“Una voz grita en el
desierto: preparad el camino del Señor…”
5 DE DICIEMBRE
SEGUNDO DOMINGO DE
ADVIENTO
1ª Lectura: Baruc 5,1-9
Dios mostrará tu
grandeza
Salmo 125
“El Señor ha estado
grande con nosotros, y estamos alegres”
2ª Lectura: Filipenses
1,4-11
Manténganse limpios e
irreprochables para el día de Cristo.,
PALABRA DEL DÍA
Lucas 3,1-6
“En el año
quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de
Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y
Traconítide, y Lisardo virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y
Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y
recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para
el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del
profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos, elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que
lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de
Dios”.
Versión para
Latinoamérica extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“El año decimoquinto del reinado del emperador
Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de
Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias
tetrarca de Abilene,
bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su
palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del
río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una
voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas
serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los
caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres verán la Salvación de
Dios.
REFLEXIÓN
No sabemos ni cuándo ni cómo fue. Un día, un sacerdote rural
llamado Juan abandonó sus obligaciones del templo, se alejó de Jerusalén y se
adentró en el desierto de las inmediaciones del Jordán, buscando silencio y
soledad para escuchar a Dios.
No llegaban hasta allí las intrigas de Pilato ni las
maquinaciones de Antipas. No se oía el ruido del templo ni los negocios de los
terratenientes de Galilea. Según Isaías, el “desierto” es el mejor lugar para
abrirse a Dios e iniciar la conversión. Según el profeta Oseas, es en el
“desierto” donde Dios “habla al corazón”. ¿Es posible escuchar hoy a este Dios
del “desierto”?.
En el “desierto” solo se vive de lo esencial. No hay lugar
para lo superfluo; se escucha la verdad de Dios mejor que en los centros
comerciales. Tampoco hay sitio para la complacencia y el autoengaño: casi
siempre el “desierto” acerca a Dios más que el templo.
Cuando la voz de Dios viene del “desierto”, no nos llega
distorsionada por intereses económicos, políticos o religiosos. Es una voz
limpia y clara que nos habla de lo esencial, no de nuestras disputas, intrigas
y estrategias.
Lo esencial siempre consiste en pocas cosas, solo las
necesarias. Así es el mensaje de Juan: “Poneos ante Dios y reconoced cada uno
vuestro pecado. Sospechad de vuestra inocencia. Id a la raíz”. Todos somos de
alguna manera cómplices de las injusticias y egoísmos que hay entre nosotros.
Todos y cada uno de los creyentes tenemos algo que ver con la infidelidad de la
Iglesia al Evangelio.
En el “desierto”, lo decisivo es cuidar la vida. Así proclama
el Bautista: “Convertíos a Dios. Lavaos de vuestra malicia y comenzad a
reconstruir la vida de manera diferente, tal como la quiere él”. Es nuestra
primera responsabilidad. Si yo no cambio, ¿qué estoy aportando a la
transformación de la sociedad? Si yo no me convierto al Evangelio, ¿cómo estoy
contribuyendo a la conversión de la Iglesia actual?.
En medio de la
agitación, el ruido, la información y difusión constante de mensajes, ¿quién
escuchará la “voz del desierto”?, ¿quién nos hablará de lo esencial?, ¿quién
abrirá caminos a Dios en este mundo?
Juan recibió la palabra de Dios y ya no pudo callar. La
palabra se convirtió en él en grito poderoso: “Una voz grita”. No es que Juan
grite, sino que es la voz que grita; ese grito es su identidad. “Tú quién
eres”… Yo soy la voz que grita…” La razón de ser de Juan está en esa voz y en
ese grito. Grita con la palabra, grita con los gestos, como el bautismo, grita
con su comportamiento y su vida, gritará también con su sangre y su muerte.
La voz de Juan, la voz-Juan, se multiplica en el desierto y
en el río exigiendo la conversión, el cambio radical de actitudes; hablará de
justicia, de respeto, de caridad. Pero todo su grito podría concentrarse en una
sola palabra: Cristo. Todo lo que dice y todo lo que hace es por Cristo y para
Cristo. No es un profeta más. La novedad y la grandeza de Juan están en que
grita a Cristo, en que anuncia su proximidad, en que levanta la esperanza del
Mesías.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
EN EL MARCO DEL DESIERTO
Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de
los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder
político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin
embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera
de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada.
Así aparece siempre lo esencial en el mundo y en nuestras
vidas. Así penetra en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. Lo
esencial no está en manos de los poderosos. Lucas dice escuetamente que “la
palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto”, no en la roma imperial ni en
el recinto sagrado del Templo de Jerusalén.
En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto
la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la
verdad. El lugar donde se vive de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo.
No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la
ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.
Por eso, algunos profetas añoraban tanto el desierto, símbolo
de una vida más sencilla y mejor enraizada en lo esencial, una vida todavía sin
distorsionar por tantas infidelidades a Dios y tantas injusticias con el
pueblo. En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso
del “Bautismo”, punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio
de vida nueva.
¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en
una imagen tomada de Isaías: “Preparad el camino del Señor”. Nuestras vidas
están sembradas de obstáculos y resistencias que impiden o dificultan la
llegada de Dios a nuestros corazones y comunidades, a nuestra Iglesia y a
nuestro mundo. Dios está siempre cerca. Somos nosotros los que hemos de abrir
caminos para acogerlo encarnado en Jesús.
Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y
fundamentales: cuidar mejor lo esencial sin distraernos en lo secundario;
rectificar lo que hemos ido deformando entre todos; enderezar caminos torcidos;
afrontar la verdad real de nuestras vidas para recuperar un talante de
conversión. Hemos de cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que
necesitamos todos es un “bautismo de conversión”.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
“Lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale”: Nos torcemos cuando nos desviamos de la
verdad, cuando vivimos en la mentira, cuando nos dejamos seducir por los
halagos del placer o del consumismo. Nos torcemos por el vicio y el engaño. Hay
que enderezar nuestros caminos, vivir en la verdad, ser sinceros,
transparentes. Hay que evitar los engaños de la seducción, que nos desvían más.
Sólo los limpios de corazón verán a Dios.
Que se eleven los baches del subdesarrollo y la pobreza.
Que desciendan los montes de la injusticia y el egoísmo.
Que se enderecen las curvas de la mentira, las marginaciones
y los prejuicios.
Que se allanen los senderos de la relación entre los hombres.
Que se superen los peligros del odio y la violencia, y se
limpien de rencores y desencuentros.
Que se igualen y suavicen todos los caminos de los hombres.
ORACIÓN
“Y todos verán la salvación de Dios”. Ver bíblicamente es lo
mismo que acoger y participar. Si los caminos se allanan, tú salvación, Señor
Dios, llegará hasta nosotros y nos regalará su gracia y su amor. Tú vienes
siempre por los caminos rectos de la humildad, de la paz, de la pobreza y del
amor.
Tu salvación Señor, es Cristo, tu Hijo. Si nos abrimos a él,
nos inundará la salvación y la paz. Si le escuchamos, si le aceptamos, si le
amamos, el Mesías nos amará y entrará en nuestra casa y cenará con nosotros, y
ya se quedará con nosotros para siempre. AMEN.
Expliquemos el
evangelio a los niños
Imagen de Patxi Velasco FANO