lunes, 18 de diciembre de 2017

24 DE DICIEMBRE: CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO Y MISA DE LA NOCHE. 25 DE DICIEMBRE: MISA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR.




-“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”

24 DE DICIEMBRE

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

HASTA LA HORA NONA

1ª Lectura: 2 Samuel 7,1-5.8-12.14.16

El reino de David permanecerá para siempre en presencias del señor.

Salmo: 88

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor

2ª Lectura: Romanos 16,25-27

Se ha revelado el misterio oculto durante siglos.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 1,26-38

“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
-“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Y María dijo al ángel:
“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”
El ángel le contestó:
-“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
-“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.”
Y la dejó el ángel. “

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
-“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Y María dijo al ángel:
-“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”
El ángel le contentó:
-“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible”. María contestó: -“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.- Y la dejó el ángel.”

REFLEXIÓN

Escuchamos ya anuncios inmediatos de la Navidad. Nos llegan ecos llenos de entusiasmo y emoción no contenida. Se van concretando lugares del gran acontecimiento esperado.

Todo tiene que estar a punto, termina el tiempo de espera y empiezan las promesas a cumplirse. Hemos ya encendido las cuatro velas de la corona de Adviento, pero me pregunto, si están nuestras lámparas encendidas.

La Anunciación es un misterio que meditamos siempre con asombro. La escena está muy bien pintada y elaborada por Lucas: el mensaje del ángel, las respuestas de María.

Aquí es Dios el que está buscando un templo, no es David el que quiere construirle uno, Dios quiere construirse un templo a su gusto. Quiere construir una casa para su Hijo. Los materiales los encontrará en una joven de Nazaret. Materiales como, disponibilidad, apertura al don de Dios, fidelidad, generosidad, estos materiales solo los puede manejar el Espíritu Santo.

Y esta joven siente en un momento la experiencia de Dios. Un misterio que la quema y la abaja, una palabra que la ilumina y la gratifica.

-           Eres una pobre esclava, pero yo quiero que sea mi hija. Eres virgen, pero yo quiero que tengas un hijo. Eres humana, pero tu hijo será divino.

-           Qué cómo será eso.

-           Basta que creas, que te abras a la gracia y a la acción del Espíritu. No temas. Dios lo puede todo.

-           Sí, Padre. Soy tu esclava. Hágase en mí.

-           Soy pequeña, tengo miedo. Pero Sí.

-           Me da vergüenza, estoy prometida. Pero Sí.

-           ¿Por qué te has fijado en mí? Hay tantas mujeres que son mejores y más preparadas. Pero Sí.

-           ¿Podré yo responder como Tú quieres? ¿Sabré ser lo que me pides? Pero sí.

Si, María, Madre mía. Tu Sí cambió mi vida, tu Sí cambió la historia, tu generosidad cambió la historia e hizo posible que el cielo se uniera con la tierra en un abrazo luminoso y salvífico.

ENTRA EN TU INTERIOR

(S. Agustín, Serm. 290,4-5)

            Zacarías busca saber del ángel algo que le permita conocer lo que se le acaba de anunciar, porque él era anciano y la mujer entrada en años, y se le responde: Por no haber creído te quedarás mudo. Se anuncia a la virgen María el nacimiento de Cristo, y, preguntando el modo, dice al ángel: ¿Cómo sucederá eso, pues  no conozco varón? (Lc 1,34). Y el ángel le responde: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1,35). He aquí cómo sucederá lo que desea saber; he aquí cómo dará a luz sin conocer varón; he aquí  cómo el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra. No temas el ardor de la concupiscencia estando a la sombra de tan grande santidad. ¿A qué se debe esto? Si prestamos atención a las palabras, o ambos creyeron, o ambos dudaron, tanto Zacarías como María; pero nosotros sólo podemos escuchar las palabras; Dios puede interrogar también el corazón.

            Queremos comprender, amadísimos, que cuando Zacarías dijo ¿Cómo conoceré eso? Yo soy anciano y mi mujer entrada en años (Lc 1,18), lo dijo no preguntando, sino mostrando su falta de esperanza. En cambio, María al decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón? (Lc 1,34) lo dijo preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: Salve, llena de gracia. ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el principio, por la que fueron hechas las cosas, se hace carne: La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). La Palabra se hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto.

ORA EN TU INTERIOR

            En este último domingo de Adviento, la liturgia nos invita a reavivar aún más nuestro deseo de encontrarnos con Jesús, al que contemplaremos hecho niño en belén. Pero para que podamos aprovechar todo, lo que eso significa, es necesario tomar conciencia de quién es realmente aquel al que esperamos; pues se trata del Salvador, que toma carne de la Virgen María para liberarnos de toda esclavitud. Pensemos serenamente en aquellas situaciones en las que necesitamos ser iluminados por Jesucristo, y desde ahora, demos gracias por las maravillas que el señor seguirá haciendo en nuestra historia.

ORACIÓN

            Te pedimos, Señor, que infundas el amor en nuestros corazones, para que, habiendo conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de tu Hijo, lleguemos por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección.




24 DE DICIEMBRE

MISA DE LA NOCHE

1ª Lectura: Isaías 9,1-6

Un hijo se nos ha dado.

Salmo 95: “Hoy nos ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor”

2ª Lectura: Tito 2,11-14

Ha aparecido la gracia de Dios a todos los hombres.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,1-14

:”…hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”.

“En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.
Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
-“No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: -“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".

REFLEXIÓN

El ciclo de Navidad-Epifanía, está escrito a imagen y semejanza del ciclo de Pascua y, por tanto, depende de él. Los dos empiezan de noche. Porque dos veces a lo largo del año –sólo dos veces- la Iglesia nos convoca de noche al templo para velar; son dos noches que tienen una luz especial, un resplandor que viene de Dios. La Nochebuena, la Vigilia Pascual. Y no podemos entender la una sin la otra: son dos noches que nos hablan de un único misterio.

Hoy tenemos el inicio de la salvación; en la Pascua, tenemos el cumplimiento, la plenitud. En la Navidad es Dios quien se hace hijo de los hombres; en la Pascua es el hombre quien se convierte en hijo de Dios. El protagonista es siempre el mismo: Jesús, en la Navidad con su nacimiento; en la Pascua con su muerte y resurrección; y desde su vida nos muestra que la vida humana se puede vivir de un modo nuevo y diferente, que tiene un nombre concreto: que tiene un nombre concreto: el Reino de Dios, que es el Reino del hombre.

Hoy ha descendido la paz y la alegría sobre nosotros: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo…Os ha nacido un Salvador”

ENTRA  EN TU INTERIOR 
        
EN UN PESEBRE

Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén. Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.

Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.

Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.

Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.

Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.

¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.

En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos  a Dios donde se ha encarnado.  
                                                                    
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            Hemos contemplado la Buena Noticia, la mejor noticia que anunciaron los ángeles a los pastores y que la Iglesia sigue anunciando a todos los hombres del mundo. Es una noticia buena para todos, pero especialmente para aquellos que buscan intensamente a Dios y para los que angustiosamente lo necesitan; es decir, para los que creen, para los que sufren, para los pobres y excluidos de la sociedad.

            Celebramos el nacimiento de dios, y el nacimiento de dios envuelto en la mayor humildad y pobreza. Lo primero es que vino Dios a nosotros, lo segundo, los parámetros y las circunstancias de esta venida.

ORACIÓN

            Hoy, en esta eucaristía de media noche, vienes a mi, señor, y mañana, en la misa del día, contemplaré tu gloria. Vienes a mí para que, libre de temor, arrancado de la mano de mis enemigos, te sirva con santidad y justicia todos los días de mi vida. ¡Qué maravillosa visión de la vida cristiana, que cada día me recuerda la antífona “benedictus” ¡. Te pido que en esta Navidad ninguna ocupación o preocupación aparte de mi mente, mi corazón y mi vida de lo único importante que eres tú, que vienes y me pides alojarte en mi corazón.





LUNES 25 DE DICIEMBRE

NATIVIDAD DEL SEÑOR

1ª Lectura: Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Salmo 97: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”

2ª Lectura: Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por su Hijo.

PALABRA DEL DÍA

Juan 1,1-18

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por  medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Plabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre”.

REFLEXIÓN

                La Palabra de Dios, la que existía desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne de nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy cercano. Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del pesebre es Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho hombre y ha entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha venido como un marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido a parar a un establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna un pesebre.

¿Por qué tenía que nacer en este lugar? Éste es el misterio de Dios. Él se ha encarnado en nuestro mundo, en el que están muy presentes la miseria, la marginación y la injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres, los pequeños, las personas maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de pobreza para que en él los más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron…”
Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.

“Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre".

ENTRA TU INTERIOR

Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos. Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».

Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.

Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.

Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.

Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.

No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de amor.

         ¡Oh, Señor! Contigo nació la gracia de Dios. En ti Dios se manifestó a los humildes y misericordiosos. Por ti fui rescatado de mi mediocridad. Y tú me enseñaste a vivir santamente y a esperar con las lámparas encendidas tu vuelta gloriosa.

ORACIÓN

Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder iluminar a los otros.

·         Que sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.

·         Que sea y viva como hermano de todos los hombres.

·         Que sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi clasismo.

·         Que sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.

·         Que sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.

·         Que sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.

·         Que sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis hermanos.

·         Que sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén


Hermanas, hermanos, amigos... ¡Feliz Navidad a todos y un venturoso año nuevo.

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