lunes, 1 de enero de 2018

7 Y 8 DE ENERO: EPIFANÍA Y FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR..


“Abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.”

7 DE ENERO

En la mayoría de países 6 de Enero

EPIFANÍA DEL SEÑOR

Primera Lectura: Isaías 60,1-6

La gloria del Señor alborea sobre ti.

Salmo 71

Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

Segunda Lectura: Efesios 3,2-3.5-6

También los paganos participan de la misma herencia que nosotros.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 2,1-12

“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del pueblo de Dios.

“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”

REFLEXIÓN

La fiesta de la Epifanía es la primera que empezó a celebrarse, después de la Pascua. Una fiesta que conserva toda su fuerza, especialmente en la Iglesia Oriental. Es más que la Navidad. Es la manifestación de Dios en el nacimiento, en la estrella a los Magos, en el bautismo y en las bodas de Caná, los primeros signos de la presencia de Dios entre nosotros.

            Los evangelios de la infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras aperturas a la universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es “salvación para todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma en el relato de la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la siguen.

            Dios es para todos. El cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no es propiedad de nadie. Todos puede ver la estrella y nadie puede apropiársela. Todos pueden gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos pueden levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que nadie lo prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.

            Nos viene bien esta fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar de que el mundo se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los pueblos más lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las Iglesias y religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos moviéndonos en un mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy pequeño.

            Hoy, día de la Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le pedimos al Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del mundo.

ENTRA EN TU INTERIOR

"RELATO DESCONCERTANTE

Ante Jesús se pueden adoptar actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.

Los magos no pertenecen al pueblo elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el cosmos. Su corazón busca verdad.

En algún momento creen ver una pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el mundo.

Su llegada a la ciudad santa de Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el gran Consejo de "los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo". Su actuación es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.

Su seguridad religiosa los ciega. Conocen dónde ha de nacer el Mesías, pero ninguno de ellos se acercará a Belén. Se dedican a dar culto a Dios, pero no sospechan que su misterio es más grande que todas las religiones, y tiene sus caminos para encontrarse con todos sus hijos e hijas. Nunca reconocerán a Jesús.

El rey Herodes, poderoso y brutal, solo ve en Jesús una amenaza para su poder y su crueldad. Hará todo lo posible para eliminarlo. Desde el poder opresor solo se puede "crucificar" a quien trae liberación.

Mientras tanto, los magos prosiguen su búsqueda. No caen de rodillas ante Herodes: no encuentran en él nada digno de adoración. No entran en el Templo grandioso de Jerusalén: tienen prohibido el acceso: La pequeña luz de la estrella los atrae hacia el pequeño pueblo de Belén, lejos de todo centro de poder.

Al llegar, lo único que ven es al "niño con María, su madre". Nada más. Un niño sin esplendor ni poder alguno. Una vida frágil que necesita el cuidado de una madre. Es suficiente para despertar en los magos la adoración.

El relato es desconcertante. A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.

José Antonio Pagola

OFRA EN TU INTERIOR

       Hemos visto salir su estrella. Es la primera fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros fervores y los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.

        Sé, Señor, que la estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una palabra escuchada y grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un acontecimiento favorable, un sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita… Dios puede manifestarse directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si se manifiesta, algo muy grande se enciende en mi alma.

       Una inmensa alegría, que es el fruto de la fidelidad. En cualquier momento vuelve a lucir la estrella, la buena estrella, la fiel estrella. Puede bastar una palabra, como la de Jesús resucitado a la Magdalena. Puede ser un cariñoso reproche. Puede ser una presencia de Dios. Puede ser una bendición o una respuesta a mi llamada. Puede ser una especial providencia o el cumplimiento de mis deseos. Puede ser la palabra de un hermano.

ORACIÓN

•          Qué la luz de Jesucristo, como la luz de la estrella, ilumine a todas las gentes.


•          Para que se multipliquen los testigos del amor de Dios a los hombres, misioneros que sean portadores de salvación, especialmente a los más necesitados. Para que todos los que sufren, los que buscan, los que dudan, los que han perdido la esperanza, vuelvan a encontrar la luz de la estrella.


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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.”

8 DE ENERO

En la mayoría de países 7 de Enero.

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Primera Lectura: Isaías 55,1-11

Vengan por agua; escúchenme y vivirán.

Salmo 12

Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.

Segunda lectura: 1 Juan 5,1-4

El Espíritu, el agua y la sangre.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 1,7-11

“En aquel tiempo, proclamaba Juan:
-“Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: -“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Juan predicaba, diciendo:
"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma;
y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

REFLEXIÓN

Manifestación Bautismal. Una nueva Epifanía.

            Después de la manifestación de la estrella a los Magos, Dios volvió al silencio. Durante años y años Dios se oculta. Jesús pasó unos treinta años en Nazaret, una vida normal de familia y trabajo. No hay palabras. No hay signos. Hay silencios, hay oración, hay trabajo, hay sencillez, hay familia. Si Juan presentía algo por aquello de la Visitación y sus saltos en el vientre materno, se cansaría de esperar. Lo mismo los pastores de Belén. A Simeón y Ana no les dio tiempo. José y María no tenían prisas, tan contentos de que Jesús estuviera con ellos.

            Juan, efectivamente, se cansó de esperar. Aparece en el desierto y en el río como un terremoto espiritual. Su conciencia le empuja. Dios mismo le empuja a que predique la conversión. Hay un presentimiento. Tiene que hacer algo para adelantar la hora del Mesías. Diríamos que le facilita el terreno.

            Y Jesús sale de su casa, de Nazaret. Él también esperaba su hora, pero no sabe cuándo. Porque él no actúa desde sí ni vive par sí, sino desde y para el Padre.

            Jesús quiere también recibir el bautismo de Juan. Quiere escucharlo, quiere escuchar al que habla con palabras de fuego. Quiere renovarse con el rito bautismal. Quiere estar más cerca de Dios y llenarse más de Él.

En la cola de los pecadores.

            Jesús se llamaría así mismo Hijo del Hombre. Asumía toda la condición humana, su dignidad y sus capacidades, pero también sus llagas y sus miserias. No tiene pecado, es semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, pero quiere cargar con los pecados del hombre, “con los pecados del mundo”, diría Juan. Es una imagen reveladora. Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

El Dios trinitario.

           Cuando Jesús entró en el agua es uno de los momentos de más ocultamiento de Jesús. ¿Quién podría pensar que era el Mesías, al verlo en la cola de los pecadores, sometiéndose a un bautismo de conversión para el perdón de los pecados? Hasta ahí llegó Jesús.

            Pero cuando sube del agua, se abre el cielo, desciende la gracia, se manifiesta Dios. Una nueva Epifanía, como un anticipo de la Pascua, o del Tabor. Jesús se siente renacer.

            Desciende el Espíritu, como paloma de paz, como ungüento de alegría, como energía de libertad, como fuerza de amor. Jesús sintió que el Espíritu de Dios lo penetraba, lo empapaba, lo llenaba de felicidad, lo resucitaba. Fue como el Pentecostés de Jesús. Una experiencia que marcará su vida. Siempre actuará movido por el Espíritu.

            Esta experiencia de libertad, de perdón y resurrección se extenderá también a los hombres, a ti y a mí. Había asumido su pecado, ahora les devolvía la gracia.

            La voz del Padre. Es como si el Padre quisiera presentar públicamente a su Hijo, una presentación en toda regla, una presentación a la Humanidad: Es mi Hijo amado, es mi predilecto. Es lo que más quiero. Estaba conmigo y os lo entrego. Pero yo estaré con él, porque no puedo dejar de amarle. Es mi Vida. Es todo lo que tengo.

            La voz del Hijo. La palabra del Hijo no podía ser otra que: ¡Abba, Padre! Eco también de la palabra eterna. Una palabra llena de reconocimiento, de confianza, de gratitud y de amor. Sí, Padre. Lo que Tú quieras. Yo para esto he venido para reunir a los hijos dispersos e integrarlos en nuestra Comunión. He venido para dar vida, para dar mi vida, para vencer la muerte. He venido para limpiar el mundo de los espíritus del mal, y rehacer tu obra, para instaurar tu Reino. He venido para que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo.

ENTRA EN TU INTERIOR

Lo mismo que después del Tabor, Jesús tuvo que bajar para acompañar a los hombres, después del Bautismo empezará a servir. La experiencia del Bautismo le ha marcado para el servicio. Ha sido ungido por el Espíritu para servir. Él explicará esta palabra en Nazaret. Siguiendo el texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres…· (Is 4,18).

            Me pregunto, Señor, si me he dado cuenta de que a mí también me marcaron en el Bautismo para el servicio, con una marca indeleble, eterna.

ORA EN TU INTERIOR

         El profeta nos invita a mirar al Siervo de Yahvé. No lleva armas ni alforja. No grita ni vocea. No amenaza ni castiga. No se doblega ni vacila. En sus manos libres levanta la bandera de la justicia. Se alía con la misericordia para abrir los ojos del ciego, curar heridas y enfermedades. Prefiere la misericordia al sacrificio. Se carga de libertad para expulsar demonios y sacar cautivos de la prisión. Es médico de corazones. Trae las mejores noticias para los pobres, que serán sus preferidos. Proclama amnistía de todas las deudas. Inaugura tiempos de bendición y jubileo de gracia.

            Yo sólo quiero, Señor, sentir los dolores y los sufrimientos de mis hermanos como míos. Sentir sus alegrías y sus tristezas, como mías. Yo sólo quiero, Señor, que nadie sea indiferente para mí, que no me haga impermeable al sufrimiento de mis hermanos.

ORACIÓN FINAL

            Manifiesta la luz de tu verdad, de tu amor, a todos los hombres que te busca. Manifiesta tu misericordia a todos los hombres que sufren: que pobres, enfermos y oprimidos por el mal reciban, como el hombre apaleado al borde del camino, el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Renueva en mí, Padre, la gracia del bautismo; que viva de acuerdo con sus exigencias.

Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi Velasco (FANO)



Imagen para colorear.




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