“Escucha, Israel: el
Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.”
31 DE OCTUBRE
DOMINGO XXXI DEL TIEMPO
ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Deuteronomio
6,2-6
Amarás al Señor, tu Dioss,
con todo tu corazón.
Salmo 17: Yo te amo,
Señor, tú eres mi fortaleza.
2ª Lectura: Hebreos
7,23-28
Jesús tiene un
sacerdocio eterno, porque él permanece para siempre.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 12,28-34
“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le
preguntó: -¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: -El
primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente,
con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No
hay mandamiento mayor que estos. El escriba replicó: -Muy bien, Maestro, tienes
razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo
con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al
prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -No estás lejos del
reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.
Versión latinoamericana
extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había
respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los
mandamientos?”.
Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el
Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay mandamiento más grande que estos”.
El escriba dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al
decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el
corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”.
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente,
le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle
más preguntas.
REFLEXIÓN
Acaba el evangelio de este domingo con la afirmación del
evangelista Marcos que nos dice que “nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.
Y así es. Porque después de la respuesta sobre lo que es lo más fundamental, ya
no caben más preguntas. Ya no se puede cuestionar nada más, porque ya tenemos lo
más esencial.
Fijaos en que la solicitud que hace este maestro de la ley a
Jesús, preguntándole ¿qué mandamiento es el primero de todos?, es muy
interesante, puesto que en tiempos de Jesús, como hoy en día, también había
muchas tendencias a la hora de interpretar los mandamientos y la práctica de la
auténtica religión. De hecho, entonces, cada maestro de la ley se alineaba
según sus propias inclinaciones en una u otra tendencia.
Como hoy en día, entonces también había muchos que eran más
partidarios de una versión más literal de la Ley; mientras que muchos otros se
alineaban en posturas más liberales y hacían de sus propias interpretaciones
una nueva ley. Una lucha constante entre los fundamentalistas y los liberales.
Según la manera como un maestro de la ley priorizaba unas normas o se
distanciaba de ellas se le podía etiquetar de uno u otro modo. Tanto es así que
los discípulos escogían a sus maestros y sus escuelas según sus propios
intereses. Por ejemplo, en tiempo de Jesús, había muchos que creían que la
práctica del precepto del sábado, la práctica religiosa y la piedad personal,
era lo único importante y el único mandamiento que podía ser considerado como
auténticamente importante. Hoy en día también hay ritualistas, tanto entre los
judíos como entre nosotros, que piensan que con la práctica religiosa ya basta
y que no se necesita nada más.
La respuesta de Jesús: “Amarás al Señor… Amarás a tu prójimo
como a ti mismo” es sorprendente porque no toma un texto legislativo de la
biblia sino un fragmento de un texto recitativo, de oración, que todo judío,
tanto entonces como ahora, sabe de memoria y lleva escrito encima y tiene
gravado en la puerta de su casa. Y no sólo esto, sino que de un mandamiento
–que es lo que le pedían- Jesús hace un paquete de dos. Porque, de hecho, el
mandamiento único es sólo del amor. Un amor que es una realidad única, pero que
tiene dos expresiones simultáneas: hacia Dios y hacia los demás. Más que
cumplir un mandamiento, Jesús nos invita a vivir un convencimiento.
La conclusión final de Jesús, después de escuchar las
alabanzas que le hace el maestro de la ley, se convierte, en definitiva, en una
alabanza de Jesús al maestro de la ley. Éste es un hecho insólito en todos los
maestros de la ley, a los que acusa constantemente de engañar a la gente practicante.
(Es justamente lo que leeremos el próximo domingo). Decirle a un maestro de la
ley “No estás lejos del reino de Dios” es la mejor alabanza que podemos hallar
en los evangelios, y significa que nosotros, cuando cumplimos y somos
observantes de la ley, o cuando nos cuestionamos sobre la búsqueda de lo que es
fundamental, ya estamos trabajando –indirectamente- para el Reino de Dios.
ENTRA EN TU INTERIOR
LO IMPORTANTE
Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa.
Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le
indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha
despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?"
¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?
Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en
la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil
vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la
vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.
Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente,
le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el
sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios
es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.
El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de
mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante
no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a
ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.
Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros
una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en
nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta
experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas.
No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es
amar.
Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al
que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación,
las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el
corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos
interesados. De manera generosa y confiada.
Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado.
Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios
amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a
amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?
No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús.
Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas
religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven
excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad
en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Cuando nos dedicamos a la reflexión seria y a la comprensión
acertada de lo que es fundamental en nuestra fe, nos acercamos al reino de
Dios. No es aún la posesión definitiva del Reino, pero sí que es una buena
manera de aproximarse a él. Por tanto, no estaría mal que dedicáramos un poco más de nuestro tiempo a
la formación, a la reflexión y a la búsqueda de lo que es fundamental en
nuestra vida de creyentes. Como el maestro de la ley, no estaría de más que nos
predispusiéramos a ello, dedicando un poco más de nuestro tiempo. Y no sólo
haciéndonos preguntas, que a menudo ya lo hacemos, sino sabiendo hallar las respuestas.
ORACIÓN
Te rogamos, Señor, que aumente en nosotros la acción de tu
poder, para que, alimentados con estos sacramentos, tu gracia nos disponga a
recibir las promesas con que nos enriqueces. AMEN.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO.
Imagen para colorear.
1 DE NOVIEMBRE
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS
SANTOS
1ª Lectura: Apocalipsis
7,2-4.9-14
Apareció en la visión
una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar;
de toda nación, raza,
pueblo y lengua.
Salmo 23: “Estos son
los que buscan al Señor”
2ª Lectura: 1 Juan
3,1-3
Veremos a Dios tal cual
es.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 5,1-12
“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la
montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y Él se puso a hablar,
enseñándoles:
-Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán
consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la
tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se
llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y
os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo”.
Versión para
Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se
sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles,
diciendo:
-Felices los que tienen alma de pobre, porque a ellos
les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en
herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a
Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán
llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la
justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos,
y cuando se los calumnien en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes
tendrán una gran recompensa en el cielo, de la misma manera persiguieron a los
profetas que los precedieron”.
REFLEXIÓN
Hoy la Iglesia nos
invita a reconocer a todos los santos, tanto a los que están reconocidos
oficialmente porque han sido canonizados, como los santos que, sin estar en las
celebraciones del calendario, pertenecen al conjunto de personas que en sus
vidas siguieron al Señor. Por esto a los santos los encontramos en todas
partes. Un ejército innumerable de santos que viven en sus casas, en sus
trabajos, en sus familias, haciendo siempre, con amor, la voluntad de Dios.
Personas que, por su humildad, comunican a Dios y lo llevan en su corazón. Sin
ellos darse cuenta están dando a conocer a Cristo, predicando a Cristo,
hablando de Cristo. Hay una multitud de salvados que, viviendo de manera normal
y cotidiana, se santifican en medio del mundo. “apareció en la visión una
muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y
lengua”, nos dice Juan en la primera lectura tomada del libro del apocalipsis.
La Iglesia nos invita a hacer lo mismo a nosotros. A vivir la
santidad en nuestra vida cotidiana, que es vivir tal como Jesús nos enseñó.
Todos estamos llamados a vivir como cristianos como Dios nos enseñó: como
padres de familia, como hijos, como estudiantes, como trabajadores, como sacerdotes.
Aunque probablemente nunca seremos canonizados, el Señor nos pide que sigamos
sus enseñanzas y que lo sigamos. Que vivamos como verdaderos hijos e hijas de
Dios.
Dios es el único santo y la fuente de toda santidad. Así
pues, la santidad sólo puede venir de Dios, es un don, una gracia, un regalo
que da el Señor a todas las personas, porque en él se halla la plena felicidad.
De todos modos, es necesario también que la persona anhele y desee este don. Es
necesaria, por parte de la persona, una respuesta generosa al don de Dios. Es
imprescindible, así, manifestar nuestra fe con obras de santidad, imitando a
los santos, pero en especial, al tres veces “santo”; el mismo Dios.
Jesús con su vida, sus obras y su mensaje, nos muestra que la
santidad cristiana no se encuentra en las manos, sino en el corazón; no se
juega en la humanidad externa, sino en la interior. La santidad no es dedicarse
a grandes plegarias y sacrificios. La santidad implica toda una manera de vivir
el ser persona e imagen de Dios, que encuentra su resumen en el amor, en la
caridad. La santidad es vivir en comunión con Dios. La santidad es la
obediencia filial y amorosa al Padre de la misericordia. Lo que nos aproxima a
la gracia, al don del amor de Dios, ya no son los lugares, ritos, objetos ni
leyes, sino una persona: Jesucristo. En Jesucristo radica la santidad misma de
Dios, es el Santo de Dios.
ENTRA EN TU INTERIOR
CREER EN EL CIELO
En esta fiesta
cristiana de Todos los Santos, quiero decir cómo entiendo y trato de vivir
algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a
Jesucristo me entenderán.
Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida
de todos y de cada uno de nosotros es sólo un pequeño paréntesis entre dos
inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús intuyo, presiento, deseo y creo que Dios
está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de
paz que se encierra en la creación y en el corazón de la humanidad.
Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas
a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en
esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para
siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá
pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré
ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas
personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos,
personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar.
Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud
total. Escucharán las palabras del Padre: entra para siempre en el gozo de tu
Señor.
No me resigno a que Dios sea para siempre un “Dios oculto”,
del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me
puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que
tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío.
Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan.
Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los
ateísmos, los que vivieron, amando en el anonimato y sin esperar nada.
Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el
apocalipsis pone en boca de Dios: “Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis
de la fuente de la vida”. ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de
vida que hay en nosotros.
ORA EN TU INTERIOR
Concédenos la dicha, Señor,
de buscar las cosas pequeñas,
de ilusionarnos con los detalles,
de trabajar en lo que merece la pena.
Llévanos a la verdadera felicidad
que florece sin anunciarse,
que calma donde más quema,
que hace del amor un arte.
Dinos qué es santidad,
no porque nos creamos perfectos,
ni porque despreciemos al débil,
sino porque Tú ocupas el corazón nuestro.
Pedro Fraile. En la Hoja Dominical Eucaristía
Expliquemos el
Evangelio a los niños
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
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