He aquí que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo,
a quien pondrá el
nombre de Enmanuel,
que quiere decir
Dios-con-nosotros.
24 DE DICIEMBRE
La Natividad del Señor.
Misa Vespertina de la
vigilia.
Primera lectura.
Isaías: 62,1-5
El Señor se ha complacido
en ti.
Salmo 88
Proclamaré sin cesar la
misericordia del Señor.
Segunda lectura. Hechos
de los Apóstoles: 13,16-17.22-25
Testimonio de Pablo
acerca de Cristo, hijo de David.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo: 1,1-25
“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de
Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá
y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón
a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró,
de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a
David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón,
Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a
Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías
engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y
a sus hermanos cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró
a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín
a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquím, Aquím a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a
Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual
nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron
en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y
desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.
“Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y,
cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería
denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del
Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de
Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el
Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien
pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con
nosotros".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le
había ordenado: llevó a María a su casa”
REFLEXIÓN
Antes de que nazca Jesús en Belén, Mateo declara que llevará
el nombre de «Emmanuel», que significa «Dios-con-nosotros». Su indicación no
deja de ser sorprendente, pues no es el nombre con que Jesús fue conocido, y el
evangelista lo sabe muy bien.
En realidad, Mateo está ofreciendo a sus lectores la clave
para acercarnos al relato que nos va a ofrecer de Jesús, viendo en su persona,
en sus gestos, en su mensaje y en su vida entera el misterio de Dios compartiendo
nuestra vida. Esta fe anima y sostiene a quienes seguimos a Jesús.
Dios está con nosotros. No pertenece a una religión u otra.
No es propiedad de los cristianos. Tampoco de los buenos. Es de todos sus hijos
e hijas. Está con los que lo invocan y con los que lo ignoran, pues habita en
todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus gozos y sus penas. Nadie
vive sin su bendición.
Dios está con nosotros. No escuchamos su voz. No vemos su
rostro. Su presencia humilde y discreta, cercana e íntima, nos puede pasar
inadvertida. Si no ahondamos en nuestro corazón, nos parecerá que caminamos
solos por la vida.
Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a nadie. Respeta
siempre. Es nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno, lo hermoso, lo
justo. En él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa para enfrentarnos
a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.
Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, él nos
acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la debilidad y la impotencia
nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla y hacerla
siempre mejor.
Dios está con nosotros. Está en los oprimidos defendiendo su
dignidad, y en los que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Y en
todos está llamándonos a construir una vida más justa y fraterna, más digna
para todos, empezando por los últimos.
Dios está con nosotros. Despierta nuestra responsabilidad y
pone en pie nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para no terminar
esclavos de cualquier ídolo. Está con nosotros salvando lo que nosotros podemos
echar a perder.
Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la
muerte. Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces
estará abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.
Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los
cristianos en las fiestas de Navidad: creyentes, menos creyentes, malos
creyentes y casi increyentes. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría
en nuestras vidas.
José Antonio Pagola
ENTRA EN TU INTERIOR
Hoy se nos dice que por medio de José entra Jesús en el
linaje davídico, y se cumple en Cristo el oráculo mesiánico del profeta
Jeremías: el vástago de David se llamará “Dios-es-nuestra-justicia”, es decir,
nuestra salvación. Salvador es precisamente el nombre que José pondrá al niño
que nacerá de María, su esposa, que ha concebido por obra del Espíritu Santo,
como le explica “en sueños el ángel del Señor” a José. Es la expresión bíblica
para designar una revelación de Dios a una persona.
La acción creadora del Espíritu es decisiva para dar paso al
Emmanuel (Dios-con-nosotros), que encabeza un nuevo pueblo y una humanidad
regenerada. Mas, para realizar este plan de salvación, Dios cuenta también con
la colaboración humana de María como madre natural, y de José como padre legal
del vástago legítimo que viene a tomar posesión del trono de David: Jesús el
Mesías.
¿A qué podía obedecer el reparo de José? Conociendo a María,
su mujer, ¿cómo dudar de ella? ¡Imposible! Además, sin duda que María, le había
puesto al corriente de lo que sucedía. Su reparo, por tanto, no se refería a
María, sino a sí mismo. No quiere interferir en los planes del señor, a los que
él no da alcance. ¿Cuál era su papel como futuro marido de una mujer a quien Dios
había tocado con su Espíritu?
La palabra del ángel del Señor vino a darle seguridad, luz
sobre su misión y confianza en Dios. Sería el padre “legal” del hijo de María,
venido del Espíritu Santo para salvar al pueblo de sus pecados. La duda fue
vencida por la obediencia de la fe. Así es como san José conecta con la
dinastía mesiánica: no sólo por razón de genealogía, sino, y sobre todo, por el
dinamismo de la obediencia de su fe, que le impulsa a aceptar una misión oscura
y sin brillo especial, pero muy importante en los planes de Dios sobre la
salvación humana.
ORACIÓN
Concédeme, Señor, iniciar la celebración de esta solemnidad
con una voluntad tan grande de servicio, como merece la manifestación del
comienzo de mi redención y la del mundo entero.
“La Palabra era la luz
verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el
mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la
conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.”
25 DE DICIEMBRE
NATIVIDAD DEL SEÑOR
MISA DEL DÍA
Primera Lectura: Isaías
52,7-10
La tierra entera verá
la salvación
que viene de nuestro
Dios.
Salmo 97
Toda la tierra ha visto
al Salvador.
Segunda Lectura:
Hebreos 1,1-6
Dios nos ha hablado por
medio de su Hijo.
PALABRA DEL DÍA
Juan 1,1-18
“En el principio
ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se
hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los
hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba
Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él
todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo
hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de
ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser
hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor
carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y
hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de
gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es
de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía
antes que yo.”-
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras
gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y
la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que
está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”
Versión para América Latina extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba
junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba
Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para
que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este
mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por
medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en
su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la
carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es
aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque
existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y
hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es
el Hijo único, que está en el seno del Padre.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba
junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba
Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para
que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este
mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por
medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en
su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la
carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es
aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque
existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y
hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es
el Hijo único, que está en el seno del Padre.”
REFLEXIÓN
La Palabra de Dios, la que existía desde el principio, la que
estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne de nuestra carne en Jesús. Dios se
ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy cercano. Se ha vestido con nuestra
naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del pesebre es Dios, Dios con nosotros,
Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho hombre y ha entrado en nuestra
historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha venido como un marginado. Sus padres
no han encontrado un lugar digno y han ido a parar a un establo, al corral de
los animales. Jesús ha encontrado como cuna un pesebre.
¿Por qué tenía que nacer en este lugar? Éste es el misterio
de Dios. Él se ha encarnado en nuestro mundo, en el que están muy presentes la
miseria, la marginación y la injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres,
los pequeños, las personas maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que
este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de
pobreza para que en él los más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste
es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria
y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo
recibieron…”
Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.
“Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos
de Dios, si creen en su nombre…”
ENTRA EN TU INTERIOR
RECUPERAR A JESÚS
Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de
Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados,
sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se
nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y
actos religiosos.
Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas
y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No
lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda
una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no le ha visto
nadie jamás»
Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado;
parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios.
Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con
seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún
género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no
desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos
recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús,
el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos
descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús. Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en
Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la
vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega
hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de
acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre
el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes
distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto
de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan
urgente recuperar la humanidad de Jesús.
No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o
doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto
y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu,
entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la
tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce
y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con
su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo
plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha
manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas.
Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño.
Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los
pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño
Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al
mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para
poder iluminar a los otros.
Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la
pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del
mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las
cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus
rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es
la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los
malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de amor.
¡Oh, Señor! Contigo nació la gracia de Dios. En ti Dios se
manifestó a los humildes y misericordiosos. Por ti fui rescatado de mi
mediocridad. Y tú me enseñaste a vivir santamente y a esperar con las lámparas
encendidas tu vuelta gloriosa.
ORACIÓN
Que sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.
Que sea y viva como hermano de todos los hombres.
Que sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz
de superar mi individualismo y mi clasismo.
Que sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.
Que sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es
llevadero y tú carga ligera.
Que sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.
Que sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis
hermanos.
Que sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén
¿Por qué me buscabais?
¿No sabíais que yo debía estar en la casa
de mi Padre?
DOMINGO 26 DE DICIEMBRE
FIESTA DE LA SAGRADA
FAMILIA
1ª Lectura: Primer
Libro de Samuel: 1,20-22.24-28
Samuel quedará
consagrado de por vida al Señor.
Salmo 83
Señor, dichosos los que
viven en tu casa.
2ª Lectura: Primera
carta del apóstol san Juan: 3,1-2,21-24
Nos llamamos hijos de
Dios y los somos.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 2,41-52
“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén
por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta
según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó
en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la
caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y
conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres
días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros,
escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían, quedaban
asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron
atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu
padre y yo te buscábamos angustiados. El les contestó: -¿Por qué me buscabais?
¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no
comprendieron lo que quería decir. El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo
en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.
Versión para
Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la
fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de
costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero
Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un
día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca
de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de
los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su
inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre
le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo
te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No
sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a
ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en
gracia delante de Dios y de los hombres”.
REFLEXIÓN
Podemos, a pesar de la crisis y de las amenazas de todo tipo
a que ha sido sometida la familia, afirmar que sigue siendo el valor más
cotizado, porque la familia es un canto a la vida, porque es una razón segura
de esperanza, porque es forja de personalidad y telar de convivencia, porque es
el pilar más seguro de la sociedad.
Hay, por desgracia, culturas de muerte: desde la violencia
asesina a la práctica del aborto, desde la venta de armas a la injusticia que
origina miseria, paro y pobreza… En la familia se cree y se cultiva la vida. Se
toca ese misterio, que viene de fuente muy lejana. Uno se da cuenta de que la
vida es algo que nos trasciende; no somos señores de la vida, sino
transmisores; no somos fuente, sino canal, y también un poquito de vaso. Uno se
da cuenta de que ésta es la vocación fundamental, que nada gratifica tanto como
crear vida, vehicular la vida, cuidar y cultivar la vida.
¿Qué es, qué significa para los padres un hijo? Sí, una vida
nueva, algo que no existía y ahora es, una prolongación de sí mismos, pero es,
sobre todo, un misterio, es una respuesta afirmativa al amor, es un reto y una
tarea que la Vida encomienda, es un gran Sí a nuestra razón de ser.
La familia es fruto de una lejana atracción. Fue posible
porque hubo una llamada que hizo a dos personas salir de sí mismas en busca de
un proyecto común. Fue un camino apasionante, pero no fácil, porque había que
vaciarse de sí, para dar cabida al otro. El matrimonio significa una pascua, se
muere a sí mismo para que viva el otro, una pascua de amor.
Los esposos son arquitectos de su propia casa. La construyen
sobre la roca del amor, para que pueda hacer frente a todos los vientos y
tempestades que sobrevengan. No la construyen sobre la arena movediza de la
pasión o la ilusión o el interés (Mt 7,24-27). La casa se va levantando sobre
varias columnas.
Fidelidad, que significa una renovación continuada del Sí y
que origina confianza creciente y transparencia constante.
Generosidad, que se manifiesta en el regalo de cada día, en
el servicio de cada día, en la entrega de cada día. No importa tanto las cosas
grandes y costosas, sino el gesto sencillo, el detalle pequeño, pero hecho con
mimo, con intensidad.
Paciencia, sin límites, porque ¿Quién no tiene su debilidad,
su equivocación, su cansancio, su olvido? ¿Quién no tiene su rareza, su manía,
su capricho y tontería? ¿Quién no se cansa de lo mismo, de la monotonía, de lo
que se repite, aunque sea muy bueno?
Respeto, porque el amor nunca puede ser absorbente o
dominante. La persona, por muy amada que sea, no es cosa, sino misterio. El
amor será respetuoso y humilde, para favorecer el crecimiento del otro en su
verdad, en sus valores y características propias.
Cada una de estas columnas debe tener su adorno, su gracia, y
es precisamente la alegría, el sentido del humor, el saber relativizar los
problemas. El amor, en verdad, tiene “gracia”, en el doble sentido del humor y
de santidad.
Conviene advertir que la construcción es permanente, que la
casa no se termina nunca de rematar. Y es necesario tener en cuenta lo del
salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA
Hoy nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su
naturaleza, en sus raíces, que llegan
hasta Dios, en su misión, en su misterio.
Comunidad de vida y amor: Tres sustantivos esenciales,
creadores, definitivos. Estas tres grandes dimensiones de la familia son las
que realmente definen lo humano y las que más nos acercan a Dios. Con estas
tres columnas se puede construir, un mundo nuevo.
Comunidad, el único lugar en el que el hombre se salva y se
realiza. No puede llegar el hombre a ser libre y auténtico, a ser persona, si
no es a través de la apertura y la integración con el otro. La comunidad es la
que nos salva de la soledad, de la marginación, del individualismo, de la
autosuficiencia y la autocomplacencia, actitudes todas que conducen a la
tristeza y la esterilidad del corazón.
La comunidad a la vez nos poda y enriquece. Nos poda el
instinto egoísta y narcisista, que se repliega en sí mismo. Nos enriquece,
haciéndonos crecer en acogida, en comunión, en responsabilidad y compromiso, en
fecundidad y creatividad.
Vida, el don más grande, el milagro permanente, el río que no
cesa de fluir. En la familia la vida se recibe, se crea y se cultiva. La vida
puede tener nombre de hijo, y es lo que más llena y gratifica. No hay nada
comparable en la vida como la experiencia de dar nueva vida. Ya no morirás del
todo. La vida puede tener también nombre de colaboración, de servicio, de
superación, de comunión. La vida puede estar en la ayuda mutua, en el
compromiso mutuo, en poner en común las penas y las alegrías cotidianas, los
fracasos y los logros permanentes, las preocupaciones y esperanzas de cada día.
Amor, la energía más grande, la canción más hermosa, el hijo
que une todo el tejido familiar. Lo más delicado y lo más fuerte, lo más
sencillo y lo más importante, lo más exigente y lo más gratificante. El amor es
el perfume invisible del hogar, su fuerza secreta.
El amor es lo que realmente une y da vida, el secreto de la
libertad y de la dicha. El amor en la familia lleva a poner al otro por encima
de sí, a dar con generosidad y darse en gratuidad, a vivir en colaboración y en
comunión. En la familia es donde se ama sin buscar ser amado.
Es el lugar donde el amor se aprende por contagio, donde lo
extraordinario resulta normal.
Una familia diferente
Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor
de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido
concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo
sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del
Creador que atrae a la mujer y al varón a ser “una sola carne”, compartiendo su
vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo
primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una
familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se
convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede
dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para
siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto
difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo
siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la
actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este
mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original
en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar
desde Jesús. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos”. Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la
familia.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado
para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un
Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús;
el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo
y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto,
una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero
con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento
de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un
mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que
vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas,
y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda
más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres
creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y
apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y
desentendernos luego de sus luchas y desvelos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, sé, que la gracia le viene a la familia de su relación
contigo y de su apertura a la redención de Cristo, tu Hijo. Esta fiesta de la
familia, que se celebra dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo
Jesucristo. Si hace unos días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de
salvación, hoy tengo que mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret
es punto de referencia obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en
comunidad de vida y amor.
Hoy, Señor, recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que
decir que toda familia es sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo
de tu misterio. Toda familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la
gracia. Tú, Señor, bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las
dificultades, la ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.
ORACIÓN
Quiero orar por la Iglesia, esposa de Cristo, santa e
inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.
Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que,
superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y
fraternidad.
Quiero orar por todas las familias, para que, creciendo en el
amor, estén abiertas a la vida.
Quiero orar, Señor, especialmente, por las familias que
sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de algunos de sus
miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.
Quiero orar por las familias que viven en crisis por falta de
entendimiento, de diálogo y de amor, para que, guardándose fidelidad,
prevalezca en ellos lo que les une.
Finalmente, Señor, quiero orar por todos los hombres y
mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que seamos testigos de tu
amor en el mundo.
Expliquemos el
Evangelio a los niños
Imagen de Patxi Velasco
FANO
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