“Salió el sembrador a
sembrar…”
12 DE JULIO
XV DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO (A)
1ª Lectura: Isaías
55,10-11
La lluvia hace germinar
la tierra.
Salmo 64
La semilla cayó en
tierra buena, y dio fruto.
2ª Lectura: Romanos
8,18-23
La creación expectante
está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 13,1-23
(Los textos entre [ ]
corchetes, tanto en este domingo como en los siguientes,
pueden suprimirse por
razones pastorales)
“Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al
lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la
gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: -Salió
el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron
los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas
tenía tierra, y como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero en
cuando salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó
entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio
grano: unos, cientos; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que
oiga. [Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: - ¿Por qué hablas en
parábolas? Él les contestó: -A vosotros se os ha concedido conocer los secretos
del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá
de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo
en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se
cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender;
miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo,
son duros de oído, han cerrado los ojos, para no ver con los ojos, ni oír con
los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.”
Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que
muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y
oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del
sembrador: si uno escucha la Palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno
y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del
camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la
acepta en seguido con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en
cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumben. Lo sembrado
entre zarzas significa el que escucha la Palabra, pero los afanes de la vida y
la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en
tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; éste dará fruto
y producirá ciento, o sesenta, o treinta por uno.]
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a
orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que
debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en
la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de
parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del
camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había
mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero
cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las
ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas
cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!".
[Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por
qué les hablas por medio de parábolas?".
Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido
conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá
en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran
y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que
dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido,
tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y
sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los
cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven;
felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver
lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del
sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la
comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su
corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre
que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja
echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una
persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre
que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las
riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que
escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta,
ya treinta por uno".]
REFLEXIÓN
Este domingo, y los dos próximos, escucharemos en la lectura
del evangelio el capítulo 13 de san Mateo, que contiene las llamadas parábolas
del Reino, un conjunto de textos que explican el talante y el estilo que han de
presidir este Reino, este proyecto de Dios sobre el mundo. Relacionando los
tres domingos, podremos captar plenamente la música de fondo de este Reino.
En relación con las lecturas de hoy, las palabras del profeta
Isaías “como la lluvia y la nieve empapan la tierra, la fecundan y la hacen
germinar, así será la palabra que salga de mi boca”, nos introduce en la
principal reflexión que se nos propone este domingo, y que consiste en la
necesidad de no limitarse a escuchar y recibir la palabra de Dios, sino de
traducirla en obras en nuestra vida. La parábola del sembrador va en esta misma
línea, y aunque es cierto que de toda la semilla sembrada, gran parte no dará
fruto, otra sí que fructifica, ”como treinta, como sesenta, o como cien”.
Por otra parte, la
carta de san Pablo a los cristianos de Roma nos ha urgido a colaborar, “con los
primeros frutos de la cosecha”, a la liberación de todo el universo creado,
mediante nuestra propia liberación y la liberación de los demás.
Pero profundicemos un poco más en el comentario del
evangelio, como punto central de nuestra flexión. La enseñanza de la parábola
del “sembrador que sale a sembrar” podemos contemplarla desde una doble
perspectiva: una propia y personal, como campos que somos, sembrados por la
semilla de la Palabra de Dios; y otra, como sembradores colectivos, como
evangelizadores, que estamos llamados a la vez a transmitir y sembrar esta
semilla en el mundo por nuestro compromiso bautismal.
Es preciso advertir que, en principio, esta parábola parece,
a primera vista, la constatación de un gran fracaso, tanto por parte de la
recepción y disponibilidades del campo, como por parte del trabajo de los
sembradores, ya que es muy poco la semilla que da fruto, sin embargo, hay que
decir que, simultáneamente, la parábola es un gran canto a la esperanza, porque
nos dice que sigue habiendo campos donde la semilla arraiga y da frutos que
ilusionan, y, consecuentemente, que siguen existiendo también sembradores que
son buenos instrumentos de Dios, que saben encontrar la tierra propicia.
¿Cuáles son los elementos destructores que anulan e impiden
hoy la fecundidad de la Palabra de Dios en las personas y a nuestro alrededor?
Los intereses personales, la vida ajetreada, las cobardías, los miedos, los
desánimos… y por parte de los sembradores, el desconocimiento de los terrenos,
las impaciencias, las faltas de respeto al ritmo de las personas, las
imposiciones…
Cuidado, con todo, con esa necesidad de dar fruto, porque
esta expresión bíblica no es necesariamente, ni únicamente, sinónimo de
eficacia, sino que significa responder de manera positiva al proyecto de Dios.
No se nos piden triunfos, sino seguir luchando y trabajando para ser fieles a
este proyecto.
ENTRA EN TU INTERIOR
TENER OÍDOS Y NO OÍR
Las parábolas de Jesús han cautivado siempre a sus
seguidores. Los evangelios han conservado cerca de cuarenta. Seguramente, las
que Jesús repitió más veces o las que con más fuerza se grabaron en el corazón
y el recuerdo de sus discípulos. ¿Cómo leer estas parábolas? ¿Cómo captar su
mensaje?
Mateo nos recuerda antes que nada que las parábolas han sido
«sembradas» en el mundo por Jesús. «Salió Jesús de su casa» a enseñar su
mensaje a la gente, y su primera parábola comienza precisamente así: «Salió el
sembrador a sembrar». El sembrador es Jesús. Sus parábolas son una llamada a
entender y vivir la vida tal como la entendía y vivía él. Si no sintonizamos
con Jesús, difícilmente entenderemos sus parábolas.
Lo que Jesús siembra es «la palabra del Reino». Así dice
Mateo. Cada parábola es una invitación a pasar de un mundo viejo, convencional
y poco humano a un «país nuevo», lleno de vida, tal como lo quiere Dios para
sus hijos e hijas. Jesús lo llamaba «reino de Dios». Si no seguimos a Jesús
trabajando por un mundo más humano, ¿cómo vamos a entender sus parábolas?
Jesús siembra su mensaje «en el corazón», es decir, en el
interior de las personas. Ahí se produce la verdadera conversión. No basta
predicar las parábolas. Si el «corazón» de la Iglesia y de los cristianos no se
abre a Jesús, nunca captaremos su fuerza transformadora.
Jesús no discrimina a nadie. Lo que ocurre es que a los que
son «discípulos» y caminan tras sus pasos Dios les da a «conocer los secretos
del Reino». A los demás no. Los discípulos tienen la clave para captar las
parábolas; su conocimiento del proyecto de Dios será cada vez más profundo.
Pero los que no dan el paso, y viven sin hacer la opción por Jesús no entienden
su mensaje, y lo poco que escuchan lo terminan perdiendo.
Nuestro problema es terminar viviendo con el «corazón
embotado». Entonces sucede algo inevitable. Tenemos «oídos», pero no escuchamos
ningún mensaje. Tenemos «ojos», pero no miramos a Jesús. Nuestro corazón no
entiende nada. ¿Cómo se siembra el evangelio en nuestras comunidades
cristianas? ¿Cómo despertamos entre nosotros la acogida al Sembrador?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
La tarea de sembrar nuestro propio campo y de ser sembradores
de los demás no es una tarea de un día, sino de toda la vida. Los triunfos
espectaculares y rápidos no llegan fácilmente, sino más bien al contrario: son
siempre el resultado de un largo esfuerzo, y por supuesto de la oración.
Dios continúa sembrando su Palabra a lo largo de la historia
y no dejará de hacerlo. Las cosas, seguramente, no salen a la medida de
nuestros deseos, pero las personas son las que son y no las que nosotros
quisiéramos que fueran. El sembrador de la parábola comprueba que sólo consigue
el cien por uno una proporción pequeña de la semilla, mientras que nosotros
quisiéramos conseguirlo siempre.
ORACIÓN
Señor que bajas como una lluvia para fecundar y hacer
germinar la semilla del Reino, que encuentres en nosotros un corazón bien
dispuesto.
Que las preocupaciones diarias no sea un obstáculo insalvable
para nuestra vida interior.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco (FANO)
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