“Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la
vida por las ovejas…”
22 DE
ABRIL
IV
DOMINGO DE PASCUA
Primera
Lectura: Hechos 4,8-12
Sólo
Jesús puede salvarnos
Salmo 117
La piedra
que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Aleluya
Segunda Lectura:
1 Juan 3,1-2
Veremos a
Dios tal cual es.
EVANGELIO
DEL DÍA
Juan
10,12-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús: Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado,
que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas
y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le
importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías
me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida
por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a
esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo
Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder
recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder
para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi
Padre”.
Versión para América Latina, extraída de la
Biblia del Pueblo de Dios.
“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las
ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no
pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo
las arrebata y las dispersa.
Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me
conocen a mí
-como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi
vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las
que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un
solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el
poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi
Padre".
REFLEXIÓN
La vida necesita ser pastoreada. Se encuentra con muchos peligros, recibe
muchas heridas y escoge caminos equivocados. Necesita un pastor que la defienda
y oriente, que la cure y la cultive. Para eso ha venido Cristo, amigo y señor
de la vida.
Para defenderla. Jesús es la vida y la defiende. Trae
medicinas para curar sus heridas. La vida se defiende con el amor. Sus
medicinas tienen componentes de amor. Por eso el que no ama está muerto. El que
se alimenta de amor vive no muere.
Para aumentarla. Vino para que tengamos más vida. Nos
aporta un plus de vida. Pero la vida aumenta cuando se entrega –el que la
guarda, la pierde-, la vida crece en la medida en que la damos.
Para eternizarla. Que la vida no muera. Él trajo una
medicina de inmortalidad. Para eso había que vencer la muerte. Y para vencer la
muerte había que morir. Por eso entregó su vida Jesús, para quitar a la muerte
su veneno y convertirla en aliada de la vida. Entregó su vida para que
viviéramos en plenitud y para siempre, haciéndonos partícipes de su vida
divina.
Estas medicinas de amor y de vida se concentran en la
Eucaristía. Jesús nos invita a comer el pan de la vida. El que come su pan
vivirá para siempre. La Eucaristía resulta ser defensa y alimento. Pero la Eucaristía
es también entrega hasta la muerte. Y es precisamente esa muerte por amor la
que nos salva de la muerte.
El evangelio de este cuarto domingo de Pascua insiste en que Jesús, buen
pastor, da la vida por las ovejas, que la entrega libremente. Si queremos
imitar a Cristo, tener las actitudes de Cristo pastor, tenemos que ser capaces
de amar hasta la muerte. No pensemos en una nueva crucifixión, sino en no vivir
para nosotros, en gastar nuestra vida por los demás, en que amemos a las ovejas
más que a nosotros mismos. Como Jesús, que se daba todo. ” Recorría todas las
ciudades y los pueblos, enseñaba en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva
del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre,
sintió compasión de ellas, porque estaban extraviadas y abatidas, como ovejas
que no tienen pastor” (Mt 9,35-36). He aquí un buen resumen de la actividad
pastoral de Jesús.
Mirad qué amor. A través de estos rasgos que nos ofrece el evangelio de
Jesús podemos descubrir la profundidad y grandeza de su amor. Es un amor
responsable y delicado, que conoce a las ovejas por su nombre, se preocupa de
ellas y las cuida según sus necesidades. Es un amor valiente y poderoso, que
defiende a las ovejas de los lobos, aun poniendo en riesgo su vida. Es un amor
abierto y universal, no un grupo selecto de ovejas, sino que desea hacer de su
redil casa de comunión para todos. Es un amor amistoso y fiel, que busca la
empatía, la intimidad, que sabe comprender y perdonar. Es un amor generoso y
entregado, hasta darlo todo, hasta darse del todo, hasta hacerse alimento para
su rebaño. Y es un amor misterioso, que libra de la muerte.
ENTRA EN
TU INTERIOR
ACERCARNOS
Y CONOCERNOS
Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y
disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de
recordar que, en la comunidad de Jesús, sólo él es el Pastor bueno. No un
pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.
Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión,
dirigida a quienes pueden reivindicar el título de «pastores» en la comunidad
cristiana. El pastor que se parece a Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no
«huye» ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas,
las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.
Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre
todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él.
Sólo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta
comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta
comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.
En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar
fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación
para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el
futuro.
Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas
convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un
clima de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y
disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias;
entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de
todo género…
Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el
distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven
dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas
se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las
necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y el
aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e
interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.
Sólo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a
crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo
humilde que tanto necesitamos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Mirad qué amor. A través de estos rasgos que nos ofrece el evangelio de
Jesús podemos descubrir la profundidad y grandeza de su amor. Es un amor
responsable y delicado, que conoce a las ovejas por su nombre, se preocupa de
ellas y las cuida según sus necesidades. Es un amor valiente y poderoso, que
defiende a las ovejas de los lobos, aun poniendo en riesgo su vida. Es un amor
abierto y universal, no un grupo selecto de ovejas, sino que desea hacer de su
redil casa de comunión para todos. Es un amor amistoso y fiel, que busca la
empatía, la intimidad, que sabe comprender y perdonar. Es un amor generoso y
entregado, hasta darlo todo, hasta darse del todo, hasta hacerse alimento para
su rebaño. Y es un amor misterioso, que libra de la muerte.
El rebaño de Cristo no se reduce a un pueblo, por muy
escogido que sea. Todos los pueblos son escogidos y amados de Dios. El
verdadero pueblo escogido, llamado a formar parte del rebaño amado, son los que
se abren a la fe, sean de la nación que sean.
Las ovejas preferidas son las que se encuentran más
vejadas y abatidas, las más pobres y más necesitadas, las más débiles y
pequeñas, las que más sufren, todo ese mundo doliente. ¡Son tantas las ovejas
que se encuentran solas, que no tienen pastor, que están a merced de los lobos!
Puedes hacer una lista de las ovejas más necesitadas,
quizá puedas ponerles hasta rostro a muchas de ellas:
• Los niños: Son tantos los niños sin
familia ni protección…
• Los ancianos: Cada vez más numerosos
en el mundo rico, pero menos valorados y más solos…
• Los enfermos: El mundo del dolor, en
el cuerpo o en el alma. No tiene medida. ¡Cuánto miedo, cuanta agonía, cuanta
cruz!…
• Los jóvenes: Desorientados,
descarriados muchos, desatendidos…
• Los inmigrantes: Un éxodo dramático,
se les cierran las puertas y se le alzan las vallas…
Podríamos hablar de
muchas más ovejas que no son de este redil y que hay que atraer, ¡buena
reflexión para este domingo!.
ORACIÓN
FINAL
Pero también, Señor, hacen falta más pastores, más
pastores conforme a tu corazón. Tú te vales de muchas maneras para llamar.
Puede ser una palabra, una mirada, una seducción: puede ser una luz o un
sentimiento interior, algo que no se pasa, algo que te empuja; puede ser un
ejemplo, una experiencia de vida. Basta con que sepa verla, sentirla.
Señor, sé que sigues llamando, sé que me llamas porque me
quieres y me valoras, tu Reino, tu Iglesia es grande, hay muchos servicios que
realizar. Señor, si me llamas, haz que no dude. Si me llamas, pon en mi boca y
en mi corazón una palabra de agradecimiento, no una queja, o una carga, sino un
don. Amén.
Expliquemos
el evangelio a los niños.
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