“¡Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
19 DE DICIEMBRE
DOMINGO CUARTO DE
ADVIENTO
1ª Lectura: Miqueas
5,1-4
De ti saldrá el jefe de
Israel.
Salmo 79
“Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve”
2ª Lectura: Hebreos
10,5-10
Aquí estoy, Dios mío,
para hacer tu voluntad.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,39-45
“Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho
el Señor se cumplirá.”
“Unos días después, María se puso en camino y fue
aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel. En cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -“¡Bendita
tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que
me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo
que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Versión para
Latinoamérica, extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un
pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de
alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor".
REFLEXIÓN
RASGOS DE MARÍA
La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas
poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La
escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres.
Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones.
Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres
ocupan toda la escena.
María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la
figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con
unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos
posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los
evangelios.
María, “la madre del mi Señor”. Así lo proclama Isabel a
gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús,
María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de
partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de
Jesús. Son inseparables. “Bendecida por Dios entre todas las mujeres”, ella nos
ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.
María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque “ha
creído”. María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por
haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del salvador. Ha sabido
escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado;
la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre
creyente.
María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación
de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio.
Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino
porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es
lo esencial del acto evangelizador.
María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la
alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la
invitación de Dios: “Alégrate…el Señor está contigo”. Ahora, desde una actitud
de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia
de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el
mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio Pagola
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Este Hijo de las entrañas de María es el Hijo de Dios, es
nuestro Salvador. Y viene a nosotros con vestido de humildad y de ternura. Él
es nuestra paz, como dice el profeta Miqueas: “éste será nuestra paz”.
Deseemos su venida. Esperémoslo con todo el alma.
Esforcémonos en hacer la voluntad de Dios, preparemos nuestro corazón para
poderle acoger mejor. Esto es el Adviento, esto es la Navidad. Esperémoslo con
el deseo de María. Pidámosle a María que nos ayude a esperarlo.
La carta a los Hebreos pone en labios de Jesús estas
palabras: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Digámoslo también
nosotros. Digámoslo con Jesús. Sepámoslo decir en cualquier circunstancia.
Nuestra vocación cristiana es agradar al Padre del cielo con un canto de
agradecimiento.
ORA EN TU INTERIOR
Ahora podemos acercarnos a María, la que lleva en su seno a
Jesús, y descubrir por qué es proclamada feliz, la más feliz, por su prima
Isabel, otra pobre de espíritu que supo abrir su seno estéril al proyecto del
Señor.
María, mujer pobre
materialmente y pobre en su corazón humilde, no es solamente la “madre del
Salvador”. Hoy la liturgia nos la presenta como el prototipo del hombre
creyente que espera al salvador; un salvador que no viene de fuera, sino que
nace en ese Belén interior que escucha el oráculo del profeta: Porque de ti,
aunque pequeño y humilde, saldrá el salvador… cuando la madre dé a luz…
Belén y María se unen porque están bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazón…, esa pobreza que es fuerza para hacer cosas grandes.
También nosotros, los atormentados hombres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y desazón, pero no podemos cruzarnos de brazos “para que Dios obre”. O Cristo nace dentro de la comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos entendido nada lo que significa celebrar Navidad después de más de dos mil años del nacimiento histórico de Jesús en algún lugar de Palestina.
ORACIÓN
Con el gozo de los sencillos, como Isabel y María, queremos
alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo de fe de María nos
impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la fe. Necesitamos
también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido es felicidad
doblada.
Despierta tu poder,
Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo
alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los
que viven en tinieblas y sombra de muerte”.
Expliquemos el
evangelio a los niños.
Imagen de Patxi Velasco
FANO
No hay comentarios:
Publicar un comentario