-“Aquí
está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”
24 DE
DICIEMBRE
CUARTO
DOMINGO DE ADVIENTO
HASTA LA
HORA NONA
1ª
Lectura: 2 Samuel 7,1-5.8-12.14.16
El reino
de David permanecerá para siempre en presencias del señor.
Salmo: 88
Proclamaré
sin cesar la misericordia del Señor
2ª
Lectura: Romanos 16,25-27
Se ha
revelado el misterio oculto durante siglos.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
1,26-38
“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquel.
El ángel le dijo:
-“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin.”
Y María dijo al ángel:
“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”
El ángel le contestó:
-“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de
Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para
Dios nada hay imposible.
María contestó:
-“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra.”
Y la dejó el ángel. “
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a
una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
-“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin.”
Y María dijo al ángel:
-“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”
El ángel le contentó:
-“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de
Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para
Dios no hay nada imposible”. María contestó: -“Aquí está la esclava del Señor,
hágase en mi según tu palabra”.- Y la dejó el ángel.”
REFLEXIÓN
Escuchamos ya anuncios inmediatos de la Navidad. Nos llegan ecos llenos
de entusiasmo y emoción no contenida. Se van concretando lugares del gran
acontecimiento esperado.
Todo tiene que estar a punto, termina el tiempo de espera y empiezan las
promesas a cumplirse. Hemos ya encendido las cuatro velas de la corona de
Adviento, pero me pregunto, si están nuestras lámparas encendidas.
La Anunciación es un misterio que meditamos siempre con asombro. La
escena está muy bien pintada y elaborada por Lucas: el mensaje del ángel, las
respuestas de María.
Aquí es Dios el que está buscando un templo, no es David el que quiere
construirle uno, Dios quiere construirse un templo a su gusto. Quiere construir
una casa para su Hijo. Los materiales los encontrará en una joven de Nazaret.
Materiales como, disponibilidad, apertura al don de Dios, fidelidad,
generosidad, estos materiales solo los puede manejar el Espíritu Santo.
Y esta joven siente en un momento la experiencia de Dios. Un misterio que
la quema y la abaja, una palabra que la ilumina y la gratifica.
- Eres una pobre esclava, pero yo
quiero que sea mi hija. Eres virgen, pero yo quiero que tengas un hijo. Eres
humana, pero tu hijo será divino.
- Qué cómo será eso.
- Basta que creas, que te abras a la
gracia y a la acción del Espíritu. No temas. Dios lo puede todo.
- Sí, Padre. Soy tu esclava. Hágase en
mí.
- Soy pequeña, tengo miedo. Pero Sí.
- Me da vergüenza, estoy prometida.
Pero Sí.
- ¿Por qué te has fijado en mí? Hay
tantas mujeres que son mejores y más preparadas. Pero Sí.
- ¿Podré yo responder como Tú quieres?
¿Sabré ser lo que me pides? Pero sí.
Si, María, Madre mía.
Tu Sí cambió mi vida, tu Sí cambió la historia, tu generosidad cambió la
historia e hizo posible que el cielo se uniera con la tierra en un abrazo
luminoso y salvífico.
ENTRA EN
TU INTERIOR
(S. Agustín, Serm.
290,4-5)
Zacarías busca saber del ángel algo que le permita
conocer lo que se le acaba de anunciar, porque él era anciano y la mujer
entrada en años, y se le responde: Por no haber creído te quedarás mudo. Se
anuncia a la virgen María el nacimiento de Cristo, y, preguntando el modo, dice
al ángel: ¿Cómo sucederá eso, pues no
conozco varón? (Lc 1,34). Y el ángel le responde: El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1,35). He aquí
cómo sucederá lo que desea saber; he aquí cómo dará a luz sin conocer varón; he
aquí cómo el Espíritu Santo vendrá sobre
ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra. No temas el ardor de la
concupiscencia estando a la sombra de tan grande santidad. ¿A qué se debe esto?
Si prestamos atención a las palabras, o ambos creyeron, o ambos dudaron, tanto
Zacarías como María; pero nosotros sólo podemos escuchar las palabras; Dios
puede interrogar también el corazón.
Queremos comprender, amadísimos, que cuando Zacarías dijo
¿Cómo conoceré eso? Yo soy anciano y mi mujer entrada en años (Lc 1,18), lo
dijo no preguntando, sino mostrando su falta de esperanza. En cambio, María al
decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón? (Lc 1,34) lo dijo
preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la
promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: Salve, llena de
gracia. ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo
suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia
voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que
no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el
principio, por la que fueron hechas las cosas, se hace carne: La palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). La Palabra se hace carne, pero
uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne.
¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto.
ORA EN TU
INTERIOR
En este último domingo de Adviento, la liturgia nos
invita a reavivar aún más nuestro deseo de encontrarnos con Jesús, al que
contemplaremos hecho niño en belén. Pero para que podamos aprovechar todo, lo
que eso significa, es necesario tomar conciencia de quién es realmente aquel al
que esperamos; pues se trata del Salvador, que toma carne de la Virgen María
para liberarnos de toda esclavitud. Pensemos serenamente en aquellas situaciones
en las que necesitamos ser iluminados por Jesucristo, y desde ahora, demos
gracias por las maravillas que el señor seguirá haciendo en nuestra historia.
ORACIÓN
Te pedimos, Señor, que infundas el amor en nuestros
corazones, para que, habiendo conocido, por el anuncio del ángel, la
encarnación de tu Hijo, lleguemos por su pasión y su cruz, a la gloria de la
resurrección.
24 DE
DICIEMBRE
MISA DE
LA NOCHE
1ª
Lectura: Isaías 9,1-6
Un hijo
se nos ha dado.
Salmo 95:
“Hoy nos ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor”
2ª
Lectura: Tito 2,11-14
Ha
aparecido la gracia de Dios a todos los hombres.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
2,1-14
:”…hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un
Salvador: el Mesías, el Señor”.
“En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto,
ordenando hacer un censo del mundo entero.
Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador
de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y
mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al
aire libre, velando por turnos su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los
envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
-“No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría
para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el
Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.”
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del
ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: -“Gloria a Dios en el cielo, y
en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto,
ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la
Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret,
ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser
madre;
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por
turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del
Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una
buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es
el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién
nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a
los hombres amados por él!".
REFLEXIÓN
El ciclo de Navidad-Epifanía, está escrito a imagen y semejanza del ciclo
de Pascua y, por tanto, depende de él. Los dos empiezan de noche. Porque dos
veces a lo largo del año –sólo dos veces- la Iglesia nos convoca de noche al
templo para velar; son dos noches que tienen una luz especial, un resplandor
que viene de Dios. La Nochebuena, la Vigilia Pascual. Y no podemos entender la
una sin la otra: son dos noches que nos hablan de un único misterio.
Hoy tenemos el inicio de la salvación; en la Pascua, tenemos el
cumplimiento, la plenitud. En la Navidad es Dios quien se hace hijo de los
hombres; en la Pascua es el hombre quien se convierte en hijo de Dios. El
protagonista es siempre el mismo: Jesús, en la Navidad con su nacimiento; en la
Pascua con su muerte y resurrección; y desde su vida nos muestra que la vida
humana se puede vivir de un modo nuevo y diferente, que tiene un nombre
concreto: que tiene un nombre concreto: el Reino de Dios, que es el Reino del
hombre.
Hoy ha descendido la paz y la alegría sobre nosotros: “No temáis, os
traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo…Os ha nacido un
Salvador”
ENTRA EN TU INTERIOR
EN UN
PESEBRE
Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que
nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un
niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén. Es de noche.
Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no
desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los
pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un
lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo.
Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy
grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es
de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es
para toda la gente.
Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo
siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los
que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su
soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.
Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías,
el Señor». No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado
como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El
nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son
víctima de toda clase de abusos.
Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana.
Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No
estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo
buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana.
En él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.
¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero:
«Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en
un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido
encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella
misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en
un pesebre.
En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo
encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y
espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos
a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Hemos contemplado la Buena Noticia,
la mejor noticia que anunciaron los ángeles a los pastores y que la Iglesia
sigue anunciando a todos los hombres del mundo. Es una noticia buena para
todos, pero especialmente para aquellos que buscan intensamente a Dios y para
los que angustiosamente lo necesitan; es decir, para los que creen, para los
que sufren, para los pobres y excluidos de la sociedad.
Celebramos el nacimiento de dios, y
el nacimiento de dios envuelto en la mayor humildad y pobreza. Lo primero es
que vino Dios a nosotros, lo segundo, los parámetros y las circunstancias de
esta venida.
ORACIÓN
Hoy, en esta eucaristía de media
noche, vienes a mi, señor, y mañana, en la misa del día, contemplaré tu gloria.
Vienes a mí para que, libre de temor, arrancado de la mano de mis enemigos, te
sirva con santidad y justicia todos los días de mi vida. ¡Qué maravillosa
visión de la vida cristiana, que cada día me recuerda la antífona “benedictus”
¡. Te pido que en esta Navidad ninguna ocupación o preocupación aparte de mi
mente, mi corazón y mi vida de lo único importante que eres tú, que vienes y me
pides alojarte en mi corazón.
LUNES 25
DE DICIEMBRE
NATIVIDAD
DEL SEÑOR
1ª
Lectura: Isaías 52,7-10
Verán los
confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo 97:
“Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”
2ª
Lectura: Hebreos 1,1-6
Dios nos
ha hablado por su Hijo.
PALABRA
DEL DÍA
Juan
1,1-18
“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto
a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la
Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Plabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste
venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos
vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el
mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de
Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal,
ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y
de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien
dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que
yo.”-
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras
gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la
verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el
seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin
ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que
todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de
ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su
Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni
de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel
del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía
antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos
recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y
la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo
único, que está en el seno del Padre”.
REFLEXIÓN
La Palabra de Dios, la que
existía desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne
de nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy cercano.
Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del pesebre es
Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho hombre y ha
entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha venido como un
marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido a parar a un
establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna un pesebre.
¿Por qué tenía que nacer en este lugar? Éste es el misterio de Dios. Él
se ha encarnado en nuestro mundo, en el que están muy presentes la miseria, la
marginación y la injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres, los
pequeños, las personas maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que
este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de
pobreza para que en él los más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste
es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria
y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo
recibieron…”
Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.
“Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si
creen en su nombre".
ENTRA TU
INTERIOR
Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde
niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo,
por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos
transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos
religiosos. Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y
deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No
lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda
una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto
nadie jamás».
Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que
lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo
sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi
absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad,
ninguno de ellos ha visto a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera
grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción
que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios,
es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y
nos muestra su rostro como en Jesús.
Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en
doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús,
en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su
resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que
él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo
de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que
desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un
mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la
humanidad de Jesús.
No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos
necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los
evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar
en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea
apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y
sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La
gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no
encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas
necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños.
Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz.
Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos,
para los libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de amor.
¡Oh, Señor! Contigo
nació la gracia de Dios. En ti Dios se manifestó a los humildes y misericordiosos.
Por ti fui rescatado de mi mediocridad. Y tú me enseñaste a vivir santamente y
a esperar con las lámparas encendidas tu vuelta gloriosa.
ORACIÓN
Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su
presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar
en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué
cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el
corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi
corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora
puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que
sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la
desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder
iluminar a los otros.
· Que sea y viva, Señor, como verdadero
hijo tuyo.
· Que sea y viva como hermano de todos
los hombres.
· Que sea comprensivo y compasivo,
acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi clasismo.
· Que sea pobre, que solo busque tu
reino y su justicia.
· Que sea manso, que me convenza de que
sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.
· Que sea capaz de mirar siempre con
ojos de misericordia.
· Que sepa hacer mío los dolores y
sufrimientos de mis hermanos.
· Que sepa amar, Señor, que sepa amar.
Amén
Hermanas, hermanos, amigos... ¡Feliz Navidad a todos y un venturoso año nuevo.
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