domingo, 3 de enero de 2021

10 DE ENERO: FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR.


Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

10 DE ENERO

FIESTA DE BAUTISMO DEL SEÑOR

Primera lectura: Isaías 55,1-11

Vengan por agua, escúchenme y vivirán

Salmo: Isaías 12

Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.

Segunda lectura: 1ª carta de Juan 5,1-9

El Espíritu, el agua y la sangre.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos: 1,7-11

“En aquel tiempo, proclamaba Juan:

-“Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.

Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”

Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.

Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: -“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“En aquel tiempo, Juan predicaba, diciendo:

"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.

Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".

En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma;

y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

REFLEXIÓN

Manifestación Bautismal. Una nueva Epifanía.

Después de la manifestación de la estrella a los Magos, Dios volvió al silencio. Durante años y años Dios se oculta. Jesús pasó unos treinta años en Nazaret, una vida normal de familia y trabajo. No hay palabras. No hay signos. Hay silencios, hay oración, hay trabajo, hay sencillez, hay familia. Si Juan presentía algo por aquello de la Visitación y sus saltos en el vientre materno, se cansaría de esperar. Lo mismo los pastores de Belén. A Simeón y Ana no les dio tiempo. José y María no tenían prisas, tan contentos de que Jesús estuviera con ellos.

Juan, efectivamente, se cansó de esperar. Aparece en el desierto y en el río como un terremoto espiritual. Su conciencia le empuja. Dios mismo le empuja a que predique la conversión. Hay un presentimiento. Tiene que hacer algo para adelantar la hora del Mesías. Diríamos que le facilita el terreno.

Y Jesús sale de su casa, de Nazaret. Él también esperaba su hora, pero no sabe cuándo. Porque él no actúa desde sí ni vive par sí, sino desde y para el Padre.

Jesús quiere también recibir el bautismo de Juan. Quiere escucharlo, quiere escuchar al que habla con palabras de fuego. Quiere renovarse con el rito bautismal. Quiere estar más cerca de Dios y llenarse más de Él.

En la cola de los pecadores

Jesús se llamaría así mismo Hijo del Hombre. Asumía toda la condición humana, su dignidad y sus capacidades, pero también sus llagas y sus miserias. No tiene  pecado, es semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, pero quiere cargar con los pecados del hombre, “con los pecados del mundo”, diría Juan. Es una imagen reveladora. Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

El Dios trinitario

Cuando Jesús entró en el agua es uno de los momentos de más ocultamiento de Jesús. ¿Quién podría pensar que era el Mesías, al verlo en la cola de los pecadores, sometiéndose a un bautismo de conversión para el perdón de los pecados? Hasta ahí llegó Jesús.

Pero cuando sube del agua, se abre el cielo, desciende la gracia, se manifiesta Dios. Una nueva Epifanía, como un anticipo de la Pascua, o del Tabor. Jesús se siente renacer.

Desciende el Espíritu, como paloma de paz, como ungüento de alegría, como energía de libertad, como fuerza de amor. Jesús sintió que el Espíritu de Dios lo penetraba, lo empapaba, lo llenaba de felicidad, lo resucitaba. Fue como el Pentecostés de Jesús. Una experiencia que marcará su vida. Siempre actuará movido por el Espíritu.

Esta experiencia de libertad, de perdón y resurrección se extenderá también a los hombres, a ti y a mí. Había asumido su pecado, ahora les devolvía la gracia.

La voz del Padre. Es como si el Padre quisiera presentar públicamente a su Hijo, una presentación en toda regla, una presentación a la Humanidad: Es mi Hijo amado, es mi predilecto. Es lo que más quiero. Estaba conmigo y os lo entrego. Pero yo estaré con él, porque no puedo dejar de amarle. Es mi Vida. Es todo lo que tengo.

La voz del Hijo. La palabra del Hijo no podía ser otra que: ¡Abba, Padre! Eco también de la palabra eterna. Una palabra llena de reconocimiento, de confianza, de gratitud y de amor. Sí, Padre. Lo que Tú quieras. Yo para esto he venido para reunir a los hijos dispersos e integrarlos en nuestra Comunión. He venido para dar vida, para dar mi vida, para vencer la muerte. He venido para limpiar el mundo de los espíritus del mal, y rehacer tu obra, para instaurar tu Reino. He venido para que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo.



ENTRA EN TU INTERIOR

ESCUCHAR LO QUE DICE EL ESPÍRITU

Los primeros cristianos vivían convencidos de que para seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua, pero él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo».

No es extraño que en los momentos de crisis recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos: «El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».

La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo, nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas automáticas ante la crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo hoy nosotros el Espíritu de Jesús.

En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su corazón.

Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos trabajar por su Espíritu. Sólo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.

El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto sólo él nos lo puede enseñar.

No hemos de hablar sólo en términos de crisis. Se están creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR.

El profeta nos invita a mirar al Siervo de Yahvé. No lleva armas ni alforja. No grita ni vocea. No amenaza ni castiga. No se doblega ni vacila. En sus manos libres levanta la bandera de la justicia. Se alía con la misericordia para abrir los ojos del ciego, curar heridas y enfermedades. Prefiere la misericordia al sacrificio. Se carga de libertad para expulsar demonios y sacar cautivos de la prisión. Es médico de corazones. Trae las mejores noticias para los pobres, que serán sus preferidos. Proclama amnistía de todas las deudas. Inaugura tiempos de bendición y jubileo de gracia.

Yo sólo quiero, Señor, sentir los dolores y los sufrimientos de mis hermanos como míos. Sentir sus alegrías y sus tristezas, como mías. Yo sólo quiero, Señor, que nadie sea indiferente para mí, que no me haga impermeable al sufrimiento de mis hermanos.

ORACIÓN

Manifiesta la luz de tu verdad, de tu amor, a todos los hombres que te busca. Manifiesta tu misericordia a todos los hombres que sufren: que pobres, enfermos y oprimidos por el mal reciban, como el hombre apaleado al borde del camino, el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Renueva en mí, Padre, la gracia del bautismo; que viva de acuerdo con sus exigencias. Amén.

 

Expliquemos el Evangelio de los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO

 


Imagen para colorear. 

 


 

 

 


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