“Pero cuando venga el Hijo del Hombre,
¿encontrará esta fe en la tierra?
16 DE
OCTUBRE
XXIX
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Éxodo 17,8-13
Mientras
Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel.
Salmo 120
El
auxilio me viene del Señor.
2ª
Lectura: 2ª Carta de Pablo a Timoteo 3,14-4,2
“Proclama
la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprocha, exhorta con toda
comprensión y pedagogía”.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
18,1-8
“En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo
tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: -Había un
juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la
misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a
mi adversario”; por algún tiempo se negó; pero después se dijo: “Aunque ni tema
a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le Haré
justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.” Y el Señor respondió: -Fijaos
en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que
le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin
tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre
sin desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le
importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él,
diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo
no temo a Dios ni me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no
venga continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día
y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará
justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la
tierra?".
REFLEXIÓN
Como cada domingo, los cristianos estamos llamados a dar gracias al
Señor, recordando el don de su Vida, la salvación que nos ha traído. Y hoy la
Iglesia nos invita, con estas lecturas bíblicas, a levantar la mirada del suelo
para dirigirla al cielo.
La escucha de la Palabra de Dios nos invita a dirigirnos
con confianza hacia el auxilio del Señor. Y más, viendo la realidad de nuestro
entorno: injusticias, hambre, enfermedades, violencia, terrorismo, paro, falta
de vivienda, pensiones mínimas, pobreza... Los cristianos tenemos que pedir el
auxilio de Dios para ser instrumentos de su amor en medio del mundo.
La oración tiene que dar sentido a nuestras obras, y las
obras tienen que mostrar lo que creemos. En resumen, hoy se nos invita a rezar
con insistencia.
La Palabra nos ilumina en la asamblea eucarística fortaleciendo
nuestra fe y nuestra esperanza, pero sobre todo haciendo más ardiente nuestro
amor a Dios y a los hermanos. Porque la Palabra no la escuchamos solo
individualmente, sino como pueblo de Dios, como asamblea, como Iglesia.
Cada domingo somos confirmados en la misión de ser
testigos de la fe en medio de un mundo que parece no necesitar a Dios.
En el pasaje del libro del Éxodo que hemos escuchado en
la primera lectura, nos invita a ver que el esfuerzo de cada día por superar
las dificultades ordinarias y extraordinarias es válido y necesario. Nuestro
trabajo personal cuenta mucho y es querido y valorado por Dios. Moisés y su
pueblo que apenas está naciendo, deben vencer a quienes se oponen a su
existencia y a su libertad. Hacen la guerra para librarse de sus enemigos, pero
a través de la oración perseverante llegan a la convicción de que sólo por Dios
es como logran imponerse a ellos. Dios está de su lado porque así lo ha
prometido, porque así lo quiere.
Al escuchar el evangelio de hoy, existe el peligro de
entenderlo mal si no nos fijamos bien en el propósito de Jesús, que es, según
lo señala san Lucas, el de invitarnos a la perseverancia en la oración. Insiste
en la necesidad de orar y de perseverar en una actitud confiada y activa.
La oración no consiste en un cruzarse de brazos para
esperar que Dios haga lo que nosotros debemos hacer. El mismo texto de hoy
alude indirectamente a la fuerza y persistencia de aquella mujer que no teme
enfrentarse con un juez injusto con tal de conseguir lo que le corresponde.
La oración cristiana es siempre una expresión de fe, de
esa fe difícil que se empeña seriamente en servir al Reino de Dios en la lucha
activa por la liberación total de los hombres de todas las esclavitudes. Por
eso la oración cristiana –lo veremos mejor el próximo domingo-, no es fruto de
la autosuficiencia ni del triunfalismo sino de una postura humilde de espera,
de trabajo, de lucha, y, ¿por qué no?, de caídas y riesgos.
El evangelio de hoy nos invita a confiar en un Dios fiel,
a confiar en la fuerza del Evangelio, a confiar en Jesucristo, a confiar en la
sabiduría de la Palabra de Dios cuya vivencia se va consiguiendo poco a poco.
Decíamos que la actitud cristiana no puede consistir en
una oración con los brazos cruzados. El texto de la carta de Pablo a Timoteo lo
dice mucho más positivamente: “Permanece en lo que has aprendido y se te ha
confiado... La Sagrada Escritura puede darte la sabiduría que por la fe en
Cristo Jesús conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también
útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud: así
el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena”.
Y el apóstol concluye con esta vibrante exhortación:
“Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro
por su venida en majestad: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo,
reprocha, exhorta con toda comprensión y pedagogía”.
Según san Pablo, dos serían las tareas importantes del
cristiano en estos tiempos difíciles, sin excluir por supuesto la oración,
siempre recomendada por el apóstol, y tan relacionada con la vivencia de la
Palabra, y sobre todo, la oración que es diálogo y encuentro con el Dios de la
misericordia.
En primer lugar: Hacer de la Palabra de Dios –tal como la
tenemos en la Biblia- un criterio rector de vida, un modo sabio de afrontar
nuestra existencia, una permanente fuente de inspiración para el trato con
nuestros hermanos. En la Palabra de Dios hemos de encontrar los cristianos
nuestra regla, nuestro sistema de valores, nuestro modo de afrontar la vida.
Pablo insiste en que toda Escritura es apta para ello,
pues es evidente que a menudo nos gusta apoyarnos en ciertos textos preferidos
o más acordes con nuestro modo de ser, para dejar a un lado los textos molestos
o más exigentes.
En segundo lugar: La oración del cristiano, bien resumida
en aquellas expresiones tan típicas: “Ven, Señor Jesús”, “Que venga tu Reino”,
debe traducirse necesariamente en la evangelización, ya que todo tiempo es apto
para anunciar la Palabra de Dios, para denunciar las injusticias y para
exhortar a un estilo de vida distinto y nuevo.
Y no con un afán proselitista o coercitivamente. Por eso
dice san Pablo: Evangeliza todo lo que quieras, pero con comprensión y
pedagogía, algo que nosotros hemos olvidado en más de una oportunidad.
La evangelización no es una cruzada o una conquista, sino
una llamada a la conciencia de los hombres, sin herir susceptibilidades, sin
despreciar o desvalorar elementos culturales distintos a los nuestros sin condenar
al que no nos escucha.
La Palabra de Dios de este domingo, hermanas y hermanos,
nos prepara ya, estamos a cuatro semanas, para el tiempo santo del Adviento; no
sólo para el tiempo litúrgico, sino para que asumamos esta vida, este momento
histórico como un tiempo de exigencia, de lucha y de esperanza.
La historia avanza, los sucesos transcurren en forma
vertiginosa e inesperada, la cultura cambia, los sistemas políticos se alternan
y evolucionan y todos tenemos conciencia de que se está gestando una nueva
humanidad... Pero ¿pervivirá la fe en la tierra?
He aquí una pregunta que nos compromete a todos:
¿Sabremos encontrar un estilo de fe cristiana que sepa conjugarse con estos
tiempos nuevos? ¿Seremos capaces de anunciar el Evangelio de forma tal que
represente algo positivo para los hombres de hoy? ¿Somos capaces de sentirnos
cristianos, participando al mismo tiempo en la construcción de este mundo nuevo
tan distinto al de nuestros padres y antecesores?
Estas preguntas, conscientemente respondidas, pueden
transformarse en nuestra mejor oración.
ENTRA EN
TU INTERIOR
EL CLAMOR
DE LOS QUE SUFREN
La parábola de la viuda y el juez sin escrúpulos es, como tantos otros,
un relato abierto que puede suscitar en los oyentes diferentes resonancias.
Según Lucas, es una llamada a orar sin desanimarse, pero es también una
invitación a confiar que Dios hará justicia a quienes le gritan día y noche.
¿Qué resonancia puede tener hoy en nosotros este relato dramático que nos
recuerda a tantas víctimas abandonadas injustamente a su suerte?
En la tradición bíblica la viuda es símbolo por excelencia de la persona
que vive sola y desamparada. Esta mujer no tiene marido ni hijos que la
defiendan. No cuenta con apoyos ni recomendaciones. Sólo tiene adversarios que
abusan de ella, y un juez sin religión ni conciencia al que no le importa el
sufrimiento de nadie.
Lo que pide la mujer no es un capricho. Sólo reclama justicia. Ésta es su
protesta repetida con firmeza ante el juez: «Hazme justicia». Su petición es la
de todos los oprimidos injustamente. Un grito que está en la línea de lo que
decía Jesús a los suyos: "Buscad el reino de Dios y su
justicia".
Es cierto que Dios tiene la última palabra y hará justicia a quienes le
gritan día y noche. Ésta es la esperanza que ha encendido en nosotros Cristo,
resucitado por el Padre de una muerte injusta. Pero, mientras llega esa hora,
el clamor de quienes viven gritando sin que nadie escuche su grito, no
cesa.
Para una gran mayoría de la humanidad la vida es una interminable noche
de espera. Las religiones predican salvación. El cristianismo proclama la
victoria del Amor de Dios encarnado en Jesús crucificado. Mientras tanto,
millones de seres humanos sólo experimentan la dureza de sus hermanos y el
silencio de Dios. Y, muchas veces, somos los mismos creyentes quienes ocultamos
su rostro de Padre velándolo con nuestro egoísmo religioso.
¿Por qué nuestra comunicación con Dios no nos hace escuchar por fin el
clamor de los que sufren injustamente y nos gritan de mil formas:
"Hacednos justicia"? Si, al orar, nos encontramos de verdad con Dios,
¿cómo no somos capaces de escuchar con más fuerza las exigencias de justicia
que llegan hasta su corazón de Padre?
La parábola nos interpela a todos los creyentes. ¿Seguiremos alimentando
nuestras devociones privadas olvidando a quienes viven sufriendo?
¿Continuaremos orando a Dios para ponerlo al servicio de nuestros intereses,
sin que nos importen mucho las injusticias que hay en el mundo? ¿Y si orar fuese
precisamente olvidarnos de nosotros y buscar con Dios un mundo más justo para
todos?
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Como podemos darnos cuenta, la Palabra de Dios de este
domingo nos prepara ya para el tiempo de Adviento; no sólo para el tiempo
litúrgico, sino para que asumamos esta vida, este momento histórico como un
tiempo de exigencia, de lucha y de esperanza.
La historia avanza, los sucesos transcurren en forma
vertiginosa e inesperada, la cultura cambia, los sistemas políticos evolucionan
y todos tenemos conciencia de que se está gestando una nueva humanidad… Pero,
¿pervivirá la fe en la tierra?
He aquí una pregunta que nos compromete a todos:
¿Sabremos encontrar un estilo de fe cristiana que sepa conjugarse con estos
tiempos nuevos? ¿Seremos capaces de anunciar el Evangelio de forma tal que
represente algo positivo para los hombres de hoy? ¿Somos capaces de sentirnos
cristianos, participando al mismo tiempo en la construcción de este mundo nuevo
tan distinto al de nuestros padres y antecesores?
Estas preguntas, conscientemente respondidas, pueden
transformarse en nuestra mejor oración.
ORACIÓN
Escucha, Señor, la oración de tu humilde comunidad a fin
de que, mientras esperamos la manifestación de tu Reino, seamos los testigos de
tu amor y de tu paz en un mundo hambriento de verdad y de justicia.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Fano.
Imagen
para colorear.
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