“…dadles vosotros de
comer”.
2 DE AGOSTO
XVIII DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Isaías
55,1-3
Vengan a comer.
Salmo 144
Abres, Señor, tu mano y
nos sacias de favores.
Segunda Lectura:
Romanos 8,35.37-39
Nada podrá apartarnos
del amor que Dios
nos ha manifestado en
Cristo.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo 14,13-21
“Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un
sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y lo siguieron por
tierra desde las ciudades.
Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se
conmovió y se puso a curar a los enfermos.
Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle:
- Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora;
despide a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida.
Jesús les contesto:
- No necesitan ir; dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:
- ¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces!
Les dijo:
- Traédmelos”.
Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba
y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció
una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a
su vez se los dieron a las multitudes. Comieron todos hasta quedar saciados y
recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. Los que comieron eran
hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un
lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y
lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y,
compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le
dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la
multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se
vayan, denles de comer ustedes mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que
cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara
sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos
al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y
ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que
sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin
contar las mujeres y los niños”.
REFLEXIÓN
¡Sí, el Reino de Dios está cerca! Jesús toma a su cargo las
enfermedades y las dolencias humanas. Son borrados los pecados y se pone la
mesa para todos los hombres; para ocupar un puesto en ella se requiere una sola
condición: creer en Jesucristo. Así logró de él la mujer cananea la curación de
su hija.
Jesús preside la mesa del Reino. Como en otro tiempo Yahvé
alimentó a su pueblo en el desierto, hoy Jesús da a comer su “carne”. Toma unos
panes, da gracias y los reparte. En este relato está presente la Pascua entera:
Pascua del desierto para las doce tribus y Pascua de la historia, que reúne a
todos los hombres.
“¡Venid, todo está preparado para el banquete!” Cuando Dios
viene, lo hace para colmar de bienes a los hambrientos, para dar plenitud de
vida a los que ardientemente aspiran a ella: ¡cojos, ciegos, lisiados, pobres!
Para ellos toma Jesús los siete panes y unos peces, y los multiplica hasta el
infinito, a la medida del hambre de aquella gente y de su propia generosidad.
Para ellos prepara Dios un banquete digno de las mayores festividades.
Dios viene para los pobres. Lo decimos muchas veces, pero
¿aceptamos nuestra propia pobreza? No ya la pobreza de ser pecadores, sino esa
otra pobreza más radical de ser lisiados, de haber sido heridos por una vida
que exigimos con todo nuestro ser y que nunca se nos da más que a medias. Una pobreza
que nos envuelve como un manto de luto. Aceptar esta pobreza es ponerse a
clamar a Dios. Porque Dios viene a transformar nuestro luto en danza, y nuestro
desierto en mesa de privilegio. ¿Cómo vamos a encontrar a Dios si no clamamos
por la vida como el ciego?
ENTRA EN TU INTERIOR
DADLES VOSOTROS DE COMER
El evangelista Mateo no se preocupa de los detalles del
relato. Sólo le interesa enmarcar la escena presentando a Jesús en medio de la
«gente» en actitud de «compasión». Lo hace también en otras ocasiones. Esta
compasión está en el origen de toda su actuación.
Jesús no vive de espaldas a la gente, encerrado en sus
ocupaciones religiosas, e indiferente al dolor de aquel pueblo. «Ve el gentío,
le da lástima y cura a los enfermos». Su experiencia de Dios le hace vivir
aliviando el sufrimiento y saciando el hambre de aquellas pobres gentes. Así ha
de vivir la Iglesia que quiera hacer presente a Jesús en el mundo de hoy.
El tiempo pasa y Jesús sigue ocupado en curar. Los discípulos
le interrumpen con una propuesta: «Es muy tarde; lo mejor es “despedir” a
aquella gente y que cada uno se “compre” algo de comer». No han aprendido nada
de Jesús. Se desentienden de los hambrientos y los dejan en manos de las leyes
económicas dominadas por los terratenientes: que se «compren comida». ¿Qué
harán quienes no pueden comprar?
Jesús les replica con una orden lapidaria que los cristianos
satisfechos de los países ricos no queremos ni escuchar: «Dadles vosotros de
comer». Frente al «comprar», Jesús propone el «dar de comer». No lo puede decir
de manera más rotunda. El vive gritando al Padre: «Danos hoy nuestro pan de
cada día». Dios quiere que todos sus hijos e hijas tengan pan, también quienes
no lo pueden comprar.
Los discípulos siguen escépticos. Entre la gente sólo hay cinco
panes y dos peces. Para Jesús es suficiente: si compartimos lo poco que
tenemos, se puede saciar el hambre de todos; incluso, pueden «sobrar» doce
cestos de pan. Esta es su alternativa. Una sociedad más humana, capaz de
compartir su pan con los hambrientos, tendrá recursos suficientes para todos.
En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los
cristianos sólo podemos vivir avergonzados. Europa no tiene alma cristiana y
«despide» como delincuentes a quienes vienen buscando pan. Y, mientras tanto,
en la Iglesia son muchos los que caminan en la dirección marcada por Jesús; la
mayoría, sin embargo, vivimos sordos a su llamada, distraídos por nuestros
intereses, discusiones, doctrinas y celebraciones. ¿Por qué nos llamamos
seguidores de Jesús?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
¡Dadles vosotros de comer!
No deberíamos olvidar nunca estas palabras.
Es lo primero que espera Dios de cada uno de nosotros
Es lo que esperan todos los “muertos de hambre”.
…………………
Si de nuestra relación con Dios no se desprende esta
exigencia,
podemos estar seguros que nuestra religión es falsa.
Si no veo a Dios en el que muere de hambre,
mi dios es un ídolo que yo me he fabricado.
…………………………
La clave del mensaje de Jesús es la compasión.
Si no me aproximo al que me necesita,
me estoy alejando del Dios de Jesús.
Si he descubierto a Dios dentro de mí,
lo estaré viendo siempre en los más pobres.
……………….
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
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