“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el
fruto de tu vientre!
23 DE
DICIEMBRE
DOMINGO
CUARTO DE ADVIENTO
1ª
Lectura: Miqueas 5,1-4
De ti
saldrá el jefe de Israel
Salmo 79:
“Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”
2ª
Lectura: Hebreos 10,5-10
Aquí
estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
1,39-45
“Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.”
“Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la
montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En
cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó
Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -“¡Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la
madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de
alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.”
Versión
para Latinoamérica, extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo
de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría
en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue
anunciado de parte del Señor".
REFLEXIÓN
RASGOS DE
MARÍA
La visita de María a
Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús
antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy
especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el
plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está
sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.
María que ha llegado
aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a
ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos
otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y
títulos más alejados del clima de los evangelios.
María, “la madre del mi
Señor”. Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto:
para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro
Señor. Éste es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos
nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. “Bendecida por Dios entre
todas las mujeres”, ella nos ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.
María, la creyente.
Isabel la declara dichosa porque “ha creído”. María es grande no simplemente
por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a
ser Madre del salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra
dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo
fielmente su vocación. María es Madre creyente.
María, la
evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su
propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María
evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva
consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto
evangelizador.
María, portadora de
alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús.
Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: “Alégrate…el Señor
está contigo”. Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la
necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva
consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Este Hijo de las
entrañas de María es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador. Y viene a nosotros
con vestido de humildad y de ternura. Él es nuestra paz, como dice el profeta
Miqueas: “éste será nuestra paz”.
Deseemos su venida.
Esperémoslo con toda el alma. Esforcémonos en hacer la voluntad de Dios,
preparemos nuestro corazón para poderle acoger mejor. Esto es el Adviento, esto
es la Navidad. Esperémoslo con el deseo de María. Pidámosle a María que nos
ayude a esperarlo.
La carta a los Hebreos
pone en labios de Jesús estas palabras: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu
voluntad”. Digámoslo también nosotros. Digámoslo con Jesús. Sepámoslo decir en
cualquier circunstancia. Nuestra vocación cristiana es agradar al Padre del
cielo con un canto de agradecimiento.
Ahora podemos
acercarnos a María, la que lleva en su seno a Jesús, y descubrir por qué es
proclamada feliz, la más feliz, por su prima Isabel, otra pobre de espíritu que
supo abrir su seno estéril al proyecto del Señor.
María, mujer pobre materialmente y pobre en su
corazón humilde, no es solamente la “madre del Salvador”. Hoy la liturgia nos
la presenta como el prototipo del hombre creyente que espera al salvador; un
salvador que no viene de fuera, sino que nace en ese Belén interior que escucha
el oráculo del profeta: Porque de ti, aunque pequeño y humilde, saldrá el
salvador… cuando la madre dé a luz…
Belén y María se unen
porque están bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazón…,
esa pobreza que es fuerza para hacer cosas grandes.
También nosotros, los
atormentados hombres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y
desazón, pero no podemos cruzarnos de brazos “para que Dios obre”. O Cristo
nace dentro de la comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos
entendido nada lo que significa celebrar Navidad después de más de dos mil años
del nacimiento histórico de Jesús en algún lugar de Palestina.
ORACIÓN
Con el gozo de los
sencillos, como Isabel y María, queremos alabarte, señor, cada día con júbilo
nuevo. El ejemplo de fe de María nos impulsa a decirte con los apóstoles:
Señor, auméntanos la fe. Necesitamos también compartir esa fe, como ella, pues
todo gozo compartido es felicidad doblada.
Despierta tu poder,
Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo
alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los
que viven en tinieblas y sombra de muerte”.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
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LUNES 24
DE DICIEMBRE
VIGILIA
DE NAVIDAD
MISA DE LA
NOCHE
KALENDAS
O PREGÓN DE NAVIDAD
(Se
proclama después de la monición de entrada)
Terminado el tiempo de
Adviento,
que hemos vivido en
esperanza creciente,
celebramos, hermanas y
hermanos, esta noche,
Noche Buena en verdad,
el nacimiento de
nuestro Salvador.
Esta es sin duda la
mejor noticia
que el hombre puede
escuchar en toda su historia.
Es el primer evangelio
que hace ya 2018 años
proclamaron los ángeles.
No es extraño que este
acontecimiento,
un salto verdaderamente
cualitativo
en la evolución del
hombre,
cambie las edades de la
historia.
Ahí pararon los relojes
para empezar de nuevo.
Todo empezará a ser
nuevo
desde que vino Dios a
la tierra:
Nuevos serán los
tiempos,
nuevos el cielo y la
tierra,
nuevo el corazón del
hombre,
nuevas las relaciones
con Dios
y de los hombres entre
sí.
La noticia es ésta:
Que Dios ha nacido de
María
en un pesebre de Belén,
y que quiso nacer en el
corazón
del hombre y del mundo.
Este hecho es la
manifestación
de que Dios es amigo
del hombre
-la filantropía de
Dios-,
y que se acerca a
nosotros
para envolvernos en su
misericordia.
Quiere decir que Dios
se abaja para levantarnos,
que Dios se humaniza
para divinizarnos.
Vamos a repetirlo,
porque suena muy bien:
Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado,
maravilla de consejero,
Príncipe de la Paz.
Se llamará Emmanuel.
Dios-con-nosotros.
Ya no tenemos nada que
temer,
porque Dios está con
nosotros. Emmanuel.
Ya no hay motivo para
la tristeza,
porque Dios es la razón
de nuestra dicha.
Ya todo lo podemos
esperar,
porque Dios camina con
nosotros.
Alegrémonos, hermanas y
hermanos, amigos con gozo grande,
esta noche, que es la
de 2018 de las Noches Buenas.
Cantemos el himno de
los ángeles.
Ofrezcamos al Niño
nuestros dones
abrámonos a los suyos.
Si abrimos bien el
corazón,
se colará de lleno el
Espíritu
y lo convertirá en cuna
para el Niño.
Que así sea.
1ª Lectura:
Isaías 9,1-3.5-6
Un Hijo
nos ha nacido
Salmo 95
“Hoy nos
ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor”
2ª
Lectura: De la Carta de san Pablo a Tito 2,11-14
La gracia
de Dios se ha manifestado a todos los hombres
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
2,1-14
“En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto,
ordenando hacer un censo del mundo entero.
Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador
de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y
mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito,
lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la
posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al
aire libre, velando por turnos su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los
envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
-“No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría
para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el
Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.”
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del
ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: -“Gloria a Dios en el cielo, y
en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”
Versión para
Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto,
ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la
Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret,
ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser
madre;
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por
turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del
Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una
buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es
el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién
nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a
los hombres amados por él!".
REFLEXIÓN
El ciclo de
Navidad-Epifanía, está escrito a imagen y semejanza del ciclo de Pascua y, por
tanto, depende de él. Los dos empiezan de noche. Porque dos veces a lo largo
del año –sólo dos veces- la Iglesia nos convoca de noche al templo para velar;
son dos noches que tienen una luz especial, un resplandor que viene de Dios. La
Nochebuena, la Vigilia Pascual. Y no podemos entender la una sin la otra: son
dos noches que nos hablan de un único misterio.
Hoy tenemos el inicio
de la salvación; en la Pascua, tenemos el cumplimiento, la plenitud. En la
Navidad es Dios quien se hace hijo de los hombres; en la Pascua es el hombre
quien se convierte en hijo de Dios. El protagonista es siempre el mismo: Jesús,
en la Navidad con su nacimiento; en la Pascua con su muerte y resurrección; y
desde su vida nos muestra que la vida humana se puede vivir de un modo nuevo y
diferente, que tiene un nombre concreto: el Reino
de Dios, que es el Reino del hombre.
Hoy ha descendido la
paz y la alegría sobre nosotros: “No temáis, os traigo una buena noticia, una
gran alegría para todo el pueblo…Os ha nacido un Salvador”
ENTRA Y
ORA EN TU INTERIOR
EN UN
PESEBRE
Según el relato de Lucas,
es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer
desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas
circunstancias en las afueras de Belén. Es de noche. Una claridad desconocida
ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar
donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el
mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es
necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.
Estas son las primeras
palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia:
la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy grande lo que ha sucedido.
Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido
a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.
Los cristianos no hemos
de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo
han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está
solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa
en nosotros.
Así lo proclama el
mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». No es el hijo
del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como salvador y portador
de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es
buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda clase de
abusos.
Este niño nace en un
pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su
nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de
ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y
su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo
injusto la salvación de Dios.
¿Dónde está este niño?
¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí tenéis la señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha
nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar
acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha
valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.
En este pesebre
comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los poderosos
sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y
pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces
de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se
ha encarnado.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Hemos contemplado la
Buena Noticia, la mejor noticia que anunciaron los ángeles a los pastores y que
la Iglesia sigue anunciando a todos los hombres del mundo. Es una noticia buena
para todos, pero especialmente para aquellos que buscan intensamente a Dios y
para los que angustiosamente lo necesitan; es decir, para los que creen, para
los que sufren, para los pobres y excluidos de la sociedad.
Celebramos el
nacimiento de dios, y el nacimiento de dios envuelto en la mayor humildad y
pobreza. Lo primero es que vino Dios a nosotros, lo segundo, los parámetros y
las circunstancias de esta venida.
ORACIÓN
Hoy, en esta eucaristía
de media noche, vienes a mi, señor, y mañana, en la misa del día, contemplaré
tu gloria. Vienes a mí para que, libre de temor, arrancado de la mano de mis
enemigos, te sirva con santidad y justicia todos los días de mi vida. ¡Qué
maravillosa visión de la vida cristiana, que cada día me recuerda la antífona
“benedictus” ¡. Te pido que en esta Navidad ninguna ocupación o preocupación
aparte de mi mente, mi corazón y mi vida de lo único importante que eres tú,
que vienes y me pides alojarte en mi corazón.
Expliquemos el Evangelio a l,os niños.
Imágenes de Paxi Velasco FANO
Imagen para colorear.
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MARTES 25
DE DICIEMBRE
NATIVIDAD
DEL SEÑOR
MISA DEL
DÍA
1ª Lectura:
Isaías 52,7-10
La tierra
entera verá la salvación que viene de nuestro Dios
Salmo 97
“Los confines de la tierra han contemplado la
victoria de nuestro Dios”
2ª
Lectura: Hebreos 1,1-6
Dios nos
ha hablado por medio de su Hijo
PALABRA
DEL DÍA
Juan
1,1-18
“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba
junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a
Dios.
Por medio de la
Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Plabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste
venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos
vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el
mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de
Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal,
ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y
de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien
dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que
yo.”-
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras
gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la
verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el
seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”
Versión
para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin
ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que
todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de
ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su
Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni
de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel
del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía
antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos
recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y
la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo
único, que está en el seno del Padre”.
REFLEXIÓN
La Palabra de Dios, la
que existía desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho
carne de nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho
muy cercano. Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del
pesebre es Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho
hombre y ha entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha
venido como un marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido
a parar a un establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna
un pesebre.
¿Por qué tenía que
nacer en este lugar? Éste es el misterio de Dios. Él se ha encarnado en nuestro
mundo, en el que están muy presentes la miseria, la marginación y la
injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres, los pequeños, las personas
maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que este Dios es su Dios, un
Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de pobreza para que en él los
más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste es nuestro Dios. Este
nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria y las diferencias de
nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron…”
Los hombres prefirieron
las tinieblas a la luz.
“Pero a cuantos lo
recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre".
ENTRA Y
ORA EN TU INTERIOR
Los creyentes tenemos
múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo
nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos
escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en
el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos. Todas
estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos
de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar
nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que
atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».
Los teólogos hablamos
mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en
realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores
y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su
interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto
a Dios.
Entonces, ¿cómo
purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio
santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda
la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha
dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su
rostro como en Jesús.
Dios nos ha dicho cómo
es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas
sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su
mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos
a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el
cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios
verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro
y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más
liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de
Jesús.
No basta con confesar a
Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús
desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su
proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre,
seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que
vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada
vez más de la bondad insondable de Dios.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Señor, tu nacimiento
está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece
en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para
nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres
pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos
del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin
excepción, para los buenos y para los malos, para los libres y los esclavos,
paz envuelta en pañales de amor.
¡Oh, Señor! Contigo
nació la gracia de Dios. En ti Dios se manifestó a los humildes y
misericordiosos. Por ti fui rescatado de mi mediocridad. Y tú me enseñaste a
vivir santamente y a esperar con las lámparas encendidas tu vuelta gloriosa.
ORACIÓN
Seguro que tengo que
cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor
cuáles son las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las
personas a las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran
gentes muy sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño,
para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo
para unirme a los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del
aliento del Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz
que vino al mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar
por ella para poder iluminar a los otros.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS Y UN VENTUROSO AÑO NUEVO!
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