domingo, 15 de noviembre de 2020

22 DE NOVIEMBRE: XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO.


”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos,

mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”

22 DE NOVIEMBRE

XXXIV DOMINGO ORDINARIO

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

1ª Lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17

Salmo 22

El Señor es mi pastor, nada me falta.

2ª Lectura: 1 Corintios 15,20-26ª.28

Devolverá a Dios Padre su reino y así Dios lo será todo para todos.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 25,31-46

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá al rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos  con hambre y te alimentamos, o con sed y de dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” y el rey les dirá. “”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.” Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".

REFLEXIÓN

La escena del juicio final, en que Cristo aparece como rey, pastor y juez, es la cumbre de la perspectiva escatológica del Reino de Dios. Cristo Jesús, que nos ha liberado del pecado y de la muerte, es la primicia de la nueva humanidad de los resucitados. Él es el pastor que guía al Pueblo de Dios y hace justicia siguiendo el código del amor a los hermanos más humildes con quienes Él se identifica.

Esta parábola del juicio final, es exclusiva de Mateo y se aplican a Jesús títulos cristológicos tales como Hijo del hombre, Rey, y Señor. Es la descripción de un grandioso cuadro apocalíptico.

El criterio de examen para el juicio no será otro que el amor al hermano. Se cumple aquello de san Juan de la Cruz: “En el atardecer de la vida seremos examinados de amor”. El hecho de que Cristo se identifique con los pobres, los marginados y los que sufren, y además les llame sus hermanos menores, nos descubre cuán lejos está de la doctrina y conducta de Jesús toda idea triunfalista. Lo que él dijo fue:

“Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Pues no será así entre vosotros. El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,42-44; Mt 20,25-28).

Las enumeraciones de obras de caridad, o esas seis maneras de manifestar el amor al prójimo, no tienen carácter de elenco exhaustivo y menos aún exclusivo. No se excluyen, sino que se dan por supuestos, otros puntos básicos de la enseñanza de Jesús y las realidades que dimanan de la vivencia del misterio de Cristo y de la condición cristiana: la fe, la conversión, las bienaventuranzas, los mandamientos, la filiación divina, la gracia y amistad de Dios, las actitudes interiores, la conducta moral, el culto religioso. Al hacer gravitar el juicio sobre el amor al hermano necesitado, se produce una concentración en la realidad cristiana fundamental que lo engloba todo; el amor. “Amar es cumplir la ley entera”, le dice Pablo a los cristianos de Roma.

No, no es el amor al prójimo, exclusivo del cristiano, aunque sea lo que definitivamente nos salve. El heredero del Reino y de la vida eterna es cualquier hombre o mujer que ama al prójimo, hace el bien y practica la justicia; como lo es todo el que vive las bienaventuranzas.  Aunque no sea cristiano ni conozca a Cristo expresamente, lo que pasa, que el cristiano que conoce el mensaje de Jesús, no tiene excusa.

En la sentencia del juicio final Cristo rompe una vez más –como lo hizo en el Sermón de la Montaña- el círculo cerrado del prójimo tal como lo entendía la antigua ley mosaica. Todo hombre es mi prójimo, mi hermano; y no sólo el pariente o el connacional. Y cuanto más necesitado, es más prójimo y más hermano, porque en su rostro brilla más claramente la imagen de Jesús. En el Discurso evangélico del Monte la motivación para el amor, incluso al enemigo, era la santidad y perfección de Dios Padre; aquí es la identificación del prójimo necesitado con Cristo Jesús, Hijo del Padre.

Se diría que en la sentencia del juicio y en la razón que la motiva oímos en labios de Jesús un eco de las bienaventuranzas: Venid, benditos de mi Padre…”, o de las malaventuranzas: “Apartaos de mí, malditos”.

El Reino de Dios, aun siendo escatológico, está presente en nuestro mundo desde la venida de Jesús, si bien todavía no se ha manifestado en toda su plenitud. Así también el juicio escatológico de Cristo está ya realizándose en el presente de nuestra vida. El dictamen final no será más que hacer pública la sentencia que día a día vamos pronunciando nosotros mismos con nuestra vida de amor o desamor, que anticipa el desenlace.

Herederos del Reino de Dios son los que aman al hermano, especialmente al que sufre por una u otra causa. No es la ideología ni las palabras lo que salva o condena, sino las obras. Jesús lo advierte: “No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” (Jn 13,35).

Abundando en lo mismo, he aquí la razón que hoy nos da Jesús: lo que hacéis a los demás, conmigo lo hacéis. Dios está presente en nuestros hermanos. El prójimo es el camino para conocer y amar a Dios, aunque  de primeras, muchas veces, quizá la mayoría, la cara del hermano no parezca reflejar la imagen de Dios. Pero no puede cabernos duda.

El tema es tan vital para nuestra vida cristiana que he querido detenerme un poco más en la reflexión, porque hoy se nos pide realizar una conversión a lo esencial del cristianismo: el amor, para no perdernos en lo periférico, en lo devocional, ni siquiera en lo cultual solamente. Amar al prójimo dándole de comer y de beber, hospedándolo y vistiéndolo, visitando al enfermo o al encarcelado, es lo que Dios nos pide, lo que nos identifica como discípulos de Jesús. Amar es el mandamiento que condensa toda la ley de Cristo. De tanto oírlo y saberlo de memoria puede ser que nos resbale o que lo olvidemos, perdidos en una maraña de normas y prohibiciones, preceptos y devociones.



ENTRA EN TU INTERIOR

UN JUICIO EXTRAÑO

Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

¿Cómo nos va a extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él? ¿Cómo nos va a extrañar que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

 Según el relato de Mateo, comparecen ante el Hijo del Hombre, es decir, ante Jesús, el compasivo, «todas las naciones» No se hacen diferencias entre «pueblo elegido» y «pueblo pagano». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿Qué hemos hecho con todos los que han vivido sufriendo?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un Juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren, se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino…

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.

 José Antonio Pagola

 

ORA EN TU INTERIOR

Seremos juzgados según la aceptación o el rechazo de Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos sufren en la tierra de los hombres. El prójimo es así la pantalla de nuestra vida, el video para leer nuestra conducta, el espejo para recomponer nuestra figura cristiana, porque “quién no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).

La sensibilidad y solidaridad efectivas ante el dolor ajeno son, el termómetro de nuestro cristianismo.

No basta una acción caritativa que por sistema se limitará tan solo a la limosna, que por otra parte solo sirve para tranquilizar nuestra conciencia la mayoría de las veces. La acción caritativa asistencial sirve para situaciones límite e inaplazables. Pero para dar de comer al hambriento hoy, mañana y pasado, hay que dar trabajo al parado, hay que transformar las estructuras sociales injustas de modo que el necesitado se sienta liberado de su pobreza y promocionado como persona libre.

El cristiano que se inhibe ante los problemas sociales y las múltiples necesidades de su entorno, pensando que ese no es asunto suyo, olvida que el hombre es un ser que vive en sociedad y por tanto cualquier acción humana, incluidas la abstención u omisión, tiene, necesariamente, repercusiones sociales.

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, ¡qué lejos nos vemos de tu santidad! Tú eres fuego, luz, amor, ternura y misericordia; y nosotros somos fríos, egoístas, violentos y vengativos.

No obstante, tú nos quieres a todos tal como somos y nos mandas amarnos unos a otros como Cristo nos amó.

Nos cuesta mucho, Padre, ver a Jesús en los pobres, en los marginados, en los ancianos solos, en los niños abandonados, en las mujeres maltratadas, en las familias rotas, en los emigrantes, en los diferentes.

Haznos ver en ellos la cara oculta del Cristo sufriente.

Enciende nuestros corazones con el fuego de tu palabra y danos tu espíritu de amor que nos transforme por completo para que, amando a todos, merezcamos aprobar tu examen final de amor.

Padre bueno, que no tenga que decirte: ¿Cuándo te he visto hambriento o sediento, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistí?, porque así no tendré que escuchar aquello de que cuando no he sabido ver a uno de tus pequeños, tampoco he sabido verte a ti en ellos.

Que pueda escuchar las palabras salvadoras: “Ven, bendito de mi Padre, hereda el reino que tenía preparado para ti desde la creación del mundo, porque tuve hambre y mediste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me hospedaste, desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste,  en la cárcel y fuiste a verme”. Amén.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)


Imagen para colorear.




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