domingo, 24 de octubre de 2021

31 DE OCTUBRE Y 1 DE NOVIEMBRE: XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B Y SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS.

 


“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.”

31 DE OCTUBRE

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Deuteronomio 6,2-6

Amarás al Señor, tu Dioss, con todo tu corazón.

Salmo 17: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

2ª Lectura: Hebreos 7,23-28

Jesús tiene un sacerdocio eterno, porque él permanece para siempre.

PALABRA DEL DÍA

Marcos 12,28-34

“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: -¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: -El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos. El escriba replicó: -Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.

Versión latinoamericana extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.

Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.

El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más grande que estos”.

El escriba dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”.

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

REFLEXIÓN

Acaba el evangelio de este domingo con la afirmación del evangelista Marcos que nos dice que “nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. Y así es. Porque después de la respuesta sobre lo que es lo más fundamental, ya no caben más preguntas. Ya no se puede cuestionar nada más, porque ya tenemos lo más esencial.

Fijaos en que la solicitud que hace este maestro de la ley a Jesús, preguntándole ¿qué mandamiento es el primero de todos?, es muy interesante, puesto que en tiempos de Jesús, como hoy en día, también había muchas tendencias a la hora de interpretar los mandamientos y la práctica de la auténtica religión. De hecho, entonces, cada maestro de la ley se alineaba según sus propias inclinaciones en una u otra tendencia.

Como hoy en día, entonces también había muchos que eran más partidarios de una versión más literal de la Ley; mientras que muchos otros se alineaban en posturas más liberales y hacían de sus propias interpretaciones una nueva ley. Una lucha constante entre los fundamentalistas y los liberales. Según la manera como un maestro de la ley priorizaba unas normas o se distanciaba de ellas se le podía etiquetar de uno u otro modo. Tanto es así que los discípulos escogían a sus maestros y sus escuelas según sus propios intereses. Por ejemplo, en tiempo de Jesús, había muchos que creían que la práctica del precepto del sábado, la práctica religiosa y la piedad personal, era lo único importante y el único mandamiento que podía ser considerado como auténticamente importante. Hoy en día también hay ritualistas, tanto entre los judíos como entre nosotros, que piensan que con la práctica religiosa ya basta y que no se necesita nada más.

La respuesta de Jesús: “Amarás al Señor… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es sorprendente porque no toma un texto legislativo de la biblia sino un fragmento de un texto recitativo, de oración, que todo judío, tanto entonces como ahora, sabe de memoria y lleva escrito encima y tiene gravado en la puerta de su casa. Y no sólo esto, sino que de un mandamiento –que es lo que le pedían- Jesús hace un paquete de dos. Porque, de hecho, el mandamiento único es sólo del amor. Un amor que es una realidad única, pero que tiene dos expresiones simultáneas: hacia Dios y hacia los demás. Más que cumplir un mandamiento, Jesús nos invita a vivir un convencimiento.

La conclusión final de Jesús, después de escuchar las alabanzas que le hace el maestro de la ley, se convierte, en definitiva, en una alabanza de Jesús al maestro de la ley. Éste es un hecho insólito en todos los maestros de la ley, a los que acusa constantemente de engañar a la gente practicante. (Es justamente lo que leeremos el próximo domingo). Decirle a un maestro de la ley “No estás lejos del reino de Dios” es la mejor alabanza que podemos hallar en los evangelios, y significa que nosotros, cuando cumplimos y somos observantes de la ley, o cuando nos cuestionamos sobre la búsqueda de lo que es fundamental, ya estamos trabajando –indirectamente- para el Reino de Dios.



ENTRA EN TU INTERIOR

LO IMPORTANTE

Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?

Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.

Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.

El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.

Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es amar.

Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.

Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?

No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Cuando nos dedicamos a la reflexión seria y a la comprensión acertada de lo que es fundamental en nuestra fe, nos acercamos al reino de Dios. No es aún la posesión definitiva del Reino, pero sí que es una buena manera de aproximarse a él. Por tanto, no estaría mal que   dedicáramos un poco más de nuestro tiempo a la formación, a la reflexión y a la búsqueda de lo que es fundamental en nuestra vida de creyentes. Como el maestro de la ley, no estaría de más que nos predispusiéramos a ello, dedicando un poco más de nuestro tiempo. Y no sólo haciéndonos preguntas, que a menudo ya lo hacemos, sino sabiendo hallar las respuestas.

ORACIÓN

Te rogamos, Señor, que aumente en nosotros la acción de tu poder, para que, alimentados con estos sacramentos, tu gracia nos disponga a recibir las promesas con que nos enriqueces. AMEN.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO.



Imagen para colorear.



1 DE NOVIEMBRE

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14

Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar;

de toda nación, raza, pueblo y lengua.

Salmo 23: “Estos son los que buscan al Señor”

2ª Lectura: 1 Juan 3,1-3

Veremos a Dios tal cual es.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 5,1-12

“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y Él se puso a hablar, enseñándoles:

-Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.

Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

-Felices los que tienen alma de pobre, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnien en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo, de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.

REFLEXIÓN

 Hoy la Iglesia nos invita a reconocer a todos los santos, tanto a los que están reconocidos oficialmente porque han sido canonizados, como los santos que, sin estar en las celebraciones del calendario, pertenecen al conjunto de personas que en sus vidas siguieron al Señor. Por esto a los santos los encontramos en todas partes. Un ejército innumerable de santos que viven en sus casas, en sus trabajos, en sus familias, haciendo siempre, con amor, la voluntad de Dios. Personas que, por su humildad, comunican a Dios y lo llevan en su corazón. Sin ellos darse cuenta están dando a conocer a Cristo, predicando a Cristo, hablando de Cristo. Hay una multitud de salvados que, viviendo de manera normal y cotidiana, se santifican en medio del mundo. “apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”, nos dice Juan en la primera lectura tomada del libro del apocalipsis.

La Iglesia nos invita a hacer lo mismo a nosotros. A vivir la santidad en nuestra vida cotidiana, que es vivir tal como Jesús nos enseñó. Todos estamos llamados a vivir como cristianos como Dios nos enseñó: como padres de familia, como hijos, como estudiantes, como trabajadores, como sacerdotes. Aunque probablemente nunca seremos canonizados, el Señor nos pide que sigamos sus enseñanzas y que lo sigamos. Que vivamos como verdaderos hijos e hijas de Dios.

Dios es el único santo y la fuente de toda santidad. Así pues, la santidad sólo puede venir de Dios, es un don, una gracia, un regalo que da el Señor a todas las personas, porque en él se halla la plena felicidad. De todos modos, es necesario también que la persona anhele y desee este don. Es necesaria, por parte de la persona, una respuesta generosa al don de Dios. Es imprescindible, así, manifestar nuestra fe con obras de santidad, imitando a los santos, pero en especial, al tres veces “santo”; el mismo Dios.

Jesús con su vida, sus obras y su mensaje, nos muestra que la santidad cristiana no se encuentra en las manos, sino en el corazón; no se juega en la humanidad externa, sino en la interior. La santidad no es dedicarse a grandes plegarias y sacrificios. La santidad implica toda una manera de vivir el ser persona e imagen de Dios, que encuentra su resumen en el amor, en la caridad. La santidad es vivir en comunión con Dios. La santidad es la obediencia filial y amorosa al Padre de la misericordia. Lo que nos aproxima a la gracia, al don del amor de Dios, ya no son los lugares, ritos, objetos ni leyes, sino una persona: Jesucristo. En Jesucristo radica la santidad misma de Dios, es el Santo de Dios.

ENTRA EN TU INTERIOR

CREER EN EL CIELO

 En esta fiesta cristiana de Todos los Santos, quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón de la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un “Dios oculto”, del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron, amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el apocalipsis pone en boca de Dios: “Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida”. ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

ORA EN TU INTERIOR

Concédenos la dicha, Señor,

de buscar las cosas pequeñas,

de ilusionarnos con los detalles,

de trabajar en lo que merece la pena.

Llévanos a la verdadera felicidad

que florece sin anunciarse,

que calma donde más quema,

que hace del amor un arte.

Dinos qué es santidad,

no porque nos creamos perfectos,

ni porque despreciemos al débil,

sino porque Tú ocupas el corazón nuestro.

Pedro Fraile. En la Hoja Dominical Eucaristía

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco FANO

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