“Id y haced discípulos
de todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo...”
24 DE MAYO
VII DOMINGO DE PASCUA
SOLEMNIDAD DE LA
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
JORNADA MUNDIAL DE LAS
COMUNICACIONES SOCIALES
1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 1,1-11
Se fue elevando a la
vista de sus apóstoles.
Salmo 46
Entre voces de júbilo,
Dios asciendo a su trono. Aleluya.
2ª Lectura: Efesios
1,17-23
Lo hizo sentar a su
derecha en el cielo.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo 28,16-20
“Los once discípulos fueron a Galilea al monte donde
Jesús los había citado.
Al verlo se postraron ante él, los mismos que habían
dudado.
Jesús se acercó y les habló así:
- Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la
tierra. Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos para
vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enseñadles a guardar todo
lo que os mandé; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta
edad.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios.
“En aquel tiempo, los once discípulos fueron a
Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo,
algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo
poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he
mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
REFLEXIÓN
La Ascensión del Señor, quiere significar: cercanía al Padre,
igualdad de poder y de gloria.
Pero en vez de Ascensión podríamos hablar de comunión. Que
Jesucristo suba al Padre quiere decir que se abraza en comunión perfecta con el
Padre. El Padre y yo somos uno, decía Jesús. Pero aquí se añade la dimensión
humana del Hijo, que vive también en comunión trinitaria.
En la Ascensión se destaca la glorificación de la naturaleza
humana, divinizada de Jesucristo. El Hijo de Dios se despojó del manto divino
para asumir la humanidad y vivir entre los hombres.
Y ahora, en la Ascensión, el Hijo del Hombre se adorna con el
manto de Dios para vivir eternamente en Él. Lo humano y lo divino se suman, no
se contrarrestan. Dios se ha hecho hombre, el hombre se ha hecho Dios.
La realización plena de este dinamismo se encuentra en
Jesucristo. Pero alcanza de una manera u otra a todos los hombres. Dios se hizo
hombre. Pero el misterio de la encarnación se prolonga indefinidamente.
Dios se hizo hombre en el hijo de María, pero se sigue
haciendo hombre en los pobres, en los enfermos, en todos los que sufren. Se
hace hombre en los hermanos, en todos los que están llamados a ser hermanos.
Dios se humaniza en el amor humano. En los que se quieren, en
los que viven en común, en los que rezan en común, en los que tienen entrañas
de misericordia.
Dios se humaniza en los que creen en Jesús y guardan su
palabra, en los que se dejan guiar por el Espíritu, en los que transforman sus
vidas viviendo en Jesucristo.
Y el hombre se hace Dios. Hay una semilla divina en todo ser
humano, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Esta semilla debe
desarrollarse en plenitud.
Es camino de salir de sí, de no vivir para sí, sino en
relación solidaria, en comunión.
Jesús sube al cielo.
El cielo no es un lugar, sino una manera de estar, otra
manera de ser. El cielo está donde se vive y cuando se vive en amor. El cielo
es experimentar la presencia de Dios.
Hay fuerzas que nos ayudan a llegar al cielo:
El deseo, hijo del amor y de la esperanza.
La oración, que es diálogo y encuentro, que es apertura a
Dios.
El servicio desinteresado y alegre, que es un camino directo
hacia Dios.
La pobreza, para aligerar el equipaje.
El esfuerzo, para poder llegar a la cima.
La fortaleza, para superar los caminos y los momentos
oscuros.
La misericordia, para aprender a sentir como Dios.
Todo se resume en el amor como nos recuerda la oración
litúrgica: “Tú que por el camino del amor descendiste hasta nosotros, haz que
nosotros por el mismo camino ascendamos hasta ti”.
Alguien dijo que uno no está donde está sino donde ama, donde
tiene su corazón. Así de sencillo, pero así de verdad y así de gratificante.
Uno está más donde anhela, donde piensa, donde sufre, donde
suspira, donde quiere, donde ama.
Y esto que es verdad ahora, es más verdad cuando se vive más
en el Espíritu. Porque el Espíritu, que es amor, está donde ama y donde le
aman.
Salimos ganando con la Ascensión del Señor:
Porque nos garantiza su presencia: “ánimo, no temáis…”
Porque está más dentro de nosotros, en mayor intimidad.
Porque puede estar con todos nosotros, sin limitación de
espacio.
Porque puede estar siempre con nosotros, sin limitación de
tiempo.
Porque está con nosotros en su Espíritu, la presencia más
lograda y más rica. Es una presencia divina que acompaña y transforma. Es como
si el mismo Cristo viviera en nosotros, hasta convertirnos en otros Cristos.
Presencia dinámica y transformadora.
Porque está con nosotros en su Palabra, presencia que se
convierte en luz para el camino.
Porque está con nosotros en el pan partido y en los
sacramentos, presencia real, que acompaña, consuela, fortalece y alimenta.
Porque está con nosotros en los hermanos, en los que le
recuerdan y le aman, en los que comulgan, en los que se unen, en los que se
comprometen.
Porque está con nosotros en los enfermos, en los pobres y en
los que sufren, presencia ardiente, llagas dolorosas del cuerpo del Señor
Jesús.
Jesús está presente en el hombre. ¿Qué tú no lo ves? Es
porque te falta fe y te falta amor. Grita como el ciego de nacimiento: “Señor,
que pueda ver, Señor, que pueda verte”.
ENTRA EN TU INTERIOR
ESCUELA DE JESÚS
La situación que se vive hoy en nuestras comunidades cristianas
no es nada fácil. En nuestro corazón de seguidores de Jesús surgen no pocas
preguntas: ¿dónde reafirmar nuestra fe en estos tiempos de crisis religiosa?
¿qué es lo importante en estos momentos? ¿qué hemos de hacer en las comunidades
de Jesús? ¿hacia dónde hemos de orientar nuestros esfuerzos?
Mateo concluye su relato evangélico con una escena de
importancia excepcional. Jesús convoca por última vez a sus discípulos para
confiarles su misión. Son las últimas palabras que escucharán de Jesús: las que
han de orientar su tarea y sostener su fe a lo largo de los siglos.
Siguiendo las indicaciones de las mujeres, los discípulos se
reúnen en Galilea. Allí había comenzado su amistad con Jesús. Allí se habían
comprometido a seguirlo colaborando en su proyecto del reino de Dios. Ahora
vienen sin saber con qué se pueden encontrar. ¿Volverán a verse con Jesús
después de su ejecución?
El encuentro con el Resucitado no es fácil. Al verlo llegar,
los discípulos «se postran» ante él; reconocen en Jesús algo nuevo; quieren
creer, pero «algunos vacilan». El grupo se mueve entre la confianza y la
tristeza. Lo adoran pero no están libres de dudas e inseguridad. Los cristianos
de hoy los entendemos. A nosotros nos sucede lo mismo.
Lo admirable es que Jesús no les reprocha nada. Los conoce
desde que los llamó a seguirlo. Su fe sigue siendo pequeña, pero a pesar de sus
dudas y vacilaciones, confía en ellos. Desde esa fe pequeña y frágil anunciarán
su mensaje en el mundo entero. Así sabrán acoger y comprender a quienes a lo largo
de los siglos vivirán una fe vacilante. Jesús los sostendrá a todos.
La tarea fundamental que les confía es clara: «hacer
discípulos» suyos en todos los pueblos. No les manda propiamente a exponer
doctrina, sino a trabajar para que el mundo haya hombres y mujeres que vivan
como discípulos y discípulas de Jesús. Seguidores que aprendan a vivir como él.
Que lo acojan como Maestro y no dejen nunca de aprender a ser libres, justos,
solidarios, constructores de un mundo más humano.
Mateo entiende la comunidad cristiana como una "escuela
de Jesús". Seremos muchos o pocos. Entre nosotros habrá creyentes
convencidos y creyentes vacilantes. Cada vez será más difícil atender a todo
como quisiéramos. Lo importante será que entre nosotros se pueda aprender a
vivir con el estilo de Jesús. El es nuestro único Maestro. Los demás somos
todos hermanos que nos ayudamos y animamos mutuamente a ser sus discípulos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Queda todavía mucho, muchísimo por hacer. Jesús necesita de
todos nosotros. No ha llegado aún el momento del descanso. Ofrécele al Señor
todo lo que puedas: quizá sólo sea una oración o un dolor o una palabra o un
servicio o un gesto de solidaridad y comunión. Todo vale, con tal de que sea
hecho en el Espíritu. Es el momento de tu compromiso. No podemos quedarnos
mirando al cielo cuando hay tanto que hacer en la tierra. No podemos rezar
“venga tu Reino”, si no ponemos nuestro esfuerzo para que la sociedad cambie.
No podemos esperar “un cielo nuevo y una tierra nueva”, si no hacemos algo por
conseguirlo.
Hoy, litúrgicamente, se apaga el cirio que nos ha iluminado
durante toda la cincuentena pascual. Eso significa que cada uno de nosotros
tiene que ser una pequeña antorcha que ilumine y encienda al mundo.
ORACIÓN
Concédenos, Señor, Dios todopoderoso, rebosar de santa
alegría y, gozosos, elevar a ti fervorosas gracias ya que la ascensión de
Cristo, tu Hijo, es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, que es
nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros, que somos su cuerpo.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Dibujos de Patxi
Velasco (FANO)
No hay comentarios:
Publicar un comentario