Se oyó una voz del
cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”
10 DE ENERO
FIESTA DE BAUTISMO DEL
SEÑOR
Primera lectura: Isaías
55,1-11
Vengan por agua,
escúchenme y vivirán
Salmo: Isaías 12
Sacarán agua con gozo
de la fuente de la salvación.
Segunda lectura: 1ª
carta de Juan 5,1-9
El Espíritu, el agua y
la sangre.
EVANGELIO DEL DÍA
Marcos: 1,7-11
“En aquel tiempo, proclamaba Juan:
-“Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no
merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con
Espíritu Santo”
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a
que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al
Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: -“Tú eres mi
Hijo amado, mi predilecto”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“En aquel tiempo, Juan predicaba, diciendo:
"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que
yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de
sus sandalias.
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo".
En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea
y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y
que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma;
y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo
muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."
REFLEXIÓN
Manifestación Bautismal. Una nueva Epifanía.
Después de la manifestación de la estrella a los Magos, Dios
volvió al silencio. Durante años y años Dios se oculta. Jesús pasó unos treinta
años en Nazaret, una vida normal de familia y trabajo. No hay palabras. No hay
signos. Hay silencios, hay oración, hay trabajo, hay sencillez, hay familia. Si
Juan presentía algo por aquello de la Visitación y sus saltos en el vientre
materno, se cansaría de esperar. Lo mismo los pastores de Belén. A Simeón y Ana
no les dio tiempo. José y María no tenían prisas, tan contentos de que Jesús
estuviera con ellos.
Juan, efectivamente, se cansó de esperar. Aparece en el
desierto y en el río como un terremoto espiritual. Su conciencia le empuja.
Dios mismo le empuja a que predique la conversión. Hay un presentimiento. Tiene
que hacer algo para adelantar la hora del Mesías. Diríamos que le facilita el
terreno.
Y Jesús sale de su casa, de Nazaret. Él también esperaba su
hora, pero no sabe cuándo. Porque él no actúa desde sí ni vive par sí, sino
desde y para el Padre.
Jesús quiere también recibir el bautismo de Juan. Quiere
escucharlo, quiere escuchar al que habla con palabras de fuego. Quiere
renovarse con el rito bautismal. Quiere estar más cerca de Dios y llenarse más
de Él.
En la cola de los pecadores
Jesús se llamaría así mismo Hijo del Hombre. Asumía toda la
condición humana, su dignidad y sus capacidades, pero también sus llagas y sus
miserias. No tiene pecado, es semejante
a nosotros en todo, menos en el pecado, pero quiere cargar con los pecados del
hombre, “con los pecados del mundo”, diría Juan. Es una imagen reveladora.
Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
El Dios trinitario
Cuando Jesús entró en el agua es uno de los momentos de más
ocultamiento de Jesús. ¿Quién podría pensar que era el Mesías, al verlo en la
cola de los pecadores, sometiéndose a un bautismo de conversión para el perdón
de los pecados? Hasta ahí llegó Jesús.
Pero cuando sube del agua, se abre el cielo, desciende la
gracia, se manifiesta Dios. Una nueva Epifanía, como un anticipo de la Pascua,
o del Tabor. Jesús se siente renacer.
Desciende el Espíritu, como paloma de paz, como ungüento de
alegría, como energía de libertad, como fuerza de amor. Jesús sintió que el
Espíritu de Dios lo penetraba, lo empapaba, lo llenaba de felicidad, lo
resucitaba. Fue como el Pentecostés de Jesús. Una experiencia que marcará su
vida. Siempre actuará movido por el Espíritu.
Esta experiencia de libertad, de perdón y resurrección se
extenderá también a los hombres, a ti y a mí. Había asumido su pecado, ahora
les devolvía la gracia.
La voz del Padre. Es como si el Padre quisiera presentar
públicamente a su Hijo, una presentación en toda regla, una presentación a la
Humanidad: Es mi Hijo amado, es mi predilecto. Es lo que más quiero. Estaba
conmigo y os lo entrego. Pero yo estaré con él, porque no puedo dejar de
amarle. Es mi Vida. Es todo lo que tengo.
La voz del Hijo. La palabra del Hijo no podía ser otra que:
¡Abba, Padre! Eco también de la palabra eterna. Una palabra llena de
reconocimiento, de confianza, de gratitud y de amor. Sí, Padre. Lo que Tú
quieras. Yo para esto he venido para reunir a los hijos dispersos e integrarlos
en nuestra Comunión. He venido para dar vida, para dar mi vida, para vencer la
muerte. He venido para limpiar el mundo de los espíritus del mal, y rehacer tu
obra, para instaurar tu Reino. He venido para que te conozcan a ti, único Dios
verdadero y a tu enviado Jesucristo.
ENTRA EN TU INTERIOR
ESCUCHAR LO QUE DICE EL ESPÍRITU
Los primeros cristianos vivían convencidos de que para seguir
a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es necesario
vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en los evangelios se recogen de
diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua,
pero él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo».
No es extraño que en los momentos de crisis recordaran de
manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su
Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos críticos que vive la Iglesia
bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos: «El que
tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».
La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo,
nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al
Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas automáticas ante la
crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo hoy nosotros el Espíritu
de Jesús.
En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización
creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para
encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar
nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda
llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su
corazón.
Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos
detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra
relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos
trabajar por su Espíritu. Sólo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.
El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el
corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona
con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento
de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto sólo él nos lo puede
enseñar.
No hemos de hablar sólo en términos de crisis. Se están
creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de
manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el
Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR.
El profeta nos invita a mirar al Siervo de Yahvé. No lleva
armas ni alforja. No grita ni vocea. No amenaza ni castiga. No se doblega ni
vacila. En sus manos libres levanta la bandera de la justicia. Se alía con la misericordia
para abrir los ojos del ciego, curar heridas y enfermedades. Prefiere la
misericordia al sacrificio. Se carga de libertad para expulsar demonios y sacar
cautivos de la prisión. Es médico de corazones. Trae las mejores noticias para
los pobres, que serán sus preferidos. Proclama amnistía de todas las deudas.
Inaugura tiempos de bendición y jubileo de gracia.
Yo sólo quiero, Señor, sentir los dolores y los sufrimientos
de mis hermanos como míos. Sentir sus alegrías y sus tristezas, como mías. Yo sólo
quiero, Señor, que nadie sea indiferente para mí, que no me haga impermeable al
sufrimiento de mis hermanos.
ORACIÓN
Manifiesta la luz de tu verdad, de tu amor, a todos los
hombres que te busca. Manifiesta tu misericordia a todos los hombres que sufren:
que pobres, enfermos y oprimidos por el mal reciban, como el hombre apaleado al
borde del camino, el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Renueva en
mí, Padre, la gracia del bautismo; que viva de acuerdo con sus exigencias.
Amén.
Expliquemos el Evangelio
de los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorear.
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