“El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama;
al que me
ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me
revelaré a él. “
17 DE MAYO
VI DOMINGO DE PASCUA
1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 8,5-8,14-17
Les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo
Salmo 65
Las obras del Señor son admirables.
2ª Lectura: 1 Pedro 3,15-18
Murió en su cuerpo y resucitó glorificado
EVANGELIO DEL DÍA
Juan 14,15-21
“En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
-«Si me amáis, guardaréis
mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté
siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo,
porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con
vosotros y está con vosotros.
No os dejaré huérfanos,
volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y
viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre,
y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los
guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me
revelaré a él. “
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos:
"Si ustedes me aman,
cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él
les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes:
el Espíritu de la Verdad, a
quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en
cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos,
volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya
no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
Aquel día comprenderán que
yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que recibe mis
mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por
mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él".
REFLEXIÓN
“Si me amáis, cumpliréis los
mandamientos míos”. Quien no ama a los demás no puede amar a Jesús, ni a Dios.
Los mandamientos pierden su
carácter de imposición; son exigencia interna del amor. No se trata de una
obediencia a normas externas, sino manifestación de un impulso interior. Si
conserva el nombre de “mandamientos” es para oponerlos a la “Ley”.
En el capítulo anterior había
hablado de “el mandamiento nuevo”, uno solo. Las “exigencias” no son
obligaciones impuestas desde fuera, sino respuesta del amor a las necesidades
del hombre en cada caso.
Para Juan, “el pecado del
mundo” era uno: la opresión, que después se manifiesta en toda clase de injusticias. El “amor” es también único, que
se despliega en toda clase de solidaridad y entrega a los demás.
Cuando Jesús dice que el Padre
mandará otro defensor, no está hablando de una realidad distinta de lo que él
es o de lo que es Dios. Está hablando de una nueva manera de relacionarse con
los que le aman, que será mucho más cercana y efectiva que su presencia física
durante su vida terrena.
Primero dice que mandará al
Espíritu de la verdad, después que él volverá para estar con ellos, y por fin
que el Padre y él vendrán y se quedarán. Esto significa que se trata de una
realidad múltiple y a la vez una, Dios.
“El Espíritu de la verdad”.
Verdad y lealtad, pone la verdad en conexión con la fidelidad, es decir con el
amor.
El Espíritu que es la verdad.
Jesús acaba de decir que él era la verdad. Sobre Dios porque manifiesta su
amor. Sobre el hombre porque le descubre la posibilidad máxima de ser.
“El mundo” es aquí el orden
injusto que profesa la mentira, la falsedad. El mundo propone como valor lo que
merma o suprime la vida del hombre. Lo contrario de Dios.
Los discípulos tienen ya
experiencia del Espíritu, pero será mucho mayor cuando esté en ellos como
principio dinámico interno.
El mundo dejará de verme; vosotros,
en cambio, me veréis, porque yo tengo vida y también vosotros la tendréis. La
profundidad del mensaje puede dejarnos en lo superficial de la letra. “Dejará
de verme” y “me veréis”, no hace referencia a la visión física. No se trata de
verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles vida.
Esta idea es clave para
entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque hasta ahora
sólo lo ha visto corporalmente. Ellos que lo verán de una manera nueva, lo
seguirán viendo y aún con mayor claridad.
Se describe en términos de
visión la comunión de vida con él. Los discípulos participarán de su vida,
porque participan de su Espíritu.
“Aquel día experimentaréis que
yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros”. Esa
vida que Jesús les comunica es la misma Vida de Dios; o mejor, Dios que es
Vida. Es una experiencia de unidad e integración. Es una comunión de ser entre
Dios y el hombre. Por eso, al amar ellos, es el mismo Dios quien ama.
“Uno que me ama cumplirá mi
mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos a
vivir con él”. Repite lo ya dicho: Su mensaje es el del amor al hombre y no el
del sometimiento. La presencia de Jesús y Dios se experimenta como una cercanía
interior, no externa.
No será sólo una experiencia
interior; el amor manifestado hará visible esa presencia. La “presencia” sería
una característica de los tiempos mesiánicos (Ez 37,26) (Zac 2,14).
“Os dejo dichas estas cosas
mientras vivo con vosotros”. Una vez más se hace referencia a la partida. Les
acaba de exponer el plan de Dios para el hombre, lo irán comprendiendo poco a
poco. Estos textos están escritos a finales del siglo I.
“El Espíritu Santo, que
enviará el Padre por causa mía, él os lo irá enseñando todo, recordándoos todo
lo que yo os he expuesto.” La total comprensión de lo que les ha dicho, llegará
por la ayuda del Espíritu. Esta era la experiencia de las primeras comunidades.
Mientras el Espíritu no nos
separe del mundo, no podemos comprender el mensaje de Jesús. De ahí tantas
conclusiones equivocadas de los discípulos cuando vivían con Jesús, por esa
falta de Experiencia. Será un valedor interior, a diferencia de Jesús que lo
era externo.
Cuando Jesús afirma:
“vendremos a él y haremos morada en él”, no quiere decir que será huésped
nuestro, es una realidad mucho más profunda e íntima. Se trata de la misma
realidad que él vivió con relación a Dios.
Jesús vivió una identificación
con Dios que no podemos expresar con palabras. "Yo y el Padre somos
uno." A esa misma identificación estamos llamados nosotros.
Hacernos una cosa con Dios,
que es espíritu y que no está en nosotros como parte alícuota de un todo que
soy yo, sino como fundamento de mi ser, sin el cual nada puede haber de mí.
Esa presencia de Dios en mí no
altera para nada mi individualidad. Yo soy totalmente yo, y totalmente (de)
Dios. El vivir esta realidad es lo que constituye la plenitud del hombre. En
esto consiste todo el mensaje de Jesús. Descubrir y vivir esa presencia es
nuestra tarea como cristianos, es decir, como seguidores de Cristo. Es también
el objetivo del hombre, porque todos estamos llamados a alcanzar esa misma
meta.
ENTRA
EN TU INTERIOR
EL
ESPÍRITU DE LA VERDAD
Jesús se está despidiendo de
sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién
podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha
defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les
ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.
Jesús les habla
apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo pedirá al
Padre que no los abandone, que les dé “otro defensor” para que “esté siempre
con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas
palabras de Jesús?
Este “Espíritu de la verdad”
no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los
libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía. Es algo mucho más
profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en nosotros”. Es aliento,
fuerza, luz, amor... que nos llega del misterio último de Dios. Lo hemos de
acoger con corazón sencillo y confiado.
Este “Espíritu de la verdad”
no nos convierte en “propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a
otros nuestra fe ni para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos
huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo
y viviendo su Evangelio.
Este “Espíritu de la verdad”
no nos hace tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer
no es disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del
Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.
Este “Espíritu de la verdad”
está en el interior de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos
puede apartar de Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un
Dios, Amigo de la vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está
lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz”. Es cierto.
Este “Espíritu de la verdad”
nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de una sociedad donde con
frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la explotación, negocio; a la
irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden establecido; a la
arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad...
¿Qué sentido puede tener la
Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu
de la verdad”? ¿Quién podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la
mediocridad generalizada? ¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una
sociedad tan necesitada de aliento y esperanza?
José Antonio Pagola
ORA
EN TU INTERIOR
PETICIONES
DESOÍDAS
Yo había pedido a Dios poder
para ser amado. Y ME HE ENCONTRADO CON EL AMOR PARA NO NECESITAR SER PODEROSO.
Yo le había pedido la salud
para hacer grandes cosas. Y ME HE ENCONTRADO CON LA ENFERMEDAD PARA HACERME
GRANDE.
Yo le había pedido la riqueza
para ser feliz. Y ME HE ENCONTRADO CON LA FELICIDAD PARA PODER VIVIR EN LA
POBREZA.
Yo le había pedido leyes para
dominar a otros. Y ME HE ENCONTRADO LIBERTAD PARA LIBERARLOS.
Yo le había pedido admiradores
para estar rodeado de gente. Y ME HE ENCONTRADO AMIGOS PARA NO ESTAR SOLO.
Yo le había pedido dinero para
comprar cosas. Y ME HE ENCONTRADO PERSONAS PARA COMPARTIR MI DINERO.
Yo le había pedido milagros
para creer. EL ME HA DADO FE PARA HACER MILAGROS.
Yo le había pedido una
religión para ganarme el cielo. ÉL SOLO ME HA DADO SU HIJO PARA ACOMPAÑARME POR
LA TIERRA.
Yo le había pedido de todo para gozar de la vida. ÉL ME HA DADO LA
VIDA PARA QUE GOCE DE TODO.
Yo le había pedido ser un
dios. EL SOLO PUDO HACERME HOMBRE.
José Antonio
García-Monge
ORACIÓN
Dios todopoderoso, concédenos
continuar celebrando con incansable amor estos días de tanta alegría en honor
del Señor resucitado, y que los misterios que hemos venido celebrando se
manifiesten siempre en nuestras obras.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
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