“El Reino
de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena
semilla
en su campo…”
23 DE
JULIO
XVI
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
1ª
Lectura: Sabiduría 12,13.16-19
En el
pecado das lugar al arrepentimiento.
Salmo 85
Tú,
Señor, eres bueno y clemente.
2ª
Lectura: Romanos 8,26-27
El
Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
13,24-43
“En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente: -El
Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del
trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció
también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: -Señor, ¿no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña? Él les dijo: -Un
enemigo lo ha hecho. Los criados le preguntaron: - ¿Quieres que vayamos a
arrancarla? Pero él les respondió: -No, que podríais arrancar también el trigo.
Dejadlos crecer junto hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los
segadores: “Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el
trigo almacenadlo en mi granero.” [Les
propuso esta otra parábola: -El Reino de los Cielos se parece a un grano de
mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas,
cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que
las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra
parábola: -el Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa
con tres medidas de harina y basta para que todo fermente. Jesús expuso todo
esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se
cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas: anunciaré
lo secreto desde la fundación del mundo.” Luego dejó a la gente y se fue a
casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: -Acláranos la parábola de la
cizaña en el campo. Él les contestó: -el que siembra la buena semilla es el
Hijo del Hombre: el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del
Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es
el diablo; la cosecha es el fin del mundo, y los segadores los ángeles. Lo
mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo; el Hijo
del Hombre enviará a sus ángeles, y arrancará de su Reino a todos los
corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto
y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino
de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.]
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús propuso a la gente otra parábola:
"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró
buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró
cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también
apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron:
'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay
cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los
peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren
el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a
los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para
quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
[También les propuso otra parábola: "El Reino de los
Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero
cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto,
de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas".
Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los
Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad
de harina, hasta que fermenta toda la masa".
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de
parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado
por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde
la creación del mundo.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus
discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña
en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el
Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen
al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la
siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son
los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de
la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de
su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en
el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de
su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!".]
REFLEXIÓN
Las lecturas de hoy, y sobre todo el evangelio, nos
plantean una evidencia palpable: el bien nunca se encuentra en estado puro, ni
en nosotros, ni a nuestro alrededor; a la vez que el mal, está presente en la
vida de las mujeres y los hombres, las instituciones y la misma Iglesia. Y las
dos realidades se mezclan y coexisten cotidianamente. Nos equivocamos si,
ilusoriamente pretendemos ignorar el mal, y también cuando somos tan pesimistas
y derrotistas que apenas percibimos ni rastro de bien.
El libro de la Sabiduría, precisamente, recomienda que
los justos “han de ser humanos con todo el mundo”, es decir que no se han de
creer perfectos, porque no lo son; y san Pablo nos ha dicho que para nuestra
debilidad (que está ahí y la experimentamos) contamos “con la fuerza del
Espíritu que intercede a favor nuestro”.
Pero es el evangelio, en la línea de las parábolas del
Reino, que comenzamos el pasado domingo, donde mediante tres breves parábolas,
y principalmente en la conocida como la del “trigo y la cizaña”, se nos ofrecen
pautas de actuación frente a esta contrastada coexistencia del bien y del mal.
La gran lección de la parábola del trigo y la cizaña es
que frente a las impaciencias de querer arrancar el mal cuanto antes, existe la
serenidad de saber esperar y de saber respetar los tiempos y los ritmos de las
personas; frente a la arrogancia de la intolerancia, está la actitud de saber
comprender; y frente al camino fácil de recurrir a la violencia física o moral,
está la fuerza del diálogo y el razonamiento. Y así tendrá que ser el estilo de
los hijos e hijas de Dios. No podemos constituirnos en jueces en lugar de Dios,
que como nos ha dicho el salmo: “Es clemente y misericordioso, lento a la
cólera, rico en piedad y leal”.
Frecuentemente, la teoría la tenemos clara, pero tendemos
a pensar que con lo que acabamos de decir no hay bastante, o sea, que con dejar
pasar el tiempo y con el diálogo, no se consigue casi nada, porque la fuerza
del mal es tan grande y obstinada, que la buena voluntad o las buenas acciones
de unos cuantos no pueden contrarrestarla.
Las dos breves parábolas que hemos escuchado también en
el evangelio de hoy (la del grano de mostaza, y la de la levadura en medio de
la harina) pretenden darnos a entender que las realidades que en definitiva nos
hacen continuar luchando y soñando, son siempre realidades muy simples y
pequeñas. Por ejemplo, una palabra de ánimo, una sonrisa, una amistad, un
encuentro gozoso, un trabajo bien hecho, y tantas otras, pequeñas y humildes
realidades. Porque estas cosas, mantenidas con constancia, consiguen grandes
resultados. Un grano de mostaza es una semilla pequeña y humilde, pero muy
fecunda (llega a ser un árbol). Una onza de levadura, en medio de la masa,
puede fermentarla y transformarla.
No hay que olvidar nunca que la construcción del reino es
la construcción de una utopía. El reino de paz, amor y justicia es una
perspectiva lejana en este mundo, pero una perspectiva posible.
Nuestro modelo que imitar es la paciencia de Dios. El
siempre da tiempo. Y cuántas veces las apariencias engañan: quien parece
perder, gana; y quien gana y parece ganador, pierde.
ENTRA EN
TU INTERIOR
COMO
FERMENTO
Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando de trasformar
el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle. La gente esperaba
algo más espectacular: ¿dónde están las «señales del cielo» de las que hablan
los escritores apocalípticos? ¿Dónde se puede captar el poder de Dios
imponiendo su reinado a los impíos?
Jesús tuvo que enseñarles a captar su presencia de otra manera. Todavía
recordaba una escena que había podido contemplar desde niño en el patio de su
casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la víspera del
sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería ahora la
actuación maternal de Dios introduciendo su «levadura» en el mundo.
Con el reino de Dios sucede como con la «levadura» que una mujer
«esconde» en la masa de harina para que «todo» quede fermentado. Así es la
forma de actuar de Dios. No viene a imponer desde fuera su poder como el
emperador de Roma, sino a trasformar desde dentro la vida humana, de manera
callada y oculta.
Así es Dios: no se impone, sino trasforma; no domina, sino atrae. Y así
han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como «levadura» que introduce
en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza
trasformadora.
Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta sociedad como
«desde fuera» tratando de imponernos para dominar y controlar a quienes no
piensan como nosotros. No es ésa la forma de abrir camino al reino de Dios.
Hemos de vivir «dentro» de la sociedad, compartiendo las incertidumbres, crisis
y contradicciones del mundo actual, y aportando nuestra vida trasformada por el
Evangelio.
Hemos de aprender a vivir nuestra fe «en minoría» como testigos fieles de
Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o político, sino más
humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser fermento de un mundo más
humano.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
A nivel personal: siempre el Reino obra dentro de
nosotros, lo cual nos obliga a mirarnos dentro, pues desde ahí nos invita a
crecer. No es lo que hacemos lo que tiene valor, sino con qué sentido y actitud
hacemos las cosas. Haz, Señor, que nuestro crecimiento nazca del interior, para
que no nos quedemos solo en hojas sin dar frutos.
A nivel pastoral: es posible que hasta ahora la Iglesia
haya desplegado una actividad grande de por sí, pero no enfoca según la óptica
del Reino. Una pastoral del Reino debe buscar penetrar en el interior del
mundo, más que dominarlo desde fuera; se ofrece como energía para el
crecimiento, no como un juez que controla desde fuera; no se cierra en un
círculo de elegidos, sino que se difunde en la gran masa para ser su fermento.
Es una acción que tiende a morir a sí misma, ya que es medio para que otros crezcan.
Haz, Señor, que sepamos morir a nosotros mismos y que seamos sensibles al
sufrimiento de nuestros hermanos.
Con esta luz, deberíamos revisare todo el quehacer
pastoral de nuestras comunidades: ¿Somos camino para que el Reino penetre entre
los hombres, o desplegamos una acción paralela en función de otros objetivos?
¿Respetamos la metodología de Dios o nos apoyamos en una metodología humana:
¿la del éxito inmediato, la del número, la del prestigio, etc?
Descubramos a raíz de las parábolas de Jesús cómo obra
Dios, cuál es su manera de proceder en el mundo y con los hombres, y
adaptémonos a su esquema si queremos hacer auténtica obra evangelizadora.
ORACIÓN
Señor, ayúdanos a admitir la lentitud y la diversidad, y
a no perder la capacidad de trabajar con las personas en el tiempo y con el
tiempo. Que nunca dejemos de ser utópicos.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Paxi Velasco (FANO)
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