¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
24 DE
SEPTIEMBRE
XXV
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Isaías 55,6-9
Mis
planes no son vuestros planes.
Salmo 144
Cerca
está el Señor de los que lo invocan.
2ª
Lectura: Filipenses 1,20c-24.27a
PALABRA DEL
DÍA
Mateo
20,1-16
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a
contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario
por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros
que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Id también vosotros a mi
viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a
media tarde, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?
Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. El les dijo: -Id también vosotros a
mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y
págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron
los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un
denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: -Estos
últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que
hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos:
-Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo
tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo
libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia
porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los
´últimos.”
Versión
para América Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán
los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que
salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados
en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea
justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e
hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a
otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces
les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le
dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y
terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y
recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir
algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo:
'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a
nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la
jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy
injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega
último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?
¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos»”.
REFLEXIÓN
A muchos, la parábola de hoy les puede parecer
escandalosa, ya que, a primera vista, tiene un cierto aire de injusticia al
menos si la medimos con un criterio social moderno, y parece que aun en tiempos
de Jesús pudo parecer así, según lo que narra el mismo texto.
Dios es comparado a un propietario que va contratando a
diversos grupos de obreros para su viña, conviniendo con todos ellos en un
denario por jornada, aun en el caso de aquellos que, por ser contratados a la
tarde, trabajarían solamente algunas horas. Como es natural, los que fueron
contratados primeros protestaron.
También hoy ninguno de nosotros toleraría que un
compañero de trabajo que solamente trabajara dos horas por día cobrara lo mismo
que quien trabaja ocho horas. Sin embargo, Jesús aprueba la postura del
propietario ya que la parábola únicamente quiere poner de relieve la absoluta
libertad del dueño que quiso ser generoso sin pecar de injusto. En efecto, los
primeros contratados no protestaron porque su paga era escasa, sino por la
generosidad del propietario hacia los últimos. Por eso fueron acusados de
“envidiosos”.
El marco histórico de interpretación de esta parábola,
como de otras que veremos en los próximos domingos, se refiere a la entrada de
los paganos al Reino de Dios, que fue con ellos sumamente generoso aun cuando
llegaran más tarde que los judíos.
Como nos sugiere la primera lectura, el Reino de Dios
tiene sus propios caminos –inspirados en el amor y la generosidad gratuita- que
a menudo son incompatibles para quienes nos guiamos por un concepto de justicia
distributiva. Así dice el oráculo de Isaías cuando le hace hablar a Dios: “Mis
planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”.
En otras palabras la parábola critica ásperamente, hasta
el escándalo, la actitud de quienes establecen sus relaciones con Dios como si
fuese un contrato por el cual tenemos el derecho a exigirle a Dios tal o cual
paga. Es aquí donde debemos abrir los ojos para comprender la paradoja de la
parábola: en realidad en ningún caso –salvo quizá en el primer grupo de
contratados- se trataba de un contrato propiamente dicho, pues era obvio que el
propietario otorgaba el denario como un gesto suyo de amor. Lo justo hubiera
sido que pagara medio denario o un cuarto de denario, mas al dar un denario a
todos puso en evidencia su generosidad, por un lado y el interés de los
primeros contratados, por otro.
Llevando la parábola a nuestro hoy, los primeros
contratados son los que se olvidan de que su pertenencia a la fe cristiana no
les confiere privilegio alguno sobre las demás personas, pues esa pertenencia
es un don gratuito de Dios.
Es escandaloso, por lo tanto, que pretendamos sacar
provecho de algo a lo que no hemos contribuido con nuestro esfuerzo personal,
ya que la fe nos fue dada como don de Dios y, digamos, como don de nuestros
padres y familias.
No importa a qué hora de nuestra vida le abramos las
puertas a Dios, si al amanecer, a media mañana o por la tarde, porque cuando la
abrimos de par en par para que él entre y se quede a cenar con nosotros,
comenzamos a recibir el denario del Reino.
ENTRA EN
TU INTERIOR
BONDAD
ESCANDALOSA
Probablemente era otoño y en los pueblos de Galilea se vivía intensamente
la vendimia. Jesús veía en las plazas a quienes no tenían tierras propias,
esperando a ser contratados para ganarse el sustento del día. ¿Cómo ayudar a
esta pobre gente a intuir la bondad misteriosa de Dios hacia todos?
Jesús les contó una parábola sorprendente. Les habló de un señor que
contrató a todos los jornaleros que pudo. Él mismo vino a la plaza del pueblo
una y otra vez, a horas diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo
había sido absolutamente desigual, a todos les dio un denario: lo que su
familia necesitaba para vivir.
El primer grupo protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo
que les ofende es que el señor «ha tratado a los últimos igual que a nosotros».
La respuesta del señor al que hace de portavoz es admirable: « ¿Vas a tener tú
envidia porque yo sea bueno? ».
La parábola es tan revolucionaria que, seguramente, después de veinte siglos,
no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno
incluso con aquellos y aquellas que apenas pueden presentarse ante él con
méritos y obras? ¿Será verdad que en su corazón de Padre no hay privilegios
basados en el trabajo más o menos meritorio de quienes han trabajado en su
viña?
Todos nuestros esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor
libre e insondable de Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca
olvidarse de los «piadosos» cargados de méritos, y se acerque precisamente a
los que no tienen derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que
no observan la Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo.
Nosotros seguimos muchas veces con
nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con todos. No toleramos su
bondad infinita hacia todos Hay personas que no se lo merecen. Nos parece que
Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y sólo su merecido. Menos mal que
Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, Dios sabe entenderse bien
con esas personas a las que nosotros rechazamos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Todos los cristianos somos partícipes de la vida divina
por el bautismo. A través de este sacramento hemos sido injertados en Cristo.
Por tanto, la dinámica de la bondad de Dios no debiera extrañarnos. Más aún,
como forma parte de nuestra propia vida, tendríamos que ponerla en práctica, en
la vida diaria y en la oración personal.
Hoy sería un buen día para, en oración, reflexionar sobre
la propia vida personal de cada uno para ver en qué medida actúa con los
criterios de Dios. Para ver si lleva una vida digna del evangelio de Cristo. Y
tener especial cuidado de no trascender a las situaciones sociales injustas, en
las que serían necesarios los planteamientos que Jesús nos ofrece en la
parábola. Pues, a priori, no está en nuestras manos modificarlas. Al contrario
de la vida de cada uno que si puede ser cambiada.
ORACIÓN
Señor, primeros o últimos, todos estamos invitados a
compartir tu mesa. El don es el mismo para todos. Hoy quiero comulgar, tomando
conciencia de la esencial igualdad de todos los hombres ante tu amor.
Hemos sido llamados a trabajar en tu viña. Haz que no
busquemos privilegios ni los primeros puestos. Haz que nos sintamos felices de
trabajar por tu Reino.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario