domingo, 30 de mayo de 2021

6 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR.

 


“Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio,

diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de

gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les dijo:

“esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”

6 DE JUNIO

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR

Primera Lectura: Éxodo 24,3-8

Ésta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes.

Salmo 115

Levantaré el cáliz de la salvación.

Segunda Lectura: Hebreos 9,11-15

La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 14,12-16.22-26

“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero Pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”. Él envió a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena”. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les dijo: “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Él les dijo a dos de ellos: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: “El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos? Él les enseñará una sala en el segundo pido, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos”.

REFLEXIÓN

En el marco de una cena pascual, una cena de despedida, Jesús adelanta una Pascua nueva en los gestos del pan partido y la copa ofrecida. En adelante, en vez de matar corderos y derramar su sangre, se parte y se come el pan, que es el cuerpo de Cristo, Cordero de Dios y se bebe el vino, que es su sangre.

Es la Pascua de un amor entregado hasta la muerte y victorioso de la muerte. Es alianza y comunión insuperables.

Con este texto de Marcos y esta fiesta de hoy, no hay más remedio que reflexionar sobre la Eucaristía, centro y culmen de toda la vida de la Iglesia, pero dado que hoy, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, celebra la Iglesia el día nacional de caridad, no podemos separar las dos cosas, no podemos separar la Eucaristía de la caridad.

No somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y de la caridad es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del amor derramado por Cristo Jesús en nuestros corazones, un Cristo que en el sacramento eucarístico, se hace alimento para el camino y primicia de vida eterna.

Por eso, compartir con los demás, no es sólo un gesto solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha dado los bienes de este mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor de los demás.

Así como Él se ha ofrecido en sacrificio bajo la forma de pan y vino, así debemos darnos nosotros, con fraterno y humilde servicio, a nuestros hermanos, teniendo en cuenta sus necesidades más que sus méritos, y ofreciéndoles el pan, o sea, lo más necesario para una vida digna.



ENTRA EN TU INTERIOR

LA CENA DEL SEÑOR

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?

La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?

Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.

La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.

La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en 1 Cor 13.

La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios al que no ve?

La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.

Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y tendremos que responder bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Y los justos irán a la vida eterna.

ORACIÓN FINAL

¡Oh Dios! Que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos, constantemente en nosotros, los frutos de tu redención.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.



 


domingo, 23 de mayo de 2021

30 DE MAYO: SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.


“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos

en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

30 DE MAYO

DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

1ª Lectura: Deuteronomio 4,32-34.39-40

El Señor es el Dios del cielo y de la tierra, y no hay otro.

Salmo: 32

Dichoso el pueblo escogido por Dios.

2ª Lectura: Romanos 8,14-17

Ustedes han recibido un espíritu de hijos en virtud del cual

Pueden llamar Padre a Dios.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 28,16-20

“En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo ”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.

Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.

Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.

Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

REFLEXIÓN

Profesamos nuestra fe en Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La profesamos desde nuestro bautismo, fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, hasta que morimos abrazados a la cruz. La profesamos en nuestras oraciones, signos y bendiciones, catequesis y enseñanzas, cantos y tradiciones.

Aunque no hemos sido muy conscientes de la importancia espiritual de este misterio, hoy, por la gracia de Dios, sabemos que es fuente, marca y meta de toda nuestra vida.

Fuente: Tres corrientes en una, origen de toda vida y toda gracia.

Marca: Estamos hechos a su imagen, con dinamismo de comunión.

Meta: “Nos has hecho, Señor, para ti”, decía san Agustín. Caminamos hacia el abrazo trinitario.

El Padre, decía san Juan de la Cruz, es mano blanda. Blanda por la ternura y la misericordia. Pero es también mano fuerte, creadora y protectora. De sus dedos salieron las espirales de las estrellas, la vida innumerable, las figuras del hombre y la mujer, bien moldeados.

El Hijo es “toque delicado”, carne de nuestra carne. Su toque era curativo y amistoso. Su toque era transmisión de gracias. Su toque elevaba y dignificaba. Después se dejó tocar y traspasar para redimirnos y salvarnos.

El Espíritu es “llama viva”, que purifica y transforma, da calor y amistad, embellece y transfigura. De su llama se desprenden inflamaciones de amor. Ya nunca tendremos miedo, porque en Él estamos encendidos.

Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidos en fuerte abrazo, viviendo la comunión perfecta, sosteniendo y recreando la vida toda, desbordando en hijos y familias, tan distintos, tan iguales, sostén y fundamento de todo lo creado.

Dios Padre, que es creación, amor. Dios es amor. Dios Hijo, que es el camino que tenemos que recorrer, la verdad que tenemos que creer y la vida que tenemos que vivir. Dios Espíritu Santo, que es donación, comunicación, comunión.

¿En qué Dios creemos?

¿En un Dios serio, justiciero?  ¿En un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos?



ENTRA EN TU INTERIOR

LO ESENCIAL DEL CREDO

A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.

Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.

«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos sólo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.

Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.

Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Yo creo:

En un Dios que es todo corazón, compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.

En un Dios-Padre, fuente de vida, generosidad desbordante.

En un Dios-Hijo, palabra eterna del Padre por la que todo vino a la existencia, que paso por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él.

 

En un Dios-Espíritu Santo, llama viva, fuerza desbordante, comunión profunda, alma de la Iglesia.

Creo en un Dios siempre alegre, uno y trino, comunidad, familia, las tres divinas personas en comunión de vida y amor.

Creo también que este Dios bueno no quiso quedarse tanta bondad para él solo y creó al hombre: A imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó.

Tres veces repite el libro del Génesis en el relato de la creación, en un solo versículo, que el hombre es una imagen de Dios.

Por eso, también necesito creer en el hombre:

En un hombre que sea donación, como Dios. Aprendamos a dar y a darnos, a compartir bienes y talentos, a abrir la mano y el corazón al otro.

En un hombre que sea comunicación. Como Dios, el hombre tiene la palabra. Porque frente a la incomunicación y a la confusión de Babel, está Pentecostés.

En un hombre que sea comunión. Creer en la Trinidad es optar por la comunión entre los hombres. Por eso debemos sentirnos felices cuando vivimos nuestra fe en comunidad de fe y amor en la eucaristía.

 Solo Dios puede colmar la insatisfacción del hombre, solo él puede colmar nuestra sed: “El que tenga sed, que venga a mí y beba”, decía Jesús.

Tenemos sed de muchas cosas, pero solo él puede calmar nuestra sed, es lo que san Agustín expresaba tan certera y bellamente:

“Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.

Dios es pues nuestra meta. Hacia Él caminamos todos, aunque no lo sepamos. En todas nuestras búsquedas sinceras Dios se hace el encontradizo.

Cuando deseamos un mundo mejor, cuando nos comprometemos con la paz y la solidaridad, estamos deseando a Dios. Cuando tenemos hambre y sed de justicia, estamos deseando a Dios. Cuando buscamos la verdad, la felicidad de los hermanos, sobre todo de los que más lo necesitan estamos deseando a Dios.

Y nos encaminamos hacia el Dios uno y Trino, cuando nos queremos, cuando formamos una familia, una comunidad unida en la fe, en la esperanza y en la caridad, cuando trabajamos por la reconciliación entre los hombres. Cuando amamos de verdad, estamos dando pasos hacia la Trinidad.

ORACIÓN FINAL

Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu santificador, revelaste a todos los hombres tu misterio admirable, concédenos que, profesando la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unida de su majestad omnipotente.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO 



Imagen para colorear.



domingo, 16 de mayo de 2021

23 DE MAYO: DOMINGO DE PASCUA DE PENTECOSTÉS

 


”Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quiénes se los retengáis, les quedan retenidos”.

23 DE MAYO

PASCUA DE PENTECOSTÉS

TERMINA EL TIEMPO PASCUAL

MISA DEL DÍA

1ª Lectura: Hechos 2,1-11

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo.

Salmo: 103

Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.

2ª Lectura: 1 Corintios 12,3-1

Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo.

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 20,19-23

“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: ”Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quiénes se los retengáis, les quedan retenidos”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

REFLEXIÓN

El Espíritu Santo es como el Soplo de Dios. En hebreo Ruah significa a la vez espíritu y soplo o viento; también en griego: Pneuma. Parece que el soplo, el aliento, el viento es algo más espiritual, porque no se ve, pero se siente su vitalidad y su fuerza. Hay realidades que están más allá o más adentro de nuestra perspectiva. El mismo Jesús compara el Espíritu a lo que sucede con el viento: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu, le dice Jesús a Nicodemo. No vemos el Espíritu, pero oímos su voz. No sabemos definir bien el Espíritu, pero experimentamos su dinamismo creador, vivificante. Nos resulta imposible explicar, siquiera analógicamente, el origen y la misma identidad del Espíritu, pero sentimos su presencia y palpamos la multiplicidad de sus actuaciones y sus efectos. Por eso las mejores definiciones del Espíritu son descriptivas o simbólicas.

Pero este Aliento actúa desde dentro, oxigenando nuestras neuronas, vitalizando nuestras células, como la savia de todo el organismo. No es una fuerza externa que nos obligue y nos conduzca. Es un dinamismo íntimo que nos hace ser y crecer.

El aliento que Jesús transmite a los suyos es el mismo Espíritu en persona: Recibid el Espíritu Santo. No reciben solamente una iluminación, una consolación, una fuerza, un don, reciben todo el Espíritu Santo, la fuente de todas las gracias y el tesoro que encierra todos los dones. No reciben una parte del Espíritu, sino todo el Espíritu.

La misión del Espíritu es llenarnos de la Vida de Jesús, asemejarnos a Cristo en todo. Él nos habla de Cristo. Él va pintando en nosotros la imagen de Cristo. Él nos recrea con la misma “genética” de Cristo.

Donde hay Espíritu no hay miedo. Cuando llega el Espíritu se abren las puertas cerradas, se habla claro y bonito, se dicen las verdades delante de todos los públicos. Eso sí, con respeto y con misericordia, sin amenazas ni insultos.

Donde hay Espíritu hay libertad. El Espíritu está reñido con la esclavitud, sea interior –todo lo que te ata-, sea exterior, por condicionamientos de cualquier tipo. El que tiene el Espíritu respeta, pero no se doblega ante nada ni ante nadie; no adora a los poderosos o a los líderes o a los sabios o al dinero o al ambiente cultural y social… Sólo adora a Dios.

Donde hay Espíritu hay fortaleza y paciencia. Se asume la persecución, la cárcel, los azotes. El Espíritu conforta y consuela en la lucha, en la enfermedad, en la humillación. El Espíritu es el que unge a los mártires y a cuantos sufren por la fe y por el amor.

Donde hay Espíritu hay generosidad. El Espíritu es Don y capacidad de donar. El Espíritu no es posesivo, sino comunicativo. Nada retiene, libre como el aire. Comparte cuanto es y cuanto tiene. Y siempre desde la gratuidad, no es interesado, es gracia.

Donde hay Espíritu hay amor. Claro, el Espíritu se define como el Amor de Dios personalizado. Amor de Dios derramado en nuestros corazones. En el fondo, cuando hablamos de energía, de fortaleza, de libertad, de generosidad, estamos hablando de resplandores de una misma realidad, que es el amor. Desde el amor nos hacemos libres, valientes, pacientes, generosos, entregados. Desde el Espíritu podemos amar como nos amó Jesucristo.



ENTRA EN TU INTERIOR

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU

Ven Espíritu Santo.

Despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Enséñanos a vivir confiando en el amor insondable de Dios nuestro Padre a todos sus hijos e hijas, estén dentro o fuera de tu Iglesia. Si se apaga esta fe en nuestros corazones, pronto morirá también en nuestras comunidades e iglesias.

Ven Espíritu Santo.

Haz que Jesús ocupe el centro de tu Iglesia. Que nada ni nadie lo suplante ni oscurezca. No vivas entre nosotros sin atraernos hacia su Evangelio y sin convertirnos a su seguimiento. Que no huyamos de su Palabra, ni nos desviemos de su mandato del amor. Que no se pierda en el mundo su memoria.

Ven Espíritu Santo.

Abre nuestros oídos para escuchar tus llamadas, las que nos llegan hoy, desde los interrogantes, sufrimientos, conflictos y contradicciones de los hombres y mujeres de nuestros días. Haznos vivir abiertos a tu poder para engendrar la fe nueva que necesita esta sociedad nueva. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la nostalgia.

Ven Espíritu Santo.

Purifica el corazón de tu Iglesia. Pon verdad entre nosotros. Enséñanos a reconocer nuestros pecados y limitaciones. Recuérdanos que somos como todos: frágiles, mediocres y pecadores. Libéranos de nuestra arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprendamos a caminar entre los hombres con más verdad y humildad.

Ven Espíritu Santo.

Enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, a las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba a los que sufren, los que lloran, los que caen, los que viven solos y olvidados. Si cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de tu Iglesia. Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y Señor.

Ven Espíritu Santo.

Haz de nosotros una Iglesia de puertas abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa. Que nada ni nadie nos distraiga o desvíe del proyecto de Jesús: hacer un mundo más justo y digno, más amable y dichoso, abriendo caminos al reino de Dios.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR CON LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU.

            Sabemos muy bien que todo lo que somos ha sido un don de Dios y, por eso, nos queremos dirigir a él con las manos totalmente vacías para acoger sus dones, los dones del Espíritu Santo.

DON DE LA SABIDURÍA: Sabemos que Dios nos ha dado una nueva identidad, nos ha marcado con su Espíritu; por eso pedimos la fuerza necesaria para ser capaces de vivir sin temor la libertad que supone el hecho de ser bautizados.

También queremos ofrecer nuestra capacidad de ir a fondo para descubrir la profundidad de este misterio, para conocer, madurar y saborear, cada vez más, nuestra fe.

DON DE ENTENDIMIENTO: Entendemos que Dios nos acoge siempre, para lo que pase; y por eso pedimos que en la comunidad nos acojamos también con la misma incondicionalidad.

Queremos ofrecer nuestra espontaneidad y apertura para afrontar cualquier situación.

DON DE CONSEJO: No tenemos demasiadas cosas, pero sí un camino que recorrer, por eso pedimos no ir solos en este camino.

frecemos la voluntad de aprovechar cada etapa de nuestro crecimiento y maduración en la fe, conscientes de que, en cada momento, Dios nos sale al encuentro.

DON DE FORTALEZA: También queremos llegar muy arriba; y por eso pedimos el apoyo y la ayuda de Dios y de los hermanos, fuertemente unidos y parando los golpes que nos pueda traer la vida.

DON DE PIEDAD: También queremos pedir que la comunidad nos ayude a vivir una espiritualidad firme y sólida, a fin de escuchar la voz de Dios y poder responder a ella.

Ofrecemos nuestra necesidad de interiorización, oración y recogimiento, para experimentar silencios llenos en lugar de palabras vacías.

DON DE CIENCIA: Queremos pedir también un esfuerzo conjunto para intentar adaptarnos a los signos de los tiempos, para dar respuesta a las necesidades de hoy, fundamentalmente en las verdades de siempre.

DON DE FIDELIDAD A DIOS: La mano de Dios la encontramos en los testimonios de la comunidad por esto pedimos que los cristianos seamos siempre un ejemplo a seguir para todos. Ofrecemos nuestro compromiso y nuestra fidelidad a Dios intentando siempre, dar una respuesta de fe.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO


Imagen para colorear.


domingo, 9 de mayo de 2021

16 DE MAYO: VII DOMINGO DE PASCUA. SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.

 


“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación.”

16 DE MAYO

VII DOMINGO DE PASCUA

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Primera Lectura: Hechos 1,1-11

Se fue elevando a la vista de sus apóstoles.

Salmo 46

Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya

Segunda Lectura: Efesios 4,1-13

Hasta que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 16,15-20

“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.”

REFLEXIÓN

La Ascensión del Señor, quiere significar: cercanía al Padre, igualdad de poder y de gloria.

Pero en vez de Ascensión podríamos hablar de comunión. Que Jesucristo suba al Padre quiere decir que se abraza en comunión perfecta con el Padre. El Padre y yo somos uno, decía Jesús. Pero aquí se añade la dimensión humana del Hijo, que vive también en comunión trinitaria.

En la Encarnación se destaca la glorificación de la naturaleza humana, divinizada de Jesucristo. El Hijo de Dios se despojó del manto divino para asumir la humanidad y vivir entre los hombres.

Y ahora, en la Ascensión, el Hijo del Hombre se adorna con el manto de Dios para vivir eternamente en Él. Lo humano y lo divino se suman, no se contrarrestan. Dios se ha hecho hombre, el hombre se ha hecho Dios.

La realización plena de este dinamismo se encuentra en Jesucristo. Pero alcanza de una manera u otra a todos los hombres. Dios se hizo hombre. Pero el misterio de la encarnación se prolonga indefinidamente.

Dios se hizo hombre en el hijo de María, pero se sigue haciendo hombre en los pobres, en los enfermos, en todos los que sufren. Se hace hombre en los hermanos, en todos los que están llamados a ser hermanos.

Dios se humaniza en el amor humano. En los que se quieren, en los que viven en común, en los que rezan en común, en los que tienen entrañas de misericordia.

Dios se humaniza en los que creen en Jesús y guardan su palabra, en los que se dejan guiar por el Espíritu, en los que transforman sus vidas viviendo en Jesucristo.

Y el hombre se hace Dios. Hay una semilla divina en todo ser humano, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Esta semilla debe desarrollarse en plenitud.

Es camino de salir de sí, de no vivir para sí, sino en relación solidaria, en comunión.

Jesús sube al cielo.

El cielo no es un lugar, sino una manera de estar, otra manera de ser. El cielo está donde se vive y cuando se vive en amor. El cielo es experimentar la presencia de Dios.

Hay fuerzas que nos ayudan a llegar al cielo:

El deseo, hijo del amor y de la esperanza.

La oración, que es diálogo y encuentro, que es apertura a Dios.

El servicio desinteresado y alegre, que es un camino directo hacia Dios.

La pobreza, para aligerar el equipaje.

El esfuerzo, para poder llegar a la cima.

La fortaleza, para superar los caminos y los momentos oscuros.

La misericordia, para aprender a sentir como Dios.

Todo se resume en el amor como nos recuerda la oración litúrgica: “Tú que por el camino del amor descendiste hasta nosotros, haz que nosotros por el mismo camino ascendamos hasta ti”.

Alguien dijo que uno no está donde está sino donde ama, donde tiene su corazón. Así de sencillo, pero así de verdad y así de gratificante.

Uno está más donde anhela, donde piensa, donde sufre, donde suspira, donde quiere, donde ama.

Y esto que es verdad ahora, es más verdad cuando se vive más en el Espíritu. Porque el Espíritu, que es amor, está donde ama y donde le aman.

Salimos ganando con la Ascensión del Señor:

Porque nos garantiza su presencia: “ánimo, no temáis…”

Porque está más dentro de nosotros, en mayor intimidad.

Porque puede estar con todos nosotros, sin limitación de espacio.

Porque puede estar siempre con nosotros, sin limitación de tiempo.

Porque está con nosotros en su Espíritu, la presencia más lograda y más rica. Es una presencia divina que acompaña y transforma. Es como si el mismo Cristo viviera en nosotros, hasta convertirnos en otros Cristos. Presencia dinámica y transformadora.

Porque está con nosotros en su Palabra, presencia que se convierte en luz para el camino.

Porque está con nosotros en el pan partido y en los sacramentos, presencia real, que acompaña, consuela, fortalece y alimenta.

Porque está con nosotros en los hermanos, en los que le recuerdan y le aman, en los que comulgan, en los que se unen, en los que se comprometen.

Porque está con nosotros en los enfermos, en los pobres y en los que sufren, presencia ardiente, llagas dolorosas del cuerpo del Señor Jesús.

Jesús está presente en el hombre. ¿Qué tú no lo ves? Es porque te falta fe y te falta amor. Grita como el ciego de nacimiento: “Señor, que pueda ver, Señor, que pueda verte”.

ENTRA EN TU INTERIOR



Jesús encontró el modo de mitigar el dolor de la separación. Cierto que la ausencia de amor solo se cura con la presencia, pero es que Jesús, nuestro gran amigo, no es un ausente, él se hace presente de muchas y variadas formas.

Los que se aman nunca se separan, porque uno está donde ama. Es una presencia, no corporal, sino espiritual, pero real. El amor devora los espacios y los tiempos.

Cuando Salimos de nosotros mismos y nos ponemos en camino solidario, ahí encontramos a Jesús. Él ha Sacramentalizado a los pobres, y a los pequeños y débiles, a todos los que sufren.

Donde hay comunidad, donde hay familia, donde hay amistad, allí está Cristo, que convierte los encuentros en sacramento. Cuando nos reunimos en su nombre, cuando nos querremos, cuando nos perdonamos, ahí se hace presente al Señor.

Cuando oramos, cuando nos abrimos a la presencia de Dios, cuando escuchamos su palabra. Entonces el nos habla al corazón. Su palabra es también como un sacramento, y nos enciende el corazón.

ORA EN TU INTERIOR

A ti, Cristo, que estás con el Padre y que eres nuestro hermano, te pedimos: Señor Jesús, intercede por nosotros.

Mira a tu Iglesia, que sea sacramento de tu presencia. Suscita en ella testigos de tu amor.

Mira al mundo, que se abra a los valores del Reino. Suscita trabajadores de la paz, la justicia y la solidaridad.

Mira a los más pequeños y a los que más sufren, que sean respetados y ayudados.

Mira a los niños y jóvenes que reciben los sacramentos de iniciación. Que sean siempre tus amigos y tus testigos.

Míranos, Jesús, que vivamos cada vez más unidos a ti. Suscita en todos anhelos de tu presencia.

ORACIÓN FINAL

Te pedimos, Señor, que los dones que hemos recibido de tu altar enciendan en nuestros corazones el deseo de la patria celestial, para que, siguiendo las huellas de nuestro Salvador, ten damos siempre a la meta a donde nos ha precedido.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.




domingo, 2 de mayo de 2021

9 DE MAYO: SEXTO DOMINGO DE PASCUA.

 


“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor…”

9 DE MAYO

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

1ª Lectura: Hechos 10,25-26.34-35.44-48

El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.

Salmo 97

El Señor revela a las naciones su salvación.

2ª Lectura: 1 Juan 4,7-10

Dios es amor.

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 15,9-17

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os, lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quinen os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús dijo a sus discípulos:

«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.

Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»

Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.

Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.

Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»”

REFLEXIÓN

Dios es amor. Misterio insondable. No es que tenga amor, sino que es amor, que se define como amor, que vive de amor, que no puede sino amar y no puede hacer nada que vaya contra el amor, porque se destruiría a sí mismo. No puede haber mejor noticia, saber que el principio, el centro y el fin de todo es la poderosa energía del Amor. Y saber que Dios te ama, pase lo que pase. Y saber que, si estamos hechos a su imagen y semejanza, el dinamismo constitutivo del hombre no puede ser otro que el amor.

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Jesús nos ha explicado cómo es el amor del Padre, amándonos. Toda la vida de Jesús, sus palabras, sus signos, sus gestos, su pasión y pascua son pruebas definitivas de ese amor divino. Ningún hombre podía amar tanto. El superó y trascendió los límites y Las capacidades humanas, de manera que el hombre, desde Cristo, ya es más que hombre.

Si Dios es amor, el hombre, hecho a su imagen y semejanza, tendrá que definirse también por su capacidad de amar. A más amor será más hombre y más parecido a Dios, más humano y más divino. El hombre mejor será el que ame más.

Por eso el Señor nos manda: que os améis unos a otros como yo él os ha amado. Nos lo manda para que nos realicemos y seamos felices, el que ama vive; a más amor, más vida; si nos amamos pasamos de la muerte a la vida, pero si no nos amamos, estamos muertos, “quién no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14). Si nos amamos es que Cristo resucitó y nos hace resucitar. Si amamos como Cristo, seremos divinos: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros”. (1 Jn 4,17).

Como Jesús nos ha amado, así nos tenemos que amar. ¿Cómo responder a este misterio?

Primero, agradecer y adorar.

Segundo, dejarse amar; abrirse sin miedo a tanto amor.

Tercero, vivir en y desde este amor.

Vivir en el amor hasta que “seamos amor”. Que vaya muriendo nuestro yo, que vaya tomando posesión de nuestros pensamientos y sentimientos la fuerza del amor; que miremos al otro como algo propio; que seamos capaces de comprender, de compartir, de perdonar y de comulgar con el otro, que no dudemos en servir, en dar la mano, en gastarse por los demás; y que todo esto lo hagamos desde el amor de Cristo, desde el Espíritu de Cristo, y amando en todos y en todo al mismo Cristo, a Dios, fuente y meta de todo amor.



ENTRA EN TU INTERIOR

NO DESVIARNOS DEL AMOR

El evangelista Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de despedida en el que se recogen con una intensidad especial algunos rasgos fundamentales que han de recordar sus discípulos a lo largo de los tiempos, para ser fieles a su persona y a su proyecto. También en nuestros días.

«Permaneced en mi amor». Es lo primero. No se trata sólo de vivir en una religión, sino de vivir en el amor con que nos ama Jesús, el amor que recibe del Padre. Ser cristiano no es en primer lugar un asunto doctrinal, sino una cuestión de amor. A lo largo de los siglos, los discípulos conocerán incertidumbres, conflictos y dificultades de todo orden. Lo importante será siempre no desviarse del amor.

Permanecer en el amor de Jesús no es algo teórico ni vacío de contenido. Consiste en «guardar sus mandamientos», que él mismo resume enseguida en el mandato del amor fraterno: «Éste es mi mandamiento; que os améis unos a otros como yo os he amado». El cristiano encuentra en su religión muchos mandamientos. Su origen, su naturaleza y su importancia son diversos y desiguales. Con el paso del tiempo, las normas se multiplican. Sólo del mandato del amor dice Jesús: «Este mandato es el mío». En cualquier época y situación, lo decisivo para el cristianismo es no salirse del amor fraterno.

Jesús no presenta este mandato del amor como una ley que ha de regir nuestra vida haciéndola más dura y pesada, sino como una fuente de alegría: «Os hablo de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». Cuando entre nosotros falta verdadero amor, se crea un vacío que nada ni nadie puede llenar de alegría.

Sin amor no es posible dar pasos hacia un cristianismo más abierto, cordial, alegre, sencillo y amable donde podamos vivir como «amigos» de Jesús, según la expresión evangélica. No sabremos cómo generar alegría. Aún sin quererlo, seguiremos cultivando un cristianismo triste, lleno de quejas, resentimientos, lamentos y desazón.

A nuestro cristianismo le falta, con frecuencia, la alegría de lo que se hace y se vive con amor. A nuestro seguimiento a Jesucristo le falta el entusiasmo de la innovación, y le sobra la tristeza de lo que se repite sin la convicción de estar reproduciendo lo que Jesús quería de nosotros.

                                      José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

El hombre religioso siempre ha tenido hambre y sed de Dios. Y siempre se ha cuestionado sobre su existencia y sobre su esencia. ¿Quién eres Tú, Dios mío? ¿Por qué no te manifiestas con más claridad?

Nuestra pequeñez puede alcanzar alguna noticia de Dios. Si miramos sus obras, deducimos su poder y grandeza, su sabiduría y generosidad. Algo más podemos saber si nos miramos a nosotros mismos, porque estamos hechos a su imagen y semejanza. Pero tendremos que pensar en lo mejor de nosotros mismos, para no manchar a Dios. Y lo mejor que hay en nosotros, lo que más nos identifica, es, sin duda, la capacidad de relación y apertura, el abrirnos misericordiosamente a los demás, el querer hacer el bien.

Por este camino nos encontramos con el Dios que se revela, sobre todo, en Jesucristo. Nosotros creemos en el Dios de Jesucristo. ¿Cómo es el Dios de Jesucristo?

Jesús nos hablaba de Dios. Y la palabra clave, que le salía del alma, era Abba. Se dirige a Dios como Abba, con todos los matices de ternura y confianza que queramos. Habla constantemente a su Abba, Dios habla de su Abba, nos enseña a rezar al Padre, Abba.

Cuando Jesús pronuncia esta palabra todo se estremece y todo en él se estremece. Dice Abba, “papa”, y desborda de alegría. Dice Abba y se esponja en confianza y ternura.

 Lo mismo podía decir Misericordia. Lo mismo podía decir Amor. No que tenga misericordia o amor, sino que es Misericordia y Amor.

ORACIÓN FINAL

Señor, si tú eres amor, nosotros, hechos a tu imagen y semejanza, tendríamos que definirnos también por nuestra capacidad de amar. Amar a todos sin distinción, como tú. Así lo dijo claramente Pedro en casa de Cornelio: “Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”.

Que mi amor, Señor, sea como el tuyo, un amor oblativo, un amor que se dé sin esperar nada a cambio. Un amor que sienta como suyos los sufrimientos, los dolores, los problemas, las alegrías y las esperanzas de los hombres y mujeres de nuestro mundo. Porque solo así, Señor, te conoceré:” Amémonos unos a otros, ya que el amor  es de Dios, y todo el que ama ha salido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Amén.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imagen de Patxi Velasco FANO

 


Imagen para colorear.