“Todo el que es de la
verdad escucha mi voz”
21 DE NOVIEMBRE
XXXIV DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO (B)
SOLEMNIDAD DE
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO
LITÚRGICO
1ª Lectura: Daniel
7,13-14
Su dominio es eterno y
no pasa.
Salmo 92: “El Señor
reina, vestido de majestad”
2ª Lectura: Apocalipsis
1,5-8
El príncipe de los
reyes de la tierra nos ha convertido en un reino
y hechos sacerdotes de
Dios.
EVANGELIO DEL DÍA
Juan 18,33-37
“En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: -¿Eres tú el
rey de los judíos? Jesús le contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han
dicho otros de mí? Pilato le contestó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho? Jesús le contestó: -Mi
reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría
luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo: -Con que, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: -Tú lo dices: soy
rey. Yo para eso he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de
la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”.
Versión para América
Latina extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús
y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u
otros te lo han dicho de mí?".
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus
compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que
has hecho?".
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo.
Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían
combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de
aquí".
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?".
Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido
al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi
voz".
REFLEXIÓN
Hoy es el último domingo del año litúrgico. El próximo
domingo empezaremos un nuevo año con el tiempo de Adviento. Y para terminar el presente
año, hoy, hacemos una conmemoración especial con la “Solemnidad de Nuestro
Señor Jesucristo, Rey del Universo”.
De hecho, la fiesta de hoy es como una especie de resumen:
con una afirmación y un deseo. La afirmación consiste en decirnos que nos hemos
reunido en comunidad cada domingo a lo largo del año, y que Jesús ha sido el
centro de todas nuestras celebraciones, y es el centro de la vida de nuestra
comunidad. Y el deseo es para decirnos hoy que debemos darle a Jesús más
terreno en nuestra vida y en nuestro corazón, para que cada día pueda iluminar
más y mejor todos los rincones de nuestra persona y de nuestra comunidad.
Decirle a Jesús que le debemos dar más terreno en nuestra vida quiere decir
sencillamente que queremos que él mande, que él gobierne más nuestra vida. Y
decirle que tiene que gobernar, utilizando una metáfora de nuestro mundo,
quiere decir que debería ser nuestro único rey.
Lo que nos pasa, a veces, es que tenemos la tentación de
creer que Jesús nos gobernaría mejor si, en vez de tenerlo en nosotros, nos
mandase desde fuera. Es como pensar que, si la sociedad en la que vivimos fuese
mucho más cristiana, lo tendríamos más fácil. ¿Cuántas veces hemos pensado que
nuestra fe depende de nuestro contexto social o político? Esta tentación nuestra,
también la tuvo Jesús. Recordad que esta tentación de poder y dominio del
mundo, externamente, es la que mejor resume las tres tentaciones que tuvo Jesús
en el desierto, al inicio de su vida pública, antes del bautismo de Juan en el
Jordán. Y, de hecho, es una tentación que acompaña a Jesús durante toda su vida
pública, cada vez que la multitud le sigue sólo por lo que consigue de él,
desde la multiplicación de los panes hasta los innumerables milagros, y siempre
es para hacerle rey o para creer en él como rey.
Ni al final de su
vida, se escapa Jesús de esta pretensión. De hecho, el pueblo de Israel, en
tiempo de Jesús, vivía bajo la ocupación romana y esperaba que alguien, en
nombre de Dios, como Mesías, le salvase de esta dominación y lo librase, lo
condujese hacia una etapa de soberanía y así volviesen a la época de máximo
esplendor de Israel, la del gobierno del rey David. La esperanza mesiánica del
pueblo de Israel pasaba, pues, por la restauración de la monarquía, y no sólo
esperaban al Mesías, sino que esperaban también al Rey de Israel. Por eso la
pregunta de Pilato a Jesús no es, ni mucho menos, inocente, sino que tiene una
gran carga política. ¡Pilato es la última tentación de Cristo! Pero esta
tentación aún persiste entre nosotros.
Confundir a Jesús con los poderes y los reinos de este mundo
ha sido algo habitual en nuestra historia, tanto la eclesial como la historia
de la humanidad. Y aun lo es, por culpa de nuestra eterna tentación de poder.
Por eso Jesús nos ha dicho hoy en el evangelio que su reinado “no es de este
mundo”. Por lo tanto, dicho esto, no podemos organizar la comunidad de Jesús
como si se tratase de un reino terrenal. Así como tampoco podemos usar el
mensaje de Jesús como si se tratara de un programa más al organizar los reinos
de este mundo. Se nos reclama equilibrio. Mucho equilibrio. El mismo que tuvo
Jesús. No podemos hacer de Jesús un rey como los reyes terrenales. Ni tampoco
podemos hacerle rey sin relación con el mundo. Jesús no debe reinar en la
tierra, como hacen nuestros reyes y gobernantes, sino que debe reinar
claramente en nosotros, que es donde se cuecen las verdades.
Jesús no quiere gobernar por la fuerza, por eso no tiene
ejército alguno, quiere gobernar desde el servicio y desde el trono de la cruz,
por eso se presenta “como el testigo de la verdad”, para que le obedezcamos, no
por la fuerza, sino por el convencimiento, por la “verdad” o porque “escuchamos
su voz”. Es así como Jesús quiere entrar en nuestras vidas.
ENTRA EN TU INTERIOR
EXAMEN ANTE EL TESTIGO DE LA VERDAD
Dentro del proceso en el que se va a decidir la ejecución de
Jesús, el evangelio de Juan ofrece un sorprendente diálogo privado entre
Pilato, representante del imperio más poderoso de la tierra y Jesús, un reo
maniatado que se presenta como testigo de la verdad.
Precisamente, Pilato quiere, al parecer, saber la verdad que
se encierra en aquel extraño personaje que tiene ante su trono: “¿Eres tú el
rey de los judíos?” Jesús va a responder exponiendo su verdad en dos
afirmaciones fundamentales, muy queridas al evangelista Juan. “Mi reino no es
de este mundo”. Jesús no es rey al estilo que Pilato puede imaginar. No
pretende ocupar el trono de Israel ni disputar a Tiberio su poder imperial.
Jesús no pertenece a ese sistema en el que se mueve el prefecto de Roma,
sostenido por la injusticia y la mentira. No se apoya en la fuerza de las
armas. Tiene un fundamento completamente diferente. Su realeza proviene del
amor de Dios al mundo. Pero añade a continuación algo muy importante: “Soy rey…
y he venido al mundo para ser testigo de la verdad”.
Es en este mundo donde quiere ejercer su realeza, pero de una
forma sorprendente. No viene a gobernar como tiberio sino a ser “testigo de la
verdad” introduciendo el amor y la justicia de Dios en la historia humana.
Esta verdad que Jesús trae consigo no es una doctrina
teórica. Es una llamada que puede transformar la vida de las personas. Lo había
dicho Jesús: “Si os mantenéis fieles a mi Palabra… conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres”. Ser fieles al Evangelio de Jesús es una experiencia
única pues lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer nuestra vida
más humana.
Jesucristo es la única verdad de la que nos está permitido
vivir a los cristianos. ¿No necesitamos en la Iglesia de Jesús hacer un examen
de conciencia colectivo ante el “testigo de la Verdad”? ¿Atrevernos a discernir
con humildad qué hay de verdad y qué hay de mentira en nuestro seguimiento a
Jesús? ¿Dónde hay verdad liberadora y dónde mentira que nos esclaviza? ¿No
necesitamos dar pasos hacia mayores niveles de verdad humana y evangélica en
nuestras vidas, nuestras comunidades y nuestras instituciones?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
¡Qué diferente ha de verse la realidad desde un trono y desde
una cruz! El trono de Jesús fue la cruz. Vivió tan adentro de la historia, tan
en el fondo de ella, que terminó donde terminaban los esclavos y los malditos.
En una cruz. Y, desde entonces, será desde ese trono-cruz desde donde gobernará
e impartirá justicia. Será su gobierno el de la paz, y su justicia será la del
amor sin medida. ¿cabe un reino más universal?
Es, desde entonces, cuando todos los “crucificados” de la
historia podrán mirarlo y reconocerse en Él y, en su mirada, encontrar el
aliento y la esperanza. Podrán saber que la desgracia no durará mil años, que
el llanto y la tristeza serán un día recuerdos del pasado y que en su lugar
habrá cantos y alegría. El rey que murió en la cruz cambió el curso de la
historia para siempre. La maldición dejó su sitio a la bendición porque Él es
“el alfa y la omega”, “el que es y era y ha de venir” (Ap 1,8).
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las
cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que toda la creación,
liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin
fin. Amén.
Expliquemos el
Evangelio a los niños
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorear.
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