“El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente
en la tierra.”
16 DE JUNIO
DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
1ª Lectura: Ezequiel 17,22-24
Elevaré los árboles pequeños.
Salmo 91
Es bueno dar gracias al Señor.
2ª Lectura: 2ª Corintios 5,6-10
En el destierro o en la patria, nos esforzamos por
agradar al Señor.
PALABRA DEL DÍA
Marcos: 4,26-34
“En aquel tiempo, dijo
Jesús a la gente: -El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en
la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va
creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola:
primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a
punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: -¿Con qué
podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de
mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después
brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que
los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas
les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con
parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios.
“Y decía: "El Reino de
Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se
levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa
cómo.
La tierra por sí misma
produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la
espiga.
Cuando el fruto está a
punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la
cosecha".
También decía: "¿Con
qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para
representarlo?
Se parece a un grano de
mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la
tierra,
pero, una vez sembrada,
crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus
ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como
estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en
parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.”
REFLEXIÓN
El núcleo fundamental de la
predicación de Jesús es el anuncio del Reino de Dios. Jesús solía hablar del
Reino de Dios con parábolas porque, más que un concepto teórico, el Reino de
Dios es una realidad en su propia persona. Jesús comenzó a hacerlo tangible en
su tierra y entre los suyos. Una de las imágenes habituales que empleaba para
referirse a ello es la del grano que se planta con ilusión en la tierra, que se
espera desde lo profundo de ella a que crezca, porque tiene vida encerrada en
su interior.
El creyente, el que ha vivido
la experiencia del encuentro con la Vida, es quien conoce bien la potencia de
la semilla. Un pequeño grano, seco, contiene la posibilidad de reverdecer y
generar lo imposible. Por eso la semilla se planta, con el cuidado del que sabe
que se encuentra ante un misterio: roturando la tierra, abonando su suelo,
sembrando con cariño el grano inerte y cubriéndolo en silencio. Y a esperar, a
esperar que la vida que hay encerrada en esa semilla se vaya abriendo camino.
Nosotros, en nuestras acciones
diarias reproducimos, como Jesús hacía, estos gestos. Las frases y las acciones
del cristiano no están nunca vacías, pero tampoco se busca conscientemente
darles contenido o creer en ellas; ya tienen de por sí su sentido, desde el
momento en que se plantan.
Nuestra impaciencia es la
señal de nuestro barro seco y duro, y de una tierra cansada de explotadores que
persiguen beneficios. Todos quieren rendimientos fáciles, que las acciones
tengan sus éxitos; también en las intervenciones generosas y altruistas. En la
Iglesia adolecemos de esta misma falta autocomplaciente de paciencia en la
construcción del Reino, que nos desasosiega y empuja a creer en nuestras
propias fuerzas o a dar por imposible la empresa.
Sin embargo, como dice la
Palabra de hoy, el grano germina y crece sin que se sepa cómo. La espera
creyente ha de volverse a lo profundo de nuestra tierra, a la potencia de la
simiente, a la sorpresa que llega, abonada y regada cada día por el único Dueño
de la mies.
Hermanas y hermanos,
únicamente una mirada profunda, interior a los acontecimientos en los que
participamos nos los descubren como signos del Reino de Dios actualmente real y
en formación progresiva en el mundo. Tenemos, como nos recomendó el Concilio Vaticano
II en la Constitución Gaudium et Spes, saber leer los signos de los tiempos y
saber dejarnos guiar por las mociones del Espíritu.
A la Iglesia, por el
contrario, corresponde interpretarlos desde la sorpresa y la maravilla de unos
creyentes que observan el grano seco de trigo convertido en dorada espiga de
primavera dispuesta para la siega, o la semilla insignificante de mostaza
transformada en expresión exuberante de la vida. Desde el fondo de la tierra,
cuando la semilla emerge en tallo de vida, emerge lo sorprendente: un mundo
bueno y nuevo, donde el Dios de la Vida reina.
ENTRA
EN TU INTERIOR
PEQUEÑAS
SEMILLAS
Vivimos ahogados por las malas
noticias. Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan
sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y
violencias, escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo»
no parecen encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.
La increíble velocidad con que
se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer
uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola
a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.
La ciencia nos ha querido
convencer de que los problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y
nos ha lanzado a todos a una gigantesca organización y racionalización de la
vida. Pero este poder organizado no está ya en manos de las personas sino en
las estructuras. Se ha convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá
del alcance de cada individuo.
Entonces, la tentación de
inhibirnos es grande. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son
los dirigentes políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que
se necesitan para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?
No es así. Hay en el evangelio
una llamada dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de
una nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo
muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido
como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de
manera insospechada.
Quizás necesitamos aprender de
nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos
llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir
poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto
amistoso al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo,
una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría
en un corazón agobiado… no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino
de Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha
olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.
José Antonio Pagola
ORA
EN TU INTERIOR
La verdad es, que las acciones
de Dios no coinciden con nuestras ideas acerca de la divinidad. Según la
concepción general de la historia de las religiones, los dioses son seres
caprichosos y poderosos que gustan de manifestar su poder, imponiendo su voluntad
ostentosa y terrible sobre los seres humanos. En las palabras de hoy, sin
embargo, el Dios de Israel y Padre de Jesús se muestra como un amante de su
creación, que desea vivificarla desde su interior, como hace un buen jardinero
o labrador con sus plantas. Su reino no es el del miedo sino el de la vida en
abundancia, que germina desde la insignificancia, la ternura, la paciencia y la
serenidad constante del sincero amor.
ORACIÓN
FINAL: (Salmo 91,23.13-16)
Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh
Altísimo,
proclamar por la mañana tu
misericordia
y de noche tu fidelidad.
El justo crecerá como una
palmera,
se alzará como un cedro del
Líbano;
plantado en los atrios de
nuestro Dios.
En la vejez seguirá dando
frutos
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es
justo,
que en mi Roca no existe la
maldad.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi Velasco FANO
Imagen para colorear.
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