domingo, 13 de junio de 2021

20 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 




“¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?”

20 DE JUNIO

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Job 38,1-11

Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.

Salmo 106

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

2ª Lectura: 2 Corintios 5,14-17

Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.

EVANGELIO

Marcos 4,35-40

“Aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: -Pasemos a la otra orilla. Ellos dejaron a la gente y le llevaron en la barca, tal como estaba. Otras barcas le acompañaban. Se levantó entonces una fuerte borrasca y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de hundirse. Jesús estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y le despertaron, diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Él se levantó, increpó al viento y dijo al lago: -¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. Y a Ellos les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe? Ellos se llenaron de un gran temor y se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?”

Versión para América Latina, extraída de la biblia del pueblo de Dios

“Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".

Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.

Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

REFLEXIÓN

No podemos quedarnos en la lectura “milagrosa” de esa escena insólita: una borrasca tornada súbitamente en bonanza, olvidando que los evangelios fueron escritos desde la fe y la experiencia pascual de los apóstoles y primeros cristianos. En el dato hemos de ver también una auto-manifestación de Jesús como Dios. Y desde aquí pasar a una lectura eclesial del episodio. Desde siempre la tradición patrística y eclesial vio en el grupo de los discípulos que reman desesperadamente dentro de la barca zarandeada por la tempestad, una imagen de la Iglesia. Si no zozobra en las borrascas es porque Jesús va con ella en la travesía, aunque a ratos no captemos los signos de su presencia por el Espíritu y creamos que duerme dejándonos solos ante los peligros.

Jesús dormía en la barca, pero más dormida estaba la fe de sus discípulos. Como con un calco, podemos trasladar la escena a la situación de la Iglesia, tanto la de los orígenes que pronto conoció la persecución, como la Iglesia de hoy y de todos los tiempos que camina entre cansancios y esperanzas hacia Dios. Debido a nuestra poca fe a veces nos ponemos nerviosos, pero Jesús no falla. El guía siempre a su Iglesia, lo mismo en tiempo de calma que de crisis y adversidad. Él lo prometió y lo cumple. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Por eso el poder del infierno y del mal no hundirá su Iglesia.

Hay momentos de prueba para nuestra fe similares a los de la tormenta en el lago, para los discípulos. Cuando la tempestad nos azota despiadada, cuando la Iglesia de Cristo es perseguida, cuando como a Job nos visita insistentemente el dolor, cuando el mal triunfa y se oscurecen los valores del bien y de la virtud, cuando sufrimos injustamente, cuando la pobreza, la enfermedad o la muerte hacen altaneramente acto de presencia en nuestra vida, cuando en una palabra nos duele el silencio de Dios que parece estar “durmiendo tranquilo” como Jesús en la barca, surge espontánea la queja en nuestros labios: Señor, ¿no te importa que nos hundamos?

Solamente desde la fe tienen respuestas estos problemas y nuestros interrogantes interiores, esos que nos hacemos tantas veces ante las desgracias y los males que vemos a nuestro alrededor.

Pero solo en la fe está la respuesta. Con Job nos preguntamos a veces si Dios “se entera” de lo que pasa en este mundo nuestro. Y Dios habla a Job desde la tempestad, le revela la trascendencia de su ser y de sus designios, que el hombre ha de acatar con fe sumisa y obediente.

La fe y la esperanza cristianas no defraudan, porque si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? En todo venceremos por Aquel que nos ha amado, y nada podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rm 8,31-39)

Por eso dice san Pablo en la segunda lectura: “Nos apremia el amor de Cristo… El murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí sino para el que murió y resucitó por ellos… El que vive con Cristo es creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo”.

En el amor de Dios manifestado en Cristo radica la urgencia cristiana de lo nuevo, la base más sólida de una respuesta de fe y de amor a otro amor que nos ha precedido y nos acompaña en todo momento y situación por delicada e incluso desesperada que pueda parecernos.



ENTRA EN TU INTERIOR

¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES?

«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?

El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias.

De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán los seguidores de  Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No sólo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.

Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados».

Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.

El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a «la otra orilla».

La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.

Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Sólo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Estamos sometidos, pues, a las tempestades desencadenadas por el espíritu del mal, pero, como bravos marineros vigilantes, llamamos al piloto adormecido. Ahora bien, también los pilotos se encuentran normalmente en peligro. ¿A qué piloto deberemos dirigirnos entonces? A aquel a quien no superan los vientos, sino que los manda, a aquel de quien está escrito: “Él se despertó, increpó al viento y a las olas”. ¿Qué quiere decir que “se despertó”? Quiere decir que descansaba, pero descansaba con su cuerpo, mientras que su espíritu estaba inmerso en el misterio de la divinidad.

Jesús había pasado la noche en oración: ¿de qué modo podía dormir ahora durante la tempestad? Este sueño revela la conciencia de su poder: todos tenían miedo, mientras que sólo él descansaba sin temor. Pero aunque duerme su cuerpo, su divinidad vigila y actúa la fe. Por eso dice: “¿Por qué habéis dudado, hombres de poca fe?”. “Se merecen el reproche, por haber tenido miedo aun estando junto a Cristo, siendo que nadie puede perecer si está unido a él. De este modo corrobora la fe y vuelve a hacer reinar la calma.”

ORACIÓN

Padre, fuente de la vida y fin último de toda criatura, manifiéstanos tu rostro de bondad y libéranos de nuestros miedos. Concédenos una fe sin fisuras incluso en los momentos de tempestad, a fin de que seamos capaces de poner nuestra confianza no en nuestras propias fuerzas, sino en ti, que estás presente junto a nosotros.

Haznos verdaderos discípulos de Jesucristo, que nos ha revelado tu rostro de padre, y haz que estemos atentos a los signos de su camino continuo en nuestra historia. Haz que sepamos reconocerle en el amor y en el testimonio de muchos hermanos. Envíanos tu Espíritu para que nos asista en la tarea de discernir tu proyecto sobre nosotros, nos ayude a cumplir tu voluntad, a fin de construir con confianza y paciencia ese mundo nuevo que tú nos dejas entrever en la resurrección de Jesús.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO.


 



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