“Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes
dale el dinero a los
pobres,
así tendrás un tesoro en el cielo,
y luego sígueme…”
14 DE
OCTUBRE
DOMINGO
XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª
Lectura: Sabiduría 7,7-11
En
comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.
Salmo 89
“Sácianos
de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría”
2ª
Lectura: Hebreos 4,12-13
La
palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón.
PALABRA
DEL DÍA
Marcos
10,17-30
“En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó
uno corriendo, se arrodilló y le pregunto: -Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna? Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas bueno? No hay
nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu
padre y a tu madre. Él replicó: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde
pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: -Una cosa te falta:
anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro
en el cielo, y luego sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó
pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
-¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! Los
discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: -Hijos, ¡qué difícil
les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!
Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico
entrar en el reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: -Entonces, ¿quién
puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Es imposible para los
hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. Pedro se puso a decirle: -Ya ves que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: -Os aseguro que
quién deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por
mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y
hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad
futura, vida eterna”.
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,
arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar
la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es
bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie,
honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he
cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una
cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el
cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado,
porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
"¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero
Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino
de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que
un rico entre en el Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a
otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los
hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado
todo y te hemos seguido".
Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado
casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena
Noticia,
desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en
casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las
persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
REFLEXIÓN
Es muy interesante la pregunta que,
en el evangelio, le hace este joven a Jesús. Su interés es también el nuestro.
¿Qué tenemos que hacer para conseguir la vida eterna? ¿Qué podemos hacer para prolongar
los días de nuestra vida más allá de este mundo que se acaba? O, como muy bien
han dicho los poetas, ¿qué podemos hacer para que los mejores instantes de
nuestra vida puedan ser eternos? ¿Qué podemos hacer para que las vivencias que
han sido sólidas puedan ser definitivas? Las aspiraciones de este joven y las
nuestras son muy dignas e incluso quizá son las aspiraciones humanas más
profundas. Porque, de entrada, tener aspiraciones-buenas- no es nada malo sino,
al contrario, es incluso lo que nos puede incentivar para seguir adelante.
Una primera solución a estas
aspiraciones es la que le da Jesús a este joven: el cumplimiento de los
mandamientos. Es decir, conviene que en esta vida tengamos todo un
comportamiento ético y moral, que seamos rectos, exigentes y coherentes.
Jesús le recuerda a este joven, y
también nos lo recuerda a nosotros: es bueno que seamos exigentes con nosotros
mismos y cumplidores con los demás. Es por esto que no es nada raro que, cuando
el joven le contesta a Jesús que “todo eso lo he cumplido desde pequeño”. El
evangelista Marcos nos diga que “Jesús se le quedó mirando con cariño”. Jesús
nos mira con afecto absoluto y nos aprecia profundamente por nuestro
cumplimiento. Sin embargo, con esto, ya sabemos, no basta, porque el
seguimiento de Jesús, el hecho de ser creyente y de ser cristiano, no se puede
reducir simplemente a un comportamiento ético y moral. Ser creyente y ser
cristiano es mucho más que esto. Y ésta es la corrección que Jesús le hace a
este joven y a todos nosotros.
Ahora bien, ¿cómo sabe Jesús que
este joven es rico? Pues, muy fácilmente lo podría saber por la manera como le
expresa esta pregunta. Fijaos que le pregunta por poseer, por heredar, por
adquirir, casi por comprar la vida eterna. Las palabras del joven son
comerciales y no son las palabras que Jesús utilizará después cuando dirá a sus
discípulos que es difícil “entrar” en el Reino de Dios. Éste es el cambio:
tenemos que pasar del poseer, del querer conseguir, al entrar. Porque no se
trata de poseer ni de heredar, ni tan sólo de esperar, sino que Jesús nos habla
más de recibir o de vivir –ya ahora- como hijos de Dios.
En este caso las aspiraciones de
vida del joven rico, que son buenas y justas, y que corresponden incluso a una
buena persona, cumplidora de sus deberes, choca de lleno con las aspiraciones
humanas más posesivas como pueden ser las riquezas o las propiedades, que nos
atan más a este mundo que a la vida eterna.
De hecho, lo que Jesús hace con
este joven es también lo que quiere hacer con nosotros: procurar que le
clarifiquemos nuestras aspiraciones, porque a menudo parece que lo queremos
todo al mismo tiempo y que somos capaces de hacer grandes montajes para poder
tenerlo todo y conseguirlo todo. Si aspiramos a una vida definitiva, sería
necesario que fuéramos también más definitivos con nuestra vida y que no
dejáramos para mañana cosas que ya podríamos vivir hoy, que mostráramos en
nuestra vida que no estamos apegados a cosas que no serán de ninguna manera
definitivas, como pueden ser el dinero o las propiedades. No podemos aspirar a
ser los más ricos del cementerio.
Y si a nosotros nos cuesta dejarlo
todo y seguir a Jesús, porque no nos vemos capacitados, tenemos miedo y nos sentiríamos
abocados al fracaso en este mundo, tenemos que saber –como dice Jesús hoy- que
junto a nuestras imposibilidades está el Dios que “lo puede todo”. Porque si
bien nosotros con nuestro esfuerzo no podemos conseguir ni llegar a la realidad
del reino, también es verdad que él nos lo da gratuitamente, sin pagar nada a
cambio. Porque el Reino de Dios no es una propiedad que se compra o se vende,
sino que es un don, un regalo, al que se puede entrar a vivir ahora. No depende
de otra vida, sino de ésta.
A la pregunta de Pedro, sobre qué les pasará a los que ya lo han dejado
todo, Jesús contesta paradójicamente y nos invita a recibir, ya aquí, el ciento
por uno, pero con dificultades. Y nos invita a empezar a vivir una nueva
familia formada por los discípulos. Esto de ser ya una nueva familia y de
recibir ya aquí y ahora el ciento por uno es ciertamente lo que hacemos en la
eucaristía alrededor de la mesa de Jesús; recibir el ciento por uno.
ENTRA EN
TU INTERIOR
CON JESÚS
EN MEDIO DE LA CRISIS
Antes de que se ponga
en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa
para resolver su problema: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No le
preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto (Mc 10,
17-30).
Jesús lo pone ante la
Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo
los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno,
observante fiel de la religión judía: «Todo eso lo he cumplido desde pequeño».
Jesús se le queda
mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a
nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de
hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: «Una cosa te
falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego
sígueme».
El rico posee muchas
cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno,
pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la
ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados,
podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente
incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su
dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido
corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la
alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos
está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria,
para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no
necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas
si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar
nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué
ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego
revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y
superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos
ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos
hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras
familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos
heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la
alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco
más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a
nuestra religión le faltará alegría.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
La vida es el lugar de nuestro
encuentro con Dios en Cristo. Un camino que, muy señaladamente en Marcos, llega
a su término en la cruz. El discípulo es invitado a seguir al Maestro, y en ese
caminar juntos se va desvelando el misterio de aquel que desde el principio del
evangelio es presentado como la “buena noticia”: Jesucristo, el Hijo de Dios.
Ese hombre eres tú y soy yo. A lo
largo del camino y del seguimiento se suceden encuentros, palabras, gestos. El
discípulo de todos los tiempos está invitado a reconocer en ellos a sí mismo,
así como las circunstancias de su tiempo histórico. Hoy el relato evangélico
nos presenta a “uno” que se le “acercó corriendo, se arrodilló y le preguntó”.
Marcos no dice que ese “uno” sea “un joven”. Esta concreción solo está en
Mateo. Ignoramos el nombre del personaje. Ese “uno” somos todos, jóvenes y
viejos, tú y yo. No podemos detenernos en cada uno de los detalles del texto,
pero la oración personal y reposada, sí. Y así: ¿salgo yo corriendo al
encuentro con Jesús? ¿Me arrodillo ante la persona de Jesús? ¿Le pregunto?
¿Sobre qué asuntos?
Entre Jesús y el que sale a su
encuentro se entabla un diálogo cordial, cargado de buenos deseos, y que
culmina con una oferta de plenitud: “Vente conmigo” Lo cual exige previamente
“vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres”. El que se atreva a hacer lo
que Jesús dice, no pierde lo entregado a los pobres: lo transforma en “un
tesoro en el cielo”. La inversión no parece mala, pero exige una radical opción
de fe. El seguimiento de Jesús es exigente. Pero tampoco conviene confundirla
con una opción por la “vida religiosa”, cura o monja. ¡No! Es una oferta hecha
a todos y en todos los estados de la vida. Antes de la invitación al
seguimiento, hay en el texto bíblico un detalle que nos muestra a un Jesús muy
humano y cercano: “Jesús se le quedó mirando con cariño” el texto griego
original dice: “Jesús le miró y le amó”. Es casi lo mismo, pero separa y marca
dos momentos de Jesús: mira y ama.
ORACIÓN
Te pedimos, Señor, que tu gracia
continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar
siempre el bien. AMEN.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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