“Venid conmigo y os
haré pescadores de hombres.”
26 DE ENERO
III DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS
1ª Lectura: Isaías
8,23-9,3
Los que andaban en
tinieblas vieron una gran luz.
Salmo 26
El Señor es mi luz y mi
salvación
2ª Lectura: 1 Corintios
1,10-13.17
Que no haya divisiones
entre ustedes.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 4,12-23
“Al enterarse de que habían detenido a Juan, Jesús se
retiró a Galilea. Dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en
territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta
Isaías:
¡País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al
otro lado del Jordán, Galilea de los paganos! El pueblo que habitaba en
tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte
una luz les brilló (Is 8,2-9,1).
Desde entonces empezó Jesús a proclamar:
- Convertíos porque está cerca el Reino de Dios.
Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos:
a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando una red
de mano en el mar, pues eran pescadores. Les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando adelante vio a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de
Zebedeo, que estaban en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su
padre. Jesús los llamó. Inmediatamente
dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús fue recorriendo Galilea entera, enseñando en las
sinagogas de ellos, proclamando la buena noticia del reino y curando todo
achaque y enfermedad del pueblo.”
Versión para américa
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido
arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a
orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por
el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar,
país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran
luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una
luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar:
"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús
vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban
las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré
pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo
siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a
Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con
Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y
lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las
sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las
enfermedades y dolencias de la gente.”
REFLEXIÓN
Jesús, que va a recoger el testigo de Juan, deja el Jordán,
donde se dejó bautizar por el Bautista, y se va a Galilea. Mateo quiere
subrayar que Jesús vuelve solo a la “Galilea de los paganos”, porque
sencillamente, ése es el plan de Dios.
Jesús, dejando Nazaret, que no era más que una aldea, se
establece en Cafarnaún, ciudad fronteriza entre los territorios de Herodes
Antipas y de Filipo. Debía tener una guarnición romana, ya que se habla de un
centurión.
“Empezó Jesús a predicar diciendo: Arrepentíos, porque está
llegando el reino de los cielos”. Aquí coincide Jesús con la predicación de Juan
Bautista, que en el Jordán, llamaba a la conversión con estas mismas palabras.
El reino de los cielos es para Mateo una realidad futura que se manifestará en
el juicio de Dios. Es como si dijera: Salid al encuentro. Dios en persona se os
acerca. Él es un gran regalo para todos, porque viene cargado de vida. ¿No es
ésta la mejor noticia? Cambiad de mente y de corazón.
En cuanto a los textos del llamamiento, nos podemos imaginar
que la realidad no sería así. Sería un proceso un tanto prolongado. Le escucharían
por primera vez. Quedarían impresionados. Se sentirían atraídos a escucharle
más veces. Comentarían entre ellos el impacto producido por Jesús y su
enseñanza. Luego, por fin, tendrían ocasión de hablar con el Maestro, que
viendo su disposición, les haría el llamamiento.
A diferencia de Marcos
(3,16), Mateo menciona ya de entrada a Simón como Pedro. Y Jesús le llama a él
y a su hermano a dejar su trabajo y a ser pescadores de hombres.
Estas llamadas de Jesús son un recordatorio para nosotros de
que la vida cristiana es un seguimiento, cosa que parecemos olvidar
frecuentemente. Necesitamos proclamarlo alto: la vida cristiana es seguir a
Jesucristo. Es parecernos a Jesús en lo que creía, hablaba y hacía. Es dejarnos
conmover nuestras entrañas en contacto con la realidad doliente. Es esforzarnos
por tener la pasión de Jesús por el Padre y el hombre.
Junto con la enseñanza, está la acción sanadora de Jesús. De
igual modo, la vida de todo seguidor de Jesús deberá contar con estas dos
grandes realidades: la enseñanza, dejándonos impregnar por la Palabra de Dios y
anunciándola, y la acción sanadora, haciendo a todos el mayor bien que podamos.
Los dos aspectos son inseparables.
ENTRA EN TU INTERIOR
SEGUIDORES
Cuando Jesús se entera de que el Bautista ha sido encarcelado,
abandona su aldea de Nazaret y marcha a la ribera del lago de Galilea para
comenzar su misión. Su primera intervención no tiene nada de espectacular. No
realiza un prodigio. Sencillamente, llama a unos pescadores que responden
inmediatamente a su voz: "Seguidme".
Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está
el germen humilde de lo que un día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta por
vez primera la relación que ha de mantenerse siempre viva entre Jesús y quienes
creen en él. El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión
doctrinal, sino conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Creer
en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando
en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su
resurrección.
Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir
a Jesús, reduciendo nuestra fe a una afirmación dogmática o a un culto a Jesús
como Señor e Hijo de Dios. Sin embargo, el criterio para verificar si creemos
en Jesús como Hijo encarnado de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre
ni en adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo adora, quedándose personalmente
fuera, sin descubrir en él la exigencia a seguirle de cerca, no vive la fe
cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la
verdadera perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma
auténtica.
En el cristianismo actual vivimos una situación paradójica. A
la Iglesia no sólo pertenecen los que siguen o intentan seguir a Jesús, sino,
además, los que no se preocupan en absoluto de caminar tras sus pasos. Basta
estar bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer
oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.
Lo primero que hemos de escuchar de Jesús en esta Iglesia es
su llamada a seguirle sin reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones
que nos impiden caminar tras él. Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor
oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en dirección
hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en nuestras comunidades y grupos
cristianos de manera dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y
colaborando con él en humanizar la vida. Disfrutaremos de nuestra fe de manera
nueva.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Como creyentes, como discípulos de Jesús, necesitamos vivir
en un perenne estado de conversión; porque ésta es una tarea siempre inacabada,
de todo tiempo y para todos. Nunca estaremos suficientemente convertidos a los
valores del Reino. Son demasiados los intereses que nos tientan constantemente
a desvirtuar e incluso invalidar nuestra respuesta a la consigna del Señor:
"Convertíos y creed en la buena noticia". Este imperativo es buena
noticia de liberación, esperanza luminosa y transformante, empeño gozoso, don y
tarea que hemos de asumir responsable y alegremente con un estilo nuevo de
comportamiento personal y comunitario con Dios y los hermanos.
La radicalidad de la conversión continua al Reino de Dios nos
pide sensibilidad y una clara opción por los valores del evangelio y los
criterios der las bienaventuranzas. Éstos se oponen necesariamente a las
prioridades del "hombre viejo" que llevamos dentro, en lucha con el
"hombre nuevo". Liberado por Cristo. Optemos por el amor en vez del
egoísmo, la pobreza compartida en vez de la riqueza acaparadora, la solidaridad
en vez de la explotación, el perdón en vez del odio el compromiso y la colaboración
en vez de pasar de todo.
ORACIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso, que al experimentar el efecto
vivificante de tu gracia, nos sintamos siempre dichosos por este don tuyo.
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