“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”
1 DE NOVIEMBRE
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14
Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar;
de toda nación, raza, pueblo y lengua.
Salmo 23: “Estos son los que buscan al Señor”
2ª Lectura: 1 Juan 3,1-3
Veremos a Dios tal cual es.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 5,1-12
“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y Él se puso a hablar, enseñándoles:
-Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
-Felices los que tienen alma de pobre, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnien en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo, de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
REFLEXIÓN
Hoy la Iglesia nos invita a reconocer a todos los santos, tanto a los que están reconocidos oficialmente porque han sido canonizados, como los santos que, sin estar en las celebraciones del calendario, pertenecen al conjunto de personas que en sus vidas siguieron al Señor. Por esto a los santos los encontramos en todas partes. Un ejército innumerable de santos que viven en sus casas, en sus trabajos, en sus familias, haciendo siempre, con amor, la voluntad de Dios. Personas que, por su humildad, comunican a Dios y lo llevan en su corazón. Sin ellos darse cuenta están dando a conocer a Cristo, predicando a Cristo, hablando de Cristo. Hay una multitud de salvados que, viviendo de manera normal y cotidiana, se santifican en medio del mundo. “apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”, nos dice Juan en la primera lectura tomada del libro del apocalipsis.
La Iglesia nos invita a hacer lo mismo a nosotros. A vivir la santidad en nuestra vida cotidiana, que es vivir tal como Jesús nos enseñó. Todos estamos llamados a vivir como cristianos como Dios nos enseñó: como padres de familia, como hijos, como estudiantes, como trabajadores, como sacerdotes. Aunque probablemente nunca seremos canonizados, el Señor nos pide que sigamos sus enseñanzas y que lo sigamos. Que vivamos como verdaderos hijos e hijas de Dios.
Dios es el único santo y la fuente de toda santidad. Así pues, la santidad sólo puede venir de Dios, es un don, una gracia, un regalo que da el Señor a todas las personas, porque en él se halla la plena felicidad. De todos modos, es necesario también que la persona anhele y desee este don. Es necesaria, por parte de la persona, una respuesta generosa al don de Dios. Es imprescindible, así, manifestar nuestra fe con obras de santidad, imitando a los santos, pero en especial, al tres veces “santo”; el mismo Dios.
Jesús con su vida, sus obras y su mensaje, nos muestra que la santidad cristiana no se encuentra en las manos, sino en el corazón; no se juega en la humanidad externa, sino en la interior. La santidad no es dedicarse a grandes plegarias y sacrificios. La santidad implica toda una manera de vivir el ser persona e imagen de Dios, que encuentra su resumen en el amor, en la caridad. La santidad es vivir en comunión con Dios. La santidad es la obediencia filial y amorosa al Padre de la misericordia. Lo que nos aproxima a la gracia, al don del amor de Dios, ya no son los lugares, ritos, objetos ni leyes, sino una persona: Jesucristo. En Jesucristo radica la santidad misma de Dios, es el Santo de Dios.
ENTRA EN TU INTERIOR
CREER EN EL CIELO
En esta fiesta cristiana de Todos los Santos, quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.
Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón de la humanidad.
Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: entra para siempre en el gozo de tu Señor.
No me resigno a que Dios sea para siempre un “Dios oculto”, del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron, amando en el anonimato y sin esperar nada.
Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el apocalipsis pone en boca de Dios: “Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida”. ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.
ORA EN TU INTERIOR
Concédenos la dicha, Señor,
de buscar las cosas pequeñas,
de ilusionarnos con los detalles,
de trabajar en lo que merece la pena.
Llévanos a la verdadera felicidad
que florece sin anunciarse,
que calma donde más quema,
que hace del amor un arte.
Dinos qué es santidad,
no porque nos creamos perfectos,
ni porque despreciemos al débil,
sino porque Tú ocupas el corazón nuestro.
Pedro Fraile. En la Hoja Dominical Eucaristía
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes de Fano.
“Experimentemos la alegría de ser bienaventurados”
Imagen para colorear.