“Surgió un hombre enviado por Dios, que se
llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que
por él todos vinieran a la fe.
17 DE
DICIEMBRE
TERCER
DOMINGO DE ADVIENTO
DOMINGO “GAUDETE
1ª
Lectura: Isaías 61,1-2.10-11
Me alegro
en el Señor el alma.
Salmo: Lc
1,46-50.53.54
Mi espíritu
se alegra en Dios mi Salvador.
2ª
Lectura: 1 Tesalonicenses 5,16-24
Conservémonos
irreprochables en cuerpo y alma hasta la llegada del Señor.
PALABRA
DEL DÍA
Juan
1,6-8.19-28
“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste
venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos
vinieran a la fe.
No era él la luz, sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron
desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
-“¿Tú quién eres?”
Él confesó sin reservas:
-“Yo no soy el Mesías”
Le preguntaron:
-“¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?
Él dijo:
-“No lo soy”
-“¿Eres tú el profeta?
Respondió:
-“No”
Y le dijeron:
-“¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que
nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?”
Él contestó:
-“Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino
del Señor”, como dijo el profeta Isaías.”
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: -
¿Entonces por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”
Juan les respondió:
-“Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no
conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa
de la sandalia.”
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde
estaba Juan bautizando.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que
todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos
enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién
eres tú?".
El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo
no soy el Mesías".
"¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres
Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?".
"Tampoco", respondió.
Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar
una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?".
Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto:
Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías".
Algunos de los enviados eran fariseos,
y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces,
si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?".
Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de
ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:
él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la
correa de su sandalia".
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde
Juan bautizaba.”
REFLEXIÓN
En el prólogo del evangelio de S. Juan se presenta la figura del Bautista
como el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La diferencia está entre
el ser testigo de la Luz y ser Luz, entre ser “Voz” y ser “Palabra”, entre
bautizar con agua y bautizar con Espíritu Santo y fuego, entre “no soy” y “Yo
soy”.
Juan fue todo un testigo, todo un signo. Fue una voz
poderosa que despertó las conciencias.
¿Quién era este hombre? ¿De dónde venía? No pertenecía a ninguna escuela ni
casta. ¿Con qué autoridad hablaba?
Juan dio testimonio de la Luz. No era la Luz, pero estaba
iluminado por ella. No era el Ungido, pero contagiaba su perfume. No era el
Profeta, pero su voz poderosa era profética.
Y su voz se refería a la Palabra. Yo no soy el que
esperáis, pero estoy aquí para anunciaros que Él está aquí, que está en medio
de vosotros. Y que yo sólo quiero allanar su camino.
Por eso la misión de Juan fue decisiva, como la de un
nuevo Elías, el que preparó los corazones para que se abrieran al Mesías, el
que allanó caminos del Señor, el que supo leer los signos mesiánicos, el que
primero captó la llegada del Esperado, el amigo del Novio, el que preparó las
bodas del Cordero, el que dio entrada al enviado. El que viene como profeta del
consuelo y de la libertad “para dar la buena noticia a los que sufren…para
proclamar la amnistía a los cautivos”.
ENTRA EN
TU INTERIOR
ALLANAR
EL CAMINO HACIA JESÚS
«Entre vosotros hay uno que no conocéis». Estas palabras las pronuncia el
Bautista refiriéndose a Jesús, que se mueve ya entre quienes se acercan al
Jordán a bautizarse, aunque todavía no se ha manifestado. Precisamente toda su
preocupación es «allanar el camino» para que aquella gente pueda creer en él.
Así presentaban las primeras generaciones cristianas la figura del Bautista.
Pero las palabras del Bautista están redactadas de tal forma que, leídas
hoy por los que nos decimos cristianos, no dejan de provocar en nosotros
preguntas inquietantes. Jesús está en medio de nosotros, pero ¿lo conocemos de
verdad?, ¿comulgamos con él?, ¿le seguimos de cerca?
Es cierto que en la Iglesia estamos siempre hablando de Jesús. En teoría
nada hay más importante para nosotros. Pero luego se nos ve girar tanto sobre
nuestras ideas, proyectos y actividades que, no pocas veces, Jesús queda en un
segundo plano. Somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, lo «ocultamos»
con nuestro protagonismo.
Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y
mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo
conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y
apagada.
Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia
no está marcada por Jesús.
Esta Iglesia necesita urgentemente «testigos» de Jesús, creyentes que se
parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten
el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como
hablaba él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía él, que
contagien confianza en el Padre como él.
¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a
conocer, amar y seguir con más fe y más gozo a Jesucristo? ¿En qué quedan
nuestras eucaristías si no ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con
su proyecto y con su entrega crucificada a todos?. En la Iglesia nadie es «la
Luz», pero todos podemos irradiarla con nuestra vida. Nadie es «la Palabra de
Dios», pero todos podemos ser una voz que invita y alienta a centrar el
cristianismo en Jesucristo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Juan fue todo un testigo, todo un signo. Fue una voz poderosa que
despertó las conciencias. ¿Quién era este hombre? ¿De dónde venía? No
pertenecía a ninguna escuela ni casta. ¿Con qué autoridad hablaba?
Juan dio testimonio de la luz. No era él la luz, pero estaba iluminado
por ella. No era el ungido, pero contagiaba su perfume. No era el profeta, pero
su voz era profética. ¿Soy capaz de ser testigo de la luz? ¿Soy capaz de ser
profeta y denunciar con mi palabra y con mi vida, todo lo que atenta contra la
vida y la dignidad de los hombres?
La gracia de Jesucristo. Jesús es la gracia de Dios en persona. Viene de
parte de Dios como “gracia”, como misericordia y “trae la salvación para todos
los hombres”. Viene cargado de medicinas y de vendas para aplicarlas a todas
las heridas humanas. “vendar los corazones rotos”. Viene como profeta del
consuelo y de la libertad, “para dar buena noticia a los que sufren…para
proclamar la amnistía a los cautivos”. Viene como novio enamorado, “revestido
de ropas de salvación y con mente de justicia”, coronado con diadema de
triunfo. Viene como siervo, como amigo que se entrega, hasta el final.
ORACIÓN
Bendito seas, Señor, porque vendas los corazones rotos. Bendito seas,
porque vienes a anunciar la buena noticia a los pobres. Bendito seas, libertas
a los cautivos y anuncias el año de gracia del Señor.
“Que el mismo Dios de la paz me consagre totalmente, y que todo mi
espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de mi
Señor, Jesucristo. Amén.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
Imágenes
de Paxi Velasco (FANO)
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