“Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si
no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.”
17 DE
SEPTIEMBRE
XXIV
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera
Lectura: Eclesiástico 27,33-28,9
Perdona
la ofensa de tu prójimo para obtener tú el perdón.
Salmo 102
El Señor
es compasivo y misericordioso.
Segunda
Lectura: Romanos 14,7-9
En la
vida y en la muerte somos del Señor.
EVANGELIO
DEL DÍA
Mateo
18,21-35
“Entonces se adelantó Pedro y le preguntó:
- Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces
lo tendré que perdonar?, ¿siete veces?
Jesús le contestó:
- Siete veces, no; setenta veces siete. Por esto el reinado
de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados.
Para empezar, le presentaron a uno que le
debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo
vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara
con eso. El empleado se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo,
que te lo pagaré todo”.
El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado,
perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo
que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando:
“Págame lo que me debes”.
El compañero se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia
conmigo, que te lo pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la
cárcel hasta que pagara lo que debía.
Al ver aquello sus
compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor lo sucedido. Entonces
el señor llamó al empleado y le dijo:
- ¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella
deuda. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve
de ti?
Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que
pagara toda su deuda.
Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis
de corazón, cada uno a su hermano.”
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces
tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete
veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino
hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso
arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil
talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con
su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor,
dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la
deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que
le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame
lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y
te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta
que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se
apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y
te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como
yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta
que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no
perdonan de corazón a sus hermanos".
REFLEXIÓN
El evangelio de hoy es continuación del que leíamos el domingo pasado.
Allí se daba por supuesto el perdón. Hoy es el tema principal. Mateo sigue con
la instrucción sobre cómo comportarse con los hermanos dentro de la comunidad.
Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de comunidad.
El perdón no es más que una de las manifestaciones del amor y está en
conexión directa con el amor al enemigo. Entre los seres humanos es impensable
un verdadero amor que no lleve implícito el perdón. Dejaríamos de ser humanos
si pudiéramos eliminar la posibilidad de fallar.
La frase del evangelio "setenta veces siete", no podemos
entenderla literalmente; como si dijera que hay que perdonar 490 veces. Quiere
decir que hay que perdonar siempre. El perdón tiene que ser, no un acto, sino
una actitud, que se mantiene durante toda la vida y ante cualquier ofensa.
Los rabinos más generosos del tiempo de Jesús, hablaban de perdonar las
ofensas hasta cuatro veces. Pedro se siente mucho más generoso y añade otras
tres. Siete era ya un número que indicaba plenitud, pero Jesús quiere dejar muy
claro que no es suficiente, porque todavía supone que se lleva cuenta de las
ofensas.
Seguramente Jesús está haciendo referencia al “cántico de Lamec”: “si la
venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete” (Gn
4,24). El perdón debe extenderse hasta donde llega el deseo de venganza.
La parábola no necesita explicación, como todas. El punto de inflexión
está en la desorbitada diferencia de la deuda de uno y otro. El señor es capaz
de perdonar una inmensa deuda. El empleado es incapaz de perdonar una minucia.
Al final del texto, encontramos un rabotazo del Antiguo Testamento: “Lo
mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Jesús nunca pudo dar a entender
que un Dios vengativo puede castigar de esa manera, o negarse a perdonar hasta
que cumplamos unos requisitos.
En el evangelio encontramos con mucha frecuencia esa incapacidad de
aceptar plenamente el Dios de Jesús, que es sobre todo Padre. Eran judíos y les
costó Dios y ayuda aceptar toda la originalidad de Jesús.
También nosotros nos encontramos mucho más a gusto con el Dios del
Antiguo Testamento. Ese Dios que premia y castiga nos permite a nosotros hacer
lo mismo con los demás. Esta es la razón por la que nos sentimos tan
identificados con Él. Primero hemos fabricado un Dios a nuestra imagen, y
después nos hemos conformado con imitarle.
ENTRA EN
TU INTERIOR
SIEMPRE
A Mateo se le ve muy preocupado por corregir los conflictos, disputas y
enfrentamientos que pueden surgir en la comunidad de los seguidores de Jesús.
Probablemente está escribiendo su evangelio en unos momentos en que, como se
dice en su evangelio, «la caridad de la mayoría se está enfriando».
Por eso concreta con mucho detalle cómo se ha de actuar para extirpar el
mal del interior de la comunidad, respetando siempre a las personas, buscando
antes que nada «la corrección a solas», acudiendo al diálogo con «testigos»,
haciendo intervenir a la «comunidad» o separándose de quien puede hacer daño a
los seguidores de Jesús.
Todo eso puede ser necesario, pero ¿cómo ha de actuar en concreto la
persona ofendida?, ¿Qué ha de hacer el discípulo de Jesús que desea seguir sus
pasos y colaborar con él en abrir caminos al reino de Dios: el reino de la
misericordia y la justicia para todos?
Mateo no podía olvidar unas palabras de Jesús recogidas por un evangelio
anterior al suyo. No eran fáciles de entender, pero reflejaban lo que había en
el corazón de Jesús. Aunque hayan pasado veinte siglos, sus seguidores no hemos
de rebajar su contenido.
Pedro se acerca a Jesús. Como en otras ocasiones, lo hace representando al
grupo de seguidores: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que
perdonar?, ¿hasta siete veces?». Su pregunta no es mezquina, sino enormemente
generosa. Le ha escuchado a Jesús sus parábolas sobre la misericordia de Dios.
Conoce su capacidad de comprender, disculpar y perdonar. También él está
dispuesto a perdonar «muchas veces», pero ¿no hay un límite?
La respuesta de Jesús es contundente: «No te digo siete veces, sino hasta
setenta veces siete»: has de perdonar siempre, en todo momento, de manera
incondicional.
A lo largo de los siglos se ha querido rebajar lo dicho por Jesús:
«perdonar siempre, es perjudicial»: «da alicientes al ofensor» «hay que
exigirle primero arrepentimiento». Todo esto parece muy razonable, pero oculta
y deja irreconocible lo que pensaba y vivía Jesús.
Hay que volver a él. En su Iglesia hacen falta hombres y mujeres que
estén dispuestos a perdonar como él, introduciendo entre nosotros su gesto de
perdón en toda su gratuidad y grandeza. Es lo que mejor hace brillar en la Iglesia
el rostro de Cristo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Nuestro mundo puede hacerse más humanos, solamente si en
todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el
momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el
mundo está presente el amor más fuerte que el pecado y que la muerte. El
perdón es además la condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la
relación de Dios con el hombre, sino también en las recíprocas relaciones de
los hombres.
Jesús subraya con tanta insistencia la necesidad de
perdonar a los demás que a Pedro, que le había preguntado cuántas veces debería
perdonar al prójimo, le indicó la cifra simbólica de “setenta veces siete”,
quería decir con ello que debería saber perdonar siempre.
ORACIÓN
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus
ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los
efectos de tu misericordia.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
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