“Señor, déjala todavía este año; yo cavaré
alrededor y le echaré estiércol,
a ver si da fruto. Si no, el año que viene la
cortarás”.
24 DE
MARZO
TERCER
DOMINGO DE CUARESMA
(Puede
elegirse las lecturas del Ciclo A, sobre todo
si hay
catecúmenos que van a recibir
el
Bautismo la noche de la pascua)
1ª
Lectura: Éxodo 3,1-8.11-15
“Yo soy”
me envía a ustedes.
Salmo 102
El Señor
es compasivo y misericordioso.
2ª
Lectura: 1 Corintios 10,1-6.10-12
La vida
del pueblo escogido, con Moisés, en el desierto,
es una
advertencia para nosotros.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas:
13,1-9
“Se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos,
cuya sangre vertió Pilatos con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les
contestó: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás
galileos, porque acabaron así? Os digo que no, y si no os convertís, todos
pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre
de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de
Jerusalén? Pues os digo que no. Y si no
os convertís, todos pereceréis de la misma manera. Y les dijo esta parábola:
·Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar futo en ella, y no
lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a
buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar
terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo
cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene
la cortarás”.
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a
Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las
víctimas de sus sacrificios.
El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos
sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos
acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó
la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos
acabarán de la misma manera".
Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una
higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar
frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la
tierra?'.
Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo
removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.
Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la
cortarás'".
REFLEXIÓN
Dios es paciente.
Moisés, que algo conocía sobre el nombre y la naturaleza de Dios, no se cansa
de reconocerlo y de invocarle con este título: “Lento a la cólera y rico en
amor y fidelidad”. Dios es paciente y misericordioso. La paciencia es hija del
amor misericordioso y de la esperanza.
¡Qué paciencia la de
Dios con su pueblo! ¡Qué paciencia la de Dios con nosotros! Una paciencia
infinita, porque infinita es su misericordia. La paciencia es una de las joyas
más brillantes de la corona divina. Por eso perdona una y mil veces. Perdona
siempre. Espera un día y otro. Espera siempre.
Jesús nos enseñó
hermosamente este misterio de la paciencia y del perdón de Dios. Nos lo enseñó
con parábolas, como la cizaña, el hijo pródigo, y con su ejemplo: con el
pueblo, con sus discípulos, con sus enemigos. Es el Siervo de Yahvé que “no
quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo vacilante”.
Jesús, ante la creencia
de que las desgracias de aquellos galileos que Pilatos había ejecutado o las
diecinueve personas que habían fallecido en Jerusalén al derrumbarse la torre
de Siloé, eran consecuencia de su propio, pecado, les asegura que no. No eran
ni mejores ni peores que los demás. La rectitud de las personas es
fundamentalmente un trabajo interior. Es lo que comúnmente llamamos conversión.
Se basa en la fe y en la esperanza y se manifiesta, como frutos en sazón, en la
oración confiada y amorosa, en la entrega
desinteresada y cordial, en la sobriedad y libertad persona.
De una manera
particular, este tiempo de Cuaresma es el tiempo oportuno para seguir cavando,
a nivel personal y comunitario, nuestra propia tierra, abonarla con
sentimientos, palabras y obras de misericordia y de paz, y convertirnos así en
mensajeros de resurrección a nuestro alrededor.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO BASTA
CRITICAR
Si no os convertís,
todos pereceréis.
No basta criticar. No
basta indignarse y deplorar los males, atribuyendo siempre y exclusivamente a
otros su responsabilidad.
Nadie puede situarse en
una «zona neutral» de inocencia. De muchas maneras, todos somos culpables. Y es
necesario que todos sepamos reconocer nuestra propia responsabilidad en los
conflictos y la injusticia que afecta a nuestra sociedad.
Sin duda, la crítica es
necesaria si queremos construir una convivencia más humana. Pero la crítica se
convierte en verdadero engaño cuando termina siendo un tranquilizante cómodo
que nos impide descubrir nuestra propia implicación en las injusticias y
nuestra despreocupación por los problemas de los demás.
Jesús nos invita a no
pasarnos la vida denunciando culpabilidades ajenas. Una actitud de conversión
exige además la valentía de reconocer con sinceridad el propio pecado y
comprometerse en la renovación de la propia vida.
Hemos de convencernos
de que necesitamos reconstruir entre todos una civilización que se asiente en
cimientos nuevos. Se hace urgente un cambio de dirección.
Hay que abandonar
presupuestos que hemos estado considerando válidos e intangibles y dar a
nuestra convivencia una nueva orientación.
Tenemos que aprender a
vivir una vida diferente, no de acuerdo a las reglas de juego que hemos
impuesto en nuestra sociedad egoísta, sino de acuerdo a valores nuevos y
escuchando las aspiraciones más profundas del ser humano.
Desde el «impasse» a
que ha llegado nuestra sociedad del bienestar, hemos de escuchar el grito de
alerta de Jesús: «Si no os convertís, todos pereceréis».
Nos salvaremos, si
llegamos a ser no más poderosos sino más solidarios. Creceremos, no siendo cada
vez más grandes sino estando cada vez más cerca de los pequeños. Seremos
felices, no teniendo cada vez más, sino compartiendo cada vez mejor.
No nos salvaremos si
continuamos gritando cada uno nuestras propias reivindicaciones y olvidando las
necesidades de los demás. No seremos más cuerdos si no aprendemos a vivir más
en desacuerdo con el sistema de vida utilitarista, hedonista e insolidario que
nos hemos organizado.
Nos salvaremos si
desoímos más el ruido de los «slogans» y nos atrevemos a escuchar con más
fidelidad el susurro del evangelio de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Señor, tu solicitud por mi salvación, por mi
felicidad, no tiene medida. Tampoco la tiene mi despreocupación. Si otros
hubieran recibido de ti tantos beneficios, te serían fieles. ¡Conviérteme,
Señor, y me convertiré a ti! No quiero parecer y estar lejos de ti, sin vida,
sin fe.
Expliquemos
el Evangelio a los niños,
Imagen
para colorear.
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