“…Vosotros, nada de eso: el que quiera ser
grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de
todos”.
21 DE
OCTUBRE
DOMINGO
XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
JORNADA
MUNDIAL Y COLECTA POR LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS
Primera Lectura:
Isaías 53,10-11
Cuando
entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años.
Salmo 32
Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.
2ª
Lectura: Hebreos 4,14-16
Acerquémonos
con seguridad al trono de la gracia.
PALABRA
DEL DÍA
Marcos
10,35-45
“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo,
Santiago y Juan, y le dijeron: -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a
pedir. Les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: -Concédenos
sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó:
-No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o
de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: -Lo
somos. Jesús les dijo: -El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os
bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi
derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado. Los
otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús,
reuniéndolos, les dijo: -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los
pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el
que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea
esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Santiago y Juan, los
hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos
que nos concedas lo que te vamos a pedir".
El les respondió:
"¿Qué quieren que haga por ustedes?".
Ellos le dijeron:
"Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando
estés en tu gloria".
Jesús les dijo:
"No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el
bautismo que yo recibiré?".
"Podemos",
le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo
beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
En cuanto a sentarse a
mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos
son para quienes han sido destinados".
Los otros diez, que
habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les
dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes,
dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen
sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe
suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de
ustedes;
y el que quiera ser el
primero, que se haga servidor de todos.
Porque el mismo Hijo
del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate
por una multitud".
REFLEXIÓN
Jesús deja muy claro
que él quiere un cambio total de estructuras y de relaciones. Por tanto, no se
trata de figurar, ni de estar bien situado, sino de servir. Jesús quiere
eliminar de entre nosotros totalmente las relaciones de fuerza o de
superioridad y nos quiere hacer entrar en la plenitud de unas relaciones de
reciprocidad que son las relaciones de servicio. Por esto nos invita a ser
ambiciosos, sí, pero a ambicionar el último lugar, el que no quiere nadie, el
lugar para el que nunca hay peleas. ¡Esta es la respuesta de Jesús! Y lo que nos
ha resultado más difícil a lo largo de la historia, y ahora y siempre, es
conseguir sustituir las estructuras de autoridad y de poder por valores de
igualdad y de servicio. Tanto a nivel personal, como a nivel de comunidad, como
a nivel de Iglesia, no lo conseguimos del todo. Nos cuesta crear estructuras de
servicio, y más bien, en nuestras organizaciones, hemos tendido a ir copiando
con demasiada facilidad las demás organizaciones políticas y sociales; y, por
este motivo, demasiado a menudo, hemos caído y caemos en formas de poder y de
abuso que son un escándalo para el mismo Jesús.
Los seguidores de Jesús
no podemos organizarnos con modelos de convivencia que no sean los del
servicio, porque Dios nos quiere iguales y hermanos los unos de los otros, eliminando
todo resquicio de dominio o de poder, de jefes o de súbditos. Como muy bien nos
lo recuerda san Pablo, en la Iglesia (¡y también en el mundo!) aunque los
carismas sean diferentes todos los miembros
tienen que ser iguales.
Somos cristianos en la medida
que nos damos a los demás. Dejamos de serlo en la medida que nos aprovechamos
de los demás de cualquier forma.
Este principio básico
del cristianismo, no ha llegado a nosotros a través de ningún extraterrestre,
no ha venido de ningún mundo galáctico. Ha llegado hasta nosotros gracias a un
ser humano en todo semejante a nosotros. Lo descubrió, no gracias a ningún hilo
directo con una Divinidad exterior, sino en lo hondo de su ser, profundizando
en el conocimiento de lo que realmente era él.
Al comprender lo que
Dios era en él, al percibirlo como don total, Jesús hizo el más profundo
descubrimiento de su vida. Entendió que la grandeza del ser humano consiste en
esa posibilidad que tiene de darse como Dios se da. Jesús descubrió que ese era
el fin supremo del hombre, darse, entregarse totalmente, definitivamente. En
ese don total, encuentra el hombre su plena realización.
Cuando descubre que la
base de su ser es el mismo Dios, descubre la necesidad de superar el apego al
falso yo. Liberado del “ego”, se encuentra con la verdadera realidad que es. En
ese momento, su ser se expande y se identifica con el Ser absoluto. El ser
humano se hace uno con Él. Esa es la meta, no hay más. Ni Dios puede añadir
nada a ese ser, porque es ya una misma cosa en él.
Mientras no haga este
descubrimiento, estaré en la dinámica del joven rico, de los dos hermanos y de
los demás apóstoles: buscaré más riquezas, el puesto mejor y el dominio de los
demás para que estén a mi servicio. El objetivo de mi vida será la potenciación
del “ego” que creo ser.
Aquí no valen
programaciones. Si acepto darme a los demás por programación, será a
regañadientes y porque espero una recompensa, aunque sea espiritual. Ya estoy
buscando potenciar mi “ego”. No puede funcionar. Tampoco se trata de sufrir, de
humillarse, de rebajarse ante Dios o ante los demás, esperando que después Dios
me lo pague con creces con alguna clase de gloria externa. La clave está en
superar esta trampa y descubrir la máxima gloria en el mismo don de sí mismo.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NADA DE
ESO ENTRE VOSOTROS
Camino de Jerusalén,
Jesús va advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y
a los que sigan sus pasos. La inconsciencia de quienes lo acompañan es
increíble. Todavía hoy se sigue repitiendo.
Santiago y Juan, los
hijos del Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No
necesitan de los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser
los primeros en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su petición
no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que hagas lo que te
vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima de los demás.
La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda
de honores y protagonismos interesados rompen siempre la comunión de la comunidad
cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más contrario a Jesús y a su proyecto
de servir a la liberación de las gentes?
El hecho es tan grave
que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es la actitud que ha de
caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen sobradamente cómo actúan los
romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes » de la tierra: tiranizan a las
gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de su poder. Pues bien,
«vosotros nada de eso».
Entre sus seguidores,
todo ha de ser diferente: «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el
que quiera ser primero, sea esclavo de todos». La grandeza no se mide por el
poder que se tiene, el rango que se ocupa o los títulos que se ostentan. Quien
ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús, no se hace más grande sino más
insignificante y ridículo. En realidad, es un estorbo para promover el estilo
de vida querido por el Crucificado. Le falta un rasgo básico para ser seguidor
de Jesús.
En la Iglesia todos
hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no
desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado,
sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás.
Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir».
Éste es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: SERVIR.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Por eso debe resultarnos extraño lo
que les plantea Jesús a los “Santiagos y Juanes” ante su petición; no se trata de
ser primero o segundo sino responder a la pregunta: “¿sois capaces de beber el
cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a
bautizar?
Los discípulos no entienden que el
proyecto de Jesús no es para alcanzar el poder de este mundo, de esta manera
nuestra de organizar la sociedad, sino que es elegir un camino en el que sea
posible encontrarse con todas las personas porque todas lo pueden entender y
seguir, ya que cada cual puede poner al servicio de los demás todo lo que es,
todo lo que tiene y todo lo que hace.
Jesús nos hace una clara referencia
a los dos sacramentos fundamentales en nuestra vida, el bautismo y la
eucaristía, que son los que nos deberían transformar en lo más profundo de
nuestras personas y tendrían que transformar también todas nuestras relaciones.
Porque los que hemos sido bautizados y tomamos parte de la Eucaristía, aquí,
nos dejamos servir por el mismo Jesús y no podemos después –con él por excusa-
participar en ninguna relación que sea de fuerza o de poder.
ORACIÓN
Donde haya un árbol que plantar
plántalo tú.
Donde haya un error que
enmendar
enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo
que todos esquivan
acéptalo tú.
Sé el que apartó del
camino la piedra,
el odio de los corazones
y las dificultades del
problema.
Hay la alegría de ser
sano y justo,
pero hay, sobre todo,
la inmensa alegría de servir.
Gloria Fuerte.
Expliquemos
el evangelio a los niños.
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