“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud"
27 DE JUNIO
XIII DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Sabiduría
1,13-15; 2,23-24
La muerte entró en el
mundo por la envidia del diablo.
Salmo 29
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado.
2ª Lectura: 2ª
Corintios 8,7.9.13-15
Vuestra abundancia
remedia la falta que tienen los hermanos pobres.
EVANGELIO
Marcos 5,21-43
“En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a
la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al
lago. Se le acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo,
se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas;
ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él,
acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos
de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase
de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de
mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás,
entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido
curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su
cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió
en seguida, en medio de la gente, preguntando: -¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron: -Ves como te apretuja la gente y preguntas:
“¿Quién me ha tocado?”. Él seguía mirando alrededor, para ver quien había sido.
La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se
le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: -Hija, tu fe te ha curado.
Vete en paz y con salud. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del
jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se la muerto. ¿Para qué molestar más
al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la
sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que le acompañara nadie,
más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del
jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban
a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépitos y qué lloros son estos? La niña no
está muerta está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con
el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña,
la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi”(que significa: “contigo hablo,
niña, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar, tenía
doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se
enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla,
una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga,
llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está
muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo
apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años
padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y
gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por
detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré
curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su
cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había
salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó:
"¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te
aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién
había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque
sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó
toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete
en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas
de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para
qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al
jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran
alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y
lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y
tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él,
entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum",
que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó
y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara
de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.”
REFLEXIÓN
Goethe decía: “El milagro, es el niño preferido de la fe”.
Por eso Jesús no hacía milagros por puro lucimiento, por fama, por poder o prestigio
y mucho menos donde faltaba la fe. La coletilla que acompañaba siempre al
milagro era como las del evangelio de hoy, a la mujer que padecía flujos de
sangre: “Hija, tu fe te ha salvado”. A Jairo, el jefe de la sinagoga: “No
temas; basta que tengas fe”.
La fama de Jesús no tardó en extenderse. Sus palabras
sorprendían. Sus prodigios eran comentados. Su perdón no dejaba a nadie
indiferente. Su mirada sorprendía, porque miraba amando. Muy pronto se convirtió en alguien especial
que era buscado, esperado y requerido para sanar y cambiar la realidad de
sufrimiento que vivían muchas personas: “Mi niña está en las últimas; ven, pon
las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Quien le tocaba quedaba curado.
Quien le escuchaba quedaba transformado. Quien le seguía descubría un horizonte
nuevo de vida.
El Evangelio nos enseña a “tocar la realidad” a entrar en
contacto con las personas y las situaciones que viven. Tocar la realidad es
sentir que el otro me pertenece, que su vida forma parte de la mía, que su
dolor me duele. Un mensaje que supera la solidaridad para convertirse en
auténtica experiencia fraterna. Tocar la realidad nos transforma y nos salva.
La voluntad de Dios es la vida de las personas: “Yo he venido
para que tengáis vida y la tengáis en plenitud”. Su alegría es nuestro bien.
Dios apuesta ilimitadamente por nosotros, por nuestro bien y por el bien de
todo el mundo. Su proyecto de amor lo vemos en la actividad sanadora de Jesús y
en su entrega apasionada y absoluta por cada persona. La alegría y la voluntad
de Dios es la felicidad de todos y cada uno de sus hijos.
ENTRA EN TU INTERIOR.
HERIDAS SECRETAS
No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida
en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo,
el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa.
Ella no podrá tener nunca esa suerte.
Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad
secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura»,
mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un
curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que
necesita para vivir con dignidad?
Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas.
Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a
alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde
encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces sólo son víctimas.
Personas buenas que se sienten indignas de acercarse a recibir a Cristo en la comunión;
cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les
enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el
sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de
confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas... ¿No podrán conocer nunca
la paz?
Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e
intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de
su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de
amor. Su persona irradia fuerza curadora.
La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús.
No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da
vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo
físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para
sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.
Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante
nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos
para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan: «Hija, hijo, tu fe te
ha curado. Vete en paz y con salud».
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
La generosidad es la distinción del creyente. Es la actitud
de aquel que ha sentido el amor y la entrega de Jesucristo. Es la actividad de
toda la comunidad cristiana, la Iglesia, que se desvive por los favoritos del
Evangelio: los necesitados. La generosidad, la solidaridad y el trabajo por la
justicia es participación del plan salvador de Dios que sigue actuando hoy. La
Iglesia es sacramento de Dios, testimonio de vida, y apuesta por todos.
Trabajar por la vida de las personas y hacer presente hoy, con todos, la
salvación de Dios. Igualar la realidad para que nadie quede postrado. Compartir
los recursos y ayudar a levantar a quien la historia, la vida o el entorno ha
dejado por los suelos. En definitiva, repetir lo que hizo Jesucristo.
Dios transforma todo lo que toca. Él quiere la vida y la
felicidad de sus Hijos. Nosotros sentimos que nos ama y nos desea. Nuestra
respuesta es una vida que piensa en el prójimo y que apuesta por un mundo donde
nadie pase necesidad. Aún queda mucho por hacer, pero juntos podemos hacerlo
posible.
ORACIÓN FINAL
Oh Padre, reconocemos que tú has creado todo para la vida:
has puesto en nosotros el germen divino de tu creación fecunda. A los esposos,
has concedido experimentarlo en el engendramiento de los hijos; a quienes se
consagran a tu amor les has entregado la bendición para los pobres de la
tierra; a los sacerdotes, el poder del cuerpo roto y de la sangre derramada de
tu Hijo. Te pedimos hoy, Señor, que nos hagas una sola cosa en el amor, para
que podamos alimentar en la mesa de la eucaristía todo lo que somos: nuestra
mente, con el recuerdo de tu vida entregada en la cruz; nuestro corazón,
dilatado por tu amor por cada mujer y cada hombre; nuestro cuerpo, consumido
por la impaciencia de la caridad activa.
Y, transformados de este modo, día tras día, a la medida de
tu Hijo sacrificado, podremos saborear la bondad infinita de la vida.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi Velasco FANO
Imagen para colorear.
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