”Os
aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos,
mis humildes hermanos,
conmigo lohicisteis.”
26 DE
NOVIEMBRE
XXXIV
DOMINGO ORDINARIO
SOLEMNIDAD
DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
1ª
Lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17
Salmo 22
El Señor
es mi pastor, nada me falta.
2ª
Lectura: 1 Corintios 15,20-26ª.28
Devolverá
a Dios Padre su reino y así Dios lo será todo para todos.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
25,31-46
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Cuando venga
en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el
trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a
unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las
ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá al rey a los de
su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado
para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de
comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve
desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a
verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y de
dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te
vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” y el rey
les dirá. “”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis
humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su
izquierda: “apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y
no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no
me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.” Entonces también
éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o
desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os
aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco
lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida
eterna.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de
todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él
separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan,
benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado
desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y
me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me
vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te
vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos;
vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve
sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron;
enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos
socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida
eterna".
REFLEXIÓN
La escena del juicio final, en que Cristo aparece como rey, pastor y
juez, es la cumbre de la perspectiva escatológica del Reino de Dios. Cristo
Jesús, que nos ha liberado del pecado y de la muerte, es la primicia de la
nueva humanidad de los resucitados. Él es el pastor que guía al Pueblo de Dios
y hace justicia siguiendo el código del amor a los hermanos más humildes con
quienes Él se identifica.
Esta parábola del juicio final, es exclusiva de Mateo y
se aplican a Jesús títulos cristológicos tales como Hijo del hombre, Rey, y
Señor. Es la descripción de un grandioso cuadro apocalíptico.
El criterio de examen para el juicio no será otro que el
amor al hermano. Se cumple aquello de san Juan de la Cruz: “En el atardecer de
la vida seremos examinados de amor”. El hecho de que Cristo se identifique con
los pobres, los marginados y los que sufren, y además les llame sus hermanos
menores, nos descubre cuán lejos está de la doctrina y conducta de Jesús toda
idea triunfalista. Lo que él dijo fue:
“Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan, y que
los grandes los oprimen. Pues no será así entre vosotros. El que quiera ser
grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que se haga
vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,42-44; Mt
20,25-28).
Las enumeraciones de obras de caridad, o esas seis
maneras de manifestar el amor al prójimo, no tienen carácter de elenco
exhaustivo y menos aún exclusivo. No se excluyen, sino que se dan por
supuestos, otros puntos básicos de la enseñanza de Jesús y las realidades que
dimanan de la vivencia del misterio de Cristo y de la condición cristiana: la
fe, la conversión, las bienaventuranzas, los mandamientos, la filiación divina,
la gracia y amistad de Dios, las actitudes interiores, la conducta moral, el
culto religioso. Al hacer gravitar el juicio sobre el amor al hermano
necesitado, se produce una concentración en la realidad cristiana fundamental
que lo engloba todo; el amor. “Amar es cumplir la ley entera”, le dice Pablo a
los cristianos de Roma.
No, no es el amor al prójimo, exclusivo del cristiano,
aunque sea lo que definitivamente nos salve. El heredero del Reino y de la vida
eterna es cualquier hombre o mujer que ama al prójimo, hace el bien y practica
la justicia; como lo es todo el que vive las bienaventuranzas. Aunque no sea cristiano ni conozca a Cristo
expresamente, lo que pasa, que el cristiano que conoce el mensaje de Jesús, no
tiene excusa.
En la sentencia del juicio final Cristo rompe una vez más
–como lo hizo en el Sermón de la Montaña- el círculo cerrado del prójimo tal
como lo entendía la antigua ley mosaica. Todo hombre es mi prójimo, mi hermano;
y no sólo el pariente o el connacional. Y cuanto más necesitado, es más prójimo
y más hermano, porque en su rostro brilla más claramente la imagen de Jesús. En
el Discurso evangélico del Monte la motivación para el amor, incluso al
enemigo, era la santidad y perfección de Dios Padre; aquí es la identificación
del prójimo necesitado con Cristo Jesús, Hijo del Padre.
Se diría que en la sentencia del juicio y en la razón que
la motiva oímos en labios de Jesús un eco de las bienaventuranzas: Venid,
benditos de mi Padre…”, o de las malaventuranzas: “Apartaos de mí, malditos”.
El Reino de Dios, aun siendo escatológico, está presente
en nuestro mundo desde la venida de Jesús, si bien todavía no se ha manifestado
en toda su plenitud. Así también el juicio escatológico de Cristo está ya
realizándose en el presente de nuestra vida. El dictamen final no será más que
hacer pública la sentencia que día a día vamos pronunciando nosotros mismos con
nuestra vida de amor o desamor, que anticipa el desenlace.
Herederos del Reino de Dios son los que aman al hermano,
especialmente al que sufre por una u otra causa. No es la ideología ni las
palabras lo que salva o condena, sino las obras. Jesús lo advierte: “No todo el
que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple
la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). “La señal por la que conocerán que sois
discípulos míos, será que os amáis unos a otros” (Jn 13,35).
Abundando en lo mismo, he aquí la razón que hoy nos da
Jesús: lo que hacéis a los demás, conmigo lo hacéis. Dios está presente en
nuestros hermanos. El prójimo es el camino para conocer y amar a Dios,
aunque de primeras, muchas veces, quizá
la mayoría, la cara del hermano no parezca reflejar la imagen de Dios. Pero no
puede cabernos duda.
El tema es tan vital para nuestra vida cristiana que he
querido detenerme un poco más en la reflexión, porque hoy se nos pide realizar
una conversión a lo esencial del cristianismo: el amor, para no perdernos en lo
periférico, en lo devocional, ni siquiera en lo cultual solamente. Amar al
prójimo dándole de comer y de beber, hospedándolo y vistiéndolo, visitando al
enfermo o al encarcelado, es lo que Dios nos pide, lo que nos identifica como
discípulos de Jesús. Amar es el mandamiento que condensa toda la ley de Cristo.
De tanto oírlo y saberlo de memoria puede ser que nos resbale o que lo
olvidemos, perdidos en una maraña de normas y prohibiciones, preceptos y
devociones.
ENTRA EN TU INTERIOR
UN JUICIO EXTRAÑO
Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve
necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es
ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo
que puede. Para él la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a
Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».
¿Cómo nos va a extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente
la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra
identificación con él? ¿Cómo nos va a extrañar que se presente identificado con
todos los pobres y desgraciados de la historia?
Según el relato de Mateo,
comparecen ante el Hijo del Hombre, es decir, ante Jesús, el compasivo, «todas
las naciones» No se hacen diferencias entre «pueblo elegido» y «pueblo pagano».
Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano
y que todos entienden: ¿Qué hemos hecho con todos los que han vivido sufriendo?
El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un
juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre
nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos
maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o
nos desentendemos y los abandonamos.
El que habla es un Juez que está identificado con todos los pobres y
necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo
hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han
acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de
mi Padre».
Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no
ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se
han apartado de los que sufren, se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora
les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino…
Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún
juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos
estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Seremos juzgados según la aceptación o el rechazo de
Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos
sufren en la tierra de los hombres. El prójimo es así la pantalla de nuestra
vida, el video para leer nuestra conducta, el espejo para recomponer nuestra
figura cristiana, porque “quién no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar
a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).
La sensibilidad y solidaridad efectivas ante el dolor
ajeno son, el termómetro de nuestro cristianismo.
No basta una acción caritativa que por sistema se
limitará tan solo a la limosna, que por otra parte solo sirve para tranquilizar
nuestra conciencia la mayoría de las veces. La acción caritativa asistencial
sirve para situaciones límite e inaplazables. Pero para dar de comer al
hambriento hoy, mañana y pasado, hay que dar trabajo al parado, hay que
transformar las estructuras sociales injustas de modo que el necesitado se
sienta liberado de su pobreza y promocionado como persona libre.
El cristiano que se inhibe ante los problemas sociales y
las múltiples necesidades de su entorno, pensando que ese no es asunto suyo,
olvida que el hombre es un ser que vive en sociedad y por tanto cualquier
acción humana, incluidas la abstención u omisión, tiene, necesariamente,
repercusiones sociales.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, ¡qué lejos nos vemos de tu santidad! Tú eres fuego,
luz, amor, ternura y misericordia; y nosotros somos fríos, egoístas, violentos
y vengativos.
No obstante, tú nos quieres a todos tal como somos y nos
mandas amarnos unos a otros como Cristo nos amó.
Nos cuesta mucho, Padre, ver a Jesús en los pobres, en
los marginados, en los ancianos solos, en los niños abandonados, en las mujeres
maltratadas, en las familias rotas, en los emigrantes, en los diferentes.
Haznos ver en
ellos la cara oculta del Cristo sufriente.
Enciende nuestros corazones con el fuego de tu palabra y
danos tu espíritu de amor que nos transforme por completo para que, amando a
todos, merezcamos aprobar tu examen final de amor.
Padre bueno, que no tenga que decirte: ¿Cuándo te he
visto hambriento o sediento, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y
no te asistí?, porque así no tendré que escuchar aquello de que cuando no he
sabido ver a uno de tus pequeños, tampoco he sabido verte a ti en ellos.
Que pueda escuchar las palabras salvadoras: “Ven, bendito
de mi Padre, hereda el reino que tenía preparado para ti desde la creación del
mundo, porque tuve hambre y mediste de comer, tuve sed y me diste de beber, era
forastero y me hospedaste, desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y fuiste a verme”. Amén.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Paxi Velasco (FANO)
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