“Este es mi Hijo amado:
escuchadle”
28 DE FEBRERO
SEGUNDO DOMINGO DE
CUARESMA
Primera Lectura:
Génesis 22,1-2.9-13.15-18
El sacrificio de
nuestro patriarca Abraham
Salmo 115
Siempre confiaré en el
Señor.
Segunda Lectura:
Romanos 8,31-34
Dios nos entregó a su
propio Hijo.
EVANGELIO DEL DÍA
Marcos 9,2-10
“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y
a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de
ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede
dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés,
conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
“Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías”. Estaba asustado, y no sabía lo que decía. Se
formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Este es mi Hijo
amado: escuchadle”. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a
Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No
contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de
entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir
aquello de “resucitar de entre los muertos.”
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y
Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en
presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan
blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con
Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos
aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de
temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de
ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie,
sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar
lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los
muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué
significaría "resucitar de entre los muertos".
REFLEXIÓN
En este tiempo que nos ha tocado vivir, no es sencillo
escuchar cómo Dios nos habla a cada uno, no es fácil prestarle atención. Pero
la verdad es que Dios habla hoy. Lo que pasa que para escucharlo tenemos que
estar atentos y dejar de lado el ruido, los ruidos, no solo el exterior, el del
mundo, sino, sobre todo, el interior, el que llevamos dentro. Se trata en este
tiempo de Cuaresma, de disponernos a escuchar la voz de Dios y seguir su
llamada. Hoy, las lecturas, nos hablan de subir a la montaña, allí donde está
la nube, la presencia de Dios, donde se escucha la voz del Padre. Es un subir
espiritual, dejar lo llano, lo seguro, lo fácil, y esforzarnos por acercarnos
allí donde Dios está, en la paz, en el silencio, en la belleza de las cosas.
Disponer nuestra vida a la escucha de la Palabra de Dios será
un excelente ejercicio cuaresmal, recomendable, sin embargo, para todo el año.
Y es que Dios habla a cada uno, y seguramente nos sorprenderá, aunque, de
entrada, no lo entendamos o no lo aceptemos.
Así lo vemos en Abrahán. Modelo de creyente, padre en la fe,
él confía en Dios a pesar de no entender la petición que le hace: ante la
dificultad de aceptar su voluntad no se echa atrás, se deja llevar. Y en la
montaña descubre cómo es Dios: no quiere sacrificios humanos porque Dios ama a
los hombres, ama a la humanidad. Dios quiere el corazón del hombre. Un corazón
que sea entregarse, un corazón obediente, un corazón que deposite su esperanza
en el Señor. Así la fe de Abrahán lleva a descubrir que Dios bendice a los
creyentes, que Dios quiere lo mejor para los que lo aman y en él confían.
El apóstol Pablo escribe unas palabras de ánimo a los
cristianos de Roma mostrándoles que el verdadero motivo de confianza les viene
del amor de Dios, según lo ha demostrado en la cruz de Cristo: este fragmento
es especialmente conmovedor por el hecho de que compara la suerte de Jesús con
la historia de Abrahán de Génesis 22,12: “No te has reservado a tu hijo, tu
único hijo”. Según Romanos, Dios entregó a su propio Hijo por todos nosotros.
Así, que, “¿cómo no nos dará todo con él?”.
“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”.
Aquel que descubre a Dios está en él, a su lado, que lo acompaña en el camino
de la vida, va adquiriendo paz y serenidad incluso ante los problemas. Estos ya
no son vistos como amenazas, sino como oportunidades para fiarnos más de Dios,
ya que está a nuestro favor.
Pedro, Santiago y Juan, en el monte Tabor estaban
maravillados ante Jesús transfigurado. Se dan cuenta de que Jesús es el Hijo de
Dios, ya que lo escuchan de la voz que sale de la nube: “este es mi Hijo amado,
escuchadlo”.
Quizá nuestro Tabor, el lugar donde decir: “¡qué bien se está
aquí!” y donde reconocemos al Hijo de Dios es la eucaristía. En ella se nos
dice: “Este es el cordero de Dio, que quita el pecado del mundo. Dichosos los
invitados a la cena del Señor”. Sí. Dichosos los que celebramos la Eucaristía,
los que comulgamos, los que la gozamos, los que necesitamos celebrarla cada
domingo.
Dichosos los que necesitamos celebrar con la comunidad. Es
necesario subir a menudo a “la montaña”, es necesario celebrar la eucaristía,
es necesario escuchar la Palabra de Dios en el silencio y la paz de la oración.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO CONFUNDIR A JESÚS CON NADIE
Según el evangelista, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y
Juan, los lleva aparte a una montaña, y allí «se transfigura delante de ellos».
Son los tres discípulos que, al parecer, ofrecen mayor resistencia a Jesús
cuando les habla de su destino doloroso de crucifixión.
Pedro ha intentado incluso quitarle de la cabeza esas ideas
absurdas. Los hermanos Santiago y Juan le andan pidiendo los primeros puestos
en el reino del Mesías. Ante ellos precisamente se transfigurará Jesús. Lo
necesitan más que nadie.
La escena, recreada con diversos recursos simbólicos, es
grandiosa. Jesús se les presenta «revestido» de la gloria del mismo Dios. Al
mismo tiempo, Elías y Moisés, que según la tradición, han sido arrebatados a la
muerte y viven junto a Dios, aparecen conversando con él. Todo invita a intuir
la condición divina de Jesús, crucificado por sus adversarios, pero resucitado
por Dios.
Pedro reacciona con toda espontaneidad: «Señor, ¡qué bien se
está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías» No ha entendido nada. Por una parte, pone a Jesús en el mismo plano
y al mismo nivel que a Elías y Moisés: a cada uno su tienda. Por otra parte, se
sigue resistiendo a la dureza del camino de Jesús; lo quiere retener en la
gloria del Tabor, lejos de la pasión y la cruz del Calvario.
Dios mismo le va a corregir de manera solemne: «Éste es mi
Hijo amado». No hay que confundirlo con nadie. «Escuchadle a él», incluso
cuando os habla de un camino de cruz, que termina en resurrección.
Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros,
teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado. No
hemos de confundir a nadie con Jesús. Sólo él es el Hijo amado. Su Palabra es
la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.
Y hemos de escucharla también hoy, cuando nos habla de
«cargar la cruz» de estos tiempos. El éxito nos hace daño a los cristianos. Nos
ha llevado incluso a pensar que era posible una Iglesia fiel a Jesús y a su
proyecto del reino, sin conflictos, sin rechazo y sin cruz. Hoy se nos ofrecen
más posibilidades de vivir como cristianos «crucificados». Nos hará bien. Nos
ayudará a recuperar nuestra identidad cristiana.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Estamos llamados a renovar la alianza. Una alianza que lleva
a la vida pero que se sella con el sacrificio y pasa por la muerte. Necesitamos
para ello una fe cuyo ejemplo nos ha brindado Abrahán. La fe del verdadero
creyente:
La fe del verdadero creyente: que cree y camina. Que no queda
anquilosado en el pasado, ni atrapado por sus seguridades mezquinas, sino que
busca y avanza hacia los nuevos horizontes que Dios va abriendo conforme
evoluciona la historia.
La fe de quien confía y espera. A pesar de tantos problemas y
en medio de tantas dificultades que nos ponen a punto de exclamar: “¡Esto no
tiene remedio!” El creyente se fía de Dios y se mantiene en esperanza. No con
los brazos cruzados, sino poniendo su mejor afán en el empeño. Ofreciéndose él
mismo en el ara del sacrificio, dispuesto a romperse en bien de los demás.
La fe que pasa por el momento crítico de la tiniebla y la
cruz. Cuando no se entiende nada. Cuando nada tiene sentido. Cuando faltan las
ganas de vivir. Cuando hasta el Dios a quien llamamos guarda silencio y nos
hace dudar de hasta si existe. Cuando aplasta el abandono. Cuando destroza la muerte
que se lleva a alguien querido y sentimos que su zarpazo ha desgarrado y matado
un trozo de nosotros mismos… La fe de la luz sobre la cruz. La fe en la vida
sobre la muerte.
Nosotros, pobres gentes de fe tambaleante, ¿cómo vamos a
alcanzar una fe así? Una vez más tendríamos razón, si no fuera por un pequeño
detalle: que es –también una vez más-
Dios quien nos la da.
ORACIÓN FINAL
Señor, Dios, que haces que nazca el sol sobre todos los
hombres, bendito seas por tu Hijo Jesús, venido al mundo como sol de gracia y
amor. Como luz que quita las tinieblas de nuestro corazón para que podamos ver
mejor a nuestros hermanos los hombres. Bendito sea, tu Hijo amado, tu
predilecto, al que me invitas a escuchar, como único camino de hacer su mensaje
vida en mi vida. Amén.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorear.
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