“¿Por qué me has visto has creído? Dichosos
los que crean sin haber visto”.
8 DE
ABRIL
SEGUNDO
DOMINGO DE PASCUA
DOMINGO
DE LA DIVINA MISERICORDIA
Primera
Lectura: Hechos de los Apóstoles 4,32-35
Tenían un
solo corazón y una sola alma.
Salmo 117
La misericordia
del Señor es eterna. Aleluya.
Segunda
Lectura: Primera Carta de Juan 5,1-6
Todo el
que ha nacido de Dios vence al mundo.
PALABRA
DEL DÍA
Juan
20,19-31
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban
los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y
en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegrías al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás, uno
de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los
otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si
no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de
los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días,
estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a
Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y
Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que
crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este
libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que
creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis
vida en su nombre.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana,
estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por
temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo:
"¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como
el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban
el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los
perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba
con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al
Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus
manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos
en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas
las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con
ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis
manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo,
sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus
discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es
el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.”
REFLEXIÓN
La gran palabra, la buena noticia que nos transmite la
Iglesia en este segundo domingo de Pascua, es que Jesús se hizo y se hace
presente en medio de sus discípulos.
El día de la Pascua nos fijamos más en la resurrección
misma de Jesús y su existencia junto al Padre. El que estaba muerto vive junto
a Dios y en Dios mismo. Todo fue obra del Espíritu vivificante.
Hoy nos fijamos en la presencia de Jesús en nosotros. Resucitó
no sólo para él mismo, sino para nosotros y por nosotros. Si murió por
nosotros, paras redimirnos del pecado y de la muerte, resucitó para llenarnos
de vida y contagiarnos de inmortalidad.
No se desentendió de nosotros. Podía haberlo hecho por lo
mal que le tratamos. Pero su amor es eterno, supera los tiempos, las
distancias, los obstáculos, las debilidades y las infidelidades. Las ovejas se
dispersaron en el día de la tempestad cruel y sangrienta, pero el buen Pastor
saldrá de nuevo en su busca.
Será tarea del resucitado encender la fe de los
discípulos, unirles en comunión, llenarles de la fuerza y el gozo del Espíritu
y convertirles en testigos y misioneros de su resurrección.
Hoy es también Domingo de la fe. No les fue fácil creer a
los discípulos que habían contemplado la ignominia, la debilidad y la muerte de
aquel en quien habían imaginado como el Mesías de la gloria. De la posible
resurrección no tenían ni idea ni esperanza. “Los vivos son los que te alaban”
(Is 38,19) si acaso podían tener una ligera esperanza de la resurrección final
de los justos, como decía Marta: “sé que resucitará en el último día, en la
resurrección” (Jn 11,24).
Para que sus discípulos y discípulas creyeran Jesús
resucitado se dejó ver, salió a su encuentro, se puso en medio, les explicó el
sentido de las Escrituras, partió con ellos el pan, les echó en cara su falta
de fe.
Son distintas experiencias pascuales, que no hay que
interpretar de manera estrictamente corporal. Todas coinciden en que han
experimentado la presencia viva de Jesús, se han encontrado con Jesús. Él ha
penetrado en sus inteligencias y en sus corazones,
ha tocado lo más hondo de su ser. Por eso empezarán a ser hombres nuevos. A
Jesús ya no lo verán cerca, pero lo vivirán dentro.
Pablo, a quien se debe el relato de las primeras
experiencias pascuales, es un ejemplo deslumbrante de esta transformación. Él
nos la describe apasionadamente.
La fe pascual brota
siempre de este encuentro con Jesús resucitado; y él toma siempre la
iniciativa, como vemos en Pablo y en todas las apariciones del Señor. Por eso
cuando hablamos de la fe pascual, no pensamos en un dogma, sino en un
acontecimiento.
Pero la comunidad necesita del perdón, que es hijo de la
caridad. Jesús resucitado es comprensivo y perdona; incluso inaugura la cultura
del perdón: A quienes perdonéis… Es el triunfo de la misericordia.
Hoy es el Domingo del perdón y de la misericordia. Porque
Cristo resucitado perdonó a sus amigos y a sus enemigos. No tomó venganzas ni
impuso penitencias, si acaso penitencias de amor y exigencias de fe. Porque
Cristo resucitado esponjó nuestro corazón en el ungüento de la compasión y la
ternura. Porque Cristo resucitado nos capacitó y enseñó a perdonar. Porque
Cristo resucitado estableció un sacramento específico de la misericordia.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO SEAS
INCRÉDULO SINO CREYENTE
La figura de Tomás como discípulo que se resiste a creer ha sido muy
popular entre los cristianos. Sin embargo, el relato evangélico dice mucho más
de este discípulo escéptico. Jesús resucitado se dirige a él con unas palabras
que tienen mucho de llamada apremiante, pero también de invitación amorosa: «No
seas incrédulo, sino creyente». Tomás, que lleva una semana resistiéndose a
creer, responde a Jesús con la confesión de fe más solemne que podemos leer en
los evangelios: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué ha experimentado este discípulo en Jesús resucitado? ¿Qué es lo que ha transformado al hombre
hasta entonces dubitativo y vacilante? ¿Qué recorrido interior le ha llevado
del escepticismo hasta la confianza? Lo sorprendente es que, según el relato,
Tomás renuncia a verificar la verdad de la resurrección tocando las heridas de
Jesús. Lo que le abre a la fe es Jesús mismo con su invitación.
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos
hecho más escépticos, pero también más frágiles. Nos hemos hecho más críticos, pero
también más inseguros. Cada uno hemos de decidir cómo queremos vivir y cómo
queremos morir. Cada uno hemos de responder a esa llamada que, tarde o
temprano, de forma inesperada o como fruto de un proceso interior, nos puede
llegar de Jesús: «No seas incrédulo, sino creyente».
Tal vez, necesitamos despertar más nuestro deseo de verdad. Desarrollar
esa sensibilidad interior que todos tenemos para percibir, más allá de lo
visible y lo tangible, la presencia del Misterio que sostiene nuestras vidas.
Ya no es posible vivir como personas que lo saben todo. No es verdad. Todos,
creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, caminamos por la vida envueltos
en tinieblas. Como dice Pablo de Tarso, a Dios lo buscamos «a tientas».
¿Por qué no enfrentarnos al misterio de la vida y de la muerte confiando
en el Amor como última Realidad de todo? Ésta es la invitación decisiva de
Jesús. Más de un creyente siente hoy que su fe se ha ido convirtiendo en algo
cada vez más irreal y menos fundamentado. No lo sé. Tal vez, ahora que no
podemos ya apoyar nuestra fe en falsas seguridades, estamos aprendiendo a
buscar a Dios con un corazón más humilde y sincero.
No hemos de olvidar que una persona que busca y desea sinceramente creer,
para Dios es ya creyente. Muchas veces, no es posible hacer mucho más. Y Dios,
que comprende nuestra impotencia y debilidad, tiene sus caminos para
encontrarse con cada uno y ofrecerle su salvación.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Tomás quería meter el dedo en el agujero de los clavos y la mano en la
herida del costado. Las llagas son, no solamente un piadoso memorial de la
Pascua del Señor, sino un argumento de fe, la prueba más convincente de la
verdad, y son urgencias de amor.
• Memorial de la Pasión.
Actualizan los
sufrimientos del Mesías, pero, sobre todo, actualizan la grandeza salvadora de
su amor. En sus llagas fuimos curados, nos dice Isaías 53,4-5. Cargó con
nuestras dolencias y nuestros pecados. A través de sus llagas podemos asomarnos
al misterio del amor misericordioso de Dios. Dentro de tus llagas escóndeme.
Lo mismo que él cargó con nuestras dolencias y nuestros pecados,
¿seríamos capaces nosotros de cargar con los sufrimientos y los dolores de los
hermanos?.
• Argumentos de fe.
Parece que lo que
convenció a Tomás fueron las llagas. Palpando creyó, confesó, se entregó. No se
fiaba de palabras ni de experiencias ajenas. Tenía que quemarse, quemar sus
dudas en las hogueras del que fue crucificado. Por eso, hoy se necesitan más
testigos que maestros, porque hemos llegado a tal punto de increencia que sólo
las llagas pueden convencer.
Urgencia de amor.
Jesús nos amó hasta la sangre. Pero, “todavía no habéis llegado a la
sangre de vuestra pelea contra el pecado” (Heb 12,4); ni hemos llegado a la
sangre en la pelea contra la injusticia o en el combate por la paz, ni hemos
llegado a la sangre en el ministerio de la caridad.
ORACIÓN
Dios de eterna
misericordia, que reanimas la fe de este pueblo a ti consagrado con la
celebración anual de las fiestas de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros
los dones de tu gracia, para que todos comprendamos mejor la excelencia del
bautismo que nos has purificado, la grandeza del Espíritu que nos ha regenerado
y el precio de la Sangre que nos ha redimido.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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