lunes, 27 de enero de 2020

2 DE FEBRERO: IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR..


“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos…”

2 DE FEBRERO

 IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA

Primera Lectura. Malaquías: 3,1-4

Entrará en el santuario el Señor,
a quien ustedes buscan.

Salmo 24

El Señor es el rey de la gloria.

Segunda Lectura. Hebreos: 2,14-18

Tenía que asemejarse en todo a sus hermanos.

PALABRA DEL DÍA

Evangelio según San Lucas: 2,22-40

"Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él."

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.

REFLEXIÓN

Hoy ha sonado la hora de la cita. Dios entra en su templo; viene a morar entre los hombres. Pero es una visita sin estridencias. Yahvé viene como un niño en brazos de su madre. Como un recién nacido consagrado al servicio de Dios, que es también servicio a los hombres. Movido por el Espíritu, Simeón va a su encuentro y bendice a Dios. El anciano contempla la gloria de Dios, y ahora ya puede morir en paz: es el viejo Israel el que se va para dar paso a la alianza nueva. Pero, aunque Simeón ve la gloria de Dios, la muerte ya se insinúa en el camino de Jerusalén. Dios visita a su pueblo, y comienza el juicio; efectivamente, allí está el niño “para que muchos caigan y se levanten en Israel”, y María, la hija de Sión, se sentirá desgarrada por el drama de su pueblo: Una espada le atravesará el alma.

Siempre que Cristo acude a una cita con nosotros, lo hace sin estruendo. Hoy acude pequeño, como un recién nacido, Mañana acudirá discreto, como un amigo que llama a la puerta. Al atardecer, mendigará nuestra mirada, cuando lo expongan desnudo en una cruz. Y una vez resucitado, viene de nuevo, se aparece, pero nuestras manos no pueden retenerlo: apenas lo hemos reconocido y ya ha desaparecido.

Evidentemente, nuestra fe es una espada cortante que penetra hasta lo más profundo del corazón. Religión de Jesús, venido a hacer la voluntad del Padre. Religión de María, que medita estas cosas y emprende ya el camino del calvario. Religión de Simeón, el creyente, que entona su “Nunc dimittis”. El anciano lleva al niño en sus brazos, pero es el niño el que guía sus pasos. “Si quieres ser mi discípulo, déjalo todo”, dice Jesús.

ENTRA EN TU INTERIOR

BANDERA DISCUTIDA

Simeón es un personaje entrañable. Lo imaginamos casi siempre como un sacerdote anciano del Templo, pero nada de esto se nos dice en el texto. Simeón es un hombre bueno del pueblo que guarda en su corazón la esperanza de ver un día «el consuelo» que tanto necesitan. «Impulsado por el Espíritu de Dios», sube al templo en el momento en que están entrando María, José y su niño Jesús.

El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el niño que trae consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos al Salvador que lleva tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande. Bendice a Dios y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo. Así hemos de acoger al Salvador.

Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia. Sus palabras no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasara el alma». Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente de conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se levanten». Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su existencia se llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su vida se echará a perder. El rechazo a Jesús será su ruina.

Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud de muchos corazones» El pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de las personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no viene a traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de conversión radical.

Siempre es así. También hoy Una Iglesia que tome en serio su conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad sino de conflicto. No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos hacia mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos nuestras incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en nuestro cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y nuestras estructuras, en nuestras vidas y nuestras teologías.

José Antonio Pagola

ORACIÓN

Dios nuestro, fuente y origen de toda luz, que en este día manifestaste al justo Simeón la luz destinada a iluminar a todas las naciones, te pedimos humildemente que te dignes recibir como ofrenda y santificar con tu bendición a tu pueblo congregado para alabanza y gloria de tu nombre.


Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi Velasco FANO



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