“Mientras estoy en el
mundo, yo soy la luz del mundo”
22 DE MARZO
CUARTO DOMINGO DE
CUARESMA
DOMINGO LAETARE
COLOR LITÚRGICO: MORADO
1ª Lectura: 1 Samuel
16,1b.6-7.10-13ª
Salmo 22
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
2ª Lectura: Efesios
5,8-14
Levántate de entre los
muertos y Cristo será tu luz.
PALABRA DEL DÍA
Juan 9,1-41
“En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego
de nacimiento. Entonces dijo: -Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del
mundo. Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó
en los ojos al ciego, y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó y volvió
con vista. Y los vecinos preguntaban: -¿No es éste el que se sentaba a pedir?
Unos decían: Es el mismo. Y otros. No es él, pero se le parece. El respondía:
Yo soy. Entonces llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado
el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le
preguntaban cómo había adquirido la vista. El les contestó: -Me puso barro en
los ojos, me lavé, y veo. Algunos de los fariseos comentaban: -Este hombre no
viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: -¿Cómo puede un
pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Volvieron, pues a
preguntarle al ciego: -Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él
contestó: -Que es un profeta. Ellos le dijeron: -Confiésalo ante Dios: nosotros
sabemos que ese hombre es un pecador. Él contestó: -Si es un pecador, no lo sé;
sólo sé que yo era ciego y que ahora veo. Le preguntaron de nuevo: -¿Qué te
hizo, cómo se abrió los ojos? Les contestó: -Os lo he dicho ya y no me habéis
hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez ¿También vosotros queréis haceros
discípulos suyos? Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: -discípulo de
ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a
Moisés le habló Dios, pero -ese no sabemos de dónde viene. Replicó él: -Pues
eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha
abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es
religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos
a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron: -En pecado naciste de
pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron. Oyó
Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -¿Crees en el Hijo del
hombre? Él contestó: -¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo:
-Lo estás viendo: el que te está hablando ése es. Él dijo: -Creo, Señor. Y se
postró ante él”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En aquel tiempo, Al pasar, vio a un hombre ciego de
nacimiento.
Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién
ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?".
"Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús;
nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió,
mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del
mundo".
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo
barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego,
diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de
Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al
regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar,
se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?".
Unos opinaban: "Es el mismo". "No,
respondían otros, es uno que se le parece". El decía: "Soy realmente
yo".
Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los
ojos?".
El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo
barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me
lavé y vi".
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El
respondió: "No lo sé".
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los
ojos.
Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había
llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y
veo".
Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de
Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un
pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre
ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué
dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un
profeta".
Sin embargo, los judíos no querían creer que ese
hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus
padres
y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes,
el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?".
Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro
hijo y que nació ciego,
pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos,
no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta".
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya
se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a
Jesús como Mesías.
Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad,
pregúntenle a él".
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido
ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es
un pecador".
"Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé
es que antes yo era ciego y ahora veo".
Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te
abrió los ojos?".
El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me
han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren
hacerse discípulos suyos?".
Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás
discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!
Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de
donde es este".
El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso:
que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí
al que lo honra y cumple su voluntad.
Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a
un ciego de nacimiento.
Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer
nada".
Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de
pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al
encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?".
El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en
él?".
Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te
está hablando".
Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se
postró ante él.
Después Jesús agregó: "He venido a este mundo
para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven".
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le
dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?".
Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos,
no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".
REFLEXIÓN
El Evangelio de S. Juan nos habla de la sed o del hambre o de
la ceguera, no sólo en el sentido primario, sino en un sentido espiritual, y
desde esas realidades humanas nos presenta a Jesús como respuesta salvadora, el
que puede saciar nuestra hambre y nuestra sed, el que vino como luz para curar
nuestras cegueras. Lo hace con signos y palabras. Multiplica los panes para
decir: yo soy el pan; pide de beber para decir: yo tengo el agua; cura al ciego
para decir: yo soy la luz.
La sed, el hambre, la ceguera son símbolos universales, como
lo son el agua, el pan, la luz, todos cargados de fuerza, de belleza y
contenido.
El encuentro, no fue un encuentro casual. Tampoco fue una
iniciativa del ciego. Su ceguera era tan honda que no sólo le impedía ver, sino
incluso el deseo de ver. Hay muchos ciegos que se instalan en su situación,
quizá la mayoría.
El que toma la iniciativa es Jesús. Él es la luz del mundo y
su misión no es otra que luchar contra las tinieblas. Por eso al pasar Jesús
vio a un hombre ciego de nacimiento. No será una mirada cualquiera, sino una
mirada divina, hecha de misericordia y gracia. Este encuentro del ciego con
Jesús, de las tinieblas con la luz, es algo simbólico y la acción resultante no
será un milagro cualquiera, sino un signo mesiánico, una catequesis sobre la
iluminación, su proceso y exigencia; y se nos ofrece también el contrasigno, la
falta de respuesta, que imposibilita toda salvación.
El proceso de la curación es, decimos, una hermosa
catequesis. Se da primero una reflexión sobre el porqué y el para qué de la
ceguera. No es cosa del pecado, sino de la gracia; no es castigo, sino
bendición. Esta mirada en positivo podíamos aplicarla a todo.
El barro. Inexplicable medicina. No aceite o colirio o
aquella hiel de pez, que utilizó Tobías,
sino barro, algo feo y oscuro. Es para sacar al ciego de su conformismo,
es para provocarle el deseo de ser lavado, de ser curado. El milagro sólo es
posible si se desea fuertemente. Dios suele llevar al culmen de la negatividad
para que el hombre grite su desesperación y para que brille el culmen de la
misericordia. “El abismo invoca al abismo” (Sal 41,8), el abismo de la miseria
al abismo de la misericordia. Podemos recordar los casos más conocidos, como el
de Abraham, el de la Magdalena, el de Saulo, el de Agustín.
La piscina de Siloé es la necesidad de poner un medio humano,
algo tiene el ciego que hacer. Lavarse los ojos, pero no es el hecho en sí,
sino la obediencia en la palabra, como le pasó a Naamán el sirio con Eliseo, o
sea, la fe. Ya se explica que no era una piscina cualquiera, sino del Enviado,
el Mesías. Era el agua del Espíritu. Será el agua del bautismo. Hay que lavarse
en la piscina de la Iglesia, pero con fe.
Se lavó y volvió con vista. Le iluminó ese hombre, se llama
Jesús, el Dios que verdaderamente salva, y “no hay bajo el cielo otro nombre
dado a los hombres por el que nosotros podamos salvarnos” (Hch 4,12). Fue
iluminado para que pudiera ver, para que pudiera creer.
Su fe fue progresiva, primero ve a Jesús como un hombre.
Después lo verá como un profeta: que es un profeta y que viene de Dios. Al fin
lo confesará postrado que es el Mesías. Y terminará sufriendo persecución por
dar testimonio de Jesús. Este ciego era un hombre pobre, humilde, dócil, pero
era valiente y libre, no calla ante los fuertes, no cede ante la persecución;
el ciego se convierte en un testigo, en un hijo de la luz. Un buen ejemplo para
todos: seamos luz, sobre todo viviendo en el amor, porque “el que ama a su
hermano permanece en la luz” (1 Jn 2,10).
ENTRA EN TU INTERIOR
CAMINOS HACIA LA FE
El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente
"La curación del ciego de nacimiento", pero es mucho más, pues el
evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre
perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».
No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego
de nacimiento, que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No
la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida
transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.
Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado
que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza
curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé
y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su
vida.
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece
otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo
ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los
ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de
explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa:
que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo
que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese
hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús.
No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo
defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no
abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a
buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan.
Nadie se lo puede impedir.
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie
parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?»
¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser
expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está
dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: « ¿Y quién es, Señor,
para que crea en él?»
Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése
es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le
dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir
interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más
humilde.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
San Pablo, parafraseando a Jesús, que dijo: “El que me sigue
no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12), y
también: “Vosotros sois la luz del mundo… Así, pues, que brille vuestra luz
ante los hombres” (Mt 5,14-16), hoy nos ha recordado:
“En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
Caminad como hijos de la luz, sin tomar parte en las obras estériles de las
tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia… La luz denuncia a las
tinieblas y las pone al descubierto.”
No nos queda, pues, otra alternativa que llamarnos cristianos
denunciando a las tinieblas encarnadas dentro de nosotros y fuera de nosotros,
o renunciar al título de cristianos y a nuestro bautismo. Con orgullo los
primeros cristianos llamaban a los recién bautizados “los iluminados”, y bien
supo el imperio romano que esa palabra no era una simple metáfora. Eran
temibles aquellos hombres que caminaban con los ojos bien abiertos.
Por eso Pablo nos urge a salir de nuestro estado de
inconsciencia: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y
Cristo será tu luz”.
ORACIÓN
Si antes éramos tinieblas, ahora somos luz en el Señor.
Caminemos como hijos buscando lo que agrada al señor, sin tomar parte en las
obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia con
nuestra vida y nuestro compromiso bautismal.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi Velasco
FANO.
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