamente de pan".
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le
mostró en un instante todos los reinos de la tierra
y le dijo: "Te daré todo este poder y el
esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien
quiero.
Si tú te postras delante de mí, todo eso te
pertenecerá".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás
al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en
la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate
de aquí abajo,
porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles
para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu
pie no tropiece con ninguna piedra".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No
tentarás al Señor, tu Dios".
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el
demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno”.
REFLEXIÓN
El miércoles pasado comenzamos el tiempo de Cuaresma. Tanto a
nivel personal como comunitario los cristianos vamos a centrar nuestro
esfuerzo, a lo largo de estas semanas, en un trato más frecuente y confiado con
Dios, en una atención más afectuosa y amable con nuestros hermanos y en una
sensata sobriedad personal ante cualquier apetencia o inclinación. La finalidad
es muy clara: afinar paulatinamente
nuestro cuerpo y nuestro espíritu para acoger en fe y en esperanza la
resurrección de Jesús el día de Pascua y vivir después, con mayor empuje, la
presencia del Resucitado en nuestras vidas. Todos nos hacemos espaldas con
nuestra oración, nuestra limosna y nuestro ayuno para ir aumentando esa
libertad de hermanos del Resucitado.
En las lecturas de hoy se nos propone un medio insustituible
para avanzar en ese camino de “desposesión” interior. Es la fe, una fe que
engloba toda la persona. En la primera lectura, Moisés hace una profesión de fe
en Dios que ha acompañado al pueblo desde sus inicios humildes, que ha estado a
su lado en los momentos de aparente desastre y que acaba introduciéndolo en la
tierra prometida. Una fe que se traduce en agradecimiento humilde y en
adoración sincera.
Nuestro itinerario cuaresmal ha de estar impregnado de una fe
incondicional en la presencia cierta de Dios en todas nuestras circunstancias.
Nuestra tierra prometida es Cristo resucitado. Cualquier contratiempo o
dificultad durante el trayecto no es sino una oportunidad para depurar un poco
más nuestra adhesión a Dios. La fe no solamente aligera nuestro espíritu sino
que también fortalece nuestro compromiso diario.
San Pablo abunda en la misma afirmación de una manera
original. Nuestros labios pueden pronunciar la mejor oración dirigida a Dios si
las palabras son una auténtica confesión de que Jesús es nuestro único Señor.
Nada ni nadie debe ocupar nuestra mente ni nuestro corazón por encima de Él.
Ningún otro señor de esta tierra puede satisfacer nuestras ansias de plenitud.
Más bien, nos deja más sedientos e insatisfechos.
Pero san Pablo añade que la fe la llevamos en el corazón si
creemos que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Y esta fe del
corazón nos hace justos. Creer que Dios le ha resucitado a él y que también nos
resucitará a nosotros significa ya ahora, en nuestro quehacer diario, que Dios
desea sacarnos de nuestras angustias, de nuestras tumbas, de nuestras muertes.
Así nos hacemos más justos con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
El mejor ejemplo para vivir de esta manera lo encontramos en
Jesús tal como hemos escuchado en el evangelio. El desierto de Jesús es para
nosotros, hoy día, el entorno familiar, eclesial y social que nos toca vivir.
En lo cotidiano de la vida emerge la tentación de insensibilidad a lo
invisible, de apego desorbitado a lo material, de dominio y abuso de los demás.
Todos pasamos por estas pruebas que pueden marcar positivamente nuestro
crecimiento espiritual si tenemos la misma perspectiva de Jesús para no
dejarnos engañar por lo más fácil y cómodo a primera vista.
Jesús no se deja seducir ni por el pan, ni por la fama, ni
por el poder. Su comunión íntima con el Padre le lleva a mantener su propia
integridad y libertad. Su fe y su intimidad con el Padre le llevan a mantener
su propia integridad y libertad. Su fe y su intimidad con el Padre le hacen
descubrir razones poderosas para superar los engaños a que se ve sometido. Ve
más allá de lo inmediato, lo trasciende, lo interpreta desde Dios. Ésta es la
sabiduría de la fe que penetra más allá de la fragilidad o de la dureza de
nuestro entorno inmediato.
A los seguidores de Jesús nos toca recorrer su mismo camino
pero reproduciendo –y esto es lo más importante- sus mismas actitudes en contra
de todo aquello que nos aleja de Dios, de los demás y de lo más noble y digno
de nosotros mismos.
Avancemos, pues, en
este camino hacia la resurrección, de la mano de una fe cada día más confiada y
transparente. Nuestras victorias son ya primicia de resurrección.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO DESVIARNOS DE JESÚS
El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio
cerrado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos
advierte que, al terminar estas tentaciones, “el demonio se marchó hasta otra
ocasión”. Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus
seguidores.
Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar
la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas
tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que
superar a lo largo de los siglos, si no quieren desviarse de él.
En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a
utilizar a Dios para saciar su propia hambre: “no solo de pan vive el hombre”.
Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan
para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una
muchedumbre hambrienta.
También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y
preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando
nos creemos con derecho a tenerlo, y olvidamos el drama, los miedos y
sufrimientos de quienes carecen de casi todo.
En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús
renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio
sobre todos los reinos del mundo: “Al Señor, tu Dios, adorarás”. Jesús no
buscará nunca ser servido sino servir.
También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación
de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados.
Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a
la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando
trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.
En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda
de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no
se dejará engañar:”No tentarás al Señor, tu Dios”. Aunque se lo pidan, no hará
nunca un signo espectacular del cielo. Solo hará signos de bondad para aliviar
el sufrimiento y las dolencias de la gente.
Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia
ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de
Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta su Amor a
todos sus hijos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, tu actitud tajante frente al diablo en sus tentaciones
es lección para mí, que, como Eva, no lo rechazo tajantemente con la palabra de
Dios. Como tú, no quiero buscar milagros ni poder, ni ostentación. Quiero vivir
con la grandeza y la sencillez de la fe.
Desde mi debilidad y mis necesidades te pido, Padre:
Para que los pueblos y sus responsables superen las
tentaciones del poder y de la violencia y trabajen por el verdadero desarrollo.
Para que el pueblo de dios escuche mejor la Palabra y sepan
transmitirla a los demás.
Para que los que se preparan a recibir los sacramentos de la
iniciación cristiana maduren en la fe.
Para que en este tiempo seamos todos más generosos y
solidarios y sepamos acercarnos a los pobres.
Para que seamos dóciles al Espíritu Santo y confiemos en su
fuerza para vencer la tentación.
Expliquemos el
Evangelio a los niños
Imagen de Patxi Velasco FANO