“Eres un empleado fiel y cumplidor; como has
sido fiel en lo poco,
te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu
señor.”
19 DE
NOVIEMBRE
XXXIII
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Proverbios 31,10-13.19-20.30-31
Trabaja
con la destreza de sus manos.
Salmo 127
Dichoso
el que teme al Señor.
2ª
Lectura: 1 Tesalonicenses 5,1-6
Que el
día del Señor no os sorprenda como un ladrón.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
25,14-30
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados
de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno;
a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. [El
que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros
cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que
recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de
aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que
había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: -Señor,
cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. Su señor le dijo: -Muy
bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré
un cargo importante; pasa al banquete de tu señor. Se acercó luego el que había
recibido dos talentos, y le dijo: -Señor, dos talentos me dejaste, mira, he
ganado otros dos. Su señor le dijo: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor;
como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de
tu señor. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento, y dijo:
-Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde
no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo
tuyo. El señor le respondió: -Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que
sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber
puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con
los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que
tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que
tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el
llanto y la desesperación.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al
salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.
A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un
tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,
el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con
ellos y ganó otros cinco.
De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,
pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el
dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las
cuentas con sus servidores.
El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le
presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí
están los otros cinco que he ganado'.
'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que
respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar
del gozo de tu señor'.
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo:
'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.
'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste
fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de
tu señor'.
Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le
dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges
donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes
lo tuyo!'.
Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si
sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,
tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a
mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,
porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que
no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí
habrá llanto y rechinar de dientes'.”
REFLEXIÓN
Una vez más el Reino de Dios nos es
presentado bajo el ropaje de una parábola. Esta vez se trata de un rico
propietario que debía viajar al extranjero, por lo que decidió dejar parte de
su dinero a varios de sus empleados con el objeto de que lo hicieran
fructificar, depositándolo en el banco, en negocios, ect.
Al volver, comenzó a recoger lo sembrado: dos empleados
le hicieron rendir el cien por cien, duplicando el capital. Mas el tercero
prefirió enterrar su único talento, por lo que fue expulsado en forma
humillante.
El significado de la parábola parece bastante claro,
hasta el punto de que Jesús no necesitó dar mayores explicaciones, si bien hay
algunos elementos un tanto curiosos.
Cada empleado recibió algunos talentos según su
capacidad… Esto podemos traducirlo: cada hombre tiene una cierta capacidad con
la que debe desenvolverse en la vida, aumentando su caudal de experiencia,
sabiduría, virtud, etc. Poco importa en el relato qué cantidad recibió cada
uno, sino qué esfuerzo puso en sacar ganancias del capital inicial. Por lo
tanto, no tenemos aquí una teología de la desigualdad humana. Simplemente se
parte de un hecho por demás conocido: los hombres no tienen las mismas
capacidades ni oportunidades; varía nuestro caudal de inteligencia, de
capacidad física, de emotividad. Unos tienen muy desarrollado el instinto de la
vida y del amor, otros el de la creatividad; hay quienes son buenos negociantes
y hay quienes prefieren el estudio de las letras, etcétera.
Nacemos con un caudal de energía vital que debe crecer.
Muchas veces la fe cristiana fue acusada de empobrecer el
espíritu humano, fijándolo en cosas y tradiciones que le impedían buscar nuevos
horizontes. Suponemos que eso habrá sucedido en más de una oportunidad, prueba
de ello es la actitud del tercer empleado de la empresa: recibió un talento y
lo escondió bajo tierra, dedicándose a una espera pasiva de su señor. No
solamente obró así sino que trató de justificar su conducta: “Sabía que eras
exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo
y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
Según se desprende de sus palabras, su capacidad quedó
bloqueada por el temor al propietario, mas sólo era una excusa en realidad, su
conducta era miedo a vivir, pues lo que el propietario hacía con él no era sino
hacerle descubrir que podía llegar a ser dueño de algo, cortando sus vínculos
de dependencia si era capaz de producir algo con el propio esfuerzo. Por eso
fue tratado de negligente y holgazán.
La religión no es un concepto estático sobre la vida, no
es la justificación de una perezosa resignación, no es miedo a asumir las
propias responsabilidades. El Reino de Dios debe crecer a través de nuestro
propio crecimiento, de la misma forma que la semilla sembrada debe llegar a ser
un árbol gigantesco.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO
ENTERRAR NUESTRA RESPONSABILIDAD
La parábola de los talentos es un relato abierto que se presta a lecturas
diversas. De hecho, comentaristas y predicadores la han interpretado con frecuencia
en un sentido alegórico orientado en diferentes direcciones. Es importante que
nos centremos en la actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y
espacio en la parábola.
Su conducta es extraña. Mientras los otros siervos se dedican a hacer
fructificar los bienes que les ha confiado su señor, al tercero no se le ocurre
otra cosa que «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo
seguro. Cuando el señor llega, lo condena como siervo «negligente y holgazán»
que no ha entendido nada. ¿Cómo se explica su comportamiento?
Este siervo no se siente identificado con su señor ni con sus intereses.
En ningún momento actúa movido por el amor. No ama a su señor, le tiene miedo.
Y es precisamente ese miedo el que lo lleva a actuar buscando su propia
seguridad. Él mismo lo explica todo: «Tuve miedo y fui a esconder mi talento
bajo tierra».
Este siervo no entiende en qué consiste su verdadera responsabilidad.
Piensa que está respondiendo a las expectativas de su señor, conservando su
talento seguro, aunque improductivo. No conoce lo que es una fidelidad activa y
creativa. No se implica en los proyectos de su señor. Cuando éste llega, se lo
dice claramente: «Aquí tienes lo tuyo».
Cuando se piensa que el cristianismo ha llegado a un punto en el que lo
único o lo primordial es «conservar» y, no tanto, buscar con coraje y confianza
en el Señor, caminos nuevos para acoger, vivir, y anunciar su proyecto del
reino de Dios, estamos olvidando cuál es nuestra verdadera responsabilidad.
Si nunca nos sentimos llamados a seguir las exigencias de Cristo más allá
de lo enseñado y mandado siempre; si no arriesgamos nada por hacer una Iglesia
más fiel a Jesús; si nos mantenemos ajenos a cualquier conversión que nos pueda
complicar la vida; si no asumimos la responsabilidad del reino como lo hizo
Jesús, buscando «vino nuevo en odres nuevos», es que necesitamos aprender la
fidelidad activa, creativa y arriesgada a la que nos invita su parábola.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
El Evangelio de hoy nos obliga a revisar
toda nuestra vida, la privada, la social y la religiosa y comunitaria. Es mucho
lo que hemos recibido de los siglos anteriores. Pero nuestro cometido no es
solamente recibir: es hacer crecer y fructificar lo recibido.
Si el Reino es lo único esencial, desde la perspectiva
del Reino eliminemos el miedo y la fijación infantil a conductas anteriores
para lanzarnos por los nuevos caminos que hoy corresponden al grado de madurez
del hombre y de la sociedad moderna.
No es cierto que todo lo antiguo es malo;
pero tampoco es cierto que sólo lo antiguo es suficiente. Es exigencia del
Reino duplicar su valor: con coraje, con dedicación, con responsabilidad, con
compromiso, con oración.
La advertencia final de Jesús es digna de tenerse en
cuenta: “Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se
le quitará hasta lo que tiene…” O crecemos con la historia, o nos hundimos cada
vez más, transformando lo que hay en vida en una pieza de museo.
No podemos ser testigos pasivos del alborear del Reino de
Dios en el aquí y ahora de nuestra historia.
ORACIÓN
Señor, ya que nos has dado el don de la existencia y de la fe, haz que
crezcan para beneficio de toda la comunidad.
Haznos solidarios y generosos, que sintamos la Iglesia como nuestra casa,
en la que nos alimentamos de pan y de palabra y gozamos con los hermanos de la
alegría de la fe.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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