“Una voz grita en el desierto: preparad el
camino del Señor…”
9 DE
DICIEMBRE
SEGUNDO
DOMINGO DE ADVIENTO
1ª
Lectura: Baruc 5,1-9
Dios
mostrará tu grandeza.
Salmo
125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”
2ª
Lectura: Filipenses 1,4-11
Manténganse
limpios e irreprochables para el día de Cristo.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
3,1-6
“En el año quince del reinado del emperador
Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea,
y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisardo virrey de
Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios
sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del
Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Una voz
grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos,
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.
Versión
para Latinoamérica extraída de la biblia del Pueblo de Dios
El año decimoquinto del
reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo
Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,
bajo el pontificado de
Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en
el desierto.
Este comenzó entonces a
recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión
para el perdón de los pecados,
como está escrito en el
libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del
Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán
rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los
senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los
hombres verán la Salvación de Dios.
REFLEXIÓN
No sabemos ni cuándo ni cómo fue.
Un día, un sacerdote rural llamado Juan abandonó sus obligaciones del templo,
se alejó de Jerusalén y se adentró en el desierto de las inmediaciones del
Jordán, buscando silencio y soledad para escuchar a Dios.
No llegaban hasta allí las intrigas
de Pilato ni las maquinaciones de Antipas. No se oía el ruido del templo ni los
negocios de los terratenientes de Galilea. Según Isaías, el “desierto” es el
mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Según el profeta
Oseas, es en el “desierto” donde Dios “habla al corazón”. ¿Es posible escuchar
hoy a este Dios del “desierto”?
En el “desierto” solo se vive de lo
esencial. No hay lugar para lo superfluo; se escucha la verdad de Dios mejor
que en los centros comerciales. Tampoco hay sitio para la complacencia y el
autoengaño: casi siempre el “desierto” acerca a Dios más que el templo.
Cuando la voz de Dios viene del
“desierto”, no nos llega distorsionada por intereses económicos, políticos o
religiosos. Es una voz limpia y clara que nos habla de lo esencial, no de
nuestras disputas, intrigas y estrategias.
Lo esencial siempre consiste en
pocas cosas, solo las necesarias. Así es el mensaje de Juan: “Poneos ante Dios
y reconoced cada uno vuestro pecado. Sospechad de vuestra inocencia. Id a la
raíz”. Todos somos de alguna manera cómplices de las injusticias y egoísmos que
hay entre nosotros. Todos y cada uno de los creyentes tenemos algo que ver con
la infidelidad de la Iglesia al Evangelio.
En el “desierto”, lo decisivo es
cuidar la vida. Así proclama el Bautista: “Convertíos a Dios. Lavaos de vuestra
malicia y comenzad a reconstruir la vida de manera diferente, tal como la
quiere él”. Es nuestra primera responsabilidad. Si yo no cambio, ¿qué estoy
aportando a la transformación de la sociedad? Si yo no me convierto al
Evangelio, ¿cómo estoy contribuyendo a la conversión de la Iglesia actual?
En medio de la agitación, el ruido,
la información y difusión constante de mensajes, ¿quién escucharála “voz del
desierto”? ¿quién nos hablará de lo esencial?, ¿quién abrirá caminos a Dios en
este mundo?
Juan recibió la palabra de Dios y
ya no pudo callar. La palabra se convirtió en él en grito poderoso: “Una voz
grita”. No es que Juan grite, sino que es la voz que grita; ese grito es su
identidad. “Tú quién eres”… Yo soy la voz que grita…” La razón de ser de Juan
está en esa voz y en ese grito. Grita con la palabra, grita con los gestos,
como el bautismo, grita con su comportamiento y su vida, gritará también con su
sangre y su muerte.
La voz de Juan, la voz-Juan, se
multiplica en el desierto y en el río exigiendo la conversión, el cambio
radical de actitudes; hablará de justicia, de respeto, de caridad. Pero todo su
grito podría concentrarse en una sola palabra: Cristo. Todo lo que dice y todo
lo que hace es por Cristo y para Cristo. No es un profeta más. La novedad y la
grandeza de Juan están en que grita a Cristo, en que anuncia su proximidad, en
que levanta la esperanza del Mesías.
ENTRA EN
TU INTERIOR
EN EL
MARCO DEL DESIERTO
Lucas tiene interés en precisar con
detalle los nombres de los personajes que controlan en aquel momento las
diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo
planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de
Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin
que ellos se enteren ni decidan nada.
Así aparece siempre lo esencial en
el mundo y en nuestras vidas. Así penetra en la historia humana la gracia y la
salvación de Dios. Lo esencial no está en manos de los poderosos. Lucas dice
escuetamente que “la palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto”, no en la
roma imperial ni en el recinto sagrado del Templo de Jerusalén.
En ninguna parte se puede escuchar
mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es
el territorio de la verdad. El lugar donde se vive de lo esencial. No hay sitio
para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es
posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado
para orientar la vida.
Por eso, algunos profetas añoraban
tanto el desierto, símbolo de una vida más sencilla y mejor enraizada en lo
esencial, una vida todavía sin distorsionar por tantas infidelidades a Dios y
tantas injusticias con el pueblo. En este marco del desierto, el Bautista .
el símbolo grandioso del “Bautismo”, punto de partida de conversión,
purificación, perdón e inicio de vida nueva.
¿Cómo responder hoy a esta llamada?
El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: “Preparad el camino del
Señor”. Nuestras vidas están sembradas de obstáculos y resistencias que impiden
o dificultan la llegada de Dios a nuestros corazones y comunidades, a nuestra Iglesia
y a nuestro mundo. Dios está siempre cerca. Somos nosotros los que hemos de
abrir caminos para acogerlo encarnado en Jesús,
Las imágenes de Isaías invitan a
compromisos muy básicos y fundamentales: cuidar mejor lo esencial sin
distraernos en lo secundario; rectificar lo que hemos ido deformando entre
todos; enderezar caminos torcidos; afrontar la verdad real de nuestras vidas
para recuperar un talante de conversión. Hemos de cuidar bien los bautizos de
nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un “bautismo de conversión”.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
“Lo torcido se enderece, lo
escabroso se iguale”: Nos torcemos cuando nos desviamos de la verdad, cuando
vivimos en la mentira, cuando nos dejamos seducir por los halagos del placer o
del consumismo. Nos torcemos por el vicio y el engaño. Hay que enderezar
nuestros caminos, vivir en la verdad, ser sinceros, transparentes. Hay que
evitar los engaños de la seducción, que nos desvían más. Sólo los limpios de
corazón verán a Dios.
Que se eleven los
baches del subdesarrollo y la pobreza.
Que desciendan los
montes de la injusticia y el egoísmo.
Que se enderecen las
curvas de la mentira, las marginaciones y los prejuicios.
Que se allanen los
senderos de la relación entre los hombres.
Que se superen los
peligros del odio y la violencia, y se limpien de rencores y desencuentros.
Que se igualen y
suavicen todos los caminos de los hombres.
ORACIÓN
“Y todos verán la salvación de
Dios”. Ver bíblicamente es lo mismo que acoger y participar. Si los caminos se
allanan, tú salvación, Señor Dios, llegará hasta nosotros y nos regalará su
gracia y su amor. Tú vienes siempre por los caminos rectos de la humildad, de
la paz, de la pobreza y del amor.
Tu salvación Señor, es Cristo, tu
Hijo. Si nos abrimos a él, nos inundará la salvación y la paz. Si le
escuchamos, si le aceptamos, si le amamos, el Mesías nos amará y entrará en
nuestra casa y cenará con nosotros, y ya se quedará con nosotros para siempre.
AMEN.
Expliquemos
el evangelio a los niños
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