“Ahora, Señor, puedes
dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han
visto la salvación
que preparaste delante
de todos los pueblos…”
2 DE FEBRERO
IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
FIESTA DE LA
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA
JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA
Primera Lectura.
Malaquías: 3,1-4
Entrará en el santuario
el Señor,
a quien ustedes buscan.
Salmo 24
El Señor es el rey de
la gloria.
Segunda Lectura.
Hebreos: 2,14-18
Tenía que asemejarse en
todo a sus hermanos.
PALABRA DEL DÍA
Evangelio según San Lucas: 2,22-40
"Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés
para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito
será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de
tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón,
que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo
estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al
Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y
cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las
prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de
tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían
decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la
madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en
Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así
se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de
Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su
juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía
ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día
con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar
gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la
redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del
Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él."
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para
la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito
será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de
tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón,
que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo
estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al
Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y
cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las
prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de
tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían
decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la
madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en
Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así
se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de
Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su
juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía
ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día
con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar
gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la
redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del
Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.
REFLEXIÓN
Hoy ha sonado la hora de la cita. Dios entra en su templo;
viene a morar entre los hombres. Pero es una visita sin estridencias. Yahvé
viene como un niño en brazos de su madre. Como un recién nacido consagrado al
servicio de Dios, que es también servicio a los hombres. Movido por el
Espíritu, Simeón va a su encuentro y bendice a Dios. El anciano contempla la
gloria de Dios, y ahora ya puede morir en paz: es el viejo Israel el que se va
para dar paso a la alianza nueva. Pero, aunque Simeón ve la gloria de Dios, la
muerte ya se insinúa en el camino de Jerusalén. Dios visita a su pueblo, y
comienza el juicio; efectivamente, allí está el niño “para que muchos caigan y
se levanten en Israel”, y María, la hija de Sión, se sentirá desgarrada por el
drama de su pueblo: Una espada le atravesará el alma.
Siempre que Cristo acude a una cita con nosotros, lo hace sin
estruendo. Hoy acude pequeño, como un recién nacido, Mañana acudirá discreto,
como un amigo que llama a la puerta. Al atardecer, mendigará nuestra mirada,
cuando lo expongan desnudo en una cruz. Y una vez resucitado, viene de nuevo,
se aparece, pero nuestras manos no pueden retenerlo: apenas lo hemos reconocido
y ya ha desaparecido.
Evidentemente, nuestra fe es una espada cortante que penetra
hasta lo más profundo del corazón. Religión de Jesús, venido a hacer la
voluntad del Padre. Religión de María, que medita estas cosas y emprende ya el
camino del calvario. Religión de Simeón, el creyente, que entona su “Nunc
dimittis”. El anciano lleva al niño en sus brazos, pero es el niño el que guía
sus pasos. “Si quieres ser mi discípulo, déjalo todo”, dice Jesús.
ENTRA EN TU INTERIOR
BANDERA DISCUTIDA
Simeón es un personaje entrañable. Lo imaginamos casi siempre
como un sacerdote anciano del Templo, pero nada de esto se nos dice en el
texto. Simeón es un hombre bueno del pueblo que guarda en su corazón la
esperanza de ver un día «el consuelo» que tanto necesitan. «Impulsado por el
Espíritu de Dios», sube al templo en el momento en que están entrando María,
José y su niño Jesús.
El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el niño que
trae consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos al Salvador que lleva
tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y
maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande. Bendice a Dios
y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo. Así
hemos de acoger al Salvador.
Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia. Sus
palabras no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasara el alma».
Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente de
conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se levanten».
Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su existencia se
llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su vida se echará a
perder. El rechazo a Jesús será su ruina.
Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud de
muchos corazones» El pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de las
personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no viene a
traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de
conversión radical.
Siempre es así. También hoy Una Iglesia que tome en serio su
conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad sino de
conflicto. No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos hacia
mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos nuestras
incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en nuestro
cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y nuestras
estructuras, en nuestras vidas y nuestras teologías.
José Antonio Pagola
ORACIÓN
Dios nuestro, fuente y origen de toda luz, que en este día
manifestaste al justo Simeón la luz destinada a iluminar a todas las naciones,
te pedimos humildemente que te dignes recibir como ofrenda y santificar con tu
bendición a tu pueblo congregado para alabanza y gloria de tu nombre.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi
Velasco FANO
Imagen para colorear