“- Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de
mi Padre en una cueva de bandidos”.
4 DE MARZO
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
Primera
Lectura: Éxodo 20,1-17
La ley fue
dada por Dios a Moisés
Salmo 18
Tú
tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Segunda
Lectura: 1ª Corintios 1,22-25
Predicamos
a Cristo crucificado, escándalo para los hombres,
pero
sabiduría de Dios para los llamados.
EVANGELIO
DEL DÍA
Juan
2,13-25
“Estaba cerca la Pascua de los Judíos y Jesús subió a
Jerusalén. Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y
a los cambistas instalados.
Haciendo como un azote de cuerdas, a todos los echó del
templo, lo mismo a las ovejas que a los bueyes; a los cambistas les desparramó
las monedas y les volcó las mesas y a los que vendían palomas les dijo:
- Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una
cueva de bandidos.
Se acordaron sus discípulos de que estaba escrito: «La pasión
por tu casa me consumirá».
Respondieron entonces los dirigentes judíos, diciéndole:
- ¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas?
Les replicó Jesús:
- Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré.
Repusieron los dirigentes:
- Cuarenta y seis años ha costado construir este santuario, y
¿tú vas a levantarlo en tres días?
Pero él se refería al santuario de su cuerpo. Así, cuando se
levantó de la muerte se acordaron sus discípulos de que había dicho esto y
dieron fe a aquel pasaje y al dicho que había pronunciado Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén, durante las fiestas de Pascua,
muchos prestaron adhesión a su figura al presenciar las señales que realizaba. Pero
Jesús no se confiaba a ellos, por conocerlos a todos; no necesitaba que nadie
lo informase sobre el hombre, pues él conocía lo que el hombre llevaba dentro.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y
palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo,
junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas,
derribó sus mesas
y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí
y no hagan de la casa de mi Padre una cueva de bandidos".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El
celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das
para obrar así?".
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres
días lo volveré a levantar".
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y
seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres
días?".
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que
él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había
pronunciado.
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua,
muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba.
Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos
y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía
lo que hay en el interior del hombre.”
REFLEXIÓN
El nombre de “purificación del templo” no es adecuado, porque no se trata
de purificar, sino de sustituir. la exégesis viene en nuestra ayuda para
descubrir el significado profundo del relato.
Como cualquier judío, Jesús desarrolló su vida espiritual en torno al
templo; pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se hacía no
era lo que Dios esperaba de los seres humanos.
Es muy importante recordar que cuando se escribió este evangelio, ni
existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia en el
judaísmo. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión. Sin
embargo, Juan advierte del peligro de repetir aquella manera de dar culto a
Dios.
Este relato cumple perfectamente los criterios de historicidad. Lo narran
los cuatro evangelios. No es fácil que nadie se lo pudiera inventar si no
hubiera ocurrido algo y no hubiera estado en las fuentes.
Nos han repetido, por activa y por pasiva, que lo que hizo Jesús en el
templo fue purificarlo de una actividad de compraventa ilegal y abusiva. Según
esa versión, Jesús lo que intenta es que al templo se vaya a rezar y no a
comprar y vender.
Esto no tiene fundamento alguno, puesto que lo que estaban haciendo allí
los vendedores y cambistas, era completamente imprescindible para el
desarrollo de la actividad del templo.
Se vendían bueyes ovejas y palomas, que eran la base de los sacrificios
que se ofrecían en el templo. Los animales vendidos en el templo para sacrificarlos
estaban controlados por los sacerdotes; de esa manera se garantizaba que
cumplían todos los requisitos de legalidad.
También imprescindibles los cambistas, porque al templo sólo se le podía
ofrecer dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de Pascua,
llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo, a la hora de hacer la ofrenda
no tenían más remedio que cambiar su dinero romano o griego por el del templo.
Jesús manifestó con un acto profético, que aquella manera de dar culto a
Dios no era la correcta. En ningún caso
podemos pensar en una acción espectacular. En esos días de fiesta podía haber
en el atrio del templo ocho o diez mil personas. Es impensable que un sólo
hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del templo a tanta gente.
El templo tenía su propia guardia que se encargaba de mantener el orden.
Además en una esquina del templo se levantaba la torre Antonia, con una
guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar siempre durante
las fiestas. Eran momentos de alerta máxima para las autoridades romanas.
Cualquier desorden sería sofocado en unos minutos.
Los sinópticos ponen en labios de Jesús una cita de Isaías 56,7 ("mi
casa será casa de oración para todos los pueblos") y otra de Jeremías 7,11
("pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos").
El texto de Isaías hace referencia a los extranjeros y a los pecadores
que estaban excluidos del templo.
Los bandidos, en la cita de Jeremías no son los que venden palomas y
ovejas, sino los que hacen las ofrendas sin una actitud mínima de conversión.
Son bandidos, no por ir a rezar, sino porque sólo buscaban seguridad.
Lo que Jesús critica es que con los sacrificios se intente comprar a
Dios. Como los bandidos se esconden en las cuevas, seguros hasta que llegue la
hora de volver a robar y matar.
Juan va por otro camino y cita un texto de Zacarías 14,20.
También en el Apocalipsis (21.22) se dice:
"No vi santuario en la ciudad, pues el Señor todopoderoso y el
Cordero, eran su santuario."
Los vendedores interpelados (los judíos) le exigen un prodigio que avale
su misión. No reconocen a Jesús ningún derecho para actuar así. Ellos son los
dueños y Jesús un rival que se ha entrometido. Ellos están acreditados por la
institución misma, quieren saber quién le acredita a él. No les interesa la
verdad de la denuncia, sino la legalidad de la situación, que les favorece.
Pero Jesús les hace ver que sus credenciales han caducado. Las credenciales de
Jesús, serán hacer presente la gloria de Dios a través de su amor.
Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré. Aquí encontramos la
razón por la que leemos el texto de Juan y no el de Marcos. Esta alusión a su
resurrección da sentido al texto en medio de la cuaresma. Le piden una señal y
él contesta haciendo alusión a su muerte. Su muerte hará de él el santuario
único y definitivo.
Una de las razones para matarlo, será que se ha convertido en un peligro
para el templo. Es interesante descubrir que, para Juan, el fin del templo está
ligado a la muerte de Jesús.
ENTRA EN
TU INTERIOR
UN TEMPLO
NUEVO
Los cuatro evangelistas se hacen eco del gesto provocativo de Jesús
expulsando del templo a «vendedores» de animales y «cambistas» de dinero. No
puede soportar ver la casa de su Padre llena de gentes que viven del culto. A
Dios no se le compra con «sacrificios».
Pero Juan, el último evangelista, añade un diálogo con los judíos en el
que Jesús afirma de manera solemne que, tras la destrucción del templo, él «lo
levantará en tres días». Nadie puede entender lo que dice. Por eso, el
evangelista añade: «Jesús hablaba del templo de su cuerpo».
No olvidemos que Juan está escribiendo su evangelio cuando el templo de
Jerusalén lleva veinte o treinta años destruido. Muchos judíos se sienten
huérfanos. El templo era el corazón de su religión. ¿Cómo podrán sobrevivir sin
la presencia de Dios en medio del pueblo?
El evangelista recuerda a los seguidores de Jesús que ellos no han de
sentir nostalgia del viejo templo. Jesús, «destruido» por las autoridades
religiosas, pero «resucitado» por el Padre, es el «nuevo templo». No es una
metáfora atrevida. Es una realidad que ha de marcar para siempre la relación de
los cristianos con Dios.
Para quienes ven en Jesús el nuevo templo donde habita Dios, todo es
diferente. Para encontrarse con Dios, no basta entrar en una iglesia. Es
necesario acercarse a Jesús, entrar en su proyecto, seguir sus pasos, vivir con
su espíritu.
En este nuevo templo que es Jesús, para adorar a Dios no basta el
incienso, las aclamaciones ni las liturgias solemnes. Los verdaderos adoradores
son aquellos que viven ante Dios «en espíritu y en verdad». La verdadera
adoración consiste en vivir con el «Espíritu» de Jesús en la «Verdad» del
Evangelio. Sin esto, el culto es «adoración vacía».
Las puertas de este nuevo templo que es Jesús están abiertas a todos.
Nadie está excluido. Pueden entrar en él los pecadores, los impuros e, incluso,
los paganos. El Dios que habita en Jesús es de todos y para todos. En este
templo no se hace discriminación alguna. No hay espacios diferentes para
hombres y para mujeres. En Cristo ya «no hay varón y mujer». No hay razas
elegidas ni pueblos excluidos. Los únicos preferidos son los necesitados de
amor y de vida. Necesitamos iglesias y templos para celebrar a Jesús como
Señor, pero él es nuestro verdadero templo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Jesús no lo puede soportar. El templo de Jerusalén se había convertido en
un mercado. Una práctica religiosa sometida al dinero y a los sacrificios. ¡A
Dios no se le puede comprar! Él es amor, compasión, ternura y misericordia.
Nadie puede poner precio al encuentro con Dios. El Dios de Jesús, Abba, (papá)
no estaba en venta ni restringido al templo de Jerusalén. A Dios también lo
encontramos en otros muchos lugares: en el Tabor y en Cafarnaúm, en Nazaret, lo
vemos junto a los pecadores, al lado de los enfermos, compasivo con los pobres,
acogedor con los extranjeros, en definitiva, Él siempre está apasionado con sus
hijos. Jesús, el Maestro, es Dios con nosotros y, especialmente “Dios con los
necesitados, Dios con los pobres”. Es el nuevo templo, el nuevo culto. En
Jesucristo, encontramos y damos culto a Dios. La señal de este nuevo lugar de
encuentro entre el hombre y Dios es su cruz y su resurrección. A partir de ese
momento ningún templo tiene la exclusividad. El verdadero templo lo ha
constituido Dios y todos tenemos acceso.
Jesús se presenta como el nuevo
templo, el nuevo “lugar” de relación con Dios. Atrás quedan los templos como
único espacio de encuentro con Dios. Él abre el “amor que se entrega” como la nueva
forma de relación con Dios. El ministerio público de Jesús es una expresión
auténtica de esta nueva religión que se apoya en la total confianza con el
Padre y se expresa en la donación absoluta al prójimo.
En un momento de oración agradecemos
a Dios aquellas mediaciones que nos ayudan a crecer en la fe. Acabamos rezando
el Padrenuestro.
ORACIÓN
FINAL
Alimentados ya en la tierra con el
pan del cielo, prenda de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que se haga
realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en tus sacramentos. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Paxi Velasco FANO