“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”
27 DE AGOSTO
XXI DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
1ª Lectura: Isaías
22,19-23
Colgaré de su hombro la
llave del palacio de David.
Salmo 137
Señor, tu misericordia
es eterna, no abandones la obra de tus manos.
2ª Lectura: Romanos
11,33-36
Él es origen, guía y
meta del universo.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 16,13-20
“En
aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe y preguntaba a sus
discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Ellos contestaron:
-Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los
profetas. Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro
tomó la palabra y dijo: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le
respondió: -¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado
nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del
infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que
ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra,
quedará desatado en el cielo.” Y les
mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Al
llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
"¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos
le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando
la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo".
Y
Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha
revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y
yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo
te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra,
quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado
en el cielo".
Entonces
ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el
Mesías”.
REFLEXIÓN
Cuando
Isaías, en la primera lectura, muestra cómo un mayordomo recibe sobre su hombro
la insignia simbólica del poder, que son las llaves, anticipa, de manera
profética, el gesto que hará Jesús con Pedro al dar identidad a su vocación
específica en la Iglesia; pero las llaves del Reino del cielo no son símbolo de
poder, sino de servicio.
San
Pablo, en la segunda lectura, nos ha ofrecido un himno triunfal a la sabiduría
insondable de Dios, y nosotros, admirando y glorificando el pensamiento del
Señor, que nos lleva a veces por caminos impenetrables, somos invitados por el
evangelio a responder personalmente a la pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?
Responder
a la primera pregunta que hace Jesús a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que
es el Hijo del Hombre? Equivale a elaborar un montón de libros de sociología o
de teología. Entre las innumerables respuestas que podríamos obtener,
encontraríamos, además de una gran parcela de indiferencia, expresiones como un
hombre que se hace querer, un moralista prudente, un profeta revolucionario, un
libertador, el Hijo de Dios, el salvador, o aquel que se definió como Camino,
Verdad y vida.
Pero
es en la pregunta experiencial y vivencial dónde cabe plantearse de verdad
quién es, qué significa, qué representa y qué caminos provoca hoy en cada uno
de nosotros la manera de pensar y de vivir de Jesús de Nazaret.
Y
aquí las respuestas no pueden ser teóricas, ni de libro. No sirven las palabras
vacías, ni tampoco las definiciones no vividas. Las respuestas tendrán que ser
expresión de lo que salga de nuestro interior, de nuestra vivencia, trabajada a
lo largo de nuestra vida cristiana.
Por
tanto, la imagen actual, viva, atractiva y activa, o decadente, poco seductora
e indiferente que pueda tener la gente sobre la persona y los hechos de Jesús
de Nazaret depende en gran parte de cómo lo vivimos y lo presentamos nosotros
en la práctica.
Son
cada vez más, los hombres y las mujeres que comprometen su vida, anunciando a
un Jesús cercano, amigo de los hombres, que da la vida por todos, que ha venido
para justos e injustos y hace salir su sol sobre buenos y malos. Un Jesús
personal, que nos llama por nuestro nombre y nos invita a seguirlo ligeros de
equipaje, disponibles y sin mirar atrás en la tarea de roturar, sembrar y
cuidar la viña del reino.
A
este Jesús, salvador personal, generoso y paciente, es al que tenemos que
anunciar, a ese Jesús que no ha venido a condenar, ni a juzgar, sino a salvar y
a dar la vida en rescate por todos.
Anunciar
a un Jesús distinto, es no haber entendido lo que significa para nosotros y no
haber sabido responder con sinceridad e interioridad, su pregunta: ¿Quién soy
yo para vosotros?
ENTRA EN TU INTERIOR
QUÉ DECIMOS NOSOTROS
También hoy
nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus
discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. No nos pregunta solo para
que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para que
revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras
comunidades?
¿Conocemos
cada vez mejor a Jesús, o lo tenemos “encerrado en nuestros viejos esquemas
aburridos” de siempre? ¿Somos comunidades vivas, interesadas en poner a Jesús
en el centro de nuestra vida y de nuestras actividades, o vivimos estancados en
la rutina y la mediocridad?
¿Amamos a
Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al
que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia
y el olvido? Quienes se acercan a nuestras comunidades, ¿pueden sentir la fuerza
y el atractivo que tiene para nosotros?
¿No sentimos discípulos y discípulas
de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de vida en medio de la
sociedad actual, o nos dejamos arrastrar por cualquier reclamo más apetecible
para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de cualquier manera, o hemos hecho
de nuestra comunidad una escuela para aprender a vivir como Jesús?
¿Estamos
aprendiendo a mirar la vida como la miraba Jesús? ¿Miramos desde nuestras
comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad, o
nos encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los
más desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?
¿Seguimos a
Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre, o seguimos
pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos exclusivamente
de nuestra salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo de seguir a Jesús es
vivir cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?
¿Vivimos el
domingo cristiano celebrando la resurrección de Jesús, u organizamos nuestro
fin de semana vacío de todo sentido cristiano? ¿Hemos aprendido a encontrar a
Jesús en el silencio del corazón, o sentimos que nuestra fe se va apagando
ahogada por el ruido y el vacío que hay dentro de nosotros?
¿Creemos en
Jesús resucitado que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en
nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos
que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza
renovadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos dentro
de nosotros?"
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
La pregunta que Jesús hace a sus
discípulos es, de alguna manera, la pregunta que siempre hizo la Iglesia
mirando a su alrededor: ¿Qué se piensa en el mundo sobre Cristo? ¿Cómo lo ven
los demás pueblos? ¿Qué se opina de él en un país cristiano por tradición?
Una vez que le dice a Jesús lo que
la gente pensaba de él, viene la pregunta directa y la que a Jesús le interesa
realmente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Es la gran pregunta que tarde o
temprano ha de escuchar la misma Iglesia y cada cristiano. Porque puede suceder
que sigamos a Jesús sin saber a quién seguimos, o que llevemos su nombre sin
saber qué significa ese nombre y ese hombre.
En efecto, con sinceridad, ¿quién
es Jesús para nosotros? ¿Qué esperamos de él? ¿Qué nos impulsa a escuchar su
palabra, bautizar a nuestros hijos o celebrar fiestas en su honor?
Y se levanta Pedro, la expresión de
una fe aún incipiente e inmadura, quien responde más con el corazón que con los
labios: Tú eres “el Mesías de Dios”.
El Mesías que responde al designio
de Dios está señalado por dos características: el dolor y el rechazo. No sólo
sufrirá mucho, sino que sentirá en carne propia el rechazo de los suyos y la
oposición de esa misma gente que se dice religiosa y que ocupa altos cargos en
la nación.
ORACIÓN
En el
evangelio de hoy escuchamos aquella escena en la que Jesús pregunta a sus
discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Y los discípulos
le responden: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o
uno de los profetas”. Entonces Jesús les dice: “Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? A lo que Pedro, con convicción, responde: “Tú eres el Mesías el Hijo de
Dios vivo”. Hoy Jesús vuelve a preguntarnos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?” Y cada uno de nosotros tiene que encontrar su respuesta: ¿Quién es Jesús para
mí? Ojalá que seamos capaces de responder como Pedro reconociendo que Jesús es
el Señor, el Hijo de Dios, aquel que da sentido a nuestra vida, aquel en quien
podemos encontrar las raíces más profundas de nuestro ser. Que la profesión de
fe de Pedro, y también de Pablo, sea hoy ejemplo y ánimo para que cada uno de
nosotros hagamos también nuestra propia y personal profesión.
Señor, de Ti podríamos decir y
escribir muchas cosas, pero hoy sólo queremos pedirte que nos ayudes día a día
a saber y a vivir de verdad quién eres y, sobre todo, a experimentar quién eres
para cada uno de nosotros. Que, como Pedro, podamos creer profundamente que Tú
eres el Mesías, el Hijo de dios vivo.
Expliquemos el Evangelio
a los niños.
Imágenes de Paxi Velasco
(FANO)
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