domingo, 19 de diciembre de 2021

24, 25 Y 26 DE DICIEMBRE: NATIVIDAD DEL SEÑOR. MISA VESPERTINA DE LA VIGILIA. MISA DEL DÍA Y FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA.

 


He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo,

a quien pondrá el nombre de Enmanuel,

que quiere decir Dios-con-nosotros.

24 DE DICIEMBRE

La Natividad del Señor.

Misa Vespertina de la vigilia.

Primera lectura. Isaías: 62,1-5

El Señor se ha complacido en ti.

Salmo 88

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Segunda lectura. Hechos de los Apóstoles: 13,16-17.22-25

Testimonio de Pablo acerca de Cristo, hijo de David.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo: 1,1-25

“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.

Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.

David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando el destierro de Babilonia.

Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquím, Aquím a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.

“Este fue el origen de Jesucristo:

María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa”

REFLEXIÓN

Antes de que nazca Jesús en Belén, Mateo declara que llevará el nombre de «Emmanuel», que significa «Dios-con-nosotros». Su indicación no deja de ser sorprendente, pues no es el nombre con que Jesús fue conocido, y el evangelista lo sabe muy bien.

En realidad, Mateo está ofreciendo a sus lectores la clave para acercarnos al relato que nos va a ofrecer de Jesús, viendo en su persona, en sus gestos, en su mensaje y en su vida entera el misterio de Dios compartiendo nuestra vida. Esta fe anima y sostiene a quienes seguimos a Jesús.

Dios está con nosotros. No pertenece a una religión u otra. No es propiedad de los cristianos. Tampoco de los buenos. Es de todos sus hijos e hijas. Está con los que lo invocan y con los que lo ignoran, pues habita en todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus gozos y sus penas. Nadie vive sin su bendición.

Dios está con nosotros. No escuchamos su voz. No vemos su rostro. Su presencia humilde y discreta, cercana e íntima, nos puede pasar inadvertida. Si no ahondamos en nuestro corazón, nos parecerá que caminamos solos por la vida.

Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a nadie. Respeta siempre. Es nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno, lo hermoso, lo justo. En él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.

Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, él nos acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la debilidad y la impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.

Dios está con nosotros. Está en los oprimidos defendiendo su dignidad, y en los que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Y en todos está llamándonos a construir una vida más justa y fraterna, más digna para todos, empezando por los últimos.

Dios está con nosotros. Despierta nuestra responsabilidad y pone en pie nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para no terminar esclavos de cualquier ídolo. Está con nosotros salvando lo que nosotros podemos echar a perder.

Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la muerte. Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces estará abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.

Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad: creyentes, menos creyentes, malos creyentes y casi increyentes. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría en nuestras vidas.

José Antonio Pagola


ENTRA EN TU INTERIOR

Hoy se nos dice que por medio de José entra Jesús en el linaje davídico, y se cumple en Cristo el oráculo mesiánico del profeta Jeremías: el vástago de David se llamará “Dios-es-nuestra-justicia”, es decir, nuestra salvación. Salvador es precisamente el nombre que José pondrá al niño que nacerá de María, su esposa, que ha concebido por obra del Espíritu Santo, como le explica “en sueños el ángel del Señor” a José. Es la expresión bíblica para designar una revelación de Dios a una persona.

La acción creadora del Espíritu es decisiva para dar paso al Emmanuel (Dios-con-nosotros), que encabeza un nuevo pueblo y una humanidad regenerada. Mas, para realizar este plan de salvación, Dios cuenta también con la colaboración humana de María como madre natural, y de José como padre legal del vástago legítimo que viene a tomar posesión del trono de David: Jesús el Mesías.

¿A qué podía obedecer el reparo de José? Conociendo a María, su mujer, ¿cómo dudar de ella? ¡Imposible! Además, sin duda que María, le había puesto al corriente de lo que sucedía. Su reparo, por tanto, no se refería a María, sino a sí mismo. No quiere interferir en los planes del señor, a los que él no da alcance. ¿Cuál era su papel como futuro marido de una mujer a quien Dios había tocado con su Espíritu?

La palabra del ángel del Señor vino a darle seguridad, luz sobre su misión y confianza en Dios. Sería el padre “legal” del hijo de María, venido del Espíritu Santo para salvar al pueblo de sus pecados. La duda fue vencida por la obediencia de la fe. Así es como san José conecta con la dinastía mesiánica: no sólo por razón de genealogía, sino, y sobre todo, por el dinamismo de la obediencia de su fe, que le impulsa a aceptar una misión oscura y sin brillo especial, pero muy importante en los planes de Dios sobre la salvación humana.

ORACIÓN

Concédeme, Señor, iniciar la celebración de esta solemnidad con una voluntad tan grande de servicio, como merece la manifestación del comienzo de mi redención y la del mundo entero.



“La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.

Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella,

y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.”

25 DE DICIEMBRE

NATIVIDAD DEL SEÑOR

MISA DEL DÍA

Primera Lectura: Isaías 52,7-10

La tierra entera verá la salvación

que viene de nuestro Dios.

Salmo 97

Toda la tierra ha visto al Salvador.

Segunda Lectura: Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por medio de su Hijo.

PALABRA DEL DÍA

Juan 1,1-18

 “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.

Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.

Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.”

REFLEXIÓN

La Palabra de Dios, la que existía desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne de nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy cercano. Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del pesebre es Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho hombre y ha entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha venido como un marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido a parar a un establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna un pesebre.

¿Por qué tenía que nacer en este lugar? Éste es el misterio de Dios. Él se ha encarnado en nuestro mundo, en el que están muy presentes la miseria, la marginación y la injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres, los pequeños, las personas maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de pobreza para que en él los más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron…”

Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.

“Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre…”

ENTRA EN TU INTERIOR

RECUPERAR A JESÚS

Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.

Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no le ha visto nadie jamás»

Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.

Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.  Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.

Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.

No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder iluminar a los otros.

Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de amor.

¡Oh, Señor! Contigo nació la gracia de Dios. En ti Dios se manifestó a los humildes y misericordiosos. Por ti fui rescatado de mi mediocridad. Y tú me enseñaste a vivir santamente y a esperar con las lámparas encendidas tu vuelta gloriosa.

ORACIÓN

Que sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.

 

Que sea y viva como hermano de todos los hombres.

Que sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi clasismo.

Que sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.

Que sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.

Que sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.

Que sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis hermanos.

Que sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén




¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa

de mi Padre?

DOMINGO 26 DE DICIEMBRE

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

1ª Lectura: Primer Libro de Samuel: 1,20-22.24-28

Samuel quedará consagrado de por vida al Señor.

Salmo 83

Señor, dichosos los que viven en tu casa.

2ª Lectura: Primera carta del apóstol san Juan: 3,1-2,21-24

Nos llamamos hijos de Dios y los somos.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,41-52

“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. El les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.

Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.

Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,

y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.

Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.

Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.

Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.

Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".

Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".

Ellos no entendieron lo que les decía.

El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.

Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres”.

REFLEXIÓN

Podemos, a pesar de la crisis y de las amenazas de todo tipo a que ha sido sometida la familia, afirmar que sigue siendo el valor más cotizado, porque la familia es un canto a la vida, porque es una razón segura de esperanza, porque es forja de personalidad y telar de convivencia, porque es el pilar más seguro de la sociedad.

Hay, por desgracia, culturas de muerte: desde la violencia asesina a la práctica del aborto, desde la venta de armas a la injusticia que origina miseria, paro y pobreza… En la familia se cree y se cultiva la vida. Se toca ese misterio, que viene de fuente muy lejana. Uno se da cuenta de que la vida es algo que nos trasciende; no somos señores de la vida, sino transmisores; no somos fuente, sino canal, y también un poquito de vaso. Uno se da cuenta de que ésta es la vocación fundamental, que nada gratifica tanto como crear vida, vehicular la vida, cuidar y cultivar la vida.

¿Qué es, qué significa para los padres un hijo? Sí, una vida nueva, algo que no existía y ahora es, una prolongación de sí mismos, pero es, sobre todo, un misterio, es una respuesta afirmativa al amor, es un reto y una tarea que la Vida encomienda, es un gran Sí a nuestra razón de ser.

La familia es fruto de una lejana atracción. Fue posible porque hubo una llamada que hizo a dos personas salir de sí mismas en busca de un proyecto común. Fue un camino apasionante, pero no fácil, porque había que vaciarse de sí, para dar cabida al otro. El matrimonio significa una pascua, se muere a sí mismo para que viva el otro, una pascua de amor.

Los esposos son arquitectos de su propia casa. La construyen sobre la roca del amor, para que pueda hacer frente a todos los vientos y tempestades que sobrevengan. No la construyen sobre la arena movediza de la pasión o la ilusión o el interés (Mt 7,24-27). La casa se va levantando sobre varias columnas.          

Fidelidad, que significa una renovación continuada del Sí y que origina confianza creciente y transparencia constante.

Generosidad, que se manifiesta en el regalo de cada día, en el servicio de cada día, en la entrega de cada día. No importa tanto las cosas grandes y costosas, sino el gesto sencillo, el detalle pequeño, pero hecho con mimo, con intensidad.

Paciencia, sin límites, porque ¿Quién no tiene su debilidad, su equivocación, su cansancio, su olvido? ¿Quién no tiene su rareza, su manía, su capricho y tontería? ¿Quién no se cansa de lo mismo, de la monotonía, de lo que se repite, aunque sea muy bueno?

Respeto, porque el amor nunca puede ser absorbente o dominante. La persona, por muy amada que sea, no es cosa, sino misterio. El amor será respetuoso y humilde, para favorecer el crecimiento del otro en su verdad, en sus valores y características propias.

Cada una de estas columnas debe tener su adorno, su gracia, y es precisamente la alegría, el sentido del humor, el saber relativizar los problemas. El amor, en verdad, tiene “gracia”, en el doble sentido del humor y de santidad.

Conviene advertir que la construcción es permanente, que la casa no se termina nunca de rematar. Y es necesario tener en cuenta lo del salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”.



ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA

Hoy nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su naturaleza, en sus raíces,  que llegan hasta Dios, en su misión, en su misterio.

Comunidad de vida y amor: Tres sustantivos esenciales, creadores, definitivos. Estas tres grandes dimensiones de la familia son las que realmente definen lo humano y las que más nos acercan a Dios. Con estas tres columnas se puede construir, un mundo nuevo.

Comunidad, el único lugar en el que el hombre se salva y se realiza. No puede llegar el hombre a ser libre y auténtico, a ser persona, si no es a través de la apertura y la integración con el otro. La comunidad es la que nos salva de la soledad, de la marginación, del individualismo, de la autosuficiencia y la autocomplacencia, actitudes todas que conducen a la tristeza y la esterilidad del corazón.

La comunidad a la vez nos poda y enriquece. Nos poda el instinto egoísta y narcisista, que se repliega en sí mismo. Nos enriquece, haciéndonos crecer en acogida, en comunión, en responsabilidad y compromiso, en fecundidad y creatividad.

Vida, el don más grande, el milagro permanente, el río que no cesa de fluir. En la familia la vida se recibe, se crea y se cultiva. La vida puede tener nombre de hijo, y es lo que más llena y gratifica. No hay nada comparable en la vida como la experiencia de dar nueva vida. Ya no morirás del todo. La vida puede tener también nombre de colaboración, de servicio, de superación, de comunión. La vida puede estar en la ayuda mutua, en el compromiso mutuo, en poner en común las penas y las alegrías cotidianas, los fracasos y los logros permanentes, las preocupaciones y esperanzas de cada día.

Amor, la energía más grande, la canción más hermosa, el hijo que une todo el tejido familiar. Lo más delicado y lo más fuerte, lo más sencillo y lo más importante, lo más exigente y lo más gratificante. El amor es el perfume invisible del hogar, su fuerza secreta.

El amor es lo que realmente une y da vida, el secreto de la libertad y de la dicha. El amor en la familia lleva a poner al otro por encima de sí, a dar con generosidad y darse en gratuidad, a vivir en colaboración y en comunión. En la familia es donde se ama sin buscar ser amado.

Es el lugar donde el amor se aprende por contagio, donde lo extraordinario resulta normal.

Una familia diferente

Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?

La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser “una sola carne”, compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.

Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.

Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.

Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.

El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia decisiva.

En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.

Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Señor, sé, que la gracia le viene a la familia de su relación contigo y de su apertura a la redención de Cristo, tu Hijo. Esta fiesta de la familia, que se celebra dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo Jesucristo. Si hace unos días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de salvación, hoy tengo que mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret es punto de referencia obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en comunidad de vida y amor.

Hoy, Señor, recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que decir que toda familia es sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo de tu misterio. Toda familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la gracia. Tú, Señor, bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las dificultades, la ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.

ORACIÓN

Quiero orar por la Iglesia, esposa de Cristo, santa e inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.

Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que, superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y fraternidad.

Quiero orar por todas las familias, para que, creciendo en el amor, estén abiertas a la vida.

Quiero orar, Señor, especialmente, por las familias que sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de algunos de sus miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.

Quiero orar por las familias que viven en crisis por falta de entendimiento, de diálogo y de amor, para que, guardándose fidelidad, prevalezca en ellos lo que les une.

Finalmente, Señor, quiero orar por todos los hombres y mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que seamos testigos de tu amor en el mundo.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imagen de Patxi Velasco FANO



 

 




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