domingo, 24 de octubre de 2021

31 DE OCTUBRE Y 1 DE NOVIEMBRE: XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B Y SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS.

 


“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.”

31 DE OCTUBRE

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Deuteronomio 6,2-6

Amarás al Señor, tu Dioss, con todo tu corazón.

Salmo 17: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

2ª Lectura: Hebreos 7,23-28

Jesús tiene un sacerdocio eterno, porque él permanece para siempre.

PALABRA DEL DÍA

Marcos 12,28-34

“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: -¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: -El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos. El escriba replicó: -Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.

Versión latinoamericana extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.

Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.

El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más grande que estos”.

El escriba dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”.

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

REFLEXIÓN

Acaba el evangelio de este domingo con la afirmación del evangelista Marcos que nos dice que “nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. Y así es. Porque después de la respuesta sobre lo que es lo más fundamental, ya no caben más preguntas. Ya no se puede cuestionar nada más, porque ya tenemos lo más esencial.

Fijaos en que la solicitud que hace este maestro de la ley a Jesús, preguntándole ¿qué mandamiento es el primero de todos?, es muy interesante, puesto que en tiempos de Jesús, como hoy en día, también había muchas tendencias a la hora de interpretar los mandamientos y la práctica de la auténtica religión. De hecho, entonces, cada maestro de la ley se alineaba según sus propias inclinaciones en una u otra tendencia.

Como hoy en día, entonces también había muchos que eran más partidarios de una versión más literal de la Ley; mientras que muchos otros se alineaban en posturas más liberales y hacían de sus propias interpretaciones una nueva ley. Una lucha constante entre los fundamentalistas y los liberales. Según la manera como un maestro de la ley priorizaba unas normas o se distanciaba de ellas se le podía etiquetar de uno u otro modo. Tanto es así que los discípulos escogían a sus maestros y sus escuelas según sus propios intereses. Por ejemplo, en tiempo de Jesús, había muchos que creían que la práctica del precepto del sábado, la práctica religiosa y la piedad personal, era lo único importante y el único mandamiento que podía ser considerado como auténticamente importante. Hoy en día también hay ritualistas, tanto entre los judíos como entre nosotros, que piensan que con la práctica religiosa ya basta y que no se necesita nada más.

La respuesta de Jesús: “Amarás al Señor… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es sorprendente porque no toma un texto legislativo de la biblia sino un fragmento de un texto recitativo, de oración, que todo judío, tanto entonces como ahora, sabe de memoria y lleva escrito encima y tiene gravado en la puerta de su casa. Y no sólo esto, sino que de un mandamiento –que es lo que le pedían- Jesús hace un paquete de dos. Porque, de hecho, el mandamiento único es sólo del amor. Un amor que es una realidad única, pero que tiene dos expresiones simultáneas: hacia Dios y hacia los demás. Más que cumplir un mandamiento, Jesús nos invita a vivir un convencimiento.

La conclusión final de Jesús, después de escuchar las alabanzas que le hace el maestro de la ley, se convierte, en definitiva, en una alabanza de Jesús al maestro de la ley. Éste es un hecho insólito en todos los maestros de la ley, a los que acusa constantemente de engañar a la gente practicante. (Es justamente lo que leeremos el próximo domingo). Decirle a un maestro de la ley “No estás lejos del reino de Dios” es la mejor alabanza que podemos hallar en los evangelios, y significa que nosotros, cuando cumplimos y somos observantes de la ley, o cuando nos cuestionamos sobre la búsqueda de lo que es fundamental, ya estamos trabajando –indirectamente- para el Reino de Dios.



ENTRA EN TU INTERIOR

LO IMPORTANTE

Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?

Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.

Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.

El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.

Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es amar.

Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.

Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?

No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Cuando nos dedicamos a la reflexión seria y a la comprensión acertada de lo que es fundamental en nuestra fe, nos acercamos al reino de Dios. No es aún la posesión definitiva del Reino, pero sí que es una buena manera de aproximarse a él. Por tanto, no estaría mal que   dedicáramos un poco más de nuestro tiempo a la formación, a la reflexión y a la búsqueda de lo que es fundamental en nuestra vida de creyentes. Como el maestro de la ley, no estaría de más que nos predispusiéramos a ello, dedicando un poco más de nuestro tiempo. Y no sólo haciéndonos preguntas, que a menudo ya lo hacemos, sino sabiendo hallar las respuestas.

ORACIÓN

Te rogamos, Señor, que aumente en nosotros la acción de tu poder, para que, alimentados con estos sacramentos, tu gracia nos disponga a recibir las promesas con que nos enriqueces. AMEN.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO.



Imagen para colorear.



1 DE NOVIEMBRE

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14

Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar;

de toda nación, raza, pueblo y lengua.

Salmo 23: “Estos son los que buscan al Señor”

2ª Lectura: 1 Juan 3,1-3

Veremos a Dios tal cual es.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 5,1-12

“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y Él se puso a hablar, enseñándoles:

-Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.

Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

-Felices los que tienen alma de pobre, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnien en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo, de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.

REFLEXIÓN

 Hoy la Iglesia nos invita a reconocer a todos los santos, tanto a los que están reconocidos oficialmente porque han sido canonizados, como los santos que, sin estar en las celebraciones del calendario, pertenecen al conjunto de personas que en sus vidas siguieron al Señor. Por esto a los santos los encontramos en todas partes. Un ejército innumerable de santos que viven en sus casas, en sus trabajos, en sus familias, haciendo siempre, con amor, la voluntad de Dios. Personas que, por su humildad, comunican a Dios y lo llevan en su corazón. Sin ellos darse cuenta están dando a conocer a Cristo, predicando a Cristo, hablando de Cristo. Hay una multitud de salvados que, viviendo de manera normal y cotidiana, se santifican en medio del mundo. “apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”, nos dice Juan en la primera lectura tomada del libro del apocalipsis.

La Iglesia nos invita a hacer lo mismo a nosotros. A vivir la santidad en nuestra vida cotidiana, que es vivir tal como Jesús nos enseñó. Todos estamos llamados a vivir como cristianos como Dios nos enseñó: como padres de familia, como hijos, como estudiantes, como trabajadores, como sacerdotes. Aunque probablemente nunca seremos canonizados, el Señor nos pide que sigamos sus enseñanzas y que lo sigamos. Que vivamos como verdaderos hijos e hijas de Dios.

Dios es el único santo y la fuente de toda santidad. Así pues, la santidad sólo puede venir de Dios, es un don, una gracia, un regalo que da el Señor a todas las personas, porque en él se halla la plena felicidad. De todos modos, es necesario también que la persona anhele y desee este don. Es necesaria, por parte de la persona, una respuesta generosa al don de Dios. Es imprescindible, así, manifestar nuestra fe con obras de santidad, imitando a los santos, pero en especial, al tres veces “santo”; el mismo Dios.

Jesús con su vida, sus obras y su mensaje, nos muestra que la santidad cristiana no se encuentra en las manos, sino en el corazón; no se juega en la humanidad externa, sino en la interior. La santidad no es dedicarse a grandes plegarias y sacrificios. La santidad implica toda una manera de vivir el ser persona e imagen de Dios, que encuentra su resumen en el amor, en la caridad. La santidad es vivir en comunión con Dios. La santidad es la obediencia filial y amorosa al Padre de la misericordia. Lo que nos aproxima a la gracia, al don del amor de Dios, ya no son los lugares, ritos, objetos ni leyes, sino una persona: Jesucristo. En Jesucristo radica la santidad misma de Dios, es el Santo de Dios.

ENTRA EN TU INTERIOR

CREER EN EL CIELO

 En esta fiesta cristiana de Todos los Santos, quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón de la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un “Dios oculto”, del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron, amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el apocalipsis pone en boca de Dios: “Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida”. ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

ORA EN TU INTERIOR

Concédenos la dicha, Señor,

de buscar las cosas pequeñas,

de ilusionarnos con los detalles,

de trabajar en lo que merece la pena.

Llévanos a la verdadera felicidad

que florece sin anunciarse,

que calma donde más quema,

que hace del amor un arte.

Dinos qué es santidad,

no porque nos creamos perfectos,

ni porque despreciemos al débil,

sino porque Tú ocupas el corazón nuestro.

Pedro Fraile. En la Hoja Dominical Eucaristía

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco FANO

domingo, 17 de octubre de 2021

24 DE OCTUBRE: XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B

 


“Maestro, que pueda ver”.

24 DE OCTUBRE

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

JORNADA MUNDIAL DE LA PROPAGACIÓN DE LA FE

(DOMUND)

1ª Lectura: Jeremías 31,7-9

Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos.

Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

2ª Lectura: Hebreos 5,1-6

Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

PALABRA DEL DÍA

Marcos 10,46-52

“En aquel tiempo, al salir de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: -Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: -Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: -Llamadlo. Llamaron al ciego, diciéndole: -Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: -¿qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: -Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: -anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino”.

Versión parta América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.

Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”.

Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”.

Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”.

Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.

Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él respondió: “Maestro, que yo pueda ver”.

Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino”.

REFLEXIÓN

Como dice el refranero popular: no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. En este caso la gente que seguía a Jesús le seguía a él, pero no habían entendido su mensaje, y antes que convertirse en intercesores del pobre ciego ante Jesús, se convierten –creyendo que así son más fieles a Jesús- en auténticos distanciadores del ciego. Tanto es así que el ciego tiene ahora dos problemas; ni puede ver a Jesús, ni se le puede acercar. La imagen es tan gráfica que, si fuera un acontecimiento real en la vida de Jesús, parecería más bien una auténtica parábola.

Este ejemplo nos debería hacer pensar en cuántas veces nosotros como comunidad cristiana y como Iglesia, ejercemos también esta pastoral disuasoria. Sabemos perfectamente aquellos que no se pueden acercar a Jesús: los niños, los ciegos, los leprosos, los pecadores públicos, los que son causa de escándalo. Jesús nos sorprende y no sólo se acerca él mismo, personalmente, a ellos, sino que incluso algunas veces, para enseñarnos a nosotros lo que tenemos que hacer, hace que seamos nosotros mismos los que los llevemos a él. Ésta es la gran lección del evangelio de hoy. Más que marginar y distanciar, lo que tenemos que hacer es vencer nuestra ceguera y acercar a los demás, especialmente a los que tienen más dificultades hasta Jesús.

Si el ciego gritaba elogios a Jesús, como es llamarlo “Hijo de David”, rogándole al mismo tiempo que se compadeciera de él mientras la gente le regañaba, parece que Jesús también tiene que hacer oír su voz y hace que la multitud también se vea obligada a llamar al ciego. Es entonces, en este intercambio de gritos y de palabras, cuando la gente descubre el auténtico mensaje de Jesús: “Ánimo, levántate, que te llama”.

Marcos presenta al ciego como prototipo del verdadero discípulo. Quienes acompañaban a Jesús –ha repetido el evangelista en capítulos anteriores- oyen su palabra, pero no entienden; creen ver, pero en realidad están ciegos. Por eso, en la práctica, toman un camino diferente al del propio maestro.

El ciego Bartimeo, por el contrario, es consciente de que no ve y, a diferencia de los discípulos que reclamaban "los primeros puestos", pide únicamente "ver". Y en el momento mismo en que ve, sigue a Jesús por el camino: un camino que no es topográfico, sino teológico, el que propone el propio Jesús.

Empezamos a vivir cuando, decididamente, queremos ver. A falta de esta determinación, sobrevivimos en la ignorancia de quienes somos, en la creencia de estar separados de los otros y del mundo y en la búsqueda, más o menos compulsiva, de "distracciones" y compensaciones.

Tendemos a oír solo la voz de nuestra mente, en la creencia ilusoria de que ella nos mostrará el camino de la vida. Pero la mente tiene una visión corta y estrecha.

Nos hace girar en torno al yo, como si se tratase de nuestra verdadera identidad. Y, dando eso por supuesto, nos hace deudores de lo que le ocurra a ese yo.

Soledad, miedo, ansiedad y, en definitiva, existencia centrada en el “yo”: esas son las características que acompañan a tal identificación. Al vivir con la creencia de que somos el yo, no podemos hacer sino preocuparnos por él. Ahora bien, preocuparnos por algo que no tiene consistencia propia conduce directamente a la ansiedad.

Ese es el motivo por el que la identificación con la mente nos encierra en una prisión, hecha de ignorancia y de sufrimiento, en la que nos reducimos a circunstancias no permanentes, viviendo desconectados de nuestra verdadera identidad. Estamos ciegos, con el agravante de que creemos ver.



ENTRA EN TU INTERIOR

CON OJOS NUEVOS

La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos para urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo así seguirán a Jesús por el camino del evangelio. El relato es de sorprendente actualidad para la Iglesia de nuestros días.

Bartimeo es “un mendigo ciego sentado al borde del camino”. En su vida siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No puede seguirle. Está junto al camino por el que marcha él, pero está fuera. ¿No es esta nuestra situación? ¿Cristianos ciegos, sentados junto al camino, incapaces de seguir a Jesús?

Entre nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta luz para seguir su camino. Ignoramos hacia dónde se encamina la Iglesia. No sabemos siquiera qué futuro queremos para ella, instalados en una religión que no logra convertirnos en seguidores de Jesús, vivimos junto al evangelio, pero fuera. ¿Qué podemos hacer?

A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. Este grito repetido con fe va a desencadenar su curación.

Hoy se oye en la Iglesia quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta Iglesia. No percibimos su presencia cercana. Solo creemos en nosotros.

El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: “Ánimo, levántate, que te llama”. Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional. Volver a Jesús que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.

El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: “Maestro, que pueda ver”. Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que el ciego recobró la vista y “le seguía por el camino”.

Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un modo más humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndole de cerca.

José Antonio Pagola.

ORA EN TU INTERIOR

Éste es el mensaje que nosotros, como fieles seguidores de Jesús en el siglo XXI, tenemos que decir y repetir. Nosotros también estamos llamados y tenemos la misión de hacer levantar a la humanidad y acompañarla hasta Jesús. Ésta es la tarea de los seguidores y de los discípulos de Jesús. Y ésta es también ahora la misión de la Iglesia en el mundo. Nuestro discurso (con las palabras) y nuestras acciones (con la vida y el ejemplo) tienen que invitar a los que viven alejados de nuestra sociedad o distanciados de Jesús a poder levantarse de sus marginaciones sociales y poder acercarse a él. Frecuentemente parece como si los gritos de nuestro mundo, como los del ciego del evangelio de hoy, nos estorbasen. Demasiado a menudo parece que nosotros, como Iglesia y como comunidad, hacemos callar los gritos del mundo pero no los sabemos incorporar ni tampoco los sabemos conducir hacia Jesús.

Por eso, en el fondo, la curación del ciego Bartimeo es un anuncio de la curación que Jesús nos propone a todos, porque de hecho nos propone una nueva mirada sobre el mundo, sobre el camino de la vida y sobre aquellos que quedan al margen, responsabilizándonos de todos ellos. Pidámosle también al Señor, que tenga piedad de nosotros y que haga que cada vez veamos más. ¡Maestro, que pueda ver!

ORACIÓN

Aquí estoy, Señor, como el ciego al borde del camino…

Cansado, sudoroso, polvoriento, mendigo por necesidad y por oficio.

Pasas a mi lado y no te veo.

Tengo los ojos cerrados a la luz.

Costumbre, dolor, desaliento…

Sobre ellos han crecido duras escamas que me impiden verte.

¡Que vea, Señor, tus sendas!

¡Que vea, Señor, los caminos de la vida!

¡Que vea, Señor, ante todo, tu rostro, tus ojos, tu corazón!

Florentino Uribarri en (Hoja Dominical Eucaristía)

Expliquemos el evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.




domingo, 10 de octubre de 2021

17 DE OCTUBRE XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B.

 


“…Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.

17 DE OCTUBRE

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

Primera Lectura: Isaías 53,10-11

Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años.

Salmo 32

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

2ª Lectura: Hebreos 4,14-16

Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia.

PALABRA DEL DÍA

Marcos 10,35-45

“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir. Les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: -Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: -Lo somos. Jesús les dijo: -El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

 “Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".

 El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".

 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".

 Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".

 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.

 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".

 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.

 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.

 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;

 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.            

 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

REFLEXIÓN

Jesús deja muy claro que él quiere un cambio total de estructuras y de relaciones. Por tanto, no se trata de figurar, ni de estar bien situado, sino de servir. Jesús quiere eliminar de entre nosotros totalmente las relaciones de fuerza o de superioridad y nos quiere hacer entrar en la plenitud de unas relaciones de reciprocidad que son las relaciones de servicio. Por esto nos invita a ser ambiciosos, sí, pero a ambicionar el último lugar, el que no quiere nadie, el lugar para el que nunca hay peleas. ¡Esta es la respuesta de Jesús! Y lo que nos ha resultado más difícil a lo largo de la historia, y ahora y siempre, es conseguir sustituir las estructuras de autoridad y de poder por valores de igualdad y de servicio. Tanto a nivel personal, como a nivel de comunidad, como a nivel de Iglesia, no lo conseguimos del todo. Nos cuesta crear estructuras de servicio, y más bien, en nuestras organizaciones, hemos tendido a ir copiando con demasiada facilidad las demás organizaciones políticas y sociales; y, por este motivo, demasiado a menudo, hemos caído y caemos en formas de poder y de abuso que son un escándalo para el mismo Jesús.

Los seguidores de Jesús no podemos organizarnos con modelos de convivencia que no sean los del servicio, porque Dios nos quiere iguales y hermanos los unos de los otros, eliminando todo resquicio de dominio o de poder, de jefes o de súbditos. Como muy bien nos lo recuerda san Pablo, en la Iglesia (¡y también en el mundo!) aunque los carismas sean diferentes todos los miembros tienen que ser iguales.

Somos cristianos en la medida que nos damos a los demás. Dejamos de serlo en la medida que nos aprovechamos de los demás de cualquier forma.

Este principio básico del cristianismo, no ha llegado a nosotros a través de ningún extraterrestre, no ha venido de ningún mundo galáctico. Ha llegado hasta nosotros gracias a un ser humano en todo semejante a nosotros. Lo descubrió, no gracias a ningún hilo directo con una Divinidad exterior, sino en lo hondo de su ser, profundizando en el conocimiento de lo que realmente era él.

Al comprender lo que Dios era en él, al percibirlo como don total, Jesús hizo el más profundo descubrimiento de su vida. Entendió que la grandeza del ser humano consiste en esa posibilidad que tiene de darse como Dios se da. Jesús descubrió que ese era el fin supremo del hombre, darse, entregarse totalmente, definitivamente. En ese don total, encuentra el hombre su plena realización.

Cuando descubre que la base de su ser es el mismo Dios, descubre la necesidad de superar el apego al falso yo. Liberado del “ego”, se encuentra con la verdadera realidad que es. En ese momento, su ser se expande y se identifica con el Ser absoluto. El ser humano se hace uno con Él. Esa es la meta, no hay más. Ni Dios puede añadir nada a ese ser, porque es ya una misma cosa en él.

Mientras no haga este descubrimiento, estaré en la dinámica del joven rico, de los dos hermanos y de los demás apóstoles: buscaré más riquezas, el puesto mejor y el dominio de los demás para que estén a mi servicio. El objetivo de mi vida será la potenciación del “ego” que creo ser.

Aquí no valen programaciones. Si acepto darme a los demás por programación, será a regañadientes y porque espero una recompensa, aunque sea espiritual. Ya estoy buscando potenciar mi “ego”. No puede funcionar. Tampoco se trata de sufrir, de humillarse, de rebajarse ante Dios o ante los demás, esperando que después Dios me lo pague con creces con alguna clase de gloria externa. La clave está en superar esta trampa y descubrir la máxima gloria en el mismo don de sí mismo.



ENTRA EN TU INTERIOR

NADA DE ESO ENTRE VOSOTROS

Camino de Jerusalén, Jesús va advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y a los que sigan sus pasos. La inconsciencia de quienes lo acompañan es increíble. Todavía hoy se sigue repitiendo.

Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No necesitan de los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser los primeros en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su petición no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima de los demás.

 La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la comunión de la comunidad cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más contrario a Jesús y a su proyecto de servir a la liberación de las gentes?

El hecho es tan grave que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es la actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen sobradamente cómo actúan los romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes » de la tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de su poder. Pues bien, «vosotros nada de eso».

Entre sus seguidores, todo ha de ser diferente: «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». La grandeza no se mide por el poder que se tiene, el rango que se ocupa o los títulos que se ostentan. Quien ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús, no se hace más grande sino más insignificante y ridículo. En realidad, es un estorbo para promover el estilo de vida querido por el Crucificado. Le falta un rasgo básico para ser seguidor de Jesús.

En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir». Éste es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: SERVIR.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Por eso debe resultarnos extraño lo que les plantea Jesús a los “Santiagos y Juanes” ante su petición; no se trata de ser primero o segundo sino responder a la pregunta: “¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Los discípulos no entienden que el proyecto de Jesús no es para alcanzar el poder de este mundo, de esta manera nuestra de organizar la sociedad, sino que es elegir un camino en el que sea posible encontrarse con todas las personas porque todas lo pueden entender y seguir, ya que cada cual puede poner al servicio de los demás todo lo que es, todo lo que tiene y todo lo que hace.

Jesús nos hace una clara referencia a los dos sacramentos fundamentales en nuestra vida, el bautismo y la eucaristía, que son los que nos deberían transformar en lo más profundo de nuestras personas y tendrían que transformar también todas nuestras relaciones. Porque los que hemos sido bautizados y tomamos parte de la Eucaristía, aquí, nos dejamos servir por el mismo Jesús y no podemos después –con él por excusa- participar en ninguna relación que sea de fuerza o de poder.

ORACIÓN

Donde haya un árbol que plantar

plántalo tú.

Donde haya un error que enmendar

enmiéndalo tú.

Donde haya un esfuerzo que todos esquivan

acéptalo tú.

Sé el que apartó del camino la piedra,

el odio de los corazones

y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y justo,

pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir.

Gloria Fuerte.

Expliquemos el evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO

 


Imagen para colorear.



 

 


domingo, 3 de octubre de 2021

10 DE OCTUBRE: XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B

 


“Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes dale el dinero a los pobres,

así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme…”

10 DE OCTUBRE

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Sabiduría 7,7-11

En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.

Salmo 89

“Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría”

2ª Lectura: Hebreos 4,12-13

La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón.

PALABRA DEL DÍA

Marcos 10,17-30

“En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le pregunto: -Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. Él replicó: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: -Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: -¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: -Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: -Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. Pedro se puso a decirle: -Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: -Os aseguro que quién deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura, vida eterna”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".

Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.

Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".

El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".

Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".

El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".

Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.

Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".

Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".

Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".

Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,

desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.”

REFLEXIÓN

Es muy interesante la pregunta que, en el evangelio, le hace este joven a Jesús. Su interés es también el nuestro. ¿Qué tenemos que hacer para conseguir la vida eterna? ¿Qué podemos hacer para prolongar los días de nuestra vida más allá de este mundo que se acaba? O, como muy bien han dicho los poetas, ¿qué podemos hacer para que los mejores instantes de nuestra vida puedan ser eternos? ¿Qué podemos hacer para que las vivencias que han sido sólidas puedan ser definitivas? Las aspiraciones de este joven y las nuestras son muy dignas e incluso quizá son las aspiraciones humanas más profundas. Porque, de entrada, tener aspiraciones-buenas- no es nada malo sino, al contrario, es incluso lo que nos puede incentivar para seguir adelante.

Una primera solución a estas aspiraciones es la que le da Jesús a este joven: el cumplimiento de los mandamientos. Es decir, conviene que en esta vida tengamos todo un comportamiento ético y moral, que seamos rectos, exigentes y coherentes.

Jesús le recuerda a este joven, y también nos lo recuerda a nosotros: es bueno que seamos exigentes con nosotros mismos y cumplidores con los demás. Es por esto que no es nada raro que, cuando el joven le contesta a Jesús que “todo eso lo he cumplido desde pequeño”. El evangelista Marcos nos diga que “Jesús se le quedó mirando con cariño”. Jesús nos mira con afecto absoluto y nos aprecia profundamente por nuestro cumplimiento. Sin embargo, con esto, ya sabemos, no basta, porque el seguimiento de Jesús, el hecho de ser creyente y de ser cristiano, no se puede reducir simplemente a un comportamiento ético y moral. Ser creyente y ser cristiano es mucho más que esto. Y ésta es la corrección que Jesús le hace a este joven y a todos nosotros.

Ahora bien, ¿cómo sabe Jesús que este joven es rico? Pues, muy fácilmente lo podría saber por la manera como le expresa esta pregunta. Fijaos que le pregunta por poseer, por heredar, por adquirir, casi por comprar la vida eterna. Las palabras del joven son comerciales y no son las palabras que Jesús utilizará después cuando dirá a sus discípulos que es difícil “entrar” en el Reino de Dios. Éste es el cambio: tenemos que pasar del poseer, del querer conseguir, al entrar. Porque no se trata de poseer ni de heredar, ni tan sólo de esperar, sino que Jesús nos habla más de recibir o de vivir –ya ahora- como hijos de Dios.

En este caso las aspiraciones de vida del joven rico, que son buenas y justas, y que corresponden incluso a una buena persona, cumplidora de sus deberes, choca de lleno con las aspiraciones humanas más posesivas como pueden ser las riquezas o las propiedades, que nos atan más a este mundo que a la vida eterna.

De hecho, lo que Jesús hace con este joven es también lo que quiere hacer con nosotros: procurar que le clarifiquemos nuestras aspiraciones, porque a menudo parece que lo queremos todo al mismo tiempo y que somos capaces de hacer grandes montajes para poder tenerlo todo y conseguirlo todo. Si aspiramos a una vida definitiva, sería necesario que fuéramos también más definitivos con nuestra vida y que no dejáramos para mañana cosas que ya podríamos vivir hoy, que mostráramos en nuestra vida que no estamos apegados a cosas que no serán de ninguna manera definitivas, como pueden ser el dinero o las propiedades. No podemos aspirar a ser los más ricos del cementerio.

Y si a nosotros nos cuesta dejarlo todo y seguir a Jesús, porque no nos vemos capacitados, tenemos miedo y nos sentiríamos abocados al fracaso en este mundo, tenemos que saber –como dice Jesús hoy- que junto a nuestras imposibilidades está el Dios que “lo puede todo”. Porque si bien nosotros con nuestro esfuerzo no podemos conseguir ni llegar a la realidad del reino, también es verdad que él nos lo da gratuitamente, sin pagar nada a cambio. Porque el Reino de Dios no es una propiedad que se compra o se vende, sino que es un don, un regalo, al que se puede entrar a vivir ahora. No depende de otra vida, sino de ésta.

A la pregunta de Pedro, sobre qué les pasará a los que ya lo han dejado todo, Jesús contesta paradójicamente y nos invita a recibir, ya aquí, el ciento por uno, pero con dificultades. Y nos invita a empezar a vivir una nueva familia formada por los discípulos. Esto de ser ya una nueva familia y de recibir ya aquí y ahora el ciento por uno es ciertamente lo que hacemos en la eucaristía alrededor de la mesa de Jesús; recibir el ciento por uno.



ENTRA EN TU INTERIOR

CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS

Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto (Mc 10, 17-30).

Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: «Todo eso lo he cumplido desde pequeño».

Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego sígueme».

El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.

El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.

La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.

Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?

Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

La vida es el lugar de nuestro encuentro con Dios en Cristo. Un camino que, muy señaladamente en Marcos, llega a su término en la cruz. El discípulo es invitado a seguir al Maestro, y en ese caminar juntos se va desvelando el misterio de aquel que desde el principio del evangelio es presentado como la “buena noticia”: Jesucristo, el Hijo de Dios.

Ese hombre eres tú y soy yo. A lo largo del camino y del seguimiento se suceden encuentros, palabras, gestos. El discípulo de todos los tiempos está invitado a reconocer en ellos a sí mismo, así como las circunstancias de su tiempo histórico. Hoy el relato evangélico nos presenta a “uno” que se le “acercó corriendo, se arrodilló y le preguntó”. Marcos no dice que ese “uno” sea “un joven”. Esta concreción solo está en Mateo. Ignoramos el nombre del personaje. Ese “uno” somos todos, jóvenes y viejos, tú y yo. No podemos detenernos en cada uno de los detalles del texto, pero la oración personal y reposada, sí. Y así: ¿salgo yo corriendo al encuentro con Jesús? ¿Me arrodillo ante la persona de Jesús? ¿Le pregunto? ¿Sobre qué asuntos?

Entre Jesús y el que sale a su encuentro se entabla un diálogo cordial, cargado de buenos deseos, y que culmina con una oferta de plenitud: “Vente conmigo” Lo cual exige previamente “vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres”. El que se atreva a hacer lo que Jesús dice, no pierde lo entregado a los pobres: lo transforma en “un tesoro en el cielo”. La inversión no parece mala, pero exige una radical opción de fe. El seguimiento de Jesús es exigente. Pero tampoco conviene confundirla con una opción por la “vida religiosa”, cura o monja. ¡No! Es una oferta hecha a todos y en todos los estados de la vida. Antes de la invitación al seguimiento, hay en el texto bíblico un detalle que nos muestra a un Jesús muy humano y cercano: “Jesús se le quedó mirando con cariño” el texto griego original dice: “Jesús le miró y le amó”. Es casi lo mismo, pero separa y marca dos momentos de Jesús: mira y ama.

ORACIÓN

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. AMEN.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imagen de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.