“El Reino de los Cielos
se parece a un hombre que sembró buena
semilla en su campo…”
19 DE JULIO
XVI DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO (A)
1ª Lectura: Sabiduría
12,13.16-19
En el pecado das lugar
al arrepentimiento.
Salmo 85
Tú, Señor, eres bueno y
clemente.
2ª Lectura: Romanos
8,26-27
El Espíritu intercede
por nosotros con gemidos inefables.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 13,24-43
“En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la
gente: -El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en
su campo; pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en
medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga
apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
-Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña? Él
les dijo: -Un enemigo lo ha hecho. Los criados le preguntaron: - ¿Quieres que
vayamos a arrancarla? Pero él les respondió: -No, que podríais arrancar también
el trigo. Dejadlos crecer junto hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a
los segadores: “Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla,
y el trigo almacenadlo en mi granero.” [Les propuso esta otra parábola: -El
Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su
huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que
las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los
pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra parábola: -el Reino de los Cielos
se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta
para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin
parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré
mi boca diciendo parábolas: anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.”
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a
decirle: -Acláranos la parábola de la cizaña en el campo. Él les contestó: -el
que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre: el campo es el mundo; la
buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del
Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del
mundo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se
quema, así será el fin del tiempo; el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y
arrancará de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al
horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los
justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que
oiga.]
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús propuso a la gente otra parábola:
"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que
sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo,
sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas,
también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le
dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que
ahora hay cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'.
Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña,
corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces
diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para
quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
[También les propuso otra parábola: "El Reino de
los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas,
pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un
arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus
ramas".
Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de
los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran
cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa".
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de
parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado
por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde
la creación del mundo.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la
casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de
la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena
semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los
que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el
enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los
cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el
fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos
quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los
arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el
Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!".]
REFLEXIÓN
Las lecturas de hoy, y sobre todo el evangelio, nos plantean
una evidencia palpable: el bien nunca se encuentra en estado puro, ni en
nosotros, ni a nuestro alrededor; a la vez que el mal, está presente en la vida
de las mujeres y los hombres, las instituciones y la misma Iglesia. Y las dos
realidades se mezclan y coexisten cotidianamente. Nos equivocamos si,
ilusoriamente pretendemos ignorar el mal, y también cuando somos tan pesimistas
y derrotistas que apenas percibimos ni rastro de bien.
El libro de la Sabiduría, precisamente, recomienda que los
justos “han de ser humanos con todo el mundo”, es decir que no se han de creer
perfectos, porque no lo son; y san Pablo nos ha dicho que para nuestra
debilidad (que está ahí y la experimentamos) contamos “con la fuerza del
Espíritu que intercede a favor nuestro”.
Pero es el evangelio, en la línea de las parábolas del Reino,
que comenzamos el pasado domingo, donde mediante tres breves parábolas, y
principalmente en la conocida como la del “trigo y la cizaña”, se nos ofrecen
pautas de actuación frente a esta contrastada coexistencia del bien y del mal.
La gran lección de la parábola del trigo y la cizaña es que
frente a las impaciencias de querer arrancar el mal cuanto antes, existe la
serenidad de saber esperar y de saber respetar los tiempos y los ritmos de las
personas; frente a la arrogancia de la intolerancia, está la actitud de saber
comprender; y frente al camino fácil de recurrir a la violencia física o moral,
está la fuerza del diálogo y el razonamiento. Y así tendrá que ser el estilo de
los hijos e hijas de Dios. No podemos constituirnos en jueces en lugar de Dios,
que como nos ha dicho el salmo: “Es clemente y misericordioso, lento a la
cólera, rico en piedad y leal”.
Frecuentemente, la teoría la tenemos clara, pero tendemos a
pensar que con lo que acabamos de decir no hay bastante, o sea, que con dejar
pasar el tiempo y con el diálogo, no se consigue casi nada, porque la fuerza
del mal es tan grande y obstinada, que la buena voluntad o las buenas acciones
de unos cuantos no pueden contrarrestarla.
Las dos breves parábolas que hemos escuchado también en el
evangelio de hoy (la del grano de mostaza, y la de la levadura en medio de la
harina) pretenden darnos a entender que las realidades que en definitiva nos
hacen continuar luchando y soñando, son siempre realidades muy simples y
pequeñas. Por ejemplo, una palabra de ánimo, una sonrisa, una amistad, un
encuentro gozoso, un trabajo bien hecho, y tantas otras, pequeñas y humildes
realidades. Porque estas cosas, mantenidas con constancia, consiguen grandes
resultados. Un grano de mostaza es una semilla pequeña y humilde, pero muy
fecunda (llega a ser un árbol). Una onza de levadura, en medio de la masa,
puede fermentarla y transformarla.
No hay que olvidar nunca que la construcción del reino es la
construcción de una utopía. El reino de paz, amor y justicia es una perspectiva
lejana en este mundo, pero una perspectiva posible.
Nuestro modelo que imitar es la paciencia de Dios. El siempre
da tiempo. Y cuántas veces las apariencias engañan: quien parece perder, gana;
y quien gana y parece ganador, pierde.
ENTRA EN TU INTERIOR
COMO FERMENTO
Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando
de trasformar el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle. La
gente esperaba algo más espectacular: ¿dónde están las «señales del cielo» de
las que hablan los escritores apocalípticos? ¿Dónde se puede captar el poder de
Dios imponiendo su reinado a los impíos?
Jesús tuvo que enseñarles a captar su presencia de otra
manera. Todavía recordaba una escena que había podido contemplar desde niño en
el patio de su casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la
víspera del sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería
ahora la actuación maternal de Dios introduciendo su «levadura» en el mundo.
Con el reino de Dios sucede como con la «levadura» que una
mujer «esconde» en la masa de harina para que «todo» quede fermentado. Así es
la forma de actuar de Dios. No viene a imponer desde fuera su poder como el
emperador de Roma, sino a trasformar desde dentro la vida humana, de manera
callada y oculta.
Así es Dios: no se impone, sino trasforma; no domina, sino
atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como «levadura»
que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde,
pero con fuerza trasformadora.
Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta
sociedad como «desde fuera» tratando de imponernos para dominar y controlar a
quienes no piensan como nosotros. No es ésa la forma de abrir camino al reino
de Dios. Hemos de vivir «dentro» de la sociedad, compartiendo las
incertidumbres, crisis y contradicciones del mundo actual, y aportando nuestra
vida trasformada por el Evangelio.
Hemos de aprender a vivir nuestra fe «en minoría» como
testigos fieles de Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o
político, sino más humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser
fermento de un mundo más humano.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
A nivel personal: siempre el Reino obra dentro de nosotros,
lo cual nos obliga a mirarnos dentro, pues desde ahí nos invita a crecer. No es
lo que hacemos lo que tiene valor, sino con qué sentido y actitud hacemos las
cosas. Haz, Señor, que nuestro crecimiento nazca del interior, para que no nos
quedemos solo en hojas sin dar frutos.
A nivel pastoral: es posible que hasta ahora la Iglesia haya
desplegado una actividad grande de por sí, pero no enfoca según la óptica del
Reino. Una pastoral del Reino debe buscar penetrar en el interior del mundo,
más que dominarlo desde fuera; se ofrece como energía para el crecimiento, no
como un juez que controla desde fuera; no se cierra en un círculo de elegidos,
sino que se difunde en la gran masa para ser su fermento. Es una acción que
tiende a morir a sí misma, ya que es medio para que otros crezcan. Haz, Señor,
que sepamos morir a nosotros mismos y que seamos sensibles al sufrimiento de
nuestros hermanos.
Con esta luz, deberíamos revisare todo el quehacer pastoral
de nuestras comunidades: ¿Somos camino para que el Reino penetre entre los
hombres, o desplegamos una acción paralela en función de otros objetivos?
¿Respetamos la metodología de Dios o nos apoyamos en una metodología humana:
¿la del éxito inmediato, la del número, la del prestigio, etc?
Descubramos a raíz de las parábolas de Jesús cómo obra Dios,
cuál es su manera de proceder en el mundo y con los hombres, y adaptémonos a su
esquema si queremos hacer auténtica obra evangelizadora.
ORACIÓN
Señor, ayúdanos a admitir la lentitud y la diversidad, y a no
perder la capacidad de trabajar con las personas en el tiempo y con el tiempo.
Que nunca dejemos de ser utópicos.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco (FANO)
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