“Acudió a él un leproso
y le suplicó de rodillas:
- Si quieres, puedes
limpiarme.
Conmovido, extendió la
mano y lo tocó diciendo:
- Quiero, queda
limpio.”
11 DE FEBRERO
VI DOMINGO DEL TIEMPO
ORDEINARIO (B)
Primera Lectura:
Levítico 13,1-2.44-46
El leproso vivirá solo,
fuera del campamento.
Salmo 31
Perdona, Señor,
nuestros pecados.
Segunda Lectura: 1
Corintios 10,31-11.1
Sean imitadores míos
como yo lo soy de Cristo.
EVANGELIO DEL DÍA
Marcos 1,40-45
“Acudió a él un leproso y le suplicó de rodillas:
- Si quieres, puedes limpiarme.
Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
- Quiero, queda limpio.
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Le
regañó y lo sacó fuera en seguida diciéndole:
- ¡Mira, no le digas nada a nadie! En cambio, ve a que
te examine el sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés
como prueba contra ellos.
Él, cuando salió, se puso a proclamar y a divulgar el
mensaje a más y mejor; en consecuencia, Jesús no podía ya entrar
manifiestamente en ninguna ciudad; se quedaba fuera, en despoblado, pero
acudían a él de todas partes.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y,
cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte
al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para
que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a
todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía
entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en
lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.”
REFLEXIÓN
La primera lectura es suficientemente expresiva. La lepra era
el motivo más radical de marginación. Lo que se entendía por lepra en la
antigüedad, no coincide con lo que es hoy esa enfermedad concreta. Más bien se
llamaba lepra a toda enfermedad de la piel que se presentara con un aspecto más
o menos repugnante.
Sin la garantía de que era Dios el que lo mandaba, no hubiera
tenido ningún efecto la prohibición. Por eso todas las normas se presentaban
como recibidas de Dios, aunque fueran simplemente preservar de la enfermedad.
“Se acercó,
suplicándole de rodillas”. Esta actitud indica a la vez valentía, porque se
atreve a trasgredir la Ley, pero también temor a ser rechazado, precisamente
por eso.
“Si quieres... Quiero...” La simplicidad del diálogo esconde
una riqueza de significados: Confianza total del leproso, y respuesta que no
defrauda...
No le pide que le cure, sino que le limpie. Por tres veces se
repite el verbo limpiar, verbo que significa también, purificar, liberar. Nos
está lanzando a un significado mucho más profundo del que podía tener a primera
vista una curación.
No sólo desaparece la enfermedad, sino que le restituye en su
plena condición humana: Le devuelve su condición social, y su integración
religiosa. Vuelve a sentir la amistad de Dios, que era el valor supremo para
todo buen judío.
“Sintiendo lástima”. La devaluación del significado de la
palabra “amor” nos tenía que obligar a buscar conceptos más adecuados para
expresar hoy esa realidad.
La acción de Dios se manifiesta a través de los sentimientos
humanos. La compasión (padecer con) era ya una de las cualidades de Dios en el
Antiguo Testamento. Jesús la hace suya en toda su trayectoria humana. Es una
demostración de que para llegar a lo divino no hay que destruir lo humano, sino
potenciarlo.
¡Qué poco se habla en nuestro cristianismo de la compasión! Y
sin embargo, es la forma más humana de manifestar el amor. Cuando uno siente
como suyo el sufrimiento del otro es cuando, de verdad, se le ha hecho próximo.
“Le tocó”. El significado del verbo griego que utiliza
Marcos, no es en primer lugar tocar, sino sujetar, atar, enlazar. Este
significado nos acerca más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no
sólo le tocó un instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo.
Sólo teniendo en cuenta lo que acabamos de decir de la lepra,
podemos comprender el profundo significado del gesto. Es suficiente, por sí
mismo, para hacer patente la actitud vital de Jesús. No sólo demuestra que está
por encima de la Ley cuando se trata del bien de un hombre, sino que, al creer
que era una enfermedad contagiosa, demuestra el riesgo personal que Jesús
asume.
Lo echó fuera… y cuando salió…” La segunda parte del relato
es de una gran importancia. Se supone que estaban en un lugar desértico, sin
embargo, el texto griego dice literalmente: lo expulsó fuera, y del leproso
dice: cuando salió. Una vez más nos está empujando a una comprensión
espiritual.
Jesús no quiere que continúe junto a él y lo despide
inmediatamente; eso sí, con el encargo de no contarlo y de presentarse ante el
sacerdote. Una vez más, manifiesta Marcos el peligro de que las acciones de
Jesús en favor del marginado, fueran mal interpretadas. ¡Qué curioso! Jesús
acaba de saltarse la Ley, pero exige al leproso que cumpla lo mandado por
Moisés. Hay que estar muy atento para descubrir el significado. Jesús no está
nunca contra la Ley, sino contra las injusticias y tropelías que se cometían en
nombre de la Ley.
Él mismo tuvo que defenderse de malentendidos, aclarando: “no
he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud”. Jesús sólo se salta la Ley
cuando le impide estar a favor del hombre. La obligación de presentarse al
sacerdote para que certifique la curación, era el único modo que tenía el
leproso de recuperar su estatus religioso y social. Sólo los sacerdotes podían
certificar una curación.
El evangelio nos dice que las consecuencias de la
proclamación de hecho fueron nefastas para Jesús. Si había tocado a un leproso,
él mismo se había convertido en apestado. “Y no podía ya entrar abiertamente en
ningún pueblo”. Las consecuencias de la divulgación del hecho podían ser
nefastas para el leproso. Los sacerdotes podían ponerle dificultades si tenían
conocimiento de cómo se había producido la curación. Lo mismo que era el
sacerdote el que declaraba impuro al contagiado.
ENTRA EN TU INTERIOR
DIOS ACOGE A LOS «IMPUROS»
De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la
ley, no puede entrar en contacto con nadie.
Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo.
¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es
vivir excluido. Así lo establece la ley.
A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a
desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de
rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace
esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar,
pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está
sometido en nombre de Dios?
Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del
leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre
hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a
querer limpiarlo él, que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia sus
hijos e hijas más indefensos y despreciados?
Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y «toca»
su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que,
con este gesto, está reafirmando la transgresión iniciada por el leproso. Sólo
lo mueve la compasión: «Quiero: queda limpio».
Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar el
mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre. No es Dios quien
excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino
nosotros. En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en
nombre de Jesús.
Seguirle a él significa no horrorizarnos ante ningún impuro
ni impura. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo
primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la
norma es la mejor manera de ir perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los
despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión.
En pocos lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús que
en esas personas que ofrecen apoyo y amistad gratuita a prostitutas indefensas,
que acompañan a enfermos de sida olvidados por todos. Ellos nos recuerdan que
en el corazón de Dios caben todos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Gracias, Padre, porque Jesús, curando a los leprosos, me
mostró que el amor no margina a nadie, sino que regenera a la persona,
restableciéndola en su dignidad. Cada sanación de Cristo me habla de su corazón
compasivo y me confirma en la venida de tu amor y de tu Reino.
Gracias también por tantos hombres y mujeres entregados a la
fascinante tarea de amar a sus hermanos y liberar a los pobres y marginados de
la sociedad.
Sacia su hambre de justicia y sostenlos en su empeño; y a mí
impúlsame a seguir el ejemplo de Jesús, sirviendo a Cristo en mis hermanos más
abandonados.
ORACIÓN
Saciados, Señor, con el manjar celestial, te rogamos que nos
hagas anhelar siempre este mismo sustento por el cual verdaderamente vivimos.
Expliquemos el Evangelio
a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorear.
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